Full text: 28.1938,16.Feb.=Nr. 1413 (1938141300)

'6 de Febrero de 1938 
Nelly Liron y Federico Miren habían 
2ntrado y bajado los escalones unas 
veinte veces, seguidos por el objetivo de 
'a máquina fotográfica, que giraba sobre 
su trinode movedizo... 
a realismo y lo tendrá, aunque ten- 
va que ahogar a todo el reparto! 
— No me quejo de Mar del Plata, 
1un en el mes de octubre, — opinaba 
fulia Duval, confortablemente tendida 
sobre la arena, mientras que a su lado 
Carlos Montañez asentía silenciosamen- 
Le, pero con no menos convicción. 
— Me voy esta noche a Buenos Ai- 
“es y estaré de vuelta mañana, aunque 
arece que el tiempo va a seguir man- 
-eniéndose en este estado. 
Mientras hablaba, Gravenhort obser- 
zaba concierto desfavor el traje de 
maño de Montañez. 
— Si le es posible olvidarse por un 
nomento de sus diversiones, sugiero que 
se traslade con López hasta el buque; 
rerifiquen el campo focal de las cá- 
naras y de paso hagan ensayar un po- 
'0 la escena a toda esa gente. 
Montañez hizo una señal afirmativa. 
Joca desnués reunía a todos los acta- 
es y les informaba que habría ensayo 
las 13 y 30 en punto. Volvió a ten- 
erse sobre la arena, donde quedó me- 
io dormido, hasta que, a la hora de 
Imorzar, mientras se estiraba perezo- 
amente, dió un grito de estupor. 
-- ¡Nubes! ¡Las primeras que veo 
n una semana! ¡Y el jefe, que se en- 
entra en viaje a Buenos Aires! . 
Se enderezó de un salto y se enca- 
uinó rápidamente hacia el hotel. 
— ¡Hola! ¡Hola! ¿Compañía Azul y 
Manca? Habla Montañez; el señor Gra- 
enhort se dirige hacia ésa, traten de 
visarle en el camino, debe estar cer- 
a de Dolores, que el tiempo ha cami- 
iado y que es necesario que regrese, 
Se volvió hacia los actores. 
— ¡Queda suspendido el almuerzo! 
A vestirse todos! - 
Durante la hora que siguió, Monta- 
'ez fué el centro de una actividad in- 
reíble para los que hubieran presen- 
iado el espectáculo de momentos an- 
es. Los hasta ahora indolentes acto- 
'es se transformaban rápidamente pa- 
a sus respectivas caracterizaciones de 
rv “Isla perdida”, 
Poco después de las 14 todo estaba 
isto, y hasta los rezagados se encontra. 
dan sobre el pequeño muelle. Montañez, 
irviendo de impaciencia, dió la orden 
ara que se embarcaran todos los ac- 
ores en las dos rápidas lanchas que 
sabían de llevarlos hasta el buque pi- 
"ata. Este, sacudido por el oleaje, im- 
dió durante buen rato que las lan- 
:has se acercaran. La tormenta se ave. 
inaba más y más; los negros nubarro- 
1es se hicieron más densos. Alrededor 
lel buque pirata, los dos grandes botes 
: remos que venían de la fragata de 
vuerra subían y bajaban cada vez más 
igero al compás del mar que se em- 
ravecía, aunque sus tripulaciones, 
compuestas por antiguos marineros, los 
nanejaban con facilidad. Más allá, y 
uera del foco de las cámaras, las lan- 
:has a motor giraban nerviosamente 
n grandes círculos alrededor del bu- 
vue pirata. 
Montañez echó una ojeada a su reloj 
sulsera y se volvió hacia López con 
lecisión. 
— Vamos a empezar a filmar. 
El jefe de fotógrafos arqueó las ce- 
as interrogativamente. 
— Eso corre por cuenta suya, Mon- 
-añez. No quiero tener la responsabili- 
lad de empezar a rodar sin que Gra- 
renhort esté presente, 
El buque tembló bajo sus pies. 
— Tomo sobre mí esa responsabili- 
lad. Gravenhort tardará, y esta bar- 
2za puede muy bien hundirse antes 
me él llegue. y 
— Muy bien, viejo. 
El jefe de fotógrafos gritó sus ór- 
ienes a los tres ayudantes que, con 
tras tantas máquinas, cubrían un sec- 
or diferente. 
— ¡Adelante! — rugió Montañez, — 
Que suban todos a cubierta! Vamos a 
mpezar, — , 
“Pocos instantes después, principia- 
van a tomar sus respectivas posicio- 
1es los actores, bajo el agua que los 
izotaba. 
Caras asustadas se volvían hacia él 
'0on aire de interrogación, pero todos 
:e alistaban sin titubeos, a pesar de 
que aumentaban, minuto a minuto, los 
?hirridos y los temblores del buque. 
— Ordene a los botes que empiecen 
a acercarse y que las lanchas queden 
"uera del campo de las cámaras. . 
