E
S1UNDO ARGENTINO
El joven plloto norteamericano que luchó en España con
las fuerzas gubernistas, al ser apresado por las tropas del ge-
neral Franco fué condenado a la pena máxima. Una carta
conmovedora de la esposa de Dahl movió al generalísimo
nacionalista a perdonarle la vida. En este artículo continúa
el relato de sus experiencias como piloto mercenario en la
guerra civil.
Por HARRY DABL
77 avión en
ue realizó
nuchos de
48: vuelos el
:viador nor-
reamericano
28 saludado
>on los puños
?n alto por
los, milicia-
nos, después
de haber
efectuado un
raid, -
¡CONDENADO ¡A MUERTE
II
ESDE Cartagena fuí llevado
hasta la Escuela de Aviación
en los Alcáceres sobre caminos
, abominables. Bastante maltre-
ho, llegué por fin a destino, y tuve la
alegría de encontrarme allí con mu-
hos róstros que ya conocía. Mi sorpre-
sa fué grande porque no había espera-
lo encontrar a ninguno de mis amigos
:n aquella tierra de España deshecha
por la guerra. El primero en saludar-
me fué Carlitos X... (no puedo dar
su apellido porque sé que todavía está
rolando en las filas de los gubernis-
as). Luego el coronel Y..., que tam-
bién había conocido, como el anterior,
an Méjico. En aquel entonces no me
habían dejado sospechar siquiera que
ambién se iban a España, a pesar de
que yo había tomado con ellos unas
uantas copas hacía apenas unas se-
nanas. También agregados a la Escue-
a de Aviación encontré a. cuatro ex
pilotos militares de los Estados Uni-
dos muchachos éstos aque hahían sidr
Edithe Dahl, la
2sposa del avla-
jor norteameri-
cano, no descansó
rasta conseguir el
indulto del gene
al Franco pa-
ra su marido
rondenado u
muerte
>
Doña Carmen Polo
le Franco, la es-
posa del general
español, tam-
bién se apiadó de
la triste, situación
lo Editho Dahl
Harry Dahl, el .conde-
nado a muerte y autor
de esta serie de artícu-
'08, narra en éste nue-
»os episodios de su cam-
vaña en la aviación gu=
bhernista.
ompañeros míos durante los años. que
erví en las filas del ejército de mi
1aís. Es de imaginar cuán contento
ne sentí de hallarlos en ese país extra-
lo, y aquella noche, escanciando nume-
osas botellas de búen vino español, me
tieron a conocer cómo se hacía la gue-
Ta en ese país. Me indicaron cuáles
:ran las cosas que debía esperar que
ne ocurriesen y las diversas maneras
le evitar algunas misiones que las au-
oridades españolas siempre reserva-
zan para los “americanos”. A la ma-
iana siguiente, a las 7, tuvimos que
star listos con. nuestros” paracaídas
solocados para hacer las patrullas.
Frente a los hangares me encontré con
ma colección de aviones, el más .ex-
raño surtido de máquinas que jamás
1e visto. Todas las marcas europeas
varecían estar representadas allí. El
primer avión que me entregaron era
an Caudron francés, de un modelo que
me. era completamente desconocido. To-
do parecía manejarse al 'revés; pero
no tardé en ponerme práctico, de modo
que me divertí muchísimo, como si
fuera un niño con un juguete nuevo.
Mientras hite un vuelo de ensayo, el
comandante y los oficiales de la base
iérea me observaron detenidamente
desde tierra, y debo haberles impresio-
ado favorablemente, porque en cuan-
0 aterricé me quitaron el Caudron pa-
ra entregarme en seguida un Miles
Hawk casi nuevo, enviándome con una
ascuadrilla de caza para ver cómo ma-
nejaba el aparato en el aire. A mi
ruelta me felicitaron y me dieron la
:ategoría número uno entre los vilo-
cos. de aquella base. ,
Yo empezaba a divertirme enorme-
mente. Me sentía muy feliz de haber
ido a España, y si hubiera podido te-
ner a Edithe a mi lado, hubiera sido
el hombre más feliz de la tierra. Arri-
ba, el aire me sabía a gloria, y me lo
pasaba cantando como Uno hace en el
baño. Solo, allí en el cielo, con el ron-
car de la máquina, y allá abajo un
panorama de belleza y tranquilidad.
Era imposible imaginar que se volaba
»or encima de una guerra cruenta:
” Durante los días siguientes hice vue-
os rutinarios para aprender el mane.
io de varios aviones y su equipo da
(Continúa en la párcina a”