23 de Marzo de 1988
NL gran velero “Grosvenor”, de
800: toneladas, perteneciente “a
la Compañía de las Indias
Orientales, con sede en. Lon-
dres, zarpó del puerto de Trincomale,
Ceilán, el 13 de junio de 1782, rumbo
3 Inglaterra por el Cabo de Buena Es-
veranza: 7
Conducía veinte pasajeros, varias fa-
milias :que regresaban a Evropa con
Atravesaban rios y
elvas lentamente,
penosamente. Los ni-
ños lloraban de can-
sancio y de miedo
Las mujeres oculta-
an heroicamente su
fatiga y su temor er
a marcha larga 1
lolorosa,
sus servidores indígenas, y una tripu-
tación de sesenta blancos y unos quin-
ce hindúes. Su cargamento, compues-
¿o- por piedras y maderas preciosas:
oro, plata y . marfil, estaba avaluado
en dos millones de libras esterlinas.
Al aproximarse a las costas de Afri-
ca, comenzó el mal tiempo. Pero, a pe-
sar de los violentos temporales, su co-
mandante, el capitán Caxon, tin mari-
no veterano de los mares de Oriente,
aseguró a los pasajeros que, dadas las
condiciones marineras de la nave, no
se corría peligro alguno. — a
En la noche del 3 de agosto, el mis-
mo capitán les informó durante la ce-
1a que el navío se hallaba a unas cien
eguas marinas de la costa. Pero el
zeterano hombre de mar estaba en un
error. La fuerza de los temporales,
as grandes corrientes y otros motivos
1abían impedido realizar observacio-
nes exactas durante dos días, y el
*Grosvenor” se encontraba más cerca
de la costa africana de lo que creía
su capitán.
Tn la mañana del dominen 4 da aons
TRAGEDIAS HISTORICAS DEL MAR: II.
7. TA
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MEbl ==
Por el Capitán M-*"-
-
colarenz
perecido con los botes, todos a bordo
se salvaron.
Se salvaron de morir ahogados para
:sperar una suerte peor aún, como se
"erá en el curso de esta histórica y ve-
rídica narración.
En aquellos tiempos, fines del siglo
XVIII, la población blanca más próxi-
na ala costa de Laamba, donde ocu-
"rió el naufragio del “Grosvenor”, era
a colonia holandesa del Cabo de Bue-
1a Esperanza, y fué allí donde el ca-
itán Caxon, que no lo ignoraba, se
opuso conducir por tierra a los so-
revivientes, entre los cuales, como se
1a dicho al principio de este relato, se
encontraban varias mujeres y niños.
El capitán Caxon, aunque: no pudo
*alcular con exactitud la distancia,
ensó que la travesía a través de la
'egión costera de Africa duraría unas
-0s semanas, .
Si el viejo marino hubiera tenido en
anta la maturaleza da lns Trecionas
0, en pleno furioso temporal, el buque
ra arrojado por el viento y el oleaje
obre la costa de Laamba, una ribera
alvaje y desolada, erizada de peñas-
os, azotada durante siglos por el océa-
2 Indico.
El “Grovesnor” estaba perdido. El ca-
1tán ordenó bajar los botes salvavi-
las, pero el oleaje furioso destrozó
¡ mitad de ellos contra los peñascos.
0s infortunados pasajeros, amonto-
ados en la popa, rezaban y lloraban,
diendo a Dios un milagro. .
Y el milagrg se produjo. Una enor-
1e ola tomó al buque de flanco y lo
rrojó a la playa como un corcho, Ex-
antuandoa los marineros aue hahían
que iban a atravesar, los hondos y trai-
ioneros ríos, los peligros, las fieras,
as tribus hostiles, Hubiera decidido
levar su gente por agua, construyendo
valsas y embarcaciones con los restos
del naufragio, .
Pero no lo pensó. Y éste fué el mo-
ivo de la tragedia.
En cuanto los náufragos del “Gros-
senor” pisaron la tierra de Africa, nu-
»es de negros desnudos acudieron, ar-
nados de arcos y flechas. Pero, para
ranquilidad de los pobres náufragos,
10 demostraron hostilidad alguna ha-
ia los blancos arrojados por el mar.
Fodo lo contrario: les dieron peces y
rutas, y luego se entregaron a Treco-
zer los objetos y piezas del naufragio
2 la playa.
Entre los víveres que pudieron ser
salvados había tres cerdos, varias ga-
linas, una bolsa de jamones salados,
1na bolsa de harina y un barrilito de
'on, flacas provisiones, en verdad, pa-
'a una caravana de ciento treinta y
sinco personas que se aprestaban a un
viaje de centenares de leguas a través
le la tierra africana,
Dos días después del naufragio, el
sapitán Caxon dispuso que la caravana
se pusiera en marcha hacia el Sur. Los
negros la siguieron por espacio de va-
rias leguas, despojando a los tristes
viajeros de sus relojes, botones y pa-
Aelos y arrojándoles piedras antes de
desaparecer,
Luego de recorrer unas cuarenta le-
guas por territorios boscosos y solita-
ries, los náufragos vieron aparecer
una banda de negros, cafres de rostros
horribles pintados de rojo, con cabe-
lieras como hormigueros.
Al frente de estos negros, que no se
mostraron hostiles ni mucho menos,
estaba un mestizo, hijo de holandés y
de negra, que dijo llamarse Trout y
hablaba holandés y un poco de inglés.
Los náufragos, contentos ¡por ha-
ber encontrado en las soledades de
Africa alguien que tuviera uñas go-
Las de sangre blanca, le ofrecieron una
fuerte suma para que los condujera al
Cabo, pero el mestizo les informó que
le era imposible hacerlo, porque en la
colonia holandesa del Cabo él estaba
condenado a muerte por ladrón y ase-
sino, Por eso estaba con los cafres...
Cada vez más deprimidos, los desdi-
chados siguieron adelante.
Atravesaban ríos y selvas leptamen-
te, penosamente, Los niños lloraban de
cansancio y de miedo. Las mujeres
ocultaban heroicamente su fatiga y su
temor en la marcha larga y dolorosa.
Marchaban durante el día, bajo los so-
es quemantes, y acampaban de noche,
yendo rondar a las fieras en las som-
oras, alrededor de los fuegos protec-
:ores.
Terminados los víveres traídos de a
ordo, alimentábanse con frutas de sa-
or amargo y con la carne de cerdos
y venados salvajes que los hombres lo-
rraban cazar.
Como la marcha se hacía cada vez
nás lenta, por el cansancio y la de-
dilidad de las mujeres y niños, un gru-
po de cuarenta hombres, todos mari-
1eros, resolvió adelantarse solo, al
nando de un marinero llamado John
Iynes. Los demás, pasajeros, sirvien-
es y oficiales, continuaron viaje de-
:rás de ellos. .
Así se separaron para no volverse
2 encontrar más,
Jamás se volvió a tener noticias de
aquéllos. Por espacio de años se ig-
aoró cuál había sido su triste suerte,
nunque alguna vez que otra llegaron
sumores y leyendas a las colonias ho-
landesas del Sur de Africa,
Áun a principios del siglo actual,
nás de cién años después, entre los nc-
rras de las tribus que habitan la:
“Onntinúa en la nácina 551