(A-14 femeni;na
*
vr
No acusemos
Valdría la pena que un día, entre
ste tumulto confuso que es la vida, lo
erdieran para volverlo a recuperar
:uando lo valoraran... :
Valdría la pena que pusieran los ojos
n esas pobres madres que arrastran
u martirio con el hijo lisiado y defor-
ne..., para que valoraran la impor-
ancia del hijo sano y hermoso.
Valdría la pena que un día supieran
> que es la vida de las mujeres des-
oseídas, que van apenas alimentadas,
penas abrigadas bajo el modesto ta-
sado sin pieles... Para que supieran
o que valen los excesos de su guarda-
'opa, donde se elige cada día un ta-
ado diferente, más elegante y rico
ada uno.
Puede que saboreando todas estas
0sas comenzaran a valorar lo. que
oseen, y borraran de su boca el ges-
0 antipático del desagrado y del des-
'ontento.
( AIGASENOS la mano antes de
tirar la piedra sobre aquella mu-
jer que, a nuestro juicio, o al juicio de
otros, va por rumbos errados de la vi-
da, o tomó caminos tortuosos en vez
de tomar los derechos. Preguntemos
antes por qué cambió de ruta. Tal vez
no hubieron para ella amores, afectos
y defensas en el camino de la dignidad.
Tal vez le faltó la madre que la guia-
ra, el padre o el hermano que la de-
fendiera, Nadie sabe si detrás de sus
espaldas ampara desde su tortuosa vi-
da a un hijo inválido o a una madre
2nferma, o hambre que la honradez no
Juiso socorrer. ;
No hay excusa, se me dirá, para to-
mar el camino tortuoso; yo lo sé, es
más- cómodo y limpio el honrado... Só-
lo digo que las mujeres no arrojemos
la primera piedra, que tengamos res-
veto de la vida ajena y silencio pa-
:a las faltas que no son las nuestras.
Levantemos la 'palabra contra el vi-
2io, eso sí; que aquella que tiene pan
ruede por un traje de seda... es una
torpeza, es una locura que se paga de-
masiado cara, porque nada tiene sobre
la tierra un precio más alto que el pe-
cado: se paga cbn creces, se paga con
-a vida entera; nunca se termina de
Jagar... Deuda con usura demasiado
alta y desmedida, que es mejor no con-
traer, porque los días de la vida son
siembre nocos nara saldar.
Por DELFINA F.
DE AGOSTINELLI
inicos que conoció su corazón valien:
e y su conciencia admirable. ¡Pobre
naestra mía! Los años nos separaron;
a vida nos alejó totalmente; yo me
-uí por los caminos del mundo, y ella
e quedó en el pueblo, en la escuelita
sue tanto amaba,
Supe un día que en plena juventud
e vió forzada a apoyarse en un bas-
:ón, que se deslizaba ahora más suave.
nente aún que antes, cuando recorría
as clases enseñándonos a discernir, a
xensar.
Mis pobres y modestas cuartillas, a
+avés de los años, a ella le deben su
ficacia; son sus ahijadas: por eso
wy le ofrezco mi recuerdo.
Pueblo mío: para ti van también mi '
ecuerdo. Los lustros que pasaron no
1an logrado sepultarte en el olvido; es
ue te llevamos enroscado en el cora-
ón mis hermanos y yo; los recuerdos
le la niñez son los más recios, aunque
10 sean los mejores. ¿Te acuerdas, de
*imos, “de la capillita y la campaña, de
a escuela, del árbol aquél, de la lagu-
la desierta? ¡Porque para pobre, nin-
sún pueblo iguala al mío, ninguno!
Ojalá, pobre viejo, en esta tarde te
'egale el sol su raro rayo violeta que,
egún leyendas, es portador desde los
ielos de prosperidades y buena suer.-
el ¡Lo mereces por triste, por modes-
0, POr pobre v por Vicio!
Mi pueblo
VI pueblo es un viejo pueblo polvo.
-Y 4 riento y modesto.
Aún se levanta allí, carcomida por
a vida, la casona en que crecimos mis
1ermanos y yo, donde aprendimos a
lorar y a reír, y también a leer: A pro-
xósito de leer, bien merece la flor de
ni recuerdo, mi maestra; esta flor que
ro al espacio porque bien puede ser
jue en el amplio espacio, por el mila.
xro de las hondas cosas de la vida,
legue esta cuartilla a sus manos.
.Era frágil y rubia mi maestra, con
os ojos claros y las manos blancas
:0mo San Francisco de Asís, y como
al, se llamaba Francisca.
La dulce y armoniosa se deslizaba
10r las clases con sus pies casi ocultos
ajo los pliegues de su pollera; en
quel tiempo las polleras parecían ma-
ronas; no eran como las de ahora,
legeneradas en bailarinas... Esa po-
lera amplia y larga le daba a mi
naestra un aspecto de ángel tutelar,
le inclimaba sobre nuestros cuadernos
omo una horquídea sobre su tallo; es
jue vestía siempre un color de flor:
n celeste, o en rosa, o en blanco,
Nos enseñaba teniendo la frente en
1to, como señalándonos los caminos
'nrechos de la vida, aue fneron las
La descontenta
Y O veo con frecuencia mujeres ahi-
tas de todo. Con un marido caba.
ileresco, con hijas hermosas, con rango
social y con todo lo que la vanidad exi-
ge: trajes, pieles, joyas. .., y van con
el gesto descontento, ese gesto repul-
sivo que encierra envidias, mal humor,
2n fin, ausencia de sonrisa y de agrado,
Mujeres que no han caído en la cuen-
ta, de lo que poseen; que sólo anhelan
an poco más. Que están agriadas por
.e que les falta y no ven lo que les so-
ora. Ellas no saben lo que vale tener
para ellas ese hombre honrado que el
amor les regaló, y que la ley les con-
serva atado a ellas. suieto a los de.
eres
Fiebre de fieuración
ES una especie de fiebre la que su-
fren algunas mujeres por figurar;
ledican a esa tarea todas las horas del
lía. Abdican de orgullo, se infiltran
vr todas partes, haciendo un poco el
ridículo, al evidenciar el esfuerzo.
Cuanto más grande es el apellido y
más encumbrado, más grande también
el afán de acercamiento, Y los apelli
dos ajenos no nos dan lustre; si lle-
van lustre es para ellos, pero nunca
para reflejarse en nosotros. Además, la
manera más grande de poner en evi-
dencia la modestia es acercarse al en-
cumbrado, y la pobreza empeñándo-
se en ir junto a la riqueza, Si como se
va mejor en la vida es solo, o acompa-
ñada de lo propio, es decir de su valer
o de su insignificancia, de su riqueza o
de su miseria,
Juntarse a otros elementos es des-
mejorar los propios, La vejez junto a
la juventud se convierte en más vejez
Y todo así, sucesivamente, como que
las comparaciones son siempre malas
y desastrosas, realzan lo magno v achi
can lo mezanina
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Ju
Un Vecino Dice Cómo
Recobró Su Salud
A menudo la convalecencia, después
le una fiebre o ataque de gripe, se re-
sarda, y el paciente queda por meses sin
fuerzas y energías luego de haber des-
aparecido los síntomas de la enfermedad
aguda. En tales casos prevalece general-
nente una condición anémica. La sangre,
jue debe llevar nueva vitalidad a todas
1as partes del cuerpo, no es capaz de
cumplir con su cometido. Antes de que
se pueda restablecer la salud y las fuer-
zas, hay que tonificar la sangre.
“Por más de cinco'años”, dice el Sr.
G. H. S., activo empleado de Correos,
“padecí de una complicación de enferme-
dades que me dejaron en un estado tan
deplorable que apenas podía atender a
ni trabajo. Me sentía siempre cansado,
sin deseos de trabajar, con dolores de
2stómago y de cabeza, mareos e infla-
nación de los riñones y del hígado.
"Seguí varios tratamientos para puri-
icar la sangre y fortalecer los nervios,
ero sin resultado apreciable, hasta que
1n médico de esta ciudad me recetó las
íldoras Rosadas del Dr. Williams. Des-
pués de unas tres semanas de tomar
lichas píldoras comencé a experimentar
1a sensación de bienestar, desconocida
ara mí desde hace mucho tiempo. Al
Jaso que la digestión mejoraba me sen-
ía con más ánimo y fuerzas. Los nervios
se calmaron notablemente, y después de
seguir el tratamiento por unos 5 meses
más, me encuentro hoy libre de las terri-
bles dolencias que tanto me habían mo-
lestado.”
Las Píldoras Rosadas del Dr, Williams
se venden en todas las farmacias
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