MUNDO ARGENTINO
ORO BAJO LAS
PLAYAS DE
COLONIA
Don Pedro
je Molina
“borda la
ave in-
glesa.
realizando
-ecientes
2rcavacio-
nes en la
playa de
Colonia.
de Colonia, y enterró en una de sus
Jlayas su fantástico tesoro. Pensaba
'ecuperarlo a la vuelta de su viaje, Pe-
¡o la suerte le fué adversa esta vez,
y el feroz corsario no regresó más.
LA PRIMERA BUSQUEDA
En 1883, luego de pacientes y. labo-
riosas gestiones, la fragata inglesa
“Amathyst”, al mando del capitán A.
W. Brent, atracaba en las costas de
Colonia. El objeto de su viaje era la
búsqueda del tesoro, y a este efecto
su tripulación. bajó a tierra, comen-
zando los trabajos de excavación.
En aquel entonces era jefe político
le Colonia el general Benigno P. Ca-
rambia. Su hijo, del mismo nombre y
muchacho de corta edad, se sintió
traído como el resto de la población
or los curiosos trabajos de los mari-
108 extranjeros, permaneciendo con
Jlos durante días y días. Se recuerda
que el capitán Brent siguió sus acti-
ridades de acuerdo con las indicacio-
1es de un extraño plano obtenido
o “
En el fondo de:
las excavacione
. recientemente
efectuadas.
quién sabe dónde, pero que, según
a opinión de los entendidos, no po-
lía señalar exactamente el lugar dón-
le se encontraba depositado el tesoro,
vor cuanto en él no se consideraba el
natural avance a través de los años de
as aguas sobre la costa.
Son muy dispares las opiniones 'so-
xe el. éxito del trabajo que se cum-
Xió entonces. Nadie puede “afirmar
que los ingleses dieron con el tesoro.
21 caso es que un día la “Amathyst”
se hizo a la mar y se alejó de Colonia
sin que se tuviera alguna otra noticia.
SE HACEN NUEVAS TENTATIVAS
Desde hace años se vienen repitien-
lo nuevas tentativas para encontrar el
nentado tesoro. Las dirige el mayor
3Jenigno Carambia. El mismo que de
nuchacho observó de cerca los traba-
os de los ingleses, de modo que re-
uerda con bastante exactitud el lugar
lónde ' éstos se cumplieron. Debemos
fregar que en diversas oportunida-
des han aparecido misteriosamente en
a playa algunas monedas. Por otra
parte, el mismo mayor Carambia, en
1na de sus tantas excavaciones, des-
cubrió en una roca una inscripción
bien sugestiva. Se diría una letra “Pp”
que lleva en su interior otra “P” más
pequeña y luego un número 5, el cual
sombina con la primera letra forman.
do el número 50. De este punto se
marca una raya hacia otro círculo y de
él parte una flecha. Se presume así,
que esta piedra es el punto de partida
y que el tesoro se encuentra sólo a
>0 pies de ella.
(Continúa en la página 50)
Comerciantes, espiri-
tistas, rabdomantes y
“mediums” buscan
afanosos el tesoro de
don Pedro de Molina.
Por
JORGE
VACHET
RO en las playas de Colonia?
— Sí, en Colonia. A sólo 60
kilómetros de Buenos Aires, en
Playa Honda. Hay una piedra
blanca. Una piedra cortada en punta.
¡Es la seña! Allí, a metro y medio de
profundidad, una- inmensa fortuna
aguarda desde hace más de siglo y me-
dio la mano venturosa que la descubra.
Oro, oro en abundancia, en lingotes,
en- monedas brillantes, desparramado
en la pesada arca que lo encierra, o
rebosando” vajillas de barro. Piedras
preciosas. Interminables collares. Pe-
sados brazaletes. Todo un auténtico y
fabuloso tesoro de pirata, depositado
en misterioso cofre, fuertemente liga-
do por gruesas sogas y sobre el cual
parece montar celosa guardia la enmo-
hecida espada -de don Pedro de Molina.
EL PIRATA :
. Don Pedro de Molina era, digamos
nsí, el aristócrata de los piratas de fi-
nes del siglo XVII Había nacido en
anarías, su familia se destacaba co-
a0 de las mejores del lugar, y un her-
1anó, de nombre Hipólito, que osten
aba el grado de general, comparti.
on Bolivar las cruentas jornadas de,
renezuela. Nada había en su vida que:
ejara suponer las actividades a .que”
e entregaría más tarde..Pero lo cier-.
o fué que un día don Pedro de Moli--
18 se hizo a la mar, y desde entonces:
u nombre y la triste fama de sus-
.venturas aterrorizaron a los más au-“
aces marinos.
Refiere la historia — no la escrita,
no la que va pasando como dicho, de”
:eneración en generación, — que el
1udaz pirata, en una de sus tantas
wenturas abordó dos naves. inglesas
jue regresaban al imperio cargadas de
ro 'y piedras preciosas obtenidas en,
as costas americanas. Celoso de tan
irecioso botín y debiendo seguir viaje
11 Sur, don Pedro de Molina bajó a
as tierras donde está :hoy la ciudad
rasbordando «a
a costa uruguaya
»s cofres del rica
hotin