Full text: 28.1938,9.Mrz.=Nr. 1416 (1938141600)

ESPOSO DE UNA 
NEGRA 
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", 
"0, le ocurrió que. pasando debajo del 
indamio de una casa en construcción, 
in. tablón desprendido de un travesa- 
io'le rozó ligeramente en el hombro. 
Zayó desvanecida, la trajeron a su Ca- 
sa, y sea que la pérdida de sangre la 
debilitara o que la impresión sufrida 
destroncara su entendimiento, el caso 
:5. que la africana lo único que atinó, 
al verse bajo techo, fué a meterse en la 
:ama, 
”Cuando yo llegué a mi casa me na- 
traron la novedad. Aquella era mi 
»portunidad para conversar con el enig- 
nático joven. Sin vacilar, entré en la 
ienda, y deteniéndome frente a Ber- 
nier, le lancé a la cara: 
”— ¿Cómo es posible que usted .se 
maya casado con semejante monstruo? 
”Bernier miró temerosamente a sus 
2spaldas; luego, tomándome de -una 
mano, dijo en un tono que no olvidaré 
iamás: 
”..¡Sálveme! Yo no soy un hombre. 
¡Soy una mujer! Aischa me esclaviza. 
"— ¿Usted una mujer? 
”—. Sí; una mujer... 
"—. ¿Cómo es posible eso? - 
”..La historia más tremenda que 
Jueda nar-arse, señor. Ahora que Ais- 
:ha está herida, su fuerza magnética 
1a disminuído considerablemente sobre 
ní. Pero cuando ella torne a estar bien, 
mevamente seré su esclava. Escúche- 
ne, señor... 
*— Eraño... 
”—. Escúcheme, señor Eraño, Aischa 
»a criada de nuestra casa en la ciu- 
lad de Fez. Teniendo yo diez y seis 
iños, falleció mi madre. Pocos días 
lespués de ocurrido este triste suceso, 
2ntrando en mi dormitorio encontré a 
Aischa detenida frente a mi tocador. 
Se examinaba cuidadosamente en un 
:spejo. No sé por qué, al entrar en la 
1abitación no supe si quedarme o sa- 
ir, Sentía miedo, un miedo paralizan- 
:e que no me dejaba mover. Aischa 
ne miraba fijamente por el espejo. 
3u mirada entraba en mis ojos y me 
iflojaba toda la fuerza que contenía 
:n el cuerpo. Al mismo tiempo avanza- 
Ja hacia mí, pero con tanta lentitud 
:0omo el cuello de una serpiente hacia 
a rama donde hay un pájaro inmóvil, 
Juando estuvo cerca de mí, tomándome 
a cabeza entre las palmas de sus ma- 
108, comenzó a mirarme tan fijamen- 
e, con tanto furor y seguridad, que 
súbitamente experimenté un sueño te- 
"Tible, Finalmente, me quedé dormida 
“tre sus manos. 
"Cuánto tiempo permanecí en seme- 
inte estado, no lo sé. Quizá algunas 
loras, porque era entrada la noche 
uando desperté. 
”Pero ya no estaba en mi casa. Ais- 
12 y yo nos encontrábamos en el in- 
:rior de un vagón de tercera clase, Y 
quí viene lo más extraordinario de 
11 caso. Yo no estaba vestida *de mu- 
ar. No. Ahora estaba vestida de hom- 
re, bajo mi sombrero tenía la cabeza 
apada y junto a mí, Aischa, autori- 
aria, decía en voz baja: 
”—.Obedece. Eres mi marido. ¿Sa- 
es? Tienes que obedecerme siempre, 
orque te haré pasar por mi marido. 
”Y yo obedecí. No sé por qué, pero 
vedecí. Entraban en el vagón gendar- 
aes, soldados, campesinos. Hubiera 
astado un grito mío para ponerme en 
1lvo de las manos de aquel monstruo, 
sin embargo, yo sabía que no lanza- 
la ese grito. Un poder misterioso me 
abía transformado tan extrañamente. 
"Cuando llegamos a Tánger, Aischa, 
ue había vendido todo lo que pertene- 
ía a mi madre, me dijo: 
"”— Tú trabajarás para mí. Para eso 
es mi marido, ¿sabes? 
