26 de Energy de 1938
| Un duelo genial
(Continuación de la página 17)
CT CNA
cruzaba la sala con soberana parsi-
— No cabe duda, Es el mismo, ;Re-
suerdan ustedes?... :
Extrajo sus recortes. Entre ellos un
grabado. Hubo un disimulado arremo-
linamiento de miradas alrededor de
Jorge. El personaje se detuvo en la
contemplación de un cuadro, como dan-
de tiempo al comentario. Y un mur-
mullo de hallazgo corrió por el salón.
El desconocido se volvió. Miró a to-
dos con fina insolencia, cual si bus-
cara un: blanco. Se quitó las gafas.
Clavó en Jorge la flecha de sus ojos.
Jorge se turbó visiblemente. El mis-
terio acrecía, y esta vez lo envolvía a
él, Presionado por inconcreta obsesión,
ensayó una sonrisa de disculpa, “No
se moleste usted, caballero... Nuestra
curiosidad es admirativa.” Tal quería
decir, Pero al otro no le importó. Acer-
cóse lentamente, sin dejar de mirar a
Jorge; lo alzó de su asiento con firme
y. sobrio ademán, y con voz extraña-
mente abaritonada lo recriminó y lo
ofendió:
— Su curiosidad es impertinente, ca-
ballero. Cuando se tiene tanto que vi-
gilar en el propio honor no se pone
cara de asombro ante un caballero que
vive su vida,
— ¿Qué dice usted, caballero? -
—. Que conozco su... tolerancia ma-
rrimonial. -
Todos jurarian que aquella denuncia
era falsa. Hubo un “¡Oh!” de protes-
ta colectiva. Pero el insulto, la ofensa
preconcebida, había caído ya sobre el
honor de Jorge. Este vaciló, Un freno
mtimo castigaba las. palabras que que-
rían brotar impetuosamente y el brazo
que se alzaba, Pero todo ello era incon-
tenible. - -
- Una bofetada, unas tarjetas, un due.
lo en trámite.
Jorge había reconocido a Elsa. El
asado y el presente, determinado por
(a intencionada aparición, eran un tren
de problemas que cruzaba vertiginosa-
mente por su pensamiento, intermina-
ble, tenaz. -
De un lado, la provocación falsa y
cruel, que ningún caballero podía de-
jar en suspenso. Del otro la convicción
de que no era hombre, sino mujer quien
ofendía. Descubrir la impostora ¿trae-
ría consecuencia mejor que la infelici-
dad familiar, bajo el escándalo? No.
Elsa venía dispuesta a todo. Incluso a
sgrimir aquella antigua carta, escrita
por él en los días en que la enforia de
una felicidad calenturienta rompía to-
dos los diques de la cautela. En aque-
lla carta, que el olvido o el presenti-
miento de Elsa habían retenido en su
poder, había esta. confesión. compro-
metedora:; .
“No pienses en “la otra”. Más que
una mujer es una colaboradora, me-
diante la fortuna de su tía. Simpatías
y conveniencias familiares me la asig-
naron desde muy muchacho. Eso aca-
da pronto. Si hoy ya al final de mi
carrera acabase precipitadamente, no
ne importaría. De ella sólo tengo lo
que quisieron darme, porque nada ne-
sesitaron mis personales deseos. De ti,
un cambio, he llenado con vivas ansius
todos los cauces de mi emoción...”
Evidentemente, descubrir a Elsa era
promover un escándalo en el que lu
carta saldría a relucir, Pero batirse
:on ella, resuelto a morir o a matarla,
:rá empresa desmedida, y más aún en
2) estado emocional en que colocaba a
forge aquella terrible aventura.
Mientras llegaban los amigos que ha-
Xan de apadrinarlo y a quienes había
:itado para una hora después en cl
El
1otel donde acababa de ocupar una ha-
itación, Jorge se entregó a sutiles ins-
iraciones. Elsa no podía llevar su ven.
anza a tal extremo. Acaso se propo-
lía tan sólo castigarlo con un conflicto
ue ella misma resolvería... Tal vez
¡uería, en definitiva, atraerlo a su vi-
'a llena de nostalgias... La evocación
el pasado, del abandono injusto, le
izo sentir un nuevo reinado de ternu-
a en su corazón... Y valiéndose de
nn fiel confidente le hizo llegar una
squelita exploradora:
a de que tu mejor destino es morir a
nis manos, en el campo del honor? Tú,
2 superior, tan original, te has ga-
ado esta muerte gloriosa. No la ma-
97es..., ni me obligues a herirte
on el arma vulgar: una carta que
caso recuerdes...” ..
Otra. vez ante Jorge el triple fantas-
12. O el deshonor por cobardía, o la
afelicidad por escándalo, o la innoble-
¡a de matar a aquella mujer, a la que,
espués de todo, lo unía de nuevo la
sasión reencendida, Y si no, dejarse
natar por ella,
¿Con qué arma? He aquí un nuevo
¿roblema. Pero, admitida la fatalidad
le batirse con una mujer, ¿qué mencr
zalantería que la de ofrecerle que no
lelatase inevitablemente la simulación
ie sexo? Sin embargo..., ¿por qué?...
