Full text: 28.1938,27.Apr.=Nr. 1423 (1938142300)

MUNDO ARGENTINO 
28 
LA PE S<CHALIDAD DE DON 
CASI —0 Cuento por JULIO A. NUCHE 
I, Dorotea: es así como yo te di- 
go. Tengo salud, gozo de buena 
posición económica, me rodean 
afectos y estimaciones; pero me 
falta algo. 
—- ¿Y qué te falta, teniendo todo eso? 
— Me falta lo que hoy tienen hasta 
los modestos empleados: me falta el 
automóvil. Ya sé lo que me vas a con- 
testar. Lo de siempre: que no estoy 
en edad para aventuras, que me está 
fallando el pulso, que la vista no me 
da, que soy un poco distraído y otras 
tosas que se te ocurren a vos cuando 
te proponés atajarme el paso... 
— Ahora también digo, Casimiro, que 
no estás bien de la cabeza. Se te ha 
metido en ella nada menos que un au- 
tomóvil, y no veo que haya llegado el 
momento de que te la rompas por mala 
que sea. 
— ¿Y no me la he roto una vez, an- 
dando a caballo? ¿No me la tuvieron 
que coser aquel día que me falló el 
manubrio de la bicicleta? ¿No me pa- 
sé una semana con hielo a la cabeza 
euando me caí del ómnibus? 
— ¡Claro!... ¡Sólo falta ahora que 
te desnuques contra tina columna! 
— No seas timorata, Dorotea, ¡Qué 
me voy a desnucar! La verdad es otra, 
y es ésta: vos venís conspirando con- 
tra mi personalidad desde un tiempo a 
esta parte. Me tenés como agarrado 
del saco y no me dejás subir, ¡Aflojá 
nn poco, Dorotea! 
—- Nada... En lo del auto, no aflo- 
jo. Estás muy elegante jineteando un 
caballo o manejando un cochecito, 
— Te parece a vos, que ignorás lo 
que anda diciendo la gente. 
— ¿Y qué puede decir la gente? 
— Que a don Casimiro no hay quien 
le saque el olor a pasto, con toda la 
plata que tiene para gastar en per- 
fumes. - 
— ¡Claro, será más agradable oler 
a nafta, como los choferes! - 
— ¡Como los doctores, Dorotea! Mi- 
Talo, si no, al doctor de enfrente, una 
celebridad, un personaje del gran mun- 
do, con sus manos metidas en la nafta. 
— ¡Qué inmundicia! - 
+ —¿Inmundicia? ¿Entonces, vos, cuan- 
do Jimpiás la ropa con nafta?... ¿No 
sacás las manchas con ese combustible? 
¡Y bueno! Yo también tengo que sa- 
carme con nafta una mancha que se 
me ha metido hasta en el alma. Que me 
ha salido de tanto criar ovejas. 
-— Si te sigo escuchando vas a ter- 
minar por convencerme..., y no quie- 
ro convencerme, ¿0ís? 
— Por cabeza dura sos una mujer 
ideal para viajar en automóvil. 
. — No insistas, Casimiro. Me opon- 
go enérgicamente a que comprés el au- 
tomóvil, 
— ¡Lástima que ya sea tarde! 
— ¿Qué decís, Casimiro? 
— Que ya está mi auto en la puer- 
ta. ¿Oís la bocina? Me está llamando 
el mecánico... ¿Vamos a verlo, Do- 
rotea? - 
Dorotea se persigna, junta las ma- 
nos, levanta al cielo su mirada y pide 
a la justicia divina que descomponga 
esa máquina infernal para que no mar- 
che. Camisiro la toma suavemente de 
un brazo y con palabras azucaradas 
Ja invita a salir a la calle para que 
contemple el flamante automóvil; pero 
ella no cede posiciones. La deja él unos 
instantes para atender al mecánico, 
conversa un momento con éste, obser- 
va después el funcionamiento del mo- 
tor, ausculta sus latidos y queda sa. 
tisfecho. El mecánico se ofrece vara 
— ¡Casimiro!... ¡Ca 
imiro!.... JOtre t" 
on la ccbeza -— 
Dios mía! ¡No * 
re UC 
In caso de emergencia, saluda y se 
retira. 
Entretanto, Dorotea, picada por la 
uriosidad, se acerca a la puerta de 
alle, más calmosos sus nervios, más 
ereno su ánimo, más claro su entendi- 
niento, y observa el auto. La admira- 
:ón va agrandado sus ojos poco a po- 
0. Ya no los aparta del lujoso ve- 
vículo, Maquinalmente, se acerca a Ca- 
imiro y lo reconviene una vez más 
Tr su idea descabelleda; pero su acen- 
0, menos enérgico ahora, deja entrever 
ma transición alentadora para Casi- 
miro. 
— ¡Qué locura la tuya, Casimiro! 
5l auto es precioso, pero ¿qué necesi- 
lad tenías de él? Sos cabeza dura, ¿eh? 
— ¿Has dicho que es precioso?... 
si lo vieras por dentro, ¿qué dirías en- 
onces? ¡Tiene unos sofás! 
— ¡Qué ocurrencia, Casimiro! ¿Y có- 
"0 se abre la puerta? 
— Asf: mirá... ¿Ves qué fácil? Para 
errarla se le da un golpe un poco 
uerte, y... j¡trac! 
— ¿Se rompe? 
— ¡Qué se va a romper, Es el ruido 
que hace el picaporte, 
— |Qué invento!, ¿no? ¿A ver cómo 
:s adentro? ¡Ah!... También tiene al- 
'ombra... ¡Qué locura la tuya, Casi- 
miro! Comprar un coche de tanto lujo. 
— Fijate en las cortinas, 
— Son muy lindas... Pero se han ol- 
ridado de colocarle vidrios a las venta- 
1as ¿No te has dado cuenta? 
—- ¡Cómo se ve que nunca has via- 
ado en auto! Tirá de esa correa pa- 
.:]ustraciósn de 
a arriba... No tengás miedo..: Así, 
0 ES. 
— ¡Ahbl.... Estaba escondido. el vi- 
rio... Y para hacer caminar.al co- 
he, ¿cómo se hace? ¿Hay que darle 
verda? , 
— ¿Vos te creés que es un automóvil 
le bazar? ¡No confundás, Dorotea!... 
¡delante están los instrumentos para 
onerlo en marcha, para pararlo en 
eco, para dar vuelta y hasta pars 
itracar. Claro que la cosa es un poco 
'omplicada, ¿no? No es lo mismo ma- 
'ejar un auto que un caballo. Hay que 
studiar para eso. 
— ¿Vos estudiaste, Casimiro? 
— Hace unos días que voy a la aca- 
emia de choferes y me han dicho que 
"a puedo largarme solo... ¡Con cui- 
'ado, claro! 
—- ¡Andá despacio, Casimiro! No te 
netás en las calles donde haya colum- 
1as de alambrado..., digo, de alum.- 
Tado. 
— Mirá, Dorotea; los autos hay que 
nanejarlos sin' miedo. Son como los 
»aballos. En cuanto los tratás bien 
10 te obedecen y agarran para. cual- 
mier lado, 
— ¿Será por eso.que chocan los 
utos? 
— