JUGADOR DE PELOTA
MUNDO ARGENTINO;
E
Y
,
Por EUGENIO JULIO IGLESIAS
D frecuenté el trato de Horacio
Quiroga en ningún cenáculo, ni
jamás hablé con él de libros;
de ahí nuestra amistad sin
quebraduras y sin altibajos por espacio
de dos meses. (El cenáculo como medio
y el libro como tema más distancian que
acercan a los hombres, y afilen sus pin-
zas los buscadores de excepciones.) Lo
conocí en una cancha de pelota, situa-
da en una esquina de las calles Riva-
davia y Anchorena, y dejé de verlo,
— para siempre — después de un par-
tido. El último recuerdo que conservo
de él, del Quiroga hombre que camina,
es éste: una gorra, un saco más bien
largo y unas piernas que pedaleaban
ágil y rápidamente. Pero aquí no se
trata del Quiroga ciclista, sino del
Quiroga pelotari, -
Ningún otro deporte podía acordar
mejor con su carácter y con sus movi-
mientos. En el juego de la pelota bas:
tan dos palabras: “¿Va?” y “¡Venga!”,
un ofrecimiento y una aceptación, y
las demás sobran, y certeza y astucia
en el golpe y en el desplazamiento. Esa
parquedad en el uso de los medios. ex-
presivos, esa certeza en el hachar, esa
astucia para sorprender un segundo de
inferioridad en el adversario y la vis:
ta agudizada hasta la fineza del agui:
jón, eran dones que poseía Quiroga, an-
te el frontón y ante la naturaleza que
fijaba en sus obras. -
- Jugaba siempre de delantero, como
si le sedujese la proximidad del enemi-
Bo. ¿Acaso el enemigo, en el juego de
pelota, es cada-uno de los adversarios?
El enemigo €s el frontón, ese muro rec-
tangular: más “implacable que el golpe
más. implacable .del jugador; el fron-
ón y su aliado, .el “tambour”, el ale
voso “tambour”, destimiado a anular el
más Erande empeño: de rebote humano,
1 mucho le-importaba a Quiroga ese
enemigo, más' que sus mismos contrin-
cantes! Y: porque le importaba” más, y
porqué la responsabilidad era .mayor,
jugaba ::de “ delantero y ..se- sentía a
gusto en el peligro, muy naturalmente
a gusto; y no por afán de exhibicionis-
mo;-de la misma manera que ante: 0
enmedio de Ja “jungla”; cuya impla:
cabilidad le. redoblaba las energías,
tin;hacerle-descúidar el riesgo. que im-
plicaba el árbol que, :
a::Un- costado suyo;
podía: desprender la
fuerza” alevosá ,-ca-
paz: de. inhíbirlo: pa:
ra:el golpe de rebo:
e... La alevosidad es fuerza que vie
1e casi siempre de costado; cuando no,
niere la nuca. —. .
Si Arturo S. Mom, Emilio Centurión,
Juan Hohmann, los doctores Oliú y
Bilbao y Samuel Glusberg leen estas
íneas ratificarán — tengo la certi-
dumbre de ello — cuanto acabo de *-
El gran cuen-
sta de la sel-
a misionera
?s recordado
21 este artícu-
o en un as-
pecto poca co-
nocido. .
it CCA EI e
dr acerca de Qui-
roga pelotari, Y
podrán decir más
aún: - que--Quiro-
ga, “tón .su- ma:
grura, con-su.re
cda flacura-de
carnes apretadas,
doblaba . nuestra
resistencia física.
hasta -obligarnos
a: abandonar “el
juego. Cuando
esto acontecía,
invitaba “con - una
sónrisa y con un
“ ¿jugamos?” —-
nada más que con
este vocablo— al
canchero, “en la
seguridad -de que
el vasco lo haría
correr. de .punta
a punta y de cos:
tado a costado de
la cancha. . Era
entonces cuando
su rostro resplan-
decía de .conten-
to; ese su ir y ve-
nir, con plantas
de terciopelo, por
sobre el luciente
piso de baldosas
zoloradas; ese ha:
char continuado:
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4
pr
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-”
» .
282 obstinación por sorprender una
lebilidad del contrincante experto,
todo ese gasto brutal de energías,
lo inundaban de un gozo franca-
mente infantil. Y por sus barbas pro-
éticas ,+— no ignoro la vulgaridad del
'alificativo — se esparcía una risa de
nuchacho.
“Más de una vez me pregunté si pro:
tigaría esa risa de muchacho después
le alguna otra labor o de algún otro
sparcimiento, o luego dé haber termi-
"ado una canoa o un libro, o de haber
legado a un punto fijo con su moto:i-
leta... Me temo que no; que cada ca-
10a calafateada, o cada libro con su
FIN, o cada carrera terminada, le pro-
lucirían satisfacción, y no muy dura-
Tera, y ¡media un gran trecho entre.la
satisfacción y el contento! En:esto;én
1 contento; -está el. niño que fuimos
y "que vuelve a nosotros, no cuando lo
iejamos. volver, sino cuando él, apro:
“echando un olvido de nuestra hom-
Tía, se nos cuela en lo hondo y se nos
sube al semblante para enseñar a los
ros que lo mejor nuestro está vivo, Y
:1 muchacho Horacio Quiroga estaba
vivo en el Quiroga hombre, después de
"ada partido de pelota, y desmintiendc
1 los que lo juzgaban — mejor, prejuz
(Continúa en la nárina 63)