Full text: 28.1938,6.Apr.=Nr. 1420 (1938142000)

5 de Abril de 193 
5 
Cuento por —. 
DIEGO ARAGON - 
OS pocos comensales que al- 
morzaban en el obscuro come- 
dor del Hotel Praga dejaron 
de investigar el contenido de 
as salsas oleaginosas para mirar con 
odos los ojos de que disponían al par 
le hombres que acababa' de entrar en 
:) salón. El cajero de Fernández y 
Fernández atacó con un codo a su com- 
vañero de mesa, y dijo con la voz tré- 
mula de asombro: - 
— ¡Es él! ¡“Ruddy” Larguía en per- 
sona! ¡Qué pinta de millonario! Ese 
:raje debe costarle doscientos pesos. Le 
hago una apuesta. -: 
— ¿Qué estará haciendo aquí én es- 
te vejestorio de hotel? — respondió el 
otro. — Estoy seguro que en el “Cen- 
tral” le darán todo gratis nada más 
que por la propaganda. ¡El rey del 
jazz! Me dicen que en Buenos : Aires 
-iene que andar con escolta para que 
10 lo asalten las mujeres. ¡Tipo suer- 
tudo! 
-— Lo que es aquí — interrumpió el 
sajero, malhumurado, — todos lo cono- 
sen demasiado para eso. ¡“Ruddy” 
Larguía! ¡Qué me dice! Nadie ignora 
que se llama Rudecindo, el “loco” Ru- 
decindo, que el padre tuvo que echar 
de la casa porque se la pasaba rom- 
piendo pianos. - 
..La voz del cajero “era cascada y 
agria, porque recordaba que en un 
tiempo había pronosticado que Mude- 
sindo iría a parar a la cárcel por va- 
go e inútil. Su compañero no compar- 
tía esa amargura y, por el contrario, 
la proximidad de un personaje tan 
renombrado, cuyos fantásticos contra- 
tos con las broadcanstings cran ma- 
teria de más de una novela, le pro- 
ducía una satisfacción enorme. Pero 
el hecho de que estuviera un astro 
de tal magnitud en el desvencijado 
Hotel Praga, cuando existía en' esa 
sapital de provincia un flamante ho- 
tel a todo” lujo, no dejaba de pare- 
cerle anormal. _ —- 
— Debe estar en algún negocio tur- 
bio para esconderse aquí con don Li- 
borio — afirmó para demostrar su 
perspicacia el cajero. 
El otro lo aplastó con una mirada. 
— ¿Negocios turbios con don. Libo- 
rio? No me haga reír. Don Liborio 
jamás hizo un negocio en toda su vi- 
da, ni turbio ni claro. Lo único que 
ha hecho es tramitar las testamente- 
rías de los amigos. . 
Mientras comentaban de esta suer- 
te aquellos dos parroquianos del Ho- 
tel Praga, “Ruddy” Larguía y el doc- 
tor Liborio Paredes tomaron asiento 
en una mesa sobre la cual - volaban 
apaciblemente algunas moscas. Al es- 
pantarlas con la miano, Paredes se 
sreyó en la obligación de dar una ex- 
plicación. o 
— Te traje aquí,. Rudecindo,. para 
1ablar de este. asunto de las. deudas 
de tu padre, que acabas de. pagar, 
vorque no me he acostumbrado a esa 
asa - nueva donde 'se metió el “Cen- 
'ral”. Demasiada brillosa tada. « e» 
ne ocurre que te sácari en la calidad 
vel aceite lo que te ponen en lujos. 
“Ruddy”. mostró todos sus dientes en 
.quella - simpática sonrisa que: había 
ido buena parte de su triunfo en los 
alones. de la: capital.” e 
— Siempre fuiste de la vieja escue- 
a, don Liborio — exclamó. — .Confie- 
a que vienes aquí porque toda la vida 
o has hecho. ACE 
--— Sí — admitió el .viejo. abogado. 
— Yo era muy amigo de Fuensalva. 
7 cuando -él falleció, que en paz des. 
anse, fuí su albaceas y tuve que ver 
jue Clarita, su, hija, no perdiera el 
1otel con tantos usureros que andan 
Tr ahí. Pero las cosas no le van muy 
tien. ¡Pobrecita! , 
— ¡Ah! -¿Y. cómo quiere que le va. 
an en un.-local como éste? Esto sí 
ue. tiene olor a muerto. . ..-. o 
Paredes abrió los ojos indignado, 
-— ¿Olor . a qué? No te olvides que 
:1 este lugar es donde mejor se come 
n toda la rindas 
— ¡Allí van! Míirala a. esa Cilari- 
ta. ¡Quién la ha visto y quién la ve! 
— De acuerdo — admitió “Ruddy”, 
— Pero es un lugar tan trisfe, que 
mo sale indigestado. No me extraña 
que todos -vayan al “Central”. La 
uegría ayuda a la digestión. Ese es 
:) secreto. de.nuestro éxito. La música 
7. el baile vale tanto como un “uen 
'ocinero. o 
— No me hagas chistes, Rudecindo. 
— Es la pura verdad, don Liborio, 
.a gente hoy día necesita rodearse de 
in ambiente. alegre y optimista. 
.— Eso será en Buenos Aires, donde 
odo es frivolidad — interrumpió el 
ibogado. -— Lo que es aquí... . 
— Lo que es aquí, todo el mundo se 
a al Hotel Central, porque por lo me- 
108 hay luz y una sensación de nuevo. 
No te parece bastante prueba? El 
ue viene aquí cree que entra en un 
alnrian 
Con un dedo en los labios, Paredes 
ontuvo el resto de la frase. 
— Allí viene Clarita — murmuró 
por lo bajo. 
“Ruddy” se volvió para ver la ni- 
ñita que había heredado cl hotel del 
vieja Fuensalva y se le cortó el alien- 
to. Vió ante sí una hermosa joven, 
que no se hubiera imaginado en cese 
lugar. Había en su rostro un candor 
y una delicadeza tan aparente, que el 
“rey del jazz”, acostumbrado ya a las 
bellezas demasiado profesionales que 
frecuentan los estudios de la capital, 
sintió que tenía allí, al alcance de la 
mano, la mujer soñada, que es distinta 
a todas las demás. 
Clarita se acercó al abogado salu- 
lándolo afectuosamente, Este se puso 
de pie y el joven le siguió el ejemplo. 
— ¿Te acuerdas del “loco” Rudecin. 
do? Pues ahí lo tienes, Clarita, con- 
vertido ey un galán de cine — dijo 
a modo de presentación. 
“Ruddy” estrechó la mano de la jo- 
ven mirándole en los ojos pardos y 
dulces, un poco deslumbrado, como 
quien se halla ante una “aparición. 
— ¡Clarita! ¿Es posible que usted 
sea Clarita? Si yo me acuerdo apenas 
de una chiquilla fiaca con trenzas, 
,O es que tenía usted melena 
— Tenía melena — respondió ella con 
una sonrisa. — Pero ¿no es usted el 
“Ruddy” que escuchamos en la radio? 
—- ¡Claro que es “Ruddy”[ -— excla- 
mó el abogado. o 
— Entonces, debo considerarlo un 
¿ran hoñor que nos haya visitado — 
dijo la joven, riendo, — En este pue- 
blo ya es usted un hombre famoso. 
Todos cuentan anécdotas de cuando 
eran amigos de “Ruddy” Larguía, Has: 
ta la vieja lavandera de su casa ha 
puesto un letrero que dice: “La plan- 
chadora de “Ruddy”, Y le llueven los 
pedidos y la ropa. ¡Ya ve lo que hace 
la gloria! Dicen que se está llenando 
de oro. ¿Qué le parece?  _. - - 
— Me parece muy bien. Ojalá lo ha- 
gan todos — respondió el músico. 
Clarita, al escuchar estas palabras, 
se volvió pensativa, Una sombra de 
desaliento pasó por su rostro, e in- 
conscientemente dejó pasear la mira- 
da por el antiguo comedor con sus 
techos altos y sus rincones sombríos, 
— No todos tienen tanta suerte — 
dijo al fin. . . 
“Ruddy” comprendió la tragedia que 
abía en esa mirada. El remate judi- 
al que no tardaría en disolver la po- 
dre herencia que era ese hotel enve- 
,ecido y pasado de moda, donde sólo 
ban los parroquianos de otra época. 
movidos por las viejas costumbres, ” 
— Pero los dejo en manos del. “mai- 
tre”, El los va a tratar bien. Hasta 
uego, Liborio, Y encantada de haber 
conocido a un personaje tan célebre, 
señor Larguía, Porque lo que es an- 
“es, no lo conocíamos, ¿verdad? . — 
— Ya te vendremos a visitar formal. 
nente antes que se vaya Rudecinda 
— prometió Paredes. Y Clarita se ale 
.6, seguida por la mirada absorta de 
“Ruddy”, : 
Cuando se sentaron nuevamente los 
dos hombres, el abogado no pudo me: 
nos que notar la impresión que su 
"lienta y amiga le había producido al 
músico. 
— Está muy guapa, ¿eh? — dijo con 
'u provinciana bonhomía, — - 
Pero Larguía no lo escuchaba, Es- 
aba pensando con una velocidad verti- 
rinosa, y examinó rápidamente con la 
rista el inmenso salón con sus: ven- 
anas altas y los muros pintados al 
stilo de la pasada generación. - 
“Continúa en la mácina QT)
	        
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