12 de Enero de 1938
DANCE NADA ———AOODOIIIDCDAAACC COACALCO EA —o AR AAAD——————————o————].—— .
. Una aventura sentimental — (Continuación de la página 10) |
Pero, de todos modos, la réplica fué de
in rigor injustificado:
— ¿Demasiado ligero? No, no se de-
tienda de ese modo... Diga que no
:iene ganas de escribir... ¡Se hubiera
juedado en su casa en lugar de venir
aquí a perder tiempo! L
Esta vez no pudo contener un gesto
le rabia, y estuvo en un tris de sol-
arle una barbaridad... Pero se Tre-
orimió a tiempo, y se inclinó sobre el
suaderno, sin contestar, dolorido, amar-
gado, lleno de asombro... ¿Qué mos-
"a la había picado para mostrarse
a8í?.... Tan luego esa tarde...
—rProsiga usted.
Designó a uno de los muchachos pa-
a continuar. Leyó sin tropiezos, lo que
agudizó, por el contraste, la desairada
situación de Cáceres. Lo sacó, sobre
todo, de sus casillas el aire de sufi-
siencia que adoptó el otro para leer y
la mirada .de reojo que le dirigió al
final, una mirada entre burlona y sa-
tisfecha, Cosas de chiquilín, pero que
-uvieron la virtud de enfurecerlo.
Los preparativos del segundo dicta-
lo sorprendieron el conjunto de expre-
siones más dispares que se pueda ima-
zinar. Cáceres, torvo; la chica, seria,
:on el ceño fruncido; los muchachos;
pugnando por contener la risa; las
ras dos mujeres, cambiando entre sí
miradas de inteligencia, que parecían
ocultar el secreto de la situación; el
quinto. miembro masculino de aquella
¿uma, imperturbable en su calma hie-
rática. Y por encima de todos, flotan-
do algo así como una sombra trágica
vuesta por el incidente en la luminosa
jovialidad de la pieza. ;
Recomenzó a leer:
“De aquí nacen los esfuerzos asi-
iuos e incansables de los artistas. lite-
*atos para dar la mejor forma posible
le expresión a las concepciones. de su
'antasía. Ariosto escribió...”
Y de pronto se produjo un hecho in-
ólito. Un tropiezo que, de habérselo
soplado alguien, hubiera hecho salir
“uriosa de su cómodo sillón a la vene-
"able matrona que oficiaba de secre-
taria en el lujoso despacho de la-en-
idad.
Sí; un hecho insólito, pocas veces
acaecido a profesoras experimentadas:
'a chica acababa de cometer un “lap-
sus” en el transcurso de su acelerada
lectura. Dijo “descontentizo” en vez de
“descontentadizo”. Falta grave, tra-
ándose de un dictado taquigráfico, err
que se escriben las palabras según el
sonido: ¡cualquier día iban a entender
más tarde lo que significaba en reali-
lad el signo aquel de “descontentizo”!
Poco después, turbada acaso por la
impresión del primer error, incurrió
21 otro al decir “intolerante” en lugar
de “intolerable”. Y no paró ahí. Algo
nás adelante, como si aquellas equivo-
raciones obedeciesen a alguna ley de
fatalidad, leyó “perlado” donde cabía
avidentemente “prelado”...
Este último “lapsus” desencadenó las
durlas que los anteriores avecinaron.
Al oír la palabra “perlado”, uno de
los muchachos — precisamente aquel
Jue tradujo en substitución de Cáceres
— alzó bruscamente la cabeza y se
quedó mirándola con un remedo de es-
-upor:
— ¿Perlado, dice? — preguntó, ges-
iculando las sílabas. ,
— Bueno, bueno... ¡Y van tres! Es-
amos frescos... — apuntó otro.
No supo qué contestar, roja como una
1mapola.
Cáceres acudió en su auxilio, Enca-
rándose con el muchacho, lo apostrofó,
al vez con excesiva violencia.
