10 de Marzo de 1938
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CARTAS DE UN ARGENTINO QUE SE ENOJA -
Debemos prevenirnos contra las visitas de ciertos intelectuales
Señor Director:
Estamos ya casi acostumbrados a que los intelectuales extranjeros
Jue nos visitan, de regreso a sus países, se ocupen de la Argentina
2n forma despectiva o hiriente; pero no por eso deja de causarnos
desagrado cada vez que tenemos noticias de un hecho de esta na-
"uYaleza.
Si se tratara de observaciones inteligentes y justas, producto de
un análisis desapasionado y bien documentado, nadie tendría por
ué molestarse cuando se ocupan de nosotros, ya que sí bien consti-
mimos un pueblo suficientemente maduro que no necesita ni vive
de los consejos o impresiones del prójimo, sería insensato pretender
que nuestras costumbres y nuestras cosas resulten del agrado de to-
do el mundo. Pero es el caso, mi estimado señor Director, que la. ma-
oría de los intelectuales, buenos y malos, que se han ocupado de la
Argentina, lo han hecho, por singular coincidencia, en forma hiriente
o agraviante, lo que constituye por cierto una extraña manera de
wgradecer la hospitalidad. No los detuvo ni la temeridad del juicio ni
a mentira maligna y perversa, y es así que cumplieron sus campañas
le descrédito con tanta inconsciencia como mala fe: pero su eco, fe-
“izmente, no pasó de los límites de la enfermiza mentalidad de los
1utores.
La experiencia en este sentido, mi estimado señor Director, es
tolorosa para nosotros, no porque la opinión de estos inconscientes
nueda. modificar el juicio que la gente sensata se ha formado de
nuestro país, sino porque parecería que todo esto obedeciera a una
mezquina campaña de descrédito contra la Argentina. Paul Morand,
Drieu La Rochelle, Henri Michauz, Jacinto Benavente, Georges Du-
hamel y otros más que gozaron de nuestra generosa hospitalidad y
supieron y saben del color de nuestro dinero, sólo tuvieron frases
hirientes o despectivas y opiniones malevolentes cuando se acor-
daron de la Argentina. —.
Se
ERECTA EES
— La yerra criolla |
(Continuación de la página 14)
El -fogonero, con una horquilla de
Jasto, comienza a sacar de las brasas
os churrascos, asado de entrañas —
raga pasto, — corazón, tripa gorda,
ongorí, riñones, chinchulines, y po-
1iéndolos sobre cl rescoldo de los huesos
7 dirigiendo la mirada para el lado de
os peones, les dice:
— ¡Atráquense! ¿Qué hacen? ¿O se
an a pasar todo el día venaus? Al!-
auercen y a trabajar, que ya el sol
stá alto,
Siempre el negro Machado con un
licharacho a flor de labios: «
— Pero veee... Si había sido don
volo viejo el jogonero... ¿Cómo te va,
ara-guay? Pero hombre encarnisau
va vivir, ¿no? Porque vos sos viejo
in cuento, sos de los que no se sanco-
han con una carrada de leña.
Habla el paraguayo Lolo, con ese
antito característico:
— Pero, ¡no, hombre! Yo no-soy tan
iejo como usau. Yo era criatura chi
a cuando la guerra del Paraguay, jui
tompa de línea, tanto estar alerta con
a garabina lista, ispiando cualquier
orpresa, me cansé y diserté, y me vi-
:e pa estos pagos. Tanto sufrir dende
hico tenía la cara como cuajo. Di áhi
s que ustedes los muchachos coligen
e que soy tan viejo.
— Tata era puestero en la estancia
La Esperanza”, de los Ferreres, en el
uadro de los jálamos, y vos solías sa-
arme por delante di a caballo a jun-
ar gievos de patos y gallaretas en los
añadones. Yo era mamón entuavía, y
os jeras hombre grande, de colmillos
ruzados como chancko. Yo áhura es-
oy viejo, y vos te manteriés medio do-
lau, pero juerte como un tala, -
Le hicieron rueda a los churrascos,
tos de haber pasado junto a mí sin sa-
'udarme.
— Atráquense, tomen mate” y chu-
Tasqueen, mientras se seca un poco
l rocío y llegan los convidados,
Empezó el comentario-en rueda de
ogón: lindas vacas, “bien mestizas”,
«tien estao pa cría. Lindos pelos, casi
sodas coloradas requemadas y unos
'erneros grandes y gordos como ran-
'hos.
Las vacas, intranquilas, se revol-
ían balando y buscando sus crías,
»erdidas en la confusión de la reco-
sida. Ya empezaba a sosegarse el ro-
leo y soltaba. de sus lomos la hacien-
la fatigada como un humo que pare-
1a una cerrazón.
El puestero que cuida esa hacienda
-e allega de a pie, con el cabello de ti-
0. Es don Agapito: Alvarez, hombre
laco y musculoso, con. un cuerpo co-
no cimbra. Con el sombrero en la ma-
to, saluda a todos:
— Gien día, señores, Gien día, pá-
"ón.
