Full text: 28.1938,5.Jan.=Nr. 1407 (1938140700)

5 de Enero de 1988 
| Regalo de Reyes — 
” (Continuación de la página 5) 
Dayson se acercó al viejo militar, y 
poniéndole una mano sobre el hombro 
en forma muy poco protocolar, le mi- 
ró intensamente en los ojos. El otro 
le devolvió la mirada sin vacilar, y en- 
tonces el joven habló. 
— Usted, coronel, quiere a su hija 
sobre todas las cosas, ¿no es así? —- 
— Hum... ¿Qué me quiere decir con 
280, Dayson? 
— ¿Puede contestarme esa pregunta? 
— Creo que sí. 
— ¿La pondría por encima de los in- 
tereses de la patria? 
— Es una pregunta difícil, teniente, 
— Entendámonos, coronel. El prín- 
cipe que llega esta noche sería muy 
útil al imperio. Su sola adhesión evi- 
taría la posibilidad de un levantamien- 
to de toda esta enorme provincia, co- 
sa muy necesaria de prevenir en caso 
de una posible guerra en Oriente. Esto 
lo sabemos perfectamente yo, usted y 
su hija Elizabeth. Y sabemos, además, 
que la lealtad a la corona británica del 
príncipe, es cosa que usted ha tratado 
de asegurar durante años, sin mucho 
éxito. ¿Digo la verdad? 
— Lo reconozco, Dayson. Pero mo 
veo por qué he de contestar a sus pre- 
guntas irrespetuosas... 
— ¡Por Dios, coronel! Tiene que es- 
cucharme. La felicidad de su hija... 
— ¡Basta! — interrumpió Lorens, 
poniéndose lívido. — Si sigue así, me 
veré en la obligación de mandarlo 
arrestado al cuartel. 
— Escúcheme un momento, se lo su- 
plico. Usted no tiene derecho de sacri- 
ficar a su hija para obtener esa adhe- 
sión. 
— ¡Ah! — La exclamación del coro- 
nel no expresaba la ira que se espera- 
ba el joven. — ¿Usted se ha permitido 
creer que yo he usado mi hija para 
atraer al príncipe? ¡Ja ja, ja, te- 
niente! Si no fuera tan cómica esa 
suposición, lo castigaría con mis pro- 
pias manos. Yo usar mi hija de sebo... 
¡Ja, ja, ja!... 
Era el turno de Dayson de volverse 
lívido de ira. 
— ¿Cómo puede tomario a broma? 
No lo hubiera creído jamás! 
— ¿Quién entiende a las mujeres? 
Mi hija está enamorada del hindú, Me 
io ha confesado ella misma. 
— Y usted, ¿le ha creído? 
— Por qué no? ¿Acaso no puede 
enamorarse como cualquier otra mu- 
jer? Usted está celoso.” He notado que 
tene gran predilección por mi hija. 
— Adoro a su hija. Es inútil negar 
que la quiero... 
— Lamento su suerte — interrum 
pió Lorens. — Debe ser muy difícil sa- 
ber que la mujer que uno quiere está 
«namorada de otro. . 
— Pero no lo está, coronel. No lo 
está. Yo se lo juro. Ella cree estar 
cumpliendo con un deber sagrado al 
casarse con el príncipe. Ha visto cuán 
grandes esfuerzos ha hecho usted pa- 
ra atraerlo. Ha visto su fracaso, y 
comprende que es algo muy importan- 
te para el imperio. Cuando supo que 
el príncipe se había prendado de ella 
vió la ocasión de realizar la obra que 
el gobierno había confiado a usted... 
— Espérese. Espérese un momento 
— El coronel abría los ojos con asom- 
bro. — ¿Qué me quiere decir? ¿Que 
Elizabeth no está enamorada del hin- 
dú? ¿Que se casará con él para asegu- 
rar una alianza? No; no es posible. 
—- Sí es posible — prosiguió el te 
niente, — Ella cree que es s: deber a 
1a patria. 
