(5 de Diciembre de 1937
En Villa Soldati. .. (Continuación de la página 19)
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nos. De pronto, se nos cruza un fotó- án jugando al fútbol en el terreno de
rrafo ambulante. Nos detiene, Adverti. a capilla... — nos responde,
nos en él una traza de andariego em- Al acercarnos, vemos a un pelotón
edernido, Usa una chaqueta-guarda- :e muchachos corriendo atropellada-
dolvo de color gris rayado y unos pan- nente, Entre ellos se destaca la si-
alones de color indefinible, entre ver- eta de un eclesiástico joven, Corre
le, azul y negro. Tiene unas cejas y — brinca entre los pibes con el mismo
mos bigotes tremendos, enormes, pa- ntusiasmo que el de ellos. Sólo que
'ecidos a los que se describen en los o grita ni vocifera para que le en-
uentos para asustar a los niños, reguen la pelota. y
— ¿Quieren una foto, señores”... A un costado de la cancha un enor-
Su voz sale de entre sus bigotes, es- 1e edificio moderno se levanta impo-
Jesa; dura y retorcida como una cuer- ante. .
la, Ha parado la máquina sobre un trí. — ¿Sabes?... — Esta es la iglesia-
ode -de palos nudosos y remendados nlegio, Posiblemente se inaugure el
:0n alambre. Nos mira suplicante aho- o entrante...
"a, poniendo los ojos en Slanco. Tiene El griterío aumenta. Los apodos re-
1na mirada húmeda y pegajosa que con- arcuten entre chillidos y silbidos.
mueve. — ¡Dámela a mí, Tuchi!...
— ¿Saben?... He caminado como — ¡Pasala, Ñato!...
einte cuadras,.. ¡y nada!... — j¡Ahora, al arco..., morfón!...
Nosotros, mientras tanto, observa- Al arco, dale!...
nos su aparato, Se nos hace imposible — ¡Goo.. 00... olll!.:. — El jú-
:treer que en esa cajita, forrada de — vilo estalla como una pelota.
tule negro y claveteada por tachuc-
as, puedan sacarse fotografías,
— Pero aquí, ¿quién va a fotogra-
fiarse?... — decimos nosotros. Y
agregamos, en tono de chanza, para
desviar el curso de los pensamientos
imargos de este hombre, que ha ca-
ninado tantas cuadras para ganarse
1 pan: — A no ser las cabras y los
Jerros...
El hombre sonríe con esfuerzo, tra-
zando saliva, como si tuviera un nudo
n la garganta; nos responde: -
— Es que me habían dicho..., ¿sa-
en?..., que aquí existía un balnea-
30...
El vecino que nos acompaña, inter-
'ede:
— Es cierto. No era propiamente un
Jalneario; pero se dijo que eran aguas
ermales, De ahí que: se llegara tanta
sente a la zona. Ahora la laguna, que
10 era otra cosa, se halla cercada. Na-
lie puede bañarse..., ni tampoco los
Jdibes, que antes iban a menudo por
Mí...
— Pero ¿era aquí, en Villa Solda-
i?.,. — inquirimos nosotros. *
— No, precisamente, aquí — nos
:esponde el vecino, — sino a unas cua-
“enta cuadras de estos alrededores...
El fotógrafo, al oír lo que acaba
ie confesarnos el vecino, desilusiona-
lo, carga su máquina al hombro, y re-
funfuñando algo entre dientes, nos da
a espalda. Sólo percibimos un dolo-
"oso:
—¡Diablos!... Haberlo sabido an-
LL
Ahora vemos sus zapatos llenos de
ierra, y abiertos en los talones, que
sobresalen desmesuradamente de sus
iernas.
— ¡Pobre!... — mascullamos nos-
ros. — Las cuadras que tendrá que
*aminar aún...
