Full text: 28.1938,16.Feb.=Nr. 1413 (1938141300)

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16 de Febrero de 1988 
Z/ 77 ——_— ZE Ze — — pa Tela 
ANG <Ss dels + UElO 
Por el NIETO DE JUAN MOREIRA 
HOY AMANECI rezongón. Durante 
a última semana visité algunas cha- 
“ras y tambos y me convencí de esto: 
los “gringos” tienen razón cuando nos 
laman abandonados. Seguimos vivien- 
do a la de Dios es grande. ¿No hay que 
arar? El arado se abandona, hasta que 
sus piezas se llenan de moho. ¿No hay 
que cosechar? Dejamos que las guarni- 
ciones se herrumbren o se resequen. Y 
no somos perezosos, puesto que traba- 
lamos de más e inútilmente. - 
lura tres, y los caballos de tiro se lle- 
nan de heridas, de mataduras, hasta 
jue terminan por hacerse matungos. 
EL ORO CUESTA más, pero vale 
nás también. El buen caballo cuesta 
nás que el mal caballo, pero vale más 
ambién, y así todo. Mientras sigamos 
.mpeñados en creer lo contrario esta 
emos cada vez más distantes de hacer 
natria. 
EL TETANO, por ejemplo, es una 
amenaza de todos los días para el hom- 
dre de campo. ¿Sabemos precavernos? 
No. Voy a explicarme con ejemplos 
¡Tenemos necesidad de una tranque 
tita o de una puerta de corral? “Aga- 
tramos” unos troncos sin desbastar y 
unos pedazos de alambre de púa viejo 
y construímos con peligro y mal lo que 
hecesitamos, Quienes hagan o manejen 
esas puertas corren el riesgo de herir- 
se, siempre; llega el tétano y... ¿de 
quiéw es la culpa? 
- 
“¡JUE PUCHA, qgwestán caras las 
osas!”, solemos rezongar, todos Jos 
.ños, todos los meses, todos los días, y 
Junea nos decidimos a construir un 
olmenar, ni siquiera modestito, y eso 
ue la abeja se gana ella solita la vi 
la. ¡Y la miel es economía! ¡Y salud! 
Y vida! Pero, ¿qué? Preferimos gas 
arnos los pesos en pañuelos de seda, 
le “lo más gauchito”, en perfumes “je- 
liondos”, en lo que luce y no produce... 
LAS MEJORES HERRAMIENTAS 
de trabajo dejan de ser buenas sí no 
se las cuida. El chacarero, en general, 
no es cuidadoso de las mismas y acaba 
por quejarse de que no le han durado, 
Las usa y las deja por ahí, expuestas 
al sol y al agua, sin engrasarlas, sin 
aceitarlas, sin limpiarlas. ¿Consecuen- 
cias? Lo que debió durar cinco años 
¡NI SIQUIERA sabemos comer bien 
7 económicamente! Llegué a dos cha- 
ras en el momento de carnear, y la 
angre del animal, y los sesos, y la len- 
ua, y el riñón, y el hígado eran para 
os perros. Todo lo que es un lujo para 
a gente más refinada se desperdiciaba 
7 ese desperdicio tenía el valor de má: 
de una comida buena. 
case con un cobarde?” Cuando terminó 
la guerra y marché a ver a los míos, 
la gente me llamaba, burlonamente, 
“el héroe”, y me preguntaban por mi 
nieto, por su hijo, don Luis... ¡Qué 
gracioso esto de don Luis! La vida se 
me hizo imposible, mejor dicho, se nos 
hizo imposible a Susana y a mí... Su- 
sana creyó que lo más decente era ma- 
tarse, y se mató... No me mire así. 
¿Por qué se asusta de lo que usted 
mismo hizo? Porque fué usted quien la 
mató... Yo tuve que irme, irme con mi 
nieto, con su hijo, con ese niño al cual 
le enseñé a decir, antes de confiarlo 
2.mi hermana: “Mi padre es un cobar 
le.” Sí, será brutal, pero yo le enseñé 
1 decir: “Mi padre. es un cobarde.” 
DON LUIS. — Yo estoy dispuesto... 
LINYERA. — ¿A qué? ¿A resucitar 
a Susana? ¿A reconocer a su hijo? ¡No 
sea idiota! Su hijo no: querrá ser reco- 
nocida por usted. A nadie le gusta ser 
hijo de-un padre cobarde... Además, 
yo no he venido a verlo para eso.... Con 
eso yo no vengaría la muerte de mi 
hija. Yo quiero vengarme en otra for- 
ma..., porque usted supondrá que yo 
debo vengarme, ¿no es así? ¡No se asus: 
te, no se asuste! No; matar, no; salvo 
que usted se muestre terco... Pero us- 
ted no se mostrará terco conmigo. A lo 
sumo, usted puede mostrarse terco con 
su peonada, porque no lo conoce bien... 
¡Si lo conociese!... 
DON LUIS, — Estoy dispuesto... 
LINYERA. — Es la segunda vez que 
dice lo mismo: que está dispuesto, Y eso 
me alivia. - 
DON LUIS. — Pero diga de una 
vez; se lo ruego... - 
LINYERA. -— En seguida, don Luis. 
Usted deja de ser administrador de es- 
a estancia. 
DON LUIS. — Pero... 
LINYERA. — Peros, no; peros, no. 
Y no me pregunte cómo va a Vivir, 
porque eso no me interesa: yo no quic- 
ro que usted vava viviendo; vo quiere 
que usted vaya muriendo. Sí, que us 
ed se muera poco a poco. Nada de ti- 
:0s. Nada de violencia, Usted se muere 
1 mi lado, caminando a mi lado... Me 
va a dar ese gusto. ¿No le parece lósi- 
07? ¿Fué mi hija quien le hizo mal, o: 
'ué usted quien le hizo mal a ella? ¡Con-' 
este!... 