El coronel sonrió, tirándose de los 
sirotes, 
— Quizá tengo usted razón... ¡Po- zaban conversando con ella, los saludó 
recita! Al imperio no le hace falta :eremoniosamente: 
sa clase de sacrificios. Hum... No — ¿Ustedes permiten, caballeros? 
me parece que el imperio va a tam- Tomada del brazo de su padre, Eli- 
valear porque un príncipe más o me- zabeth se encaminó con él hacia el es- 
108... Pero ¿cómo me prueba usted 2rTitorio, 
ue no lo quiere al hindú? — ¿Tienes alguna noticia de nuestro 
— Porque me quiere a mí. príncipe, gobernador? — le preguntó 
— Esperaba esa respuesta, Hum... alegremente la joven. — Dicen que 
aya y dígaselo. "trae media. India sobre sus elefantes 
— Ya se lo he dicho. Pero me re- ara hacerme un regalito. Un verda- 
naza porque tiene que cumplir con su lero regalo de Reyes, ¿no crees, go- 
¡eber. Sin embargo, yo lo sé. No me vernador? Seré muy feliz con un hom- 
o puede ocultar, re tan generoso, 
El coronel quedó pensativo un mo- — Quisiera creerte, hija. Pero lo que 
vento y luego tomó una resolución. e dese ie me ada algo 
: o nuy ente. No quiero que haya -es- 
25 ito, Deveria di 10 qe: MSUEd Me cándalo, de modo que únicamente a ti 
ero ante to E cier corcar si 1e hablado del asunto. Necesito que le 
1 d yrestes los primeros auxilios mientras 
o que usted me dice es verdad. Hága- roy en busca de un médico, Está gra- 
ne el favor y vaya hasta mi cuarto. "e, acaba de envenenarse. 
jue queda al fondo del pasillo, y éche- La joven lo quedó mirando con es- 
se sobre la cama. Yo vendré en se anto. 
xuida, — ¿Quién está grave? ¿Por qué se 
Con paso firme el coronel se dirigió 14 envenenado? : 
11 salón de bail: e irrumpió en el — Por lo que he podido comprender, 
dárculo que rodeaba a su hija. 25 a causa de alguna mujer que se va 
— Elisabeth, quisiera hablarte un a casar... 
momento a solas. — Pero ¿quién? ¿Quién? — La voz 
Y volviendo a los hombres que es- de Elizabeth traducía un terror genui- 
Moretones 
0 
10, y SU Mano apretaba el brazo del 
:oronel convulsivamente, — ¡Ah!, no 
necesitas decirme. Es él. Sí, es él. He 
sido cruel tratando de alejarlo, ¡Dios 
mío! ¿Dónde está? Tendremos que sal- 
7arlo o me moriré. Sí, papá, me moriré, 
— Es mejor que esté muerto que 
verte casada con un hombre a quien no 
yuieres — respondió el padre fría- 
nente, - 
— ¡No pierdas tiempo en tonterías, 
vapá! ¿Dónde está? Dímelo en se- 
zuida. 
— No grites, querida. Está sano y 
¡alvo. Y tú también lo estás ahora. He 
sido un viejo ciego y estúpido — dijo 
21 coronel. Y abrió los brazos para re- 
sibir la figura casi desfalleciente de 
su hija. — Veo a las claras que lo 
quieres a este teniente y no al hindú. 
Y te aseguro que me hace muy feliz 
'aberlo. 
— Pero yo he dado mi palabra... 
— Felizmente, es lo único que has 
lado. Ahora vamos; hay que marchar 
rápido, El príncipe llegará en cual- 
quier momento y no puede hallarte 
aquí. Tienes que haber fugado con tu 
raptor antes que tu padre haya 
vodido intervenir. Estaré furioso; qui- 
(Continúa en la várcina 71) 
a. 
TE: 
t. 
Untisal es el 
gran disolven- 
te de ronchas 
y moretones. 
Frótese sua- 
vemente con 
Untisal y su 
piel quedará 
limpia y fresca.
	        
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