5 de Enero de 1.38
El Rey Mago de la Pampa (Continuación de la página 53) — |
Pronto iba a llegar la noche en que
los Reyes Magos reparten sus jugue-
tes, y mi amigo debió recordar su in-
fancia, los días en la patria, en el
pueblo remoto, cuando, niño inquieto,
se levantaba alborotando toda la casa
con los juguetes que le habían dejado
los reyes en el misterio de la noche
callada. Yo, con una gran tristeza, re-
cordé también los días de mi dolida in-
tancia.
—¡Tá ques dura la vida! — dijo
el cordobés. — Fijate nomás en qué si-
sio y en qué forma volvemos a encon-
trarnos, A lo mejor, no podés compren-
derme. Vos has venido a traer a este
rancho todo mi. pasado. ¡Tá ques
amargo el trago! ¡Si hasta me parece
que otra vez soy chico y que a mí me
van a traer juguetes!...
' Suspiró con fuerza, miró hacia el
monte que se enmarañaba frente a
nuestros ojos, y agregó: -
-—Pero dejemos de tristear; vení pal
rancho, que quiero mostrarte a los
muchachos. Tengo tres varones, juer-
tes y bravos como correntada sin ma-
dre. A mi mujer ya la conocés; es
aquélla del baile.
ulsos de los recuerdos que mi presen-
ia le llevaba, pudiera alejársele el
ombre. Habló poco y se retiró sin de-
ir nada,
Mi amigo y yo quedamos solos.
— ¡Todo como antes — comentó Ro-
aero con tristeza! ¡Sólo yo estoy bas-
ante diferente!
—- No, no tanto — le dije.
El reaccionó de inmediato, y agregó:
— Pero, eso sí, vivo muy contento.
uedo asegurártelo, no tengo de qué
uejarme.
La tristeza que cantaba en sus ojos
o estaba desmintiendo, y sin que aún
lhora pueda decir el porqué, se me an-
ojó compararlo con un héroe.
Se hizo noche, y algo retirados del
'ancho para que no nos vieran los chi-
08, Nos alumbramos con la luz de un
Yo, amigo de Romero desde mucho
riempo atrás, lo había conocido cuan-
do llegó a Buenos Aires, procedente
de las sierras cordobesas, y había asis-
tido a la evolución de su “yo selváti-
co” en contacto con las ciudades civi-
lizadoras. Entonces, siguiéndolo rum-
bo al rancho, estaba presenciando la
reintegración de ese hombre a lo que
fuera su primitivo medio, pues la vida
le cara a la naturaleza agreste de los
trópicos volvía a formar en aquel pro-
vinciano de nuestras tierras yn ente
de arranques primarios, pero que me-
ditada,
Tres criaturas ariscas, lindas por
inocentes y hermosas por 'sanas, se
aproximaron a nosotros con la cara
sucia, el cuerpo casi desnudo y los
cabellos desgreñados.
— ¿De dónde viene éste? — pregun-
:6 el mayorcito.
— De la pampa — contestó el padre,
— ¡Oooh! — respondieron los tres
2 un tiempo. Y se alejaron a la ca.
rrera.
Después, llegó la mujer de Romero,
que si ya no tenía en las líneas bella
suavidad de soltera, estaba embelleci-
da por Jas formas turgentes que adquie-
re en su plenitud la madre.
Ma miró con recelo. Temía que a im-
— Pues verás; la hamaca o ...y
una noche.
*andil, y estuve ayudando a Romero
n la construcción de unos muñecos
ústicos. Eran gauchos, .
— Primero, el cariño y la fidelidad
le ella — comentó; — después el ca-
iño y la necesidad de sostener a los
tijos que vinieron, me han hecho que-
lar en la isla. Ahura, como llega la
1oche de Reyes, les dije ayer que un
ey mago de la pampa les iba a traer
juguetes. Por eso salieron corriendo
:uando les dije que vos venías de ese
a0. Así es la vida; uno hace por los
hijos lo que por uno hizo el padre, ¡Me
tan dao un trabajo bárbaro estos ma-
marrachos de palo! Dos días traba-
¡ando en ellos; pero estoy” contento
pensando en la alegría que van a te-
2er mis gauchitos piratas mañana,
:uando los encuentren al borde de la
ama. ¡Ni quién les va a quitar de la
cabeza, por muchos años, que se los
:rajiste vos, que sos el rey mago de
a pampa!
Le pregunté de qué se-ocuvaba, y
me respondió:
— Vivo del contrabando. ¿Qué más
querés que haga? Aquí no se puede
vivir de otra cosa, y yo no voy a dejar
que mis hijos se mueran de hambre.
