A,
Los que dejan juguetes...
(Continuación de la página 4)
consejo de Satanás, prefiriendo la
muerte de su padre. y aun la de ellas
nismas. Mas como el demonio insistie-
se en la tentación, pusiéronse a orar
»0n el fin de ahuyentarie..
En aquel momento el ruido de algo
jue acababa de caer en medio de la
1abitación interrumpió el rezo. ¿Qué
ra aquello? Una pequeña bolsa conte-
tiendo hasta cincuenta monedas de oro.
¡Quién les enviaba semejante fortuna?
Por más que buscan las muchachas, no
encuentran a nadie, Había sido, por
anto, un milagro con el que el cielo
»remiaba la virtud de las hijas del ciu-
ladano de Pátara.
Pero las monedas se acabaron pron-
co. La enfermedad del viejo consumió
:n pocos. días todo el dinero y lx ale-
rría, y la felicidad comenzaban de nue.
ro a desvanecerse, cuando aquella no-
the una nueva bolsa volvió a caer ante
los atónitos ojos de las tres muchachas,
Nueva búsqueda del desconocido bien-
xechor y muevo fracaso. A madie se
rió por aquellos contornos,
Al sieniente día una tercera bolsa
Vidrieras maravillosas de estos días de Jiesta. Un cristal mágico une y separa,
2 la vez, dos universos: el de lo niños y el de los juguetes. ¿De qué lado está
*1 más hermoso espectáculo? ¿Del lado de esas narices cómicamente aplasta-
las y de esos ojitos extasiados, o del lado misterioso de los juguetes que
indan solitos y con los ue sue ga dese hace algún tiempo el mundo
Jontil
le monedas de oro hizo su aparición
An medio de la estancia. Esta vez tu-
rieron más fortuna: una de las herma.
183 pudo ver desde una ventana cómo
n medio de una nube de polvo des-
¡parecía; velos como un rayo, un caba-
lo blanco, —-
— ¡San Nicolás! ¡Ha sido el Santo
ficolás! Do
Desde entonces los niños de los pai-
es del Norte creen ver entre sueños,
n la noche de Reyes, la noble figura
lel santo varón, cabalgando en su ca-
allo blanco, con la pesada carga de
uguetes y golosinás sobre la grupa.
SANTA CLAUS=—-.
Santa Claus es entre los niños ingle-
es lo que San Nicolás, Papá Noel y
os Reyes Magos entre los del resto de
Zuropa.
Carece de historia. Reencarnación
e San Nicolás, ha sido convertido en
nglaterra en la figura tradicional, ri-
zurosamente exclusiva de aquel país,
de la noche de Reyes.
Se diferencia del anterior, aparte su
pica vestimenta, en que va a pie, lle-
ando los juguetes en un gran saco so-
re la espalda. Viste calzón rojo y abri-
0 entallado, ribeteado con tiras de
xel blanca, completando su indumen-
aria con el clásico gorro, también de
xiel, y unas botas altas, charoladas.
Otra notable diferencia que le distin-
ue de los demás, es su prodigiosa me-
noria. Sabe a ciencia cierta los gustos
r las preferencias de todos los niños,
or lo que no es necesario que éstos se
nolesten en escribirle,
Por último, Santa Claus no deja los
mgyuetes en los balcones, Entra siem-
xe en las casas de sus amiguitos por
s chimenea, donde los pequeños ha-
rán colocado de antemano los zapatos
i son varones, y las medias cuando
le niñas se trata,
Santa Claus es un viejecito simpáti-
9, de luenga barba, ojos vivos y pica-
MUNDO ARGENTINO
rescos y sonrisa burlona. Como San
Nicolás, es bonachón y cariñoso pari
los niños, quienes en la noche de Reye
:speran ofr con temor, pero con hals
go, turbando sus-sueños de paz y de
inocencia, el crujir de sus botas chs'
roladas, en sus andanzas a través de
la niebla de la gran ciudad.
FAPA NOEL Y LAS CORREAS DEL
“PERE FOUETTARD”
El Papá Noél trancés o “le Pert
Noél”, más propiamente denominado
puede decirse que en nada se diferencia
de Santa Claus. Incluso su fisonomía t
indumentaria son semejantes, y hasta
Bi se- quiere, sus procedimientos.
Se diferencia, sin embargo, semejár
lose, por el contrario, a San Nicolás.
En que también, como éste, lleva un an-
tagónico. acompañante encargado de
castigar a los niños malos.
Nos referimos al “Páre Fouettard”,
yuien, en idea, tiene asignado en Fran-
la el mismo papel que el Moro de ls
Bolsa en los países del Norte, aun cuan
do difiere de éste en el procedimiento
empleado, Y así, mientras el terribl:
Moro agarra a los niños para llevárse
los a lugares terribles, “Papá Fouet
tard” se limita a dejar una fina corres
an el zapato de aquellos que mereciero?
Jer castigados, destinada a recordar *
los padres del pequeño culpable que
ste solamente se merece unos buenos
azotes. Como se ve, es bastante irónico
“Papá Fouettard”, y, según los niños
Jemasiado antipático.
LOS TRES REYES MAGOS: MEL
CHOR, GASPAR Y BALTASAR
Sería ocioso recordar en la ocasión
presente la historia de los Reyes Ma
zos, tan sobradamente conocida y cuy
rigen data, nada menos, que del naci
miento del Mesías.
En España y los países de la Améri
a española, más dados a la fantasía,
:s lógico que se hayan rodeado a este
símbolo tradicional del 6 de enero, de
28 fastuosidad y magnificencia que
hacen que Jos encargados de dejar los
juguetes a los niños españoles sean los
personajes más fantásticos del mundo.
Y así, no se conforman con un.San
Nicolás o un Padre Noel cualquiera:
son nada menos que tres reyes, mago!
por añadidura, los encargados de cum-
plir entre nosotros este simpático me-
nester.
Los tres Reyes Magos llevan a ca
» su cometido con una dignidad ver
laderamente regia y una seriedad dig
1a de su elevado rango. En nada se
arecen al inquieto y diminuto Santa
Claus, con su sonrisa burlona y sus oji
los pícaros. Para que nada falte, junto
1) venerable Melchor y el joven Gas
Jar figura en la caravana el negr
Jaltasar, quien, pese a la expresión
jimpática de su rostro moreno, suele
n£fundir temor en algunos pequeños, 4
al punto, que en la noche de Reyes s:
ubren la cara con la sábana pars
10 verlo.
Ño obstante, el amor que los Reyes
Vagos sienten hacia los pequeños, a
os que hacen partícipes de su genero-
idad, es tan manifiesto, que no rega-
ean gastos ni sacrificios para llevar
cada uno los juguetes ambicionados
Pero, naturalmente, todo rey debe
er, ante todo, justiciero, y así estos
gregios donantes también se encargan
le administrar justicia a los niños que
ticieron de las suyas. Mas para ell
JO se sirven de ningún moro ni de otro
,ersonaje por el estilo. Se bastan ellos
nismos para distribuir los premios y
os castigos entre quienes se hicieron
icreedores a ellos. Menos severos, no
bstante, que el Moro de la Bolsa y el
"apá Fouettard, se conforman con de-
ar un carbón o alguna hortaliza en los
apatos de los niños malos, en lugar de
os juguetes que distribuirán entre los
uenos, ya que, como es natural, las
artas de aquéllos las arrojarán, sin
eerlas siquiera, al cesto de los papeles