Full text: 28.1938,20.Apr.=Nr. 1422 (1938142200)

. “MUNDO ARGENTINO 
El m arino arabe es un 
“SMmanios 
» 
HASTA EN EL MAR LOS ARABES MANTIENEN SU 
EXTRAÑO Y MISTERIOSO. FATALISMO 
Por MIGUEL SASO 
O hay más demonios que los 
demonios imaginarios...” di- 
ce un viejo proverbio árabe, Y 
estas. palabras . encierran, en 
parte, el secreto del valor y el arrojo 
de este pueblo frente a las fuerzas des- 
conocidas de la naturaleza. - 
Y ellas explican, también, la auda- 
cia de los flemáticos navegantes que 
cruzan el océano Indico, se lanzan al 
golfo Pérsico o van desde Zanzíbar a 
Mombassa, recorriendo miles y miles de 
millas en frágiles embarcaciones a ve- 
la, sin brújula, sin instrumentos “de 
navegación, sin más elementos que su 
instinto y su tranquilidad. 
No hay duda que los árabes, como 
todas las tribus primitivas, poseen un 
fino instinto de orientación. Pero hay 
también en ellos una verdadera reser- 
va filosófica que los fortifica contra 
las asechanzas del mar, Si no tienen 
JOl, si la niebla o las nubes cubren las 
Cosa curiosa: en la construcción de 
:stos navíos, que están hechos de sóli- 
las maderas, ño entra ni un solo clavo 
le metal. Igual que hace miles de años, 
stán asegurados con taquitos de ma- 
lera. 
Su pintura, hecha a base de aceite 
le pescado y de cetáceos, está reforza. 
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estrellas, ellos no se inquietan: Alá e 
responsable de la fortuna del barco... 
Si las corrientes adversas los desvían 
de su ruta, se encogen de hombros; im- 
pasibles; mientras cuenten con arroz, 
agua y pescado seco, una semana o un 
mes de atraso nada les importa. 
- Y, entretanto, aquí, en el Atlántico 
el “Normandie” y el “Queen Mary”, ha- 
cen encanecer a sus pilotos en la titá- 
nica disputa de unos récords conquis- 
tados por diferencias de horas o mi- 
nutos... 
NAVIOS MILENARIOS, CONSTRUIDOS 
SIN CLAVOS, PERO CON OJOS... 
Para quien haya visitado los mares 
de Oriente, los frágiles navíos de los 
árabes constituyen uno de los elemen- 
tos más atrayentes y pintorescos del 
paisaje marino, 
La más típica de esas embarcacio- 
nes es la que se conoce con el nombre 
de “dhow”, Su tamaño es variable, pero 
las más grandes no pasan de treinta 
metros de largo por nueve de ancho. 
Como en los barcos chinos, los “dhows” 
llevan amuletos protectores contra las 
furias marinas: colmillos de elefantes y 
trozos de coral atados al bauprés, y en 
la proa les pintan unos grandes ojos 
cuya mirada parece clavarse en las 
profundidades del mar,. 
da en las partes internas con mezclas 
de cal y coral para que no penetre 
el agua. Y su quilla, de dimensiones 
extraordinarias, es siempre tan fuerte 
que puede rozar los arrecifes o enca- 
llar en la arena sin sufrir mayores 
daños. 
Es interesante la serie de ritos y ce 
remonias litúrgicas que preceden a ca- 
da viaje de los “dhows”. Antes de zar- 
par, la tripulación canta para apaci- 
guar los espíritus de las profundida- 
des, y sus cánticos se acompañan con 
música de tambores y flautas y hasta 
se baila. Y una vez en alta mar, cada 
tarde, cuando el sol toca la línea del 
horizonte, el capitán se convierte en 
sacerdote: todos, a bordo, vuelven el 
rostro hacia la Meca, tocan el: piso 
son la frente y permanecen callados 
hasta que escuchan las últimas pala. 
bras: “La paz y la misericordia de Alá 
sean con vosotros.. ” 
Y CUANDO SE ACABAN LOS — 
VIVERES... 
Es curiosa, también, la costumbre| 
que tienen estos marinos árabes de no; 
anclar por la noche. Aunque lleguen a 
puerto, prefieren seguir dando vueltas 
frente a la costa a merced del viento 
5 estacionarse, simplemente, sin anclar. 
Y si se les pregunta porqué pierden 
el tiempo de manera tan lastimosa, es 
seguro que contestarán, recurriendo al 
sus habituales proverbios: “La noche 
se hizo para dormir... No cuentes los 
días del mes que no te pertenezcan. . 7 
- Además, suelen navegar formando . 
ravanas, y por la noche se alumbran, 
con antorchas para guardar la forma-. 
ción. 
Estos pintorescos navíos se dedicar? 
por igual a la carga y al transporte, 
de pasajeros. Llevan pieles, café, mar- 
fil, incienso, tapices, dátiles y espon- 
jas... Generalmente, apestan a pesca- 
do seco. 
En cuanto a los pasajeros, no van 
muy cómodos que digamos. Casi siem- 
pre deben ir sentados sobre sus equipa- 
jes o sobre la carga. Y ellos mismos 
suelen hacerse su comida, guisando pes- 
(Continúa en-la párcina 53) 
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