UN PARTIDO DE FUTBOL
El cielo de Villa Soldati comienza .a
mnturbiarse, Un crepúsculo morado
»»bscuro va invadiendo la tarde, sola-
ademente. Los perros continúan la-
irando, y en las calles, las cabras y
ilgunos cabritos mordizquean los pas-
08 que crecen contra las paredes. De
xronto, oímos un ensordecedor griterío
'e chiquillos,
— ¿Y eso?... — preguntamos, intri-
zados, al vecino que aún nos acompaña.
— Son los pibes del barrio, que e3-
— ¡Uno a cera!... Hermano... ¡Vi.
anal...
Nuestro informante, mientras tan-
1, continúa:
— Este edificio, como aquel que se
3 desde aquí, que es una escuela del
ustado, William C. Morris, han sido
onados por un señor José Fernán-
ez... ¡Lindo regalo!..., ¿no?...
-— En efecto — apuntamos nosotros.
- ¡Si todos los regalos fueran corao
stos!...
Pero no agregamos nada más, por-
ue al llegar a la avenida Coronel Ro-
a, una turba de cirujas, cargando
randes bolsas al hombro, nos entur-
“a la visión de las escuelas,
Una varahada de moscas verdes,
ruesas, zumba sobre montículos de
asura; vuelan papeles a ras del sue-
>; se oyen bocinas de autos y ruidos
e lata. Ahora se nos acerca un viejo
m tres chiquillos a la zaga,
— Abuelo. .., ¿qué es eso?...
— Una escuela,. muchachos — res-
mde el viejo. :
— ¡Aaah!... ¿Y qué es una escue-
2? — dice uno de ellos, que no alcan-
2 a los tres años.
— Y... una escuela es para apren-
er a leer y escribir... Sí... SÍ...
veer...
Los dejamos atrás. Ellos se han de-
enido en las calles Tabaré y Lafuen-
e. Ahora el viento nos trae, entre sus
diegues, las últimas palabras del
1buelo:
— Sí... Sí... Leer... y... es-
cribir...
De benefactora in.
fluencia en el desti-
no de las personas,
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ta
Hace tantos años...
(Continuación de la página 46)
meblo argentino cuya base no sea la
onciencia de que el hombre popular ha
'e hacer lo que el pueblo desea. ¿Y qué
'esea el pueblo? ¿Puede darle, puede pro-
veterle el general Mitre al pueblo ar-
entino lo que desea? Es innegable que
n toda la República hay un sentimien-
o de repulsión, fundado en ese instintc
e propia conservación, hacia el Brasil
To discutimos las razones, señalamos
implemente. el hecho. El general Mitre
5 el amigo del Brasil ante cuyas pre-
ensiones no opone más que sus debili-
lades de hombre de estado. ¿Satisface
» esto el general Mitre las aspiraciones
le todos los argentinos? Las provincias
lel interior quieren elementos para dar
ida a sus industrias, establecimientos
ara educarse y caminos fáciles para
dajar y transportar sus frutos. ¿Pueden
¿caso esperar que se ocupe de ello un
'obernante que tuvo por política man-
ener la guerra en el interior y sostenei
as intervenciones sangrientas en el in:
erior, donde el nombre de su delegad:
Jandes és todavía una palabra que ate.
roriza? La provincia de Buenos Aires
miere mantener su autonomía porque
a considera cuestión de vida o muerte
:uestión de equilibrio nacional y hastr
remio por sus sacrificios en favor de
a libertad. ¿Puede Buenos Aires querer
xr mandatario d aquel bajo cuyo go-
ierno peligró la autonomía provincial
¡ cuyo partido sostuvo, sostiene y sos-
'endrá, la jederalización de esta pro-
vincia? Toda la nación quiere el qumen-
0 de la renta y la economia adminis-
rativa como base de la riqueza pública.
:Puede toda la Nación tener como can-
lidato popular a un hombre honrado, es
derto, pero de tal modo indolente que
a administración bajo sus manos ha
ido un despilfarro y casi una ruina? -
Algunos de los cargos que le formula
1 articulista, como ese de haber preten-
lido federalizar la Capital, constituyen
néritos de los más legítimos que pueda
aun ante la posteridad el general
1LTre.
