Full text: 27.1937,24.Nov.=Nr. 1401 (1937140100)

MUNDO ARGENTINO 
Un cañonazo “dado vuelta” como un guante Verne y el presidente 
Barbicane en la Luna. — Cómo vemos a Neptuno, a Júpiter, a Mar- 
te, etc. — Una visión del tiempo de Rosas y del incendio de Roma. — 
Curiosa situación “de hecho” del universo. — Cómo se comprobó 
que la luz “viaja”. 
LOS VIAJES Y 
DE LA LUZ Y 
NA tarde — nos contó el tenien- 
te, tirando el pucho y escan- 
ciándose el vermouth, — du- 
rante una especie de siesta, me 
di cuenta de un hecho para mí sor- 
prendente, Y al punto me acordé que 
en mi vida de trinchera el mismo he- 
cho se había repetido muchas veces 
antes, sin que llamara mi atención, Pe- 
ro entonces la siesta, la relativa quie- 
tud de aquella tarde y, más .que todo, 
s] silencio insólito que reinaba desde 
an rato, contribuyeron a presentarme 
este hecho como dislado, Y por ende, 
a no perder ni un detalle. He aquí 
de qué se trataba. Desde mi lugar, 
adonde me hallaba descansando, echa- 
do, vi como un vivo relámpago lejano. 
Era un cañonazo, cosa habitual, Mis 
sentidos, de pronto despertados, estu- 
vieron, entonces, a la espera. Sentí un 
zolpe, como de un titánico martilla- 
:0, en el terreno a mi lado. 
Era una granada que acababa de 
saer. Pero en lugar de oirla estallar, 
ascuché un ruido como de tela recia- 
mente desgarrada que desde mi pro- 
ximidad iba alejándose en la dirección 
donde había visto el relámpago, has- 
ta que después de cierto tiempo el 
ruido acabó en una detonación sorda, 
que era el mismo cañonazo del que 
yo había visto la luz. Entonces, in- 
mensa fué mi maravilla en reparar 
por primera vez en eso que le voy a 
decir. El proyectil no había estalla- 
io, cosa más frecuente de lo que se 
cree, a pesar de la precisión con que 
son fabricadas las granadas. Pero ese 
ruido de tela desgarrada, esa como 
'onja de un ruido, de un trayecto que 
iba desarrollándose en sentido inverso 
al verdadero, me llenó de estupor, al 
sonsiderar que era el mismo viaje del 
proyectil después de su caída a mi 
lado, especie de viaje de regreso des- 
de el blanco hasta el cañón. Había 
allí una verdadera inversión del tien 
po. Lo que había pasado antes se me 
presentaba como después, y el tiempo 
Jelante mío completamente dado vuel- 
la como una guante puesto del revés. 
Pues bien: esa extraña y como an- 
tinatural impresión del tiempo que se 
da vuelta, que transcurre al revés, es 
decir, después de transcurrido, tan 
sorprendente en la opinión del narra- 
lor, se verifica, pero en proporciones 
zigantesca, tratándose de proyecti- 
es celestes. Conocido es De la Tierra 
5 la Luna, de Julio Verne. Un cañón 
monstruo, “la columbiada”, enterrado 
2n. las mismas entrañas de nuestro 
slaneta y asomando sólo nor la boca 
nza a la Luna un Y 
igantesco proyectil , 
ue contiene tres se- 
?5 humanos, es decir, 
. presidente Barbicane, 
| capitán Nicholl y el 
Mavera Miguel Ardan. 
ues bien: hagamos aho- " 
a Una suposición, puesto 
ue para ayudar. a la com- y 
rensión se puede suponer 
do lo que se quiere, hasta 
)» que resulta más agradable, hasta 
> de ser millonario sin un triste 
»bre en el holsillo. Supongamos. 
ulio Verne está ahora en la Lu- 
a, mundo por él bien conocido, 
o menos que la Tierra, que él reco. 
rió en todos sentidos en compañía 
e sus innumerables personajes, que 
»breviven en nuestra literatura he. 
hos unos verdaderos héroes inolvida- 
les. Mientras está escribiendo una 
nueva novela, titulada esta vez De la 
una a la Tierra, se permite, pues tie- 
e todos los medios, hacer proceder del 
1ismo paso la acción a la descripción, 
on el auxilio y la buena voluntad de 
a civilización selenita. Supongamos: 
lega el momento, Se dispara el gigan- 
esco cañón. Desde aquí se nota el re- 
ámpago, pero el cañonazo llegará a 
estros oídos — en la sunosición, cla 
ro está, de que hubiera de por medio 
las mismas condiciones acústicas — so. 
lamente dos semanas después. 
, Mucho antes habría llegado a nos- 
otros el proyectil lanzado por “la co- 
lumbiada” lunar. Pero con la Luna ya 
principiamos .a entrar en el régimen 
celeste, es decir, que ahora no sola- 
mente el golpe, la detonación, el ca- 
donazo, es el que nos llega después 
(trece días y veinte horas), sino que 
nos llega también después del propio re- 
lámpago, la propia luz del cañonazo. 
Y henos aquí en el reino verdadera- 
mente maravilloso de los viajes de la 
luz, Todo el mundo siempre ha admi- 
tido que si la detonación del cañonazo 
llega después, la luz” del mismo ca- 
ñonazo llega en el mismo instante. 
Otra ilusión que 
hay que perder. Eso 
respondería casi a 
la verdad, tratán- 
dose de distancias 
Terrestres :- pero en- 
*rando en el reino de los astros y de 
as distancias, que también por anto- 
10masia se llaman astronómicas, las 
'osas cambian, 
Si el cañonazo de “la columbiada”, 
1 lugar de ser disparado desde nues- 
ro satélite, lo fuera desde el nlaneta 
teptuno, tendríamos que esperar, para 
rer la Íuz de ese canonazu, mas ue 
uatro horas. Si lo fuera desde el pla. 
1eta Júpiter, esperaríamos para verla 
nás de media hora, Y si desde Marte, 
10 la veríamos sino después de trans- 
urridos trece minutos. Este interva- 
o sería muy reducido tratándose de 
a Luna —— puesto que nuestro saté- 
ite se halla tan cerca de la Tierra, 
¡ue se nos parece poder tocarlo con 
ólo alzar la mano, — sería, como he- 
nos dicho, muy reducido, aunque siem- 
xe perceptible con facilidad: un se- 
sundo y cuarto. En cambio, desde la 
strella polar (Alfa Ursae Minoris), 
reríamos la luz sólo después de trans- 
urridos cuarenta y seis años y medio, 
?ero hay que reflexionar que un te- 
escopio monstruo que nos hiciera ver 
al mundo de la estrella polar, nos lo 
presentaría, no como está efectiva- 
mente ahora, sino como estaba hace 
cuarenta y seis años y medio. 
Y del mismo modo les astrónomos 
de aquel mundo nos verían, no co- 
mo estamos ahora, sino como estába- 
mos en la revolución de 1890; y los 
observadores desde un mundo situado 
a distancia doble de la estrella polar 
nos verían en el pleno infierno del 
tiempo de Rosas; los mundo más 'le- 
janos todavía, asistirían a los comba- 
es de las legiones romanas, al incen- 
(Continúa en 
la página 73)
	        
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