El otro tuvo una risita impertinen-
e. Después estiró los labios. Iba, sin
:uda, a contestar alguna insolencia,
]go que se referiría, probablemente, a
a inclinación de Cáceres por la chica...
Lo adivinó en el gesto, y apretó los
uños, pronto a saltarle encima,
Pero entonces se dejó oír la vocecita
tiplada de una de las:alumnas: -
— ¡Por favor, señores, modérense! —
aplicó, agitando con zangoloteo de im-
aciencia las pequeñas manos blancas.
7 cuando hubo advertido que la con-
ninación surtía efecto, siguió con vo-
ubilidad, relampagueantes ahora los
jos de malicia: --.
— Hoy debemos disculpar a nuestra |
rofesora... Es muy natural que se
ienta distraída en vísperas de una fe-
ha tan importante para ella como la
le mañana... -
Estudió un momento la impresión de
quellas palabras, y concluyó triunfal-
nente, sin hacer caso del gesto azorado
le la chica: -
— Porque no sé si ustedes sabrán...
ero mañana se compromete la. se-
orita... .
Todos los ojos vViraron instintiva-
nente hacia la maestra, que, sonreía
lena de confusión, la vista baja...
— Y con un partido excelente —
gregó la otra alumna, — un mucha:
ho de buena posición, de carrera, per-
aneciente a una gran familia...
Se abrió un paréntesis de estupor.
— ¡Muy bien, señorita, muy bien!'
- dijo al fin el hombre calmoso. —'
Me alegro mucho y la felicito efusi-
1mente! -
Aquello rompió el hielo, y uno de los
wuehachos aventuró un chiste:
— ¡Está bueno! Habrá que ir apron-
ado los bolsillos para los confites...
Fodos rieron. .
Menos Cáceres: yacía petrificado en
u asiento, con las manos crispadas y
| semblante lívido... Por último, cons-
iente de lo ridículo de su situación,
izo un esfuerzo y sonrió, Pero, más
¡ue sonrisa, fué una mueca, una mueca
1orrible de dolor y desesperanza la que
nntreabrió sus labios pálidos. .
El servicio doméstico...
(Continuación de la página 27) *
nanal y la jornada de 8 horas que la
ey establece para los demás traba.
adores.
Dos importantes aspectos de la or-
¡enanza municipal a que nos referi-
10s son las relativas a la prohibición
e ocupar en el servicio doméstico a
nenores de 14 años y a la habitación
e la sirviente. :
Sería de desear, muy especialmente,
ue desaparecieran las clásicas sirvien.
itas de pocos años que en tantas ca-
as de familia realizan las más pesa-
'as tareas, bajo la vigilancia impla-
able de sus ociosas patronas; estas
equeñas criaturas de las que con tan
'olorosa frecuencia habla la crónica
olicial, sometidas a torturas físicas
> morales, mal alimentadas y, aunque
1 martirio no llegue a tales extremos,
uestas siempre en una situación in-
decuada para su edad.
En cuanto al dormitorio de la sir-
renta, puede observarse que, aun al
nnstruirse los edificios más moder-
os, no se tiene en cuenta que reúna
lementales condiciones higiénicas y de
omodidad; carece siempre de calefac-
ión, aunque en el resto de la casa se
ivodigruen radiadores: su ventana sue-
51
'e dar al patio por donde se ventilan
0s olores de las cocinas de todos los
lepartamentos, cuando la tiene, por-
jue muchas veces sólo recibe aire a
cravés de la cocina de la que se co-
munica por su única puerta.
No mejor es el lugar señalado para
Jue viva el nortero con su familia:
por lo regular, suele ser un hueco al
ostado de la escalera, desposeído de
odo confort, que no recibe luz ni aire
lirectos; tales refugios dentro de edi-
cios lujosos hablan con triste elo-
uencia del concepto general que ins-
diran los trabajadores domésticos, que,
in duda. es ureente reformar.
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