MPOPULARIDAD DE LA POLICIA
Dice “La Libertad” del domingo 14 de
'ciembre:
“Un escritor establecía las diferencias
ue hay entre las costumbres de los sud-
Jmericanos con las de los ingleses, entre
25 cuales hacia resaltar esta: En Londres
a fuerza de la autoridad se encuentra
n el apoyo que le da el pueblo. Un sim.
Je policía que aprehende a un criminal
i éste o varios procuran salvar al reo,
n el acto todo individuo que pasa se
vone de parte del policía y le presta ayu
la para asegurar al delincuente. En Sud
imérica sucede de otro modo. Si un po.
cía aprehende a un criminal y se re-
iste o: le atacan otros compañeros para
bertar al reo, el que pasa por la calle
e pone en contra del policía y da la
ano al delincuente. De esta compara:
:6n deducía el escritor, que por educa
ión somos enemigos de la molicía, mi-
amos en ella a un adversario y nos en-
ontramos dispuestos a atacarla en los
1s0s ocurrentes...”
No somos enemigos de la policía por
ducación, sino por culpa de muestros
robiernos, que la han convertido en un
rutal instrumento político. La policís
e hizo impopular en nuestra campaña
" sigue siéndolo, desgraciadamente con
1 mismo fundamento, porque persiguió
, ciudadanos honestos injustamente pa.
a servir los intereses de los caudillos
"ca es la razón.
UN MARIDO COMO HAY POCOS
Con este título, “La Libertad” del 1.
-eproduce la siguiente noticia apareci-
da en diarios norteamericanos:
“Sobre una tumba de Pensilvania, en
'os Estados Unidos, se lee esta singular
nscripción: “Dedicada a la memoria de
ralitha, esposa querida de José Wright
de Tomás Andreus, de Eben, de Murray
y de Carlos Dean, por su inconsolable y
último marido, Cyro Morgan...”
'"Ean se llama “cav.amoea]”)
67
¿UERTES DOLORES EN
LA ESPALDA
Causados por el reumatismo
Obtiene gran beneficio de
Kruschen
Una mujer nos escribe: “Yo estaba
astidiada por unos dolores punzantes en
a parte inferior de mi espalda. De allí
e trasladaban de coyuntura en coyuntu-
a, cas sujetando mis hombros de ma-
1era que no podía mover mis brazos sin
:entir fuertes dolores. A veces temía que
unca podría librarme de ese tormento.
Jaminaba por la pieza noche tras noche
in poder dormir, por semanas enteras,
?robé fricciones de todas clases; pero no
sentí alivio alguno. Después probé Sa-
es Kruschen y comencé muy pronto a
:entir los beneficiosos resultados que es.
oy obteniendo en este momento.
” Ahora no temo irme a la cama ni de
entarme a comer, Mi comida, antes, casí
se me atragantaba. Deben haber sido to.
las las impurezas que contenía mi cuer-
»0, que me alegro mucho de decir, no
ne pasa ahora. Estoy obteniendo gran-
les beneficios de Kruschen, las que to-
no regularmente todas las mañanas.”
3ra. E. P.
Los dolores y rigidez del reumatismo
son Muchas veces causados por los cris-
ales de ácido úrico puntiagudos como
igujas, depositados en músculos y co-
runturas. Las seis sales de Kruschen
:stimulan a su hígado y rifiones hacia
in trabajo normal y saludable; los ayu.
lan a eliminar el exceso de ácido úrico
que son la causa de todos los dolores.
Las Sales Kruschen se venden en to-
las las farmacias a $ 2.20 el frasco, y
luran mucha tiempo.
agua de Florida
To ruray y Lanmon.
Un bouquet personal —-
dentro de la: más |
alta calidad.
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M. DUFOUR Muestrario de ensayo
tamos Mejía (Bs. as) CX RA TIS