Me acuerdo mucho de nuestra tierra
y quisiera verla, porque el hombre nun-
Está demostrado que el uso de los
lepilatorios es contraproducente, pues
“podan” el vello y luego crece con más
fuerza y más abundante. La depilación
eléctrica ofrece graves inconvenientes y
sólo médicos muy especializados podríar
hacerla con algún éxito, .
Actualmente hay un método mucho
más sencillo y eficaz que al mismo
tiempo es económico y puede efectuar:
se cómodamente en casa. Nos referimos
al empleo de la manzanilla verum que
se encuentra ya preparada en todas las
farmacias. Bastará humedecer las par-
tes velludas con algsién durante va-
rios días, y de este modo se decolora
7 ge afina hasta pasar desapercibido.
LE. *
NA 113.8 1) GUIA DE FELICIDAD
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DESTINO. Remita $ 0.20 en estampillas y su dirección al
Sr. PAUL MERY — Gral, Mitre 3034 — ROSARIO (Sta. Fe)
a olvida el lugar en que ha nacido,
vero mi compañera es buena como una
santa y mis hijos fuertes con el sol
le estos pagos. Yo sé encontrar mi fe-
icidad en ellos. Algunas veces..., es
:laro..., siempre queda el recuerdo
7 aunque no me quejo de nada...
quién iba a decirme esto!
Era noche de Reyes. Romero y yo,
ilenciosamente, nos aproximamos al
'itio donde los chicos, cansados de co-
Ter y Jugar todo el día, estaban des-
ansando. La madre, bien despierta,
simulaba dormir profundamente. Era
dgo más que un centinela.
Dejamos los juguetes junto a la ce-
na de los niños, contemplamos breve-
mente aquél que parecía sueño de án-
reles, y volvimos al patio, alumbrado
vor un candil de aceite, sujeto en el
-ronco de un árbol.
Estábamos sentados en el suelo, cuan.
lo Romero me alcanzó una botella con
wuardiente.
— No me emborracho nunca — dijo,
— porque no me gusta que mis hijos
tengan que reprocharme mañana o pa-
sado un mal ejemplo. Además, no soy
vebedor; a vos te consta, Pero esta no-
2he... ¡Tá que tiene cosas juertes la
existencia! Vamos a “chupar”! ¡Ahu-
"a sí que me hace falta un trago!...
Miró tristemente hacia el monte, lle-
10 de blancos y negros, de luces y som.
ras; en seguida se pasó una mano por
lu frente, empinó la Sotella, que yo le
alcanzaba después de haber bebido, y
comentó:
— ¡Tá que es juerte la cosa! Fijate
:0 Más: esa mesma luna que nos está
mirando es la que nos alumbraba de
hicos, cuando estábamos en la patria...
Los dos estuvimos bebiendo, mientras
Zomero hablaba de la tierra nativa
:omo de algo que había perdido para
siempre, aunque en a:gunos momentos
282 maravillosa aliada que el hombre
lleva en la esperanza le hiciera .ex-
2lamar:
— Pero es que alguna vez, a lo me-
jor... Total: no estoy tan lejos...
Traté de animarlo, porque su tris-
'eza me hacía sufrir horriblemente;
:ero él volvió a la realidad, sacudien-
'o negativamente la cabeza.
— ¡Es un sueño! — dijo, — Este
ariño nuevo me ha varao...
Bebió y bebió, poniéndose cada vez
vás triste, hasta que se humedecieron
'us ojos de niño triste y bueno, Se
asó el revés de la mano por la vista,
órrida de ausencia, y ocultando casi
orpresivamente el rostro entre las ma-
108, se puso a sollozar convulsamente,
arecía una criatura sufriendo, aunque
in lamentarse, las consecuencias de un
astante travieso.
Quise dar una palabra de consuelo
[ camarada, y no pude, Yo también
staba añorando la tierra natal, la in-
ancia, el suelo del pasado sin presen-
e; pero aún con futuro probable. Pa.
ecía que la congoja me hiciera cada
'ez el corazón .más pequeño a fuerza
le apretarlo, y que el silencio aquel que
€ había hecho era un pretexto del in-
inito para escuchar las más recónditas
'onfesiones del alma.
La mujer de Romero debió sospe-
har aquel drama, porque fué ella mis.
na quien despertó a los hijos con los
uguetes, y pronto ellos avanzaron ha-
a nosotros, gritando: -
— ¡El rey mago de la pampa! ¡El
«ey mago de la pampa!...
Romero se secó rápidamente las lá-
rimas y abrazó a los hijos que le.
gaban,
Poco después nos separamos para
0 vernos más. Nuestra amistad era el
pasado, mi porvenir una incógnita, y el
corvenir de Romero aquella familia ca-
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