"Yo lo único que sabía era que no 
odía resistirme a la voluntad de la ne- 
tra. Aischa invirtió todo el dinero que 
1e pertenecía en una tabaguería, Una 
'ez que intenté rebelarme contra su au- 
xridad, me encerró en un cuarto y me 
astigó con un látigo hasta que me des- 
'ayé. 
"Sólo un milagro podía salvarme de 
s manos de esa mujer.” 
2raño saltó hacia un costado, 
— Fué en aquel momento — le con- 
ba ahora el espía al comisario — 
dando vi que mi vida estaba pendien- 
2 de un hilo, Por la puerta entreabier- 
a asomaba el perfil de la negra, que 
e había despertado y escuchaba nues- 
ra conversación, Cuando ella terminó 
e aparecer ante nosotros, no me que- 
'aba otro remedio que tirar o morir, 
entonces opté por vivir, y disparé. 
—¿Y la señorita Bernier? — pre- 
-2ntó el comisario. - 
— Al está. Interróguela usted. 
Jurante tres horas habló la señorita 
'ernier con el comisario, y luego con 
1 juez, y más tarde Eraño volvió a 
ntrevistarse con el juez, y finalmente 
:Taño y la señorita Bernier salieron 
untos. Y una vez en la calle, com- 
.rendieron que lo mejor que podían 
acer era marcharse juntos, Y esto es 
2 que hicieron sin vacilar. Y ya no se 
evararon más. 
PPP 
SI estás decidido a ser alguien, el peor camino que puedes seguir es el de 
buscar recomendaciones para entrar en éste o aquel sitio. Las recomenda- 
ciones, convéncete de ello ahora, porque sí no te habrás de convencer más tarde 
y con mayor desagrado, no valen para nada. Para nada útil, se entiende, para 
nada que pueda servirte de ayuda. Una recomendación, en cambio, puede ser, 
28 en la mayor parte de los casos, un obstáculo formidable. 
Los hombres que valen, que realmente llevan algo dentro, no buscan nunca la 
menor recomendación, Saben encontrar, por sí solos, lo que desean, No necesi. 
tan que nadie, haciendo presión, los coloque en cualquier puesto. Y como todos 
los inútiles buscan recomendaciones, cuando cualquiera entra en una oficina, 
en un taller, en una fábrica, gracias a una recomendación, todos, lo mismo los 
sompañeros que los jefes, tomándolo por un inútil, no le confían tarea impor- 
tante alguna y desean hallar cualquier ocasión de ponerlo bonitamente en me- 
dio de la calle. 
Si fracasas, no eches a nadie la culpa. El fracaso o el triunfo de una persona 
lepende exclusivamente de uno mismo. Nadie puede influir sobre otro, sino su- 
verficialmente. - 
Si fracasas, no culpes sino a ti mismo. Pero si triunfas, ten el noble orgullo 
de decir sin jactancia que lo conseguido es Únicamente cobra tuya. 
Pale 
A al Ra... | | 'al 
Las más trastornadas 
jor el espectáculo eran 
as negras de los iha- 
rios euroneos. 
SI MISMO 
Antes de emprender la lucha por la vida, prepárate. Ningún ejército sería 
apaz de entrar en batalla sin que todos sus soldados sepan el manejo del fusil, 
'e la ametralladora, del cañón. Y, sin embargo, son muchos los hombres que 
ntran en la batalla de la vida ignorando en absoluto el manejo de las armas, 
'sicas o mentales, que han de conducirlos a la victoria, 
Nadie se asombraría de que un ejército que entrara en la lucha sin saber 
1anejar sus medios de combate, resultase derrotado. Y, sin embargo, hay mu- 
hos que se sorprenden cuando saben que tal o cual señor ha fracasado, sin 
ue pudiera ser de otra manera, dado el desconocimiento que tenía de sus po- 
cias ofensivas y defensivas. 
Siempre que puedas eliminar a un adversario en la lucha, elimínalo. No te 
17es en sentimentalismos enfermizos. Ten la completa seguridad de que si tus 
dversarios pudiesen, serías eliminado inmediatamente. 
Y si se presenta oportunidad, obra sin vacilar, como ellos obrarían en tu 
gar, Esto parecerá a muchos mal. Pero no les haga caso. Esos a quienes tal 
284 parece un pecado, piensan así Únicamente porque comprenden que si to- 
os obrasen sin contemplaciones, serían a su vez eliminados; porque compren- 
en su inutilidad, su impotencia y tratan de disimularia. 
STEPHENSON, 
— TE 
Id PE
	        
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