Full text: 27.1937,8.Dez.=Nr. 1403 (1937140300)

La ciúdad tiene 
Ñ LAN Ne 
Por DARDO CUNEO BJ 
eros, sus proas y sus mástiles. Su vis- 
a se ha agudizado para internarse en 
a distancia, Hombre, en la ciudad, de 
erspectivas breves y horizontes que- 
brados por la edificación compacta, 
ene reservado para sí el privilegio 
de ahondar desde esa torrecilla suya, 
on sugestión de país de la fantasía y 
Jel cuento, el paisaje abierto del río 
7 de la costa. 
Las otras mañanas subimos a esa 
corre con su hombre. Siete pisos. La 
"orre estaba, al cabo de ellos, en el 
vértice de dos dimensiones: altura y 
distancia. Tiene ventanitas y confor- 
mación oval. Está a la altura de los 
¡echos de Buenos Aires y mira pacien- 
cemente al río. En ella hay un hom- 
bre y un catalejo. El hombre mira 
a. través de él. Va, después, al teléfo- 
30 que llama y dice: 
— A .12 kilómetros espera entrada a 
merto el... — - - 
-Aquí otre nombre extranjero de va- 
vor que llega. 
-El hombre, que es un mocetón alto 
y moreno, se vuelve y agrega con esa 
roz suya que conjuga intermitente- 
mente nombres de vapores, el texto 
limpio y humilde de su propia va- 
nidad: . 
-— Soy el primero que ve llegar los 
barcos y el último en verlos ir... 
ana. Quedar en ella hasta el atarde- 
er. Durante todo el día, ejercer, me- 
jante. ese catalejo que prolonga su 
nirada, el control del tráfico de los 
rimeros treinta y cinco kilómetros 
le río. 
— Hace diez y ocho años que hago 
sto: mirar... Es mi trabajo. Pero tan 
sociado estoy a él, tanta es la emoción 
ue le entrego, que, por las noches, des- 
ansando o durmiendo, me parece ha- 
arme frente al lente y ver... — ¿qué 
ira cose podría ver?... — barcos, 
“arcos, barcos... 
La vida sin historia de este hom- 
re tiene dos términos: la torre y su 
atalejo, el catalejo y su visión. Na- 
la más. Son las únicas alternativas 
le'su destino, las dos caras de su mo- 
eda, las constantes manifestaciones 
'e sus jornadas, Familiarizado con el 
etrato de la distancia que a él acer- 
"an los lentes de su catalejo, antes de 
hora y antes de esos diez y ocho años 
Nn que permanece en este.mismo lu- 
ar de la torre como en estación de 
lestino más que de espera, Antonio 
riangualani, que es argentino con 
¡pellido inmigrante, fué por largos 
:ños obrero de mar, Trabajó en re- 
nolcadores, andarines sosegados de 
as distancias breves. Pudo, así, acom- 
añando a ellos en el limitado tra- 
recto de acercar a los barcos o ale- 
arlos, conocer la voluptuosidad de las 
"ostas. Fué navegante de remolcado 
“es — esos que parecen niños de pan- 
alones cortos cuando están en presen- 
+8 de adultos transatlánticos — du- 
(Continúa en la narina 471 
um 
Se llama Antonio Giangualani. Des- 
de hace diez y ocho años ésa es su 
»cupación. Subir a la torre por la ma- 
<« 
EL HOMBRE CENTINELA Y SU 
ZATALEJO. Desde la torre que está 
1 la altura de un séptimo piso por- 
'eño, Antonio Giangualani ve el lle- 
7ar y el irse de los barcos viajeros. 
L hombre miró a través del 
enorme catalejo y se volvió. 
Pidió una comunicación telefó- 
nica y dijo: , 
— A 27 kilómetros se ve al “Pacífi- 
20”. Podrá entrar después de mediodía. 
El hombre es un mocetón. Alto y 
noreno. Con estas palzbras nos expli- 
2a su presencia y su función: 
— Soy el primero que ve llegar los 
sarcos y el último en verlos ir... 
Para ver llegar los barcos y para 
rerlos ir, este hombre de la ciudad, 
tabitante de una torrecilla que está 
más allá de un séptimo piso porteño, 
tíliza un catalejo de poderosa visión. 
Cuando los barcos se aproximan a la 
:osta o de ella se van, él los descubre 
asta los treinta y cinco kilómetros, y 
2 veces más mún, Si el día es claro, 
sí No existen presencias intermedias de 
niebla entre el lente y los términos 
de la distancia, si no hay cerrazón, 
sate hombre ve con su catalejo la cos- 
'a uruguaya, los primeros techos en- 
:endidos y las primeras paredes blan- 
:as de Colonia, y, con mayor preci- 
sión, el dibujo, en el horizonte osci- 
'ante de las aguas, de los barcos via- 
»—> 
— Mi vida es ésta: mirar... 
El río enfrente y la ciudad al fon- 
lo; el hombre cumvle su tarea de
	        
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