DON LUIS. — Yo. 
LINYERA. — ¿Fué su hijo, mi nie- 
“0, quien le hizo mal, o fué usted quien 
€ hizo mal a él? ¡Conteste! 
DON LUIS. — Yo, pero... 
LINYERA. — ¿Fuí yo quien le hizo | 
mal, o fué usted quien me lo hizo a mi? 
DON LUIS, — Yo. _— 
LINYERA, -— Entonces ¿por qué 
an a padecer los que no hicieros. mal 
7 no el que lo hizo? ¡ Lógica, don Luis: 
Oh, qué gracioso esto del don Luis! 
Transición.) Oigame bien: esta noche, 
1 las doce, allá, en la esquina del mon: 
€, lo espero... (Pequeña pausa.) An 
es de irme... ¿Dónde tiene su revól 
'er?... No; no se levante. ... ¿En este 
ajón? ¡Ajá! Aquí está. Me lo llevo. 
1 usted no le hace falta. Le tembiará 
2 mano... Y ahora, de nuevo con mi 
olsa... Usted también traiga otra... 
7 no se ponga botas. Las alpargatas 
'ansan menos, y hay que andar mucho, 
mucho, don Luis! ¡Qué gracioso esto 
lel don Luis!... No se olvide: a las 
loce... Y, ¡psss!, silencio... Porque 
1 mí no me importa morir ni matar. 
Psss! ¡Silencio! ¡Silencio!.. 
La oportunidad de Julia 
(Continuación de la página 5) 
—————————————— —ii—] C—];—z]—]—];—;——] anal 
ombres que estaban sobre la plata: 
'orma. 
Uno de los fotógrafos hizo a un la- 
10 a Montañez y se dispuso a bajar 
Iste, de un empujón, lo mandó contre 
a baranda. - a 
.— Vuelva a su cámara v enfoque 
21 
El corazón de Montañez saltaba ev 
:1 pecho. Mientras el barco no se hun- 
diera, Julia no peligraba, pero... 
Miró rápidamente hacia el bote car- 
zado “de. actores que volvía, a las lan- 
:has que de nuevo giraban en círeule 
asperando una segunda orden de arri- 
marse. Julia intentaba, con manos. que 
se tornaban cada vez más débiles, de 
flojar en-su derredor las últimas cuer- 
das que la aprisionaban.. *... 
El -largo. bote a-remo ya se hallaba 
ai -lado del buque: pirata. Una ola. lc 
hizó - golpear contra el casco: 
La angustia de Montañez se alivié 
al ver que Julia se había zafado, por 
fin, y que una docena de manos la ha 
bían ayudado en su salto desde el bar- 
co al bote. —.. . 
— ¡Que vengan las fánchas! — gri- 
tó Montañez, — ¡Corten! Do 
Esta orden para los fotógrafos no 
:7a prematura; las: cámaras levanta. 
das de los trípodes fueron pasadas de 
nano en mano hasta el puente princi- 
al, que crujía bajo sus pies, mientras 
as lanchas llegaban a toda velocidad 
— Muchacho — decía Montañez di 
igiéndose a López, ya en la lancha que 
os llevaba hacia la costa. — Este s: 
que es un film, ¿verdad? Y,.. la bar 
caza se hunde. 
Tras ellos, el viejo casco con sus ma. 
leras estallando con el ruido de caño- 
trazos, se iba a pique. La lancha entró 
repentinamente en aguas más tranqui- 
las, y antes que se hubiera arrima- 
do del todo, Montañez saltó sobre el 
muelle. Corrió por el desembarcadero 
hacia donde un grupo rodeaba con an: 
siedad a Julia Duval. 
Enfurecido, Gravenhort lo detuvu 
del brazo. - 
— ¡Idiota! Llego en este momento y 
me encuentro con que... ; 
Montañez lo hizo a un lado y se abrió 
camino a través de la gente que lo se- 
paraba de Julia. 
— ¡Querida! —- exclamó Montañez 
enceirándola en sus brazos: — Estuvis- 
te maravillosa. ¿Te encuentras bien? 
* —— ¡Imbécil! —-Gravenhort le. había 
seguido. — Tendrá usted que rendirme 
cuentas. * 
Julia rechazó a Montañez. 
— ¡Usted!... ¡Usted!... — gritó 
en medio del llanto, y le dió un bofe- 
tón con todas sus fuerzas, — 
E 
— Como usted verá, señor comisario 
-- siguió diciendo Montañez, — hasta 
que Julia no vió las pruebas en la sa- 
la de proyección no se convenció que 
ia habían dejado en el puente sin ayu- 
darla porque ésa era su oportunidad. 
Y está extraordinaria en esa escena: 
Dicen que nadie se figuraba su capa- 
cidad emotiva y...” 
. — Me renovaron mi contrato, señor 
comisario — interrumpió la muchacha, 
-—+ y Carlos es ahora definitivamente 
el primer ayudante de Gravenhort. 
Pero Montañez no se dejaba detener 
1sí no más en sus entusiastas explica- 
jones. 
-— El público aplaudía esta noche la 
smoción que les transmitía Julia — 
añadió. — Así que usted se imaginará 
lo que sentí cuando este gordinflón 
empezó a decir a voz en cuello que todo 
aso eran trucos escénicos. 
An 
“mo esas... 
fe rías más/ 
+ 
Combinado de DORMITORIO 
y COM EDOR, 2 M ts. desarme, 
19 piezas, en NOGAL PLA. 
QUEADO “ompleto 
. 
yiZidado y.17 
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E 
...qQue es la más grande de plaza, donde 300 ope- 
rarios especializados elaboran muebles y sofás- 
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