Montañez se inclinó sobre el puen- 
e de comando. A través de la lluvia 
rió las olas cada vez más altas que se 
leshacían contra el barco envolviendo 
1 los actores que se encontraban en el 
mente en verdaderas tormentas de 
gua. Dos carpinteros se encontraban 
bajo, vestidos con su indumentaria de 
iratas, fuera del foco de las cámaras, 
listos, con sus cuchillos en mano, pa- 
a cortar las cuerdas que dejarían caer 
' mástil. 
Los botes, mientras tanto, se iban 
cercando, y cuando se encontraron a 
nos treinta metros, ya no fué casi ne- 
esario el grito de mando para que los 
ctores empezaran sus partes. Estos 
nostraban una ansiedad real para 
bandonar el barco, cuyos movimien- 
os y chirridos se tornaban cada vez 
14s impresionantes, Montañez vió có- 
no unos escotillones se quebraban al 
hoque de las olas que empezaron a 
mundar el puente. 
López y sus dos ayudantes filmaban 
toda velocidad. Los actores, a esta 
Itura de los acontecimientos, demos- 
raban en su cara un terror al que 
o podía reprochársele fingimiento al- 
uno. A través del viento, que rugía, 
penas si llegó a los oídos de Monta- 
ez el pedido de auxilio de Nelly Ni- 
on. Un instante después una ola ba- 
rió el puente y Nelly Nixon y dos pi- 
atas desaparecieron por uno de los es- 
atillones. Los demás actores busca. 
an desesperadamente asideros para 
voder quedar en pie. 
El mar, embravecido, atacaba furio- 
amente el barco, que, era ya evidente, 
'odía abrirse de un momento a otro. 
— ¡Ahora! ¡Ahora! — rugió Monta- 
tez, y los dos carpinteros cortaron las 
'ogas que mantenían el. mástil, Este 
€ partió en el. medio antes de caer 
1 puente; cordajes y velas mezclados 
ayeron sobre los actores y aumentaron 
1 confusión, 
Los botes se encontraban ya a unos 
liez metros. Uno de ellos se puso a la 
ar del barco. Era necesaria toda lx 
ericia de la tripulación para que no 
€ estrellaran contra la borda del bu- 
ue pirata. 
López dirigió su cámara hacia la 
roa, por donde acababa de aparecer 
“*edericon Miren, que venía de raptar 
1 Nelly Nixon. Ambos saltaron y ca- 
'eron en el bote, seguidos tumultuosa- 
ente por los actores, 
Montañez usó su silbato, 
— ¡Oigan! ¡No se apuren tanto! — 
ero sus palabras se perdieron en el 
ugido del viento. 
Repentinamente se oyó un estampi- 
lo, y Montañez vió derrumbarse el 
nástil de proa. ¡Eso no formaba parte 
lel plan de filmación!” 
El buque, ahora, era poco más o me- 
108 el juguete de los elementos desen- 
'adenados, El primero de los botes, 
on Miren y Lixon, estaba completa- 
nente lleno y se aprestaba ya para di. 
igirse hacia tierra. En pocos segun- 
los el otro bote se llenó de actores que 
uchaban angustiosamente por abando- 
1ar el barco, y Montañez vió qu: el 
uente se encontraba ahora desierto. 
— ¡Que larguen! — gritó. 
El señalero movió sus banderas y los 
tes empezaron a alejarse, seguidos 
vr el objetivo de las cámaras. 
— ¡Que vengan las lanchas! — orde. 
16 Montañez. Otro golpe de banderas. 
— ¡No va a durar mucho más! — 
lijo López. — ¿Se puede cortar? 
-— Siga a los botes un rato más — 
ontestó Montañez mientras observaba 
1 puente. De abajo del velamen que 
1abía caído con el mástil de proa emer- 
rió un brazo. - 
— ¡Mire! — El señalero lo tomó del 
ombro. — ¡Una de las muchachas ha 
¡uedado! , 
Esta luchaba frenéticamente con la 
vela empapada de agua, y en un mo- 
rimiento miró hacia arriba. 
Montañez vió sus facciones a través 
ie la lluvia. 
— ¡López! ¡Es Julia! — gritó mien. 
“ras se precipitaba por la escalera, pe- 
“o a mitad de camino se detuvo con los 
jos fijos en Julia, que trataba, de des- 
1acerse de la maraña de cordajes que 
a aprisionaban. El corazón de Maon- 
añez lo llevaba irresistiblemente hacia 
lla para ayudarla a libertarse, pero... 
tarvenhort quería realismo y... Julia 
¡ecesitaba una oportunidad, Montañez 
a volvió furiosamente hacia López. 
— ¡López! ¡Deje los botes y enfoque 
Julia! 
El fotógrafo apoyó su cuerpo sobre 
a palanca, su ojo en la mira, hasta 
jue el objetivo descansó sobre Julia, 
ue luchaba desesperadamente con la: 
uerdas y las velas, 
—- ¡Formidable! — aulló López. — Si 
demos tomar cien metros de esto 
“erá lo más grande... —. 
— ¡Que vuelva el segundo bote! .— 
lijo Montañez. 
La cara de Julia mostraba el terror 
¡ue realmente sentía. Mientras se de- 
»atía, una ola más fuerte llegó y la 
nuchacha cayó de bruces, Un grito, que 
xa un pedido de auxilio, llegó a los 
(Continúa en la párina 21
	        
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