Full text: 28.1938,9.Feb.=Nr. 1412 (1938141200)

MUNDO ARGENTINO 
a | 
Y | / M | Viaje Cuento por M. A. RIVERO 
Y si Norton era conocido a causa de 
su excentricidad, el príncipe tuvo que 
serlo a raíz de un hecho que conmovió 
a todo el vapor. Dos días después de 
la partida de California, el secretario 
del príncipe anunció que a Su Alteza 
le habían robado un famoso brillante, 
Propiedad de la casa real, cuyo costo 
se estimaba en más de un millón de 
dólares, y que lamentaba mucho tener 
que comunicar a los pasajeros que al 
llegar a Hawaii, todos los que se en- 
contraban a bordo serían interrogados 
por una comisión de pesquisantes que, 
en vuelo, se trasladarían desde los 
Estados Unidos, por lo que les rogaba 
que tuviesen listos sus papeles para 
evitar contratiempos. 
La noticia del robo había impresio- 
nado desagradablemente a los turistas, 
que veían en ello una sombra que en- 
turbiaba las felices vacaciones que se 
habían propuesto pasar, Sólo a Wil- 
liam Norton no le preocupó -la- nove- 
dad, y había proseguido inmutable e 
indiferente, como si estuviese abisma- 
do en un problema de dificilísima so- 
tución. Prosiguió jugando en la mesa 
con el príncipe Ricardo, que, a fuerza 
de verlo tan callado: y ensimismado, 
concluyó por tomarle simpatía y ya no 
podía prescindir de su compañía en 
las memorables: partidas de póker o 
bacarat que, noche a noche, se énta- 
blaban. o 
Y en aquel momento toda la áten- 
ción de los pasajeros se había pola- 
rizado en los.dos hombres que, son- 
riente y conversador uno, callado y 
taciturno el otro, se aprestaban a ini- 
ciar el juego, - ” 
El príncipe tenía la banca. —. 
— Van diez mil dólares — dijo, sin 
dejar de sonreír. |... 
— Banco — exclamó Norton.” .:. 
Hubo un profundo silencio mientras 
se repartieron los naipes. 
Norton dió vuelta los suyos. Seña- 
laban seis. Los del banquero dieron 
ocho: .. - - 
— — Veinte mil dólares — dijo nueva- 
mente el príncipe, y Norton no se. hizo 
esperar: 
— Banco. 
Nuevamente volvió a perder, y. en- 
tre: los espectadores -hubo” un movi- 
miento 'de- nerviosidad. Se jugaban 
ahora cuarenta mil dólares. En tres 
minutos, William Norton había per- 
dido treinta mil, y los oídos de los tu- 
ristas estaban atentos a la contesta- 
ción que iba a dar. Su rostro no ex- 
presaba emoción alguna, y cuando el 
príncipe pronunció la cantidad, Nor- 
ton acepto inmediatamente: 
— Barco, 
Se dieron las cartas.” o 
— Ocho — exclamó Norton. - ” 
.Era un punto difícil de matar. Sin 
embargo, cuando el príncipe enseñó 
sus tantos, un murmullo recorrió la 
sala de juego. : 
— Nueve - — murmuraron : algunas 
voces, 
Norton hizo una mueca de disgnsto, 
Después, con una inclinación, arrojó 
sus cartas. - . 
— Ha ganado, Alteza. No puedo re- 
sistir ochenta mil dólares más. Le de- 
bo setenta mil ya y es todo lo que me 
queda en la caja del buque y... en 
mi bolsillo. Le extenderé un cheque, y 
el capitán se lo abonará en el acto. 
Sacó una libreta de cheques y, sobre 
el primero, trazó la cantidad. Después 
le dárselo al príncipe, rompió la li- 
reta, arrojándola al suelo. 
—— Ya he conseguido uno de mis pro- 
»ósitos — dijo en” voz alta para que 
-odos lo oyesen. — He perdido hasta 
al último centavo... 
Y, entrecerrando los ojos, se pasó 
la mano por la frente, agregando con 
In suspiro: 
(Continúa en la página 74) 
ILLIAM 
Vx orton, 
con paso 
tranquilo 
y despacioso, y 
una impenetrable 
expresión de indi- 
ferencia en el ros- 
tro, atravesó el am. 
plio recinto destina- 
do a sala de juego 
en el lujoso vapor 
que efectuaba un 
crucero alrededor del 
mundo, y llegando 
hasta una mesa en la 
que se jugaba bacarat. 
se detuvo, observando, 
distraídamente, el des- 
arrollo de la partida. 
Frente a él, el prín- 
cipe Ricardo, con una 
acogedora sonrisa, le sa 
ludaba: 
— ¿Nuestro amigo Wil- 
llam Norton viene dis. 
puesto a desquitarse de 
las pérdidas de anoche? 
Norton saludó . cortés- 
mente y, sin: cambiar la 
expresión de su rostro, se 
sentó frente a la mesa, 
apartando con una mano 
las cartas desparramadas 
sobre el tapete. —. 
— La suerte lo decidirá, 
Alteza. Pero, de todos mo- 
dos, para quien mañana ha 
de enfrentarse con lo descono- 
cido, las pérdidas o ganan- 
cias de hoy no tiene ninguna 
trascendencia. 
— Es una buena manera de 
disimular las emociones, señor 
Norton, Y ya que persiste us- 
ted en esa descabellada idea de 
abandonarnos, espero que me 
hará el honor de acompañarme esta 
noche... . 
— El honor es mío, Alteza — res- 
pondió Norton, con una inclinación de 
cabeza, mientras los pasajeros rodeaban 
la mesa, con la esperanza de presen- 
ciar otro de los impresionantes espec- 
cáculos a que los tenían acostumbrados 
aquellos dos hombres. 
Sandwich, en la isla más desierta que 
»udiesen encontrar, donde Norton des: 
:endería para olvidarse de la civiliza 
:6n. La moticia había corrido comc 
in reguero. de pólvora entre los viaje. 
'0s, y hasta el propio príncipe Ricardc 
e interesó vivamente por aquel cu. 
oso individuo de agraciada figura, 
ino, inteligente, y, sobre todo, rico, a 
uzgar por las fuertes sumas que 
irriesgaba en la mesa de juego, donde 
:1 príncipe Ricardo era el único que 
día aguantar sus apuestas. 
Indudablemente, después del príncipe 
Ricardo, William Norton era el perso- 
1aje más popular a bordo. El primero, 
»TY la natural atracción de su reale- 
a, y el segundo, por la extraña mani- 
"estación que había hecho al capitán, 
1 día que se embarcara en San Fran- 
isco, disponiéndose a efectuar él via- 
e siempre que él accediese a darle un 
te cuando llegasen a una de las is. 
as que forman el archipiélago de
	        
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