— 18 -
Suplo embriagador,
que tinjiendo palabras de miel
me hablas de un amor •
que ha de serme funesto después,
si me has de decir
lo que el alma no puede escuchar
dejadme morir
en las olas del rudo huracán.
Como esa espuma que él formó,
tuvo mi alma su blanca ilusión,
y el mismo viento con furia después
tronchó las galas del nuncio joyel;
la triste agonía mató mi pesar,
la noche sombría, las nubes, horror:
el alma se alivia al ver que en su afan,
ni goza en la tierra, ni olvida en el mar.
Pobre suspiro que envió al pesar,
parte en las olas del fiero huracán
y vé donde vive quien causó mi mal:
Decidle que han muerto, las olas lloran-
(do están.
PETENERAS
Señor alcalde mayor
yo soi una americana
que canto las peteneras,
niña de mi corazón,
que canto las peteneras
al estilo de la Habana.