, MUNDO ARGENTINO
=-“ RED, el pelirrojo, pasó por el
pueblo al tranco lento de su ala-
zán, y cuando se encontró frente
a Bob Gunner, lo saludó sonrien-
do en su manera juvenil y simpática.
Luego salió del pueblo por el camino
que iba hacia el desierto. -.:- ,
Había ocasiones en la vida del “she-
riff” Bob Gunner, cuando sus deberes
le obligaban a una larga y paciente es-
pera; pero en ese instante terminaba su
actitud contemplativa. Como no sabía
la dirección que llevaría Fred, Gun-
ner fué hasta el galpón, montó el ca-
ballo ya ensillado, y también, abando-
nando el pueblo, hizo -un largo rodeo
a través del terreno quebrado, hacia
el sur, para continuar internándose en
aquel desierto cálido y monótono. :
Mientras viajaba así sobre el lomo
de su tobiano lerdón, pensó que si
an hombre tiene suficiente paciencia
para juntar cabos, las cosas siempre se
llegan a descubrir con el tiempo. Y el
“sheriff” era un hombre paciente, Los
años le habían enseñado la sabiduría
de esperar que la fruta madurase por
sí sola en aquel país de hombres vio-
lentos. .
Este Fred que le preocupaba erá un
jovencito que se había criado en la.zo-
na, un tanto alocado y dispuesto a ha-
cer su voluntad. Y como muchos de los
jóvenes en aquel país de días lentos y
horizontes cerrados, a veces sentía la
necesidad de ocuparse en algo, en cual-
quier cosa, para no dejarse vencer por
el tedio. El “sheriff” lo había visto sa.
lr repetidas veces'en dirección al oes-
le, nadíe sabía precisamente dónde, en
aquel páramo seco e -inhospitalario.
Pero el ojo experto del policía había
notado, por Varios pequeños detalles.
A
Cuento nor PABLO LUNA
que Fred se veía con Oscar Lake en
algún lugar. allá en la lejanía.. Y ese
Lake era un cuatrero peligroso que el
policía tenía orden de detener. *
Gunner conocía el terreno que pisa-
ba- casi mejor que la propia mano,
Sabía muy -bien que sólo. donde había
agia era posible hacer un acampa-
mento, y la dirección que llevaba -el
muchacho indicaba un lugar de cita
hacia el sur de “Los Sauces”, Hacien-
do cálculos imponderables, mezcla de
un “poco de intuición y otro poco -de
lógica, resolvió que aquel lugar “de ci-
ta debía ser el llamado “Real del di-
funto””, y al caer la tarde, calurosa y
cargada de polvo, llegó hasta el arro-
yito rocoso y desensilló. Al hacer esto,
pensó en lo inseguro y peligroso que
era estar sobre la pista de un hombre
que - nunca- -había visto, pues trataba
de imaginarse de que cómo podía ser
Lake, guiándose por las: descripciones
que le habían remitido. Encendió un
fueguito, y allí, entre las barrancas
lógobres que rodeaban el ojo de agua,
esperó la llegada de los citados.
No tardó en oír el paso de caba-
llos entre el pedregullo, y de pronto
aparecieron sobre la loma dos jinetes,
El “sheriff” no levantó la vista hasta
que no estuvieron casi frente a él, mi-
rándole a través de los reflejos rojizos
de las brasas, Al levantar la cabeza,
nó ante sí un hombre delcado v en-
'ermizo, en cuyo rostro la maldad ha-
día dejado su honda huella. El otro
Ya alto y ancho de espaldas, y su
sombrero negro le daba un aspecto
intoresco de bandido siciliano. De in-
nediato, Gunner lo reconoció. Era Os-
ar Lake. E
— Buenas tardes — saludó el “she-
iff””, imperturbable, observándoles
ranquilamente.- Luego armó un ciga-
rillo con la vista siempre. sobre el fue-
muito, -sin mostrar: el menor interés
»r los recién llegados, Pero estaba
ensando, sin embargo, que “el caso de
vake se le presentaba difícil, y que la
resencia del socio complicaba bastan-
e la situación. Cubiertos de polvo 'y
.,videntemente fatigados, los dos hom-
res traían todas las señales de haber
legado desde una larga distancia a
:Aballo. Cuando se sentaron frente al
'ogón, el “sheriff”. les. ofreció tabaco.
La mano de Lake que extendió ha-
ia la tabaquera presentaba las mar-
'as de una vida nada pacífica, con las
iejas cicatrices que cruzaban la piel
'ugosa y encallecida. Después de ha-
erse servido, el temible delincuente
ió su cigarrillo sin el. menor temblor
yerceptible en sus dedos manchados
le tierra y nicotina. Era evidente que
10 había reconocido. aun policía, ya
jue Gunner estaba vestido de: particu-
ar, como acostumbraban- los “sheriffs”,
De pronto se escucharon las pisadas
le otro caballo. Y su-jinete, al entrar
:n el círculo de luz, saludó con voz
'ordial:
El. “sheriff” pensó, mirando a través del humo, que este hombre sería rápi-
do con el arma, porque se veia en él al cuatrero de larga experiencia, difícil
de sorprender.
— ¿Cómo van las cosas, Oscar?
zunner giró lentamente sobre los ta-
ones y miró fijamente al recién llega-
lo. El rostro de Fred se alisó en una
xpresión de repentina seriedad, deno.
ando una honda sorpresa, Recibía el
relpe tratando de ocultarlo, lo que ha-
a evidente a'los ojos conocedores del
sheriff” que su.presencia le causaba
n gran desasosiego. — — ,
Con un. seco “¡Qué tal!” le respondió
1 bandido. No dijo más, pero Gunner
omprendió perfectamente que había en
sas dos palabras una pregunta y una
dvertencia.- Lake, que desconocía el
erreno y :las: personas que habitaban
n él, estaba pidiendo informaciones
1 Fred respecto de este desconocido
ue había hallado en el “Real del di-
nto”. -
El muchacho, sentado en cuclillas
rente al fogón, arrancó una planta
el suelo y empezó a dibujar sobre la
'rena. Gunner sabía que esos dibujos
odrían significar. su muerte, y siguió
ensamente las huellitas que hacía Fred
on la ramita. No tardó en ver que
ada significaban: esas marcas, -Fred
10-lo delataría, al menos en ese mo-
ento. Su reacción instintiva fué de
roteger al hombre que había conocido
'esde la infancia, Lo tenía a su mer-
ed en esa trampa en que voluntaria.
nente se metió cumpliendo con el de-
er; pero Gunner había jugado nada
nenos que su vida en esa instintiva
ealtad del pelirrojo, que se estaba in-
Tinando hacia una vida aventurera y
lelincuente. Cuando se tiene un fondo
ENO... :
Otra sombra apareció corriendo so-
re el desierto, y se oyó claramente
! rvalonar de un nuevo lineta que.
antes de acercarse, saludó desde lejos
:0n voz vibrante y despreocupada. En
vocos segundos desmontó. y apareció
2n el círculo de luz, dirigiéndose ante
odo al ojo de agua donde 'apagó su
sed a- grandes sorbos. Luego, incorpo-
-ándose, dijo: —
— Qué día de calor! — Y fué a
sentarse en cuclillas enel hueco que
lejaban los otros alrededor de las
rasas. Recorrió con la mirada aque-
los cuatro rostros en forma rápida y
:omprensiva, El “sheriff”, el muchacho
7-los- dos bandidos.. No dió la menor
eñal de reconocimiento, a pesar de
e, en su calidad de dueño de todo
iquel campo: árido y extenso, conocía
Jerfectamente a Gunner y al pelirrojo,
7 podía, sin esforzar su imaginación,
1bicar a los dos extraños en la cate-
zoría de cuatreros o prófugos.
El “sheriff” fumaba como si estu-
riera envuelto en: sueños apacibles, los
jos semicerrados, rumiando el silen-
10 que tanto aman los hombres de
as grandes planicies. Los ojos de La-
ce, en cambio, eran dos ardientes po-
08 negros que seguían cada movimien-
o de Gunner con alerta desconfianza.
El “sheriff” pensó, mirando a tra-
'és del humo, que este hombre sería
ápido con el arma, porque se veía en
1 al cuatrero de larga experiencia, di-
ícil de sorprender. Agachado allí so-
xe la lumbre, hizo su composición de
ugar, y cristalizando en pocos segun-
lo las: probabilidades que tenía de
xrender a Lake, comprendió que el
ixito de su pesquisa dependía del com-
añero de Lake, porque si bien éste
mpezaría a tirar a la primera pala-
"Continúa en la várina 251