MUNDO ARGENTINO
Stephan Erzia, a quien los policías
de Milán no dejaban dormir en las
plazas, sueña con transformar en
un monumento a los Montes Urales
Por DARDO CUNEO
5 DL
TRA-
BAJA-
p O RE:
Con un
martillo
eléctrico
Stephan Er-
Lia realiza su
larea. No tie-
se horarios y
prolonga al mú-
ximo sus jorna-
das.
UT día rico.
: Otro día po-
bre... Ste-
phan Erzia se
¡lama Stephan Nefedov.
Nefedov es el apellido de
su padre, que fué barque-
ro del Volga en los in-
viernos y “mujik” en los ve-
ranos del sur; y Erzia — el
seudónimo — es el nombre de
su pueblo y de su tribu.
— Ahora, en el régimen nue-
vo, Erzia es una república... Mi
nombre es el de una república
rUBO..>
Viste un blusón que cosieron sus
manos milagrosas y, prosiguiendo su
"area, me habla. , .
— Un día rico... Otro día pobre...
En un galpón que pudo ser anterior-
mente un garage o un depósito, el viejo
irtista, excéntrico y trotamundos, tiene
su taller. Está sobre la avenida La Pla-
¿a al 500 y un corredor adoquinado. dondr
ERZIA Y SU GA-
TO, El artista ha-
Na con el peque-
jo animal, Le di-
'e las palabras de
1 idioma de hom.
quebrachos y algarrobos esperan turno
para ser tallados, lleva a él. Ahí, Erzia
pasa sus días y sus noches, Trabaja.
— En 1905, poco antes de la insu-
rrección, salí de Rusia... Viví en mu-
chas-partes... En Milán debajo de los
puentes... En Suiza conocí a Lenin...
Un día rico... Otro día pobre... Los
policías de Milán no me dejaban
dormir en las plazas. Interrum-
vían, violentamente, mis pobres
sueños en sus bancos. Enton-
ces busqué refugio debajo de
los puentes, Así viví seis me-
ses... Un atardecer llegué a
mi refugio. Había un hom-
bre. -
”— Este lugar es mío —
le dije.
"— Yo también lo
descubrí — me dijo con
su angustia.
”— Entonces, serú
Te los dos.
”Había anoche-
xido. Comparti-
mos el refugio y
solidarizamos
nuestras dos
desventuras.
Nos hicimos
amigos.
7onversamos. Su voz espesa me decía
1 desgracia. Y sentimos necesidad de
»0nocernos. Pero había anochecido. Pa-
ra conocernos nos tocábamos las ca-
“as... En París fuí millonario...
Erzia no habla español,
Ni el francés, ni el inglés.
Hay que entenderlo a tra.
vés de una personal com-
binación de ruso e ita-
liano.
— Un día rico... Otro
día pobre...
NIÑO. MUCHACHO.
HOMBRE,
N O sabe cuándo nació.
Pero recuerda a su
padre, a sus hermanos, a
la aldea y al río. Para no
Jlvidarlo ha pintado su
recuerdo. .
—Esta es mi casa...
Este es el río... Aquí me
dañaba... Aquí hacía
fuego...
Su infancia sin fechas fué do-
lorosa. Endureció su voz y abro-
queló su asombro. El niño artis-
"a que modeló en la orilla del
río sus primeras figuritas de
darro se hizo mozo en Moscú y
hombre por el mundo. Viajó.
Tué ayudante de fotógrafo y
pordiosero, Pintor y soldado. En
“905 sale de Rusia, rumbo a Ita.
lia. En 1914 vuelve a Rusia, con
destino a París. En 1917, la re-
'olución...
— Cuando se combatía en las calles
'o estaba trabajando en esto... — me
ndica su “Extasis”, un desnudo acos-
ado.... — Mientras se combatía yo
guía trabajando...
El nuevo gobierno va en busca del
-tista y le encarga la dirección de la
¡cademia de Bellas Artes y la presi-
encia de la Sociedad Protectora de las
dbras de Arte de Siberia. En 1926 Ile-
-2 a Buenos Aires...
— Vine a buscar quebracho...
Se queda en Buenos Aires. Trabaja.
— He hecho trescientas obras en
¡nebracho... Otras -en algarrobo...
Subo al Chaco y vuelvo... Traigo las
naderas que le robo a la selva y tra-
'a20...
Detrás de los anteojos de viejo bueno
de las berbas blancas surge en la
ara oriental de Stephan Erzis, artis-
a universal y hombre extraordinario,
a constante expresión del genio.
SUS NUEVE GATOS
S ILBA. Agrega unas palabras en
TUSo que ne comprendemos e, in-
nediatamente, aparecen los gatos. Son
weve. Ninguno de calidad, Todos son
»xrdinarios, Andarines de calles y de su-
urbio, Erzia vuelve a silbar, Repite
'as palabras incomprendidas, y los ga-
:08 se acercan. Uno salta. Se ubica so-
ore la frente del “Moisés”, y Erzia va
2 su encuentro. El artista le habla. Le
dice palabras y palabras de su idioma
de ruso y de hombre. El gato rezonga
ole contesta, Y hay un diálogo, Erzia
y su gato. -
Cuando lo interrumpo, me dice;
— Son mis camaradas...”
"'Continús en la página 47)