10 de Noviembre de 1937
ACIA quince años que tra-
Jajaba como linotipista.
Era uno de los más inte-
ligentes de su sección.
Cuando componía, le gustaba en-
mendar la plana, por su cuenta,
y lo hacía bien. Era el único
gesto de rebelión, y lo realizaba
siempre con un aire de suficien-
:1a y orgullo de sí mismo. -
con la mirada opaca de llanto
y la voz quebrada nos refería la
verdad.
— No hay nada que hacer, Por
la radiografía han cor:probado
la existencia de un cáncer, Y
muy avanzado. Morirá sin reme-
dio. Pero yo lo engaño. No quie-
ro que se dé cuenta que ha de
morir, ¡Es tan bueno! No me ha
visto llorar nunca, y quiero que
lespierte siempre con su sonrisa
y su optimismo.
Murió cuando el invierno lle-
gaba. Partió sin que una pro-
testa endureciese las últimas pa-
labras de su vida. Pero sabía que
se moría. Lo sabía desde el prin-
cipio de su permanencia en el
lecho.
En la última semana de su
existencia nos lo confesó. Ha-
Jíamos ido a verlo dos de sus
más íntimos amigos. Y entonces
Joró, Lloró como aquel hombre
que reía siempre.
HE O E E
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Ñ EN ES E ñ
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Cuento nor MANUEL POMBO
— Estos escritores de “moron.
danga” — solía decir — supo-
nen que el arte de escribir con-
siste en hilvanar palabras con el
solo objeto de llenar cuartillas...
:Si yo hubiera querido!...
Quince años tecleando. Era mo.
vedizo e infatigable. Tenía que
estar muy mal para que él de-
jara de venir un día al taller.
Sin embargo, faltó casi un mes
cuando se casó. Se gastó en su
luna de miel todos sus ahorros,
Jue no eran pocos, ya que su úni-
20 vicio consistía en fumar ba-
rato. Demasiado barato y con ex-
ceso. No gastaba fósforos, por-
que con el pucho del último ci-
Zarrillo encendía otro. o
Nosotros sospechábamos que a
llo se debía su delgadez. Pero
él era.dédil para ser metódico, y,
además, se sentía orgulloso - de
su vicio, que, según decía, signi-
ficaba un alarde de hombría y
le fortaleza pulmonar. *
Adelgazaba con cada día que
2asaba, pero él continuaba vana-
sloriándose de su costumbre y
seguía despotricando en contra
de los escritores que le obliga-
an a utilizar gratuitamente y
sin agradecimiento sus faculta-
des de crítico y de literato que
10 auiso ser
, , .. ; v
Juiero morir sabiéndola feliz . :
207 la esperanza de mi cu»
ración.
Estaba siempre dispuesto pa-
“a formar parte de las agrupa-
ciones deportivas, sociales y de
cualquier carácter que se funda-
>an en el taller, Y se desvivía
por dar impulsos, por crear ini-
+jativas, sin ninguna finalidad
le medro personal, a veces sin
Justificación.
El lo hacía de bondadoso, por-
que sí, porque su corazón así se
o exigía. —.
Tenía sentido de: compañeris-
n0; era íntegro y .se reía de su
nterés y de su preocupación por
os demás. Lo queríamos por eso,
y a todos se nos crispó la angus-
la en el pecho cuando estuvo
res días sin venir al trabajo.
Pero apareció con su sonrisa
le siempre, campechano y cor-
lial, con su eterno cigarrillo ba-
"ato apestando el ambiente, Nin.
runo de nosotros imaginó que
quello sería el preludio de una
1usencia más larea, definitiva...
imarillo y demacrado entre las
sábanas.
Lo que-más echábamos de me-
10s era el cigarrillo en su boca;
los parecía incompleto sin su au-
"eola de humo espeso.
— Me sacaron una radiografía
— explicaba. — Tengo solamen-
e un pulmón picado. Es leve.
-0s médicos dicen que me ope-
arán. Es cuestión de una tem-
veradita de cama. De todas ma-
1eras, mi trabajo no requiere
ssfuerzos, y con un pulmón me
obra. ¿Para qué auiero tahto
ire?... .
Y miraba a su esposa, Ella le
onreía y asentía. Ni una som-
TA de tristeza alteraba su ros-
ro cuando le dirigía la palabra.
70 alentaba, diciéndole. que los
aédicos le habían prometido cu-
"arlo. Que era cosa segura. Ya es-
aba todo: arreglado; pronto lo
perarían y se daba por descon-
ado el éxito: de la” operación
quirúrgica. Y ella sonreía con
rozo, como si la esperanza tu-
riera colores de realidad cer-
ana,
Cuando nos despedíamos, la
mena mujer se transformaba. v
Hacía dos meses que no venía.
O visitábamos todas las sema-
1as. y hos sobrecogía. el verlo
CONTRA LOS PARATSOS ARTIFICIALES
7
os paraísos artificiales no son una tentación más que para los tontos; su
neurosis es la obra del ocio, ese demonio que obsesiona a los espiritus in-
"eriores, El que se aburre, el que no hace nada, no es digno de vivir y merece
Ia suerte que él mismo se ha preparudo. - Aa E
Ya sé que buscarán la disculpa de la pena, de la decepción; pero ¿acaso una
vena no es, por el contrario, la más della razón de persistir, la mentira vital más
vegura? ' o
Ella sí que es el más maravilloso de los estupejacientes, la que da las sensa-
ciones divinas y tonifica un carácter,
PIERRE VEBER.
;iemritaaradasadaiaáa >
di ió INMI as e tna <a
.— Sí, queridos amigos — ños
lijo entre lágrimas. — He visto
antes que nadie la radiografía,
y he solicitado el diagnóstico a
tro médico, diciéndole que era el
xamen radioscópico de la enfer-
nedad de un amigo. Así sure
jue era un cáncer y que tenía
os días contados. Pero no quise
jue mi mujer lo supiera, La es-
.uve engañando, resistiendo a
uerza de inyecciones de morfi-
18 los terribles dolores. Hace no
é cuántas noches que no puedo
'ormir, Simulo hacerlo para que
»la descanse. No tengo valor pa-
ra verla desvelada sufriendo por
mi causa. Quiero morir sabiéndo-
a feliz con la esperanza de mi
:uración, Y ustedes, ayúdemne.
Díganle que estoy mejor, que Lo
ay ningún peligro...
Ese mismo día, cuando su es-
y0£a Nos acompañó hasta la puer-
a, sobrecogidos por aquel dolo-
roso engaño mutuo, tuvimos las
valabras iguales de siempre.
—Creo — nos dijo ella —
que dentro de pocos días queda=
"é sola... ¡Pobre! ¡Si él lo supie-
a... Pero me alivia saber que
1] lo ignora, Partirá sin darse
uenta que se va... Se irá dormi-
do, como si viajara en sueños...
¿No creen ustedes que es un con-
suelo?...
Mi amigo es más sereno que
yo. Lo miré, y él consiguió emi-
tir las palabras que a mí no me
salían.
—8Sí, señora; es un consuelo,
Y esté tranquila. Hace un mo-
mento nos acaba -de decir que
siente más que nunca que la vi-
da lo llama... —-
“ Con la impresión de que su
:sposa ignoraba su partida. se
tué aquel querido amigo. Eta
mien creyó que se marchaba
el...