— Buenas, Agapito. ¿Qué tal tus
“acas? Parece que mo les ha faltado
Jasto ni agua a tu hacienda.
— Están cuidadas como señoritas, y
ienen doscientos terneros, patrón, que
lasta el cielo claman. -
— Efectivamente; están gordas y
ndas, ..
— Y mire, patrón — dice Agapito,
- si no hubiera sido por “lastosa”
starían todo- parejos como pa pla-
1arlos.
A —— re
El último en ocuparse de nosotros es el poeta belga Henri Michaux,
me fué delegado al Congreso de los Pen Clubs realizado en la capi-
al federal. Acaba de publicar un trabajo titulado “Un pueblo y un
tombre”, y al referirse a nuestro país no escatima toda suerte de
improperios y mentiras. Ni el río de la Plata se salva de su ponzo-
losa imaginación, pues, según él, es un “río venido del extranjero
que exhala una humedad de lavadero y un aire irrespirable”. En la
Argentina, según este curioso ensayista, “nunca existió civilización
alguna: ni hace tres mil ni hace trescientos años, ni ayer ni hoy”
vonstituimos “un país poco poblado. Cuarenta y ocho cabezas por
cilómetro cuadrado, de las cuales veintiuna de vacas, tres de car-
veros, trece de caballos y once pertenecientes a hombres o mujeres.”
uando quiere ser generoso, dice que nuestros carneros tienen be-
leza de catálogo y bellos rostros, pero que “por lo demás los produ-
en por igual que este país todos los de la América del Sur”. Como
rulminación de toda una serie de inexactitudes e insultos termina
0 llamarnos “lombrices muertas” y “canastos agujereados siem-
we por llenarse”, Estas son, señor Director, unas de las muchas
"apresiones usadas por este insignificante personaje, pero bastan
ara definir la opinión de un miserable.
Es evidente, señor Director, que ha llegado el momento de que
.doptemos la actitud que corresponde frente a estos agravios, que
10 merece la tradicional generosidad de nuestro pueblo. Ya que el
obterno, por intermedio de sus representantes diplomáticos en el
:ztranjero, no toma las medidas enérgicas que reclama esta siste-
mática campaña de desprestigio para la Argentina, debe ser el
meblo mismo quien debe velar por que se le cierre las puertas del
vas, que con una mano recibe nuestro dinero y con la otra nos apu-
ialea. La experiencia aconseja que debemos ser menos generosos y
nás prevenidos.
ARGENTINO D. VERAS.
seones y vecinos, entre risadas y di-
harachos. Y pronto dieron cuenta de
odas las achuras, no dejando más que
21 cumplido. ,
—¡La pucha, con los forasteros!
Han dejado como si hubiera pasade
la langosta! ..
Limpian sus cuchillos en las botas;
algunos comienzan a sacarle punta a
n palito para escarbarse los dientes,
7 con Un pedazo de arpillera, que pasa
le mano en mano a modo de servilleta,
:e limpian la boca.
— ¡Gúeno! ¡Ahura sí! Chimango que
e enllena, gtela. Ahura sí echen ter
aeros a la playa.
Sale cada uno para el lado de st
-ecado a buscar sus lazos, a cual más
indo "y .bien trenzado. Empieza ca-
la uno a ponderar el suyo, Hay tren.
¡ados de ocho tientos, de seis; hay tor-
ridos de, dos y hay chilenos torcidos
de uno,
— Es un lujo, amigo, ver lindas so-
zas, Esta mía me la trujo mi patrón
riejo de Salta; es medio tioco, pero
juerte... Esta es de Tapalgué,
vor don Martín Lomes, que'jés el rai
le los trensadores; ya va pa sais años
que no se le ha corrido ni un tiento.
Comienzan a desenrollar y armar
us lazos, lisos y tersos que parecen
víboras en sus contorsiones; en fin, en
| depositan toda su confianza y, por
>onsiguiente, es todo su orgullo, como
jue enlazan un vacuno bravo y dejan-
lo rienda arriba a su caballo, sólo se
ajan a degollarlo.
Van llegando todos los convidados y
recinos: Ya estaba el palenque reple-
0 de pingos, y sentados sobre sus re-
ados en el suelo, se cambian sus ro-
as domingueras por ropa de trabajo,
Botas fuertes por alpargatas, y al
gunos se ceñían a la cintura los sule-
ros, ya sena de sobrepuestos de car-
pinchos o, simplemente, unos cueritos
de borregos que todo buen criollo tiene
en su recado debajo de la ensimara.
Y el trabajo empieza entre los mu-
gidos de las vacas y el fresco olor de
la mañana.
Líbre== *: los
, O
No los tolere
. Aplíquese al acostarse la POMADA
MAGICA DE HANSON y al levantarse
sumérjase el pie en agua caliente; El
callo saldrá de raíz y sin dolor. Los
parches alivian el dolor pero no supri-
men el mal.
ADS
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E NE
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