Full text: 28.1938,6.Apr.=Nr. 1420 (1938142000)

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ROSPERO Morales era un raro 
bp ejemplar de filósofo vagabun- 
do que había nacido en Méjico 
y viajado por todo el mundo. 
Poco sabía yo de su presente y nada 
le su pasado, pero su trato me resulta- 
va agradable. Era hombre todavía jo- 
ven y dado a adoptar actitudes contem- 
oativas; pero, no obstante, solía na- 
rrar hechos interesantes, haciendo alar- 
le de una gran facilidad de palabra. 
Era preguntón. Tenía esa virtud y 
2se defecto. Preguntaba cualquier cosa, 
aunque luego él mismo se encargara 
de dar respuesta a lo que preguntaba. 
Una tarde, sin que el tema viniera al 
caso, me dijo sorpresivamente: 
— ¿Qué opina usted de las derrotas 
morales? —. - o 
No contesté. a su pregunta, porque 
no sabía qué contestar, y él agrego: 
- — Es un asunto interesante y digno 
de ser estudiado. Si yo fuera escritor, 
lo que desgraciadamente no “ocurre, 
construiría una gran obra para des- 
arrollar este tema. Por eso me lamento 
de no poder “escribir tan fácilmente 
zomo hablo, * “ 
“ Próspero hizo una pausa, cual si no 
se. atreviera a expresar lo que deseaba, 
y luego continuó, résolviéndose: 
-— Usted podría escribir algo sobre 
lo que voy a referirle, Y aun cuando 
después de escucharme no desee hacer- 
lo, no perderá su tiempo. Se trata de 
un hecho del que yo mismo fuí rprota- 
“Nadie reparó en-el c 
dallo muerto; tampoco . 
ni, que estaba vivo y ápr: 
¡ado por aquél. Los escu” 
Jrones continuaron -avan 
zando en turiosa carrera 
Y - - EUA, - E mt ados - - . sa 
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Episodio de las guerrillas mejicanas 
Por JORGE NEWTON 
»s peligros y la falta de alimento nos 
zualaban a todos. —, . 
”"Ofrecíamos el espectáculo calami- 
Jso de un lamentable conjunto de hom- 
res y bestias, transitando sin espe- 
anzas. Todos sufríamos mucho, pero 
as bestias habrían de ser menos infe- 
ices que nosotros: no pensaban, Me- 
08 mal. para ellas, cuyo estado inspi- 
aba lástima: unas rengas, otras man- 
as, todas con grandes mataduras en el 
mo. 
”Pertenecíamos al arma dé caballe- 
ía, pero siempre teníamos que andar 
y pie. Los animales se caían de can- 
ancio y sus esqueletos asomaban a flor 
le cuero. Parecían arpas con las ruer- 
uencia: toma determinaciones sin me- 
litarlas, se equivoca y luego no sabe 
xplicárselas. Yo ingresé en la revolu- 
6n sin pensarlo; por eso me equivo- 
ué en forma tan lamentable. 
— ¿Qué hacía usted antes de con- 
ertirse en guerrillero? — volví a pre- 
runtar, agregando, para no desorien: 
arlo: — Le pregunto esto porque, en 
MUNDO ARGENTING 
contento. El ser humano, sin embargo, 
suele llevar en el espíritu y la sangre 
2 ese especulador. de distancias que 
aman el aventurero, Yo debí llevarlo; 
de otro modo es imposible encontrar 
2xplicación a ló que hice. Un día: me 
*onvencieron de .que Ja juventud debía 
ampuñar las armas para construir un 
Méjico nuevo, lanzándome a la pelea sin 
vensarlo: Y: así anduve; hasta que el 
:orrer del tiempo fué enfrentándome 
2 la realidad: los: presuntos construc- 
“ores del Méjico nuevo no hacíamos 
tra cosa que desbaratar el existente. 
Próspero hablaba con tristeza. El 
10mbre habla siempre así cuando el 
arrepentimiento lo enfrenta con sus 
:rrores, , 
Cada palabra mía - parecía desper- 
ar una nueva agravante a sus culpas, 
y me inspiró compasión. No quise ha- 
serle. nuevas preguntas. Resolví dejar- 
lo en libertad para que confesara lo 
que creyera conveniente y ocultara lo 
restante, . a a . 
