MUNDO ARGENTINO
Un cañonazo “dado vuelta” como un guante Verne y el presidente
Barbicane en la Luna. — Cómo vemos a Neptuno, a Júpiter, a Mar-
te, etc. — Una visión del tiempo de Rosas y del incendio de Roma. —
Curiosa situación “de hecho” del universo. — Cómo se comprobó
que la luz “viaja”.
LOS VIAJES Y
DE LA LUZ Y
NA tarde — nos contó el tenien-
te, tirando el pucho y escan-
ciándose el vermouth, — du-
rante una especie de siesta, me
di cuenta de un hecho para mí sor-
prendente, Y al punto me acordé que
en mi vida de trinchera el mismo he-
cho se había repetido muchas veces
antes, sin que llamara mi atención, Pe-
ro entonces la siesta, la relativa quie-
tud de aquella tarde y, más .que todo,
s] silencio insólito que reinaba desde
an rato, contribuyeron a presentarme
este hecho como dislado, Y por ende,
a no perder ni un detalle. He aquí
de qué se trataba. Desde mi lugar,
adonde me hallaba descansando, echa-
do, vi como un vivo relámpago lejano.
Era un cañonazo, cosa habitual, Mis
sentidos, de pronto despertados, estu-
vieron, entonces, a la espera. Sentí un
zolpe, como de un titánico martilla-
:0, en el terreno a mi lado.
Era una granada que acababa de
saer. Pero en lugar de oirla estallar,
ascuché un ruido como de tela recia-
mente desgarrada que desde mi pro-
ximidad iba alejándose en la dirección
donde había visto el relámpago, has-
ta que después de cierto tiempo el
ruido acabó en una detonación sorda,
que era el mismo cañonazo del que
yo había visto la luz. Entonces, in-
mensa fué mi maravilla en reparar
por primera vez en eso que le voy a
decir. El proyectil no había estalla-
io, cosa más frecuente de lo que se
cree, a pesar de la precisión con que
son fabricadas las granadas. Pero ese
ruido de tela desgarrada, esa como
'onja de un ruido, de un trayecto que
iba desarrollándose en sentido inverso
al verdadero, me llenó de estupor, al
sonsiderar que era el mismo viaje del
proyectil después de su caída a mi
lado, especie de viaje de regreso des-
de el blanco hasta el cañón. Había
allí una verdadera inversión del tien
po. Lo que había pasado antes se me
presentaba como después, y el tiempo
Jelante mío completamente dado vuel-
la como una guante puesto del revés.
Pues bien: esa extraña y como an-
tinatural impresión del tiempo que se
da vuelta, que transcurre al revés, es
decir, después de transcurrido, tan
sorprendente en la opinión del narra-
lor, se verifica, pero en proporciones
zigantesca, tratándose de proyecti-
es celestes. Conocido es De la Tierra
5 la Luna, de Julio Verne. Un cañón
monstruo, “la columbiada”, enterrado
2n. las mismas entrañas de nuestro
slaneta y asomando sólo nor la boca
nza a la Luna un Y
igantesco proyectil ,
ue contiene tres se-
?5 humanos, es decir,
. presidente Barbicane,
| capitán Nicholl y el
Mavera Miguel Ardan.
ues bien: hagamos aho- "
a Una suposición, puesto
ue para ayudar. a la com- y
rensión se puede suponer
do lo que se quiere, hasta
)» que resulta más agradable, hasta
> de ser millonario sin un triste
»bre en el holsillo. Supongamos.
ulio Verne está ahora en la Lu-
a, mundo por él bien conocido,
o menos que la Tierra, que él reco.
rió en todos sentidos en compañía
e sus innumerables personajes, que
»breviven en nuestra literatura he.
hos unos verdaderos héroes inolvida-
les. Mientras está escribiendo una
nueva novela, titulada esta vez De la
una a la Tierra, se permite, pues tie-
e todos los medios, hacer proceder del
1ismo paso la acción a la descripción,
on el auxilio y la buena voluntad de
a civilización selenita. Supongamos:
lega el momento, Se dispara el gigan-
esco cañón. Desde aquí se nota el re-
ámpago, pero el cañonazo llegará a
estros oídos — en la sunosición, cla
ro está, de que hubiera de por medio
las mismas condiciones acústicas — so.
lamente dos semanas después.
, Mucho antes habría llegado a nos-
otros el proyectil lanzado por “la co-
lumbiada” lunar. Pero con la Luna ya
principiamos .a entrar en el régimen
celeste, es decir, que ahora no sola-
mente el golpe, la detonación, el ca-
donazo, es el que nos llega después
(trece días y veinte horas), sino que
nos llega también después del propio re-
lámpago, la propia luz del cañonazo.
Y henos aquí en el reino verdadera-
mente maravilloso de los viajes de la
luz, Todo el mundo siempre ha admi-
tido que si la detonación del cañonazo
llega después, la luz” del mismo ca-
ñonazo llega en el mismo instante.
Otra ilusión que
hay que perder. Eso
respondería casi a
la verdad, tratán-
dose de distancias
Terrestres :- pero en-
*rando en el reino de los astros y de
as distancias, que también por anto-
10masia se llaman astronómicas, las
'osas cambian,
Si el cañonazo de “la columbiada”,
1 lugar de ser disparado desde nues-
ro satélite, lo fuera desde el nlaneta
teptuno, tendríamos que esperar, para
rer la Íuz de ese canonazu, mas ue
uatro horas. Si lo fuera desde el pla.
1eta Júpiter, esperaríamos para verla
nás de media hora, Y si desde Marte,
10 la veríamos sino después de trans-
urridos trece minutos. Este interva-
o sería muy reducido tratándose de
a Luna —— puesto que nuestro saté-
ite se halla tan cerca de la Tierra,
¡ue se nos parece poder tocarlo con
ólo alzar la mano, — sería, como he-
nos dicho, muy reducido, aunque siem-
xe perceptible con facilidad: un se-
sundo y cuarto. En cambio, desde la
strella polar (Alfa Ursae Minoris),
reríamos la luz sólo después de trans-
urridos cuarenta y seis años y medio,
?ero hay que reflexionar que un te-
escopio monstruo que nos hiciera ver
al mundo de la estrella polar, nos lo
presentaría, no como está efectiva-
mente ahora, sino como estaba hace
cuarenta y seis años y medio.
Y del mismo modo les astrónomos
de aquel mundo nos verían, no co-
mo estamos ahora, sino como estába-
mos en la revolución de 1890; y los
observadores desde un mundo situado
a distancia doble de la estrella polar
nos verían en el pleno infierno del
tiempo de Rosas; los mundo más 'le-
janos todavía, asistirían a los comba-
es de las legiones romanas, al incen-
(Continúa en
la página 73)