Ah, la idea:que Jorge necesitaba! ¡En
»lla estaba la salvación! Sin duda Elsa
o había previsto. Y seguro del éxito,
1ún deslizó en la noche otra misiva:
“Sea, ya que lo quieres. Soy el ofen-
tido. Mis padrinos elegirán la espada
le riguroso arresto: filo, contrafilo,
unta. .., y los contendientes con el
sto desnudo...”
La respuesta fué escalofriante:
“Continúus en inferior. Has degene-
ado. A pistola, te quedaría la, espe-
'anza de matarme, A espada..., ¡pre-
endes renuncios a la gloria de que to
úate yo! Pero es inútil, Mis padrinos
tceptarán - cualquier arma.”
n guardia hacia su rival. Era como
ma amazona de aquellas en las que
venas se cree por las referencias de
Terodoto, pero que allí estaba, real,
aliente, ágil y, sobre todo, bella.
Jorge la esperaba en actitud de in-
sonsciente, La espada en la mano, pe-
'0 rendida, con la punta en el suelo.
Los párpados, apenas alzados, rega-
eando a sus ojos la alucinante visión,
— ¡En guardia! — le gritó ella a
Jocos pasos.
Jorge no se estremeció siquiera.
Si algún pensamiento había en su
:a0s interno, era el de que, en verdad,
ina muerte gloriosa se le acercaba.
— ¡En guardia, caballero! — volvió
la a grita:le con desesperada energía.
La boca de Jorge sonrió apenas, pero
-en dulzura, como si lo llamasen desde
11 mundo lejano y brillante. Si conser-
ara el dominio de su voluntad hubie-
a abierto los brazos, como para un
sran abrazo, de amor, y hubiera ofre-
ido así su corazón, condenado a muer-
2, a la mujer a quien tanto había
1erido en el suyo,
—- No sabes morir — dijo entonces
flsa, con mística blandura, muy cerca
le él, cegándolo con sus labios.
Al conjuro mágico — golpe certero
n la pelea psíquica — Jorge salió de
su letargo; pero enfebrecido, lívido de
»xaltación. Alzó la espada, intentando
a guardia, en dislocados movimientos.
Miró de frente a Elsa, radiante ella
ie trágica voluptuosidad. Y apenas ini-
lada una finta, Jorge cayó sin ser
1erido,
PREPARATIVOS PARA
EL DESFILE
— ¿Quién le ha puesto este moño
a mi casco? "
-— He. sido yo para poder distin-
zuirte en el desfile,
El terreno destinado al asalto esta-
a. ya dispuesto. Mientras los padrinos
]Ttimaban detalles, los duelistas se des-
ojaron de .sus prendas superiores.
orge, como un autómata, Elsa como
na heroína olímpica.
De pronto, el busto de Elsa surgió
omo por obra de arte. mágico, en el
util marco dé la mañana, Un surgir
e sorpresa pagana -— tal el de los
ueces griegos ante el desnudo de Fri-
6 — tembló en el aire, .como una re-
erencia brutal ante una aparición de
ensualismo mitológico.
Sólo Elsa era dueña de sí. Aprove-
1ando el estupor de todos se dirició
Pocos días después ingresaba en el
nanicomio un hombre que había tenido
in duelo, El otro duelista y sus pa.
irinos habían desaparecido, con rumbo
: Nueva York, según indicios, Los pa-
lrinos del loco no declararon sino que
ste había caído sin herida, como en
mn síncope. Y nadie supo nunca por
qué la manía de aquel loco era la de
1acer espadas con ramas que arranca-
4 de los árboles del parque, y esgri-
nirlas contra dibujos de mujeres se-
nidesnudas que él mismo hacía en las
Jaredes.
“Te he reconocido. ¡Bien lo sabes tú!
Mi galantería me inhibe de exponer-
ne a matar a una mujer. ¡Y a tí! Yo
10 tengo valor para ser tan cobarde.
7 menos cuando el verte me ha hecho
'evivir, con el ambiente de tu amor,
1 de mi infidelidad, que hoy me duelc
anto. Vete. Te lo ruego. O vuelve a
u forma de mujer. Así no habrá
ufrenta para nadie” , —.
Elsa, con letra firme, escribió:
Eres un cobarde. ¿No te das cuen-
La mujer sabe...
que su marido come con excelente apetito,
que los niños crecen fuertes y libres de en-
fermedades, y que ella misma se siente
alegre, sana y optimista gracias a la buena
costumbre de tomar, antes de cada comida,
una copita de Bioforina Líquida de Ruxell.
Es tan rica como el mejor de los aperiti-
70s, estimula el apetito y vigoriza el orga-
nismo en forma extraordinaria.
Es ideal en toda, edad para mantenerse
sano Y vigoroso.
ute E
Una copita antes de cada comida aumenta con-
siderablemente el apetito, al par que duplica el
valor del alimento.
AT,