El siguió relatando: . * :.. . 
— Nos creíamos personas -idealistas 
y honorables, pero sólo integrábamos 
una banda de acuchilladores, sin respeto 
3 la ley ni apego ala moral. Además, 
éramos absolutistas y hablábamos - de 
derechos comunes. Cada guerrillero: se 
consideraba un hombre importante; yo, 
como cualquiera de ellos. ¿Se da usted 
cuenta? ¿Qué era yo para creerme un 
hombre importante? Era poco .más que 
nada: el soldado N: N., del pelotón A, 
sección B, escuadrón C,.del regimiento 
Hidalgo, perteneciente al tercer cuerpo 
de. ejército, que en realidad no pasaba 
de: ser una horda: -. * > .. 
Naturalmente, en aquel tiempo -me 
negabá a aceptar una realidad tan 
amarga. ¿Acaso se resigna alguna vez 
el- hombre a-vivir.sin-personalidad.y..a 
saber fracasados-sus intentos? El hom 
r 
zonista cuando formaba parte de las 
ruerrillas mejicanas. 
Prometí escribir sobre el episodio, si 
me interesaba, y Próspero inició el re- 
lato con estas palabras: 
— Era aquél un tiempo muy malo. 
No hacíamos más que matarnos entre 
nosotros mismos. La revolución estaba 
en su apogeo. Yo, que me había enro- 
lado voluntariamente en uno de los 
bandos, pertenecía a una tropa mili- 
tar que andaba en campaña. Todos éra- 
mos y viviamos como tropa en aquella 
irregular caravana: los generales, je- 
"es, oficiales y soldados. Posiblemente 
ambién los animales, pues la fatiga, 
*irtas ocasiones, las determinaciones 
las flojas. Otras veces, aunque la ca- que adoptamos para el futuro resultan 
allada estuviera en mejores condicio. de la forma en que vivimos el presente. 
1es, también teníamos que marchar a Próspero .meditó. Lo hacía siempre 
ie. La energía animal se reservaba .ntes de resolverse, como si de ese mo- 
ara los combates, lo tratara de evitar consecuencias so- 
"La madrugada a que voy a referir- »rtadas antes a raíz de procederes 
ne, cuando nos detuvimos después de rreflexivos o violentos. Después dijo: 
alvar una alta cadena de montañas, — Antes vivía en. un pueblo de la 
stábamos rendidos, Habíamos camina- ierra, rodeado de seres que me eran 
lo toda la noche sin tomar un minuto nuy queridos: mi madre, una anciana 
'e descanso.” nferma y buena; mi esposa, una joven 
— ¿Y por qué había. entrado usted inda y hacendosa; mi hijita, una cria- 
n la revolución? — interrumpí. ura que recién caminaba; agitando los 
Próspero se sorprendió El hombre racitos cual si fueran alas. Parecía 
e sorprende de las cosas más natura- in ángel. Los niños siempre lo pare- 
25 y ante las preguntas más lógicas. en. Yo les hacía mucha falta a las 
— Ni yo mismo lo sé — dijo tras una res. Calcule: era el único hombre de la 
ausa. — Eso le ocurre a uno con fre- asa. No quiero negárselo; vivía muy 
Too Tp ro "y IX E 
re jamás renuncia a ello. Por eso lu- 
ha: primero para nacer; luego para 
rivir; finalmente, tratando de evitar 
jue lo anule la muerte. 
"Pero muchísimas veces el hombre 
acha guiado por. una fuerza subcons- 
dente, sin que él mismo pueda decirse 
or qué y para qué lo hace. A mí me 
vasaba eso. Había pasado -de la paz a 
2 guerra casi sin saberlo, y para per- 
-erlo todo, porque en la paz tenía un 
1ogar del que era jefe, mientras que la 
suerra me había convertido en un ente 
:in personalidad: el soldado raso. - 
Ahora hablemos del día a que quie- 
'0 referirme, Estábamos al borde de 
1n nuevo combate. Nosotros sumába- 
nos cinco mil hombres, fatigados al 
gual que las bestias. El enemigo tenía 
nenor cantidad de hombres, pero me- 
?res caballos. Serviría. de escenario a 
1 lucha un valle bordeado de altas sie- 
“Continúa en la página siguiente
	        
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