8 de Diciembre de 1937
UANDO una persona viaja en
cualquier parte, ya sea por
., obligación o esparcimiento, y Jo
A hacs en Jugares arbolados, su
espíritu se regocija contemplando el es-
pectáculo. Pero si se ve que esas plan-
tas se están destrozando por abandono
o enfermas, no podemos menos que sen-
tirnos disgustados y hostiles hacia los
motivos que pueden ser causas del mal.
No obstante, ello es más pasable cuan.
do son simples árboles para Teparo
o para sombra, para leña o para made-
ras. Son estos árboles que se plantan
y, por regla general en la campaña, se
dejan que crezcan al azar.
Lo que es doblemente lamentable es
cuando se trata de plantas y montes
frutales que se van secando y exter-
minando con la consiguiente desespera-
ción para quiénes estén atenidos a su
fruto. Esta desesperación y malestar se
agranda en el momento que la des-
trucción ocurra en una zona cuya po-
blación, comercio y finanzas, y demás
instituciones estén supeditadas, afian-
zadas y esperanzadas a la producción
frutícola.
Es innegable que la provincia de Co-
rrientes cuenta con. una gran riqueza
agrícolaganadera, y otras más que no es
de ello que vamos a ocuparnos en esta
nota, sino de la situación de los pe-
queños citricultores. Es sabido que den-
tro de la población rural de las pro-
vincias, un importante número está cons-
¿ituído por familias que se dedican casi
exclusivamente al cultivo de los citrus
(mandarinas, naranjos y limoneros). Las
condiciones económicas en que hoy se
ven estas familias no son todo lo hol-
gadas que sería de desear. Y así es
muy común oír comentarios como el que
a continuación se describe. .
-— ¡Esos bichos me han devorado el
monte, vecino! — dice un citricultor a
otro que ha venido a verlo, desespera-
do por la misma causa. — ¡Lo destro-
zan todo!... - 3
-— ¡Pobre Yapeyú si estas plagas llegan
a extenderse! .
— ¿Pobre Yapeyú, dice?... ¡Pobres ci-
:ricultores, diga usted! ¡Pobre nosotros!
— ¡Hombre! Es lo que he querido de.
2irle. —-
— Es que en ese caso, no tenemos
que acordarnos de Yapeyú solamente,
sino de todos los demás pueblos de es-
ca zona.
— ¡Ah! Eso es verdad; dicen. que la
invasión de los bichitos abarca una gran
axtensión sobre el TÍo Uruguay.
— Según tengo entendido, en casi toda
'a provincia ya lo han notado, y también
an Entre Ríos y Misiones.
— ¡También por ahí!
—Sí; pero si vamos a atenernos a las
veferencias de personas bien informa-
das, donde mayores daños ha hecho es-
La nueva plaga, es por acá.
— ¿Nueva plaga, dice? .
—8Sí; porque hasta ahora no le ha-
biamos dado importancia.
— ¡Oh! Ya hace dos o tres primave-
ras que se viene haciendo notar.
-— Sí, pero parecía que se trataba sim-
plemente de uno de tantos pulgones de
los que suelen aparecer por este tiempo
— Realmente; éste no tiene mucha di-
ferencia a simple vista con los mosqui-
tos comunes de las plantas y de los ani-
males.
— ¡Lo que es diferente es el destrozo
que hacen!
— ¡También en la forma que apareció
este año! Viene en mangas y donde se
asienta quedan las plantas negreando
como si estuvieran carbonizadas.
- —Yo he visto en mi quinta árboles
completamente tamados con el pulgón
Ése.
— ¡Hombre! Estos mismos que están
iquí se ve que han sido picados fuerte
— Tiene razón.
Este citricultor, que es el dueño de
casa donde se hace el comentario, da
unos pasos para alcanzar y bajar un
gajo de naranjo. Cuando lo consigue,
corta una ramita y la enseña -a su ami-
go, diciéndole:
— Fíjese cómo queda esto completa-
mente exprimido después que pasa el
pulgón; ¡si dejan los árboles que pare-
ce que se fueran a secar, porque les
chupan todo el jugo. 7
—A mí lo que me está pareciendo es
que todas las quintas atacadas, si dan
fruta. será de muv mala calidad
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JOSAS DE NUESTRA CAMPAÑA
La ruina amenaza a los productores en las
inmediaciones de. la casa histórica de Yapeyú
En forma alarmante las plagas parasitarias de todo orden van devastando
ana importante zona citrícola sobre las márgenes del río Uruguay, en la pro-
vincia de Corrientes. Asombra pensar que hasta la fecha las autoridades ofi
xiales no hayan hecho nada eficaz para salvar la situación angustiosa a que
se verán abocadas infinidad de familias de pequeños citricultores si llegan a
desaparecer sus plantaciones.
Por N. CHOURROUT
— ¡Ese es el asunto, pues! Yo tam.-
pién he intentado combatir la lepra
explosiva, pero me ha pasado más o
menos lo que a usted: después de tra-
bajar y trabajar haciendo curaciones en
una u otra forma, la lepra viene por to-
dos lados, Ahora con el pulgón me pasó
otro tanto: pulvericé con una lechada
que me recomendó un conocido, pero no
dió resultado.
— ¡Ahí está el mal más grande que
;enemos nosotros!
-—— ¿Cómo, el mal más grande?
— ¡Claro, hombre! : Usted dice que
cUró con el remedio que le recomendó
1n amigo. Yo curo con lo que aconsejó
fulano y otro emplea lo que le indica
Perengano, y eso no puede ser, Aquí
odos queremos saber de todo y al úl-
imo no hacemos nada, porque cada
1no tenemos diez sistemas para reco-
mendar, y cuando vamos a curar lo
nuestro, salimos pidiendo pareceres de-
xido a que todo nos fracasa. -
—BSí, eso ocurre a cada rato, pero
:qué es lo que hay que hacer, enton-
es?
Ante la pregunta concreta que se la
iormula, el dueño de la chacra busca 19
forma de ser más preciso, y luego de un
eve silencio, responde:
— Vea, vecino; lo que debíamos ha.
cer nosotros sería atenernos a las in-
(Continúa en la página 27)
— Es que habrá partes que no van a
lar nada, vecino. Esto es lo mismo que
lespués que pasa la langosta por un
naizal cuando está por florecer: se lo
:0ome todo.
— ¡Es lo que faltaba ahora! ¡Que no
»osechemos la naranja culpa del pul-
ón ése! ¡Como si fueran pocas las pla-
zas que tenemos! Yo creo que si esto
igue así, a la vuelta de poco tiempo
105 vamos a quedar sin frutales. 'Tie-
2e que ver cómo está mi quinta in-
estada de lepra explosiva,
—¡Hombre! La mía está peor, enton-
es, porque la ataca muy fuerte la go-
mosis ésa que pudre las raíces de las
plantas.
— ¡Ah! ¡Eso es malísimo! En mi ca-
sa también hay árboles que ya se les
2ta, y no sé que haya algo eficaz
ara combatirla.
— Yo he probado de varias formas pa-
"a curar la gomosis, pero a veces me
14 salido, como dice el refrán, la salsa
nás cara que el estofado. :
— ¿Qué? ¿Son muy caros los reme-
lios que ha empleado? -— interrumpe
:] vecino.
—No, pero resulta que después de
rabajar días enteros con una planta
lescubriéndole las raíces para hacerle
la curación, al fin lo que he sacade
18 que la planta se ha nherdido defini
ivamenta
El nun
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