18 de Abril de 1998
Momentos de vida
H AY horas pesadas, sin esperanzas
Días de muerte en nuestra alma,
donde un pequeño desencanto se agi-
ganta, toma proporciones ridículas,
nos hace ver inútil la vida; creemos no
reaccionar. -
Hay días tan negros, tan opacos, tan
penosos, que no creemos ya nunca más
gustar de la alegría,
Hay aprensiones para el corazón que
parece que bajo su peso el corazón de-
jara de vivir,
Hay un misterio en esos días sin
luz en que creemos no amar ni ser ya
amadas, en que la sombra de la triste-
Za se levanta y nos eclipsa el espíritu,
como la tierra eclipsa la luz del sol...
Pero hay también en el fondo de las
almas, en un rincón ignorado, hay
siempre, digo, una esperanza en flor,
que de pronto hace pie en nosotras,
srece, aumenta y nos llena de alegrías
nuevas, Nadie las motiva, nadie las
provoca: es nuestra ansia de vida, esa
profundidad misteriosa, el afán de vida
que nos hace tender el alma y engala-
narla en nuevas credulidades, en nue-
vas ilusiones. en nueva ansia de vivir.
Santos y hombres
(a: en el templo, con las rodillas
en tierra las mujeres; de pie, res.
petuosamente el hombre, con el som.
brero en la mano..., de nada vale,
ante Dios ni ante los santos a quienes
se invoca pidiendo gracias. Lo que vale
ss asemejarse a la condueta de Cristo
y de los santos, de esos que antes de
ser santos fueron hombres justos y
veraces. Para eso está la religión más
como ejemplo que como recurso de so-
licitación y de gracia. Pero nadie lee
la vida de esos que fueron hombres
sufridos y valientes, con la valentía
que precisa la verdad para llevarla en
alto, con el coraje que se requiere para
defender la justicia.
San Mateo, San Lucas, San Marcos,
San Juan y San Pablo caminaron por
el mundo repartiendo la bondad, y aho-
ra ahí están, en imagen, en el templo,
no para recibir pedidos: están para ser
imitados,
La vida ejemplar de ellos pide que los
hombres de la vida asemejen a ellos
su vida.
Ellos impusieron el “bien”; si el
hombre de hoy no puede imponerio,
que se imponga a sí mismo el ansia de
no realizar “mal”, Si el hombre no
puede amar al prójimo, que sea tole-
rante y respetuoso con él.
Si no puede tener la valentía de de-
fender, no tenga la cobardía de difa-
mar.
¿Sabes, lector y lectora amiga, por
qué se difama? Por costumbre, Pero
ya que el mismo trabajo cuesta hacer
el mal que hacer el bien..., regocije-
mos nuestra alma en el bien: eso da un
inefable bienestar, una alegría interna
incomparable, porque es más grande
ue otra alecría cualquiera.
4 7 A < o
(> .fein: .. inma”
Por DELFINA F. DE AGOSTINELLI
59
Los hombres serían seres inútiles si
nó les hubiera golpeado el dolor, y
éste empujado al trabajo. La humani-
dad sería una triste carga para el
mundo si el dolor no les castigase.,..
y el trabajo los amparase.
Soledad
.
Subimos las cuestas
La vida es una cuesta, a veces muy
empinada, otras suavemente empi-
1ada, pero es siempre una cuesta que
subimos desde el nacer hasta el morir.
Vadie vive en el llano tranquilo y man-
'0. No; todos nos fatigamos los pies,
1acemos el camino entre flores y
ardos.
Escalemos; aunque sea con fatiga,
ntre rasguños y espinas, escalemos,
To nos quedemos quietos en el valle.
avantando la frente para mirar la
nontaña; subámosla valientemente,
Cada afecto que cultivamos, cada
vabajo que iniciamos, es la cuesta que
luestra alma sube, Por ahí encontra-
nos espacios magníficos donde nuestra
ima se establece un día, un año, una
ida...
Luchas ganadas, pan logrado, amor
anquistado sin esos descansos.
Pero andar, andar, subir las cues-
'as, caer y ponernos en pie, eso es todo,
No nos quejemos cuando nos toque
1ndar por el campo espinoso de los car.
lales: que hay campos floridos, muelles,
perfumados y buenos; para llegar a
los, es menester estronearse los pies.
Para eso, y por eso, conviene aumentar
su Cultura, su buena educación, porque
Ahí está su verdadera defensa, y su
verdadera fuerza, y su derecho también
le vida y de acción.
Trabajar es consolarse
ToDo aquel que tenga en verdad
espíritu puede soportar la sole-
dad. Porque la soledad, lejos de ser
un mal, es. un refugio, es el único me-
lio que nos permite allegarnos a nos
tros mismos:
Mientras estamos en compañía de
otras, estamos “en los otros”; solos,
stamos en nosotros mismos.
Solos con nuestra alma es cuando
demos definir nuestros estados de
lolor o de dicha, pulsar nuestras ca-
acidades. Es en esa hora en que, de
verdad, nos vemos tal cual somos, más
»uenos de lo que creímos ser; más ma-
os, hasta avergonzarnos de malos...,
nás malos de lo que imaginamos po-
ler ser...
Quien vive en el torbellino social es-
4 siempre en perpetuo variar de
¡deas y no puede reconcentrar sus pen-
¡amientos. No puede resolver sanamen-
te lo suyo, bajo su absoluta responsabi-
idad, porque vive bajo la influencia
ie opiniones y juicios ajenos.
La soledad es un inmenso silencio
:n el que nos vemos de frente y mi-
"amos sin miedo y sin embustes nues.
"ro fondo de alma. ,
La soledad no es una desdicha; es,
dor el contrario, una ventura: es el
año de paz que el alma precisa para
viPorizar al cuerno.
No hay mejor consuelo para el al-
ma que sufre que el trabajo de
las manos, de los brazos. .
Cuando quiéramos combatir un des-
neanto, iniciemos un trabajo mate-
dal o cerebral, lo mismo da; el caso
:8 distraer el pensamiento de aquello
que le atormenta.
“La vida del hombre está completa”
— dicen los árabes, — “cuando ha es-
:rito un libro, plantado un árbol y te-
dido un hijo.” Pero, en realidad, lo
que ello significa es que amó a su
:ompañera, distrajo su mente y em-
Jeó su fuerza.
No hay tormento moral que se re-
ista al trabajo. ,
Los ricos tienen que inventar mil
"osas inútiles para matar el tiempo;
son menos venturosos que nosotros los
Jobres, que precisamos el doble de las
10ras para realizar nuestras tareas,
que no tenemos el tiempo de llorar, ni
21 de lamentarnos, ni dejarnos en
estro espíritu rendija propicia al
hastío, ya que todo él está ocupado
»r el trabajo, vencedor formidable
del dolor.
Evolución femenina
S ERIA menester no ser esclavas las
mujeres de las costumbres ni
nantener en ellas las incapacidades.
?orque las costumbres de las madres
on, sin duda, muy buenas y muy no-
es, pero la vida ha cambiado, Aque-
las mujeres mimadas ya pasaron de
noda. Fué costumbre ser incapaces:
jue el esposo o el padre pensara por
la; todo lo realizaban previo permi-
0. Hoy no, La libertad moderna ha
lado a la mujer una templanza de es-
Jíritu nueva. Poseen menos nervios y
uenos emociones. La mujer de la gene-
ración pasada hubiera tenido un des-
nayo frente al volante de un auto, La
le hoy, valerosamente, se desvía del
ráfico, arremete con los obstáculos; en
"in, su capacidad es producto del am-
iente, Su libertad de acción le da una
erenidad absoluta; no se ahoga en los
equeños problemas, lo resuelve por sí
ola, Las tragedias son menos graves.
%s que la mujer ha roto con las cos-
umbres que durante siglos la esclavi-
0. ¿Es mejor? ¿Es peor? No lo sé.
ero la mujer valiente hace de su vida
ina cosa más cómoda; le ha quitado
esponsabilidades al hombre y las ha
omado para ella, lo que deja al hom-
ye más cómodo para trabaiar y más
'bre.
Lo grave está en que la mujer, con
natural exageración, pueda abusar
sus derechos y de sig libertades.
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