Full text: 28.1938,9.Mrz.=Nr. 1416 (1938141600)

9 de Marzo de 1938 
El cine és un monstruo moderno ! 
(Continuación de la página 26) 
1 
de cosas que me enseñaron a vivir, 
Trabajé de corredor de máquinas de 
“oser, También estuve en un saladero 
lel Cerro, allá en Montevideo. Entré 
:0mo sereno y fuí ascendiendo hasta 
legar a ser secretario particular del 
lueño. Este me envió al Brasil como 
¡:dministrador de un saladero y de tres 
sstancias de su' propiedad, Dos años 
asé en el Brasil. De allí me vine a 
3uenos Aires, Aquí fuí empleado de 
"rigoríficos, como despachante de 
Aduana, y entré después en el Ferro- 
:arril Central Argentino, Trabajé en 
a sección Tráfico y fuí empleado de 
2 Gerencia. o 
—¿Y el teatro?... 
— Eso vino después, Es decir, como 
rofesional empecé más tarde, que co- 
no aficionado lo era ya desde mis 
dempos de estudiante, Seguí “varios 
:ursos en Montevideo, en la Escuela 
Experimental de Arte Dramático, crea- 
la por José Batlle y Ordóñez, y diri- 
ida por Jacinta Pezzana, Por cierto 
ue recuerdo que llegamos a ingresar 
loscientos, y cuando yo salí sólo éra- 
nos veinte alumnos. De esos veints 
ólo dos llegamos a ser actores de pro- 
esión: Domingo Sapelli y yo. Exacta- 
nente el uno por ciento de los ins- 
riptos... - 
”Casi tanto como las enseñanzas de 
“acinta Pezzana le debo a las de mi 
adre, que, desde que yo era un niño, 
ne inculcó la pasión del teatro. Mi 
xadre, que era escultor en madera, tu- 
7/0 siempre una gran afición al arte 
le la escena. El mismo se sentía un 
co actor y otro poco dramaturgo, y 
'uando tallaba sus figuras parecía qué 
stuviera dando formas a personajes 
iramáticos. Cada vez que pasaba por 
dontevideo una compañía de calidad, 
10 se escapaba sin que la viéramos 
(Continúa en la página 53) 
“— Pues las mías no-— expresa Ca- 
viglia. — No sea que luego pinchen 
demasiado... - 
"A todo esto. — - prosigue, — usted 
quería saber si mi alejamiento del tea- 
tro y mi incorporación al cine son per- 
manentes o transitorios. Eso es tan 
difícil de-saber como si la película que 
estamos haciendo tendrá o no éxito 
de público. En casi todas mis determi- 
naciones ha habido siempre un motivo 
superior que me obligó a tomar tal o 
cual actitud. Por mucho que nos .con- 
trolemos, siempre hay un factor fata- 
lista que decide nuestros actos. 
. — ¿Y cuál fué el factor que lo apar- 
tó del teatro? o 
— El teatro mismo, o, mejor dicho, 
el estado actual del teatro, que cierra 
las puertas a toda aspiración superior. 
— ¡El teatro se hunde!... — excla- 
ma el recién venido de Hollywood. 
mientras se frota las manos, subrayan- 
do su profecía con una expresión de 
regocijo. 
— Yo no diría tanto — replica Ca- 
viglia. — Pero sí que desde hace unos 
años parece ir barranca abajo. Y esto 
es inútil negarlo, pues lo estamos vien- 
do. ¿No ha otservado usted que ahora 
los estrenos teatrales ni siquiera inte- 
resan a la gente del ambiente? ¿Dón- 
de están aquellas noches de estreno 
que congregaban en la sala de un tea- 
tro a cuantos significaban algo en la 
vida artística de la ciudad? 
" — ¿Que dónde están?... En los ci- 
nes, en los cines — retruca el otro, — 
Y si no, vayan ustedes al estreno de 
cualquier película nacional. 
— ¿A qué atribuye usted el estado 
actual del teatro? — preguntamos a 
Caviglia. 
-— No sería fácil precisar responsa- 
dilidades — nos responde, — Pero si 
yo tuviera autoridad para hacer ese 
proceso, los empresarios no iban a sa- 
lir muy bien parados. En otros tiem- 
pos, todavía cuando yo me inicié en el 
teatro, cada uno ocupaba su lugar. El 
templo de Talía descansa sobre cuatro 
columnas, que pueden rotularse así, 
por orden jerárquico: el autor, el di- 
rector, el intérprete y el empresario, 
Cada cual, dentro de sus fuerzas, me- 
tía hombro para sostener el edificio 
común. Pero, poco a -poco, el empresa- 
rio fué absorbiendo las atribuciones de 
los otros tres, hasta llegar a conver- 
tirse en ese tipo de empresario-dicta- 
dor; que es el que impera hoy. El au- 
tor debe someterse a su omnímoda vo- 
luntad; el director, salvo contadísimas 
excepciones, no es más que un. testa- 
ferro suyo, y el actor, cuando no es a 
la vez empresa, resulta un simple affi- 
che sobre la boletería, y cuando es el 
empresario de sí mismo... también, * 
— Todo eso son: apariencias, -espe- 
jismos — rebate el 'de Hollywood. — 
El teatro se hunde porque está viejo. 
En el panorama de los espectáculos 
modernos, el teatro ocupa el mismo lu- 
gar que, en el mundo de la música, 
ocupa el clavicordio. ¿Quién piensa hoy 
en tocar el clavicordio, habiendo tan 
magníficos pianos? ¿Quién va a ocu- 
parse hoy de teatro habiendo tan for- 
midables películas? o 
— Su comparación no me convence 
mucho — replica Caviglia. — Admi- 
tiendo que el teatro sea como un viejo 
clavicordio, no debe olvidarse que el 
arte musical no reside en el instru- 
mento mismo, sino en las manos que 
lo tocan. Y este es el mayor mal del 
teatro de hoy: que lo manejan manos 
no siempre virtuosas, en el sentido éti- 
“0 y estético de la palabra. :. - 
El. hombre de Hollvwood intenta 
aducir algo en contra, naturalmente, 
de las frases anteriores de Caviglia. 
Zero en el mismo momento, por fortu- 
1a, cruza frente a nosotros la esbelta 
ilueta de Mecha Ortiz, y nuestro es- 
»ontáneo contencor se acerca a la ac- 
riz; suponemos que a seguir polemi- 
ando con ella. Nosotros aprovechamos 
a coyuntura para biografiar a nues- 
ro reporteado de hoy. 
BREVE BIOGRAFIA DEL ACTOR 
-—— Yo nací en 1895, en la otra mar- 
reñ del Plata — nos declara Caviglia, 
idelantándose y aun excediéndose a 
westras preguntas, — Estudié hasta 
1 tercer año del Colegio Nacional. 
uando dejé de estudiar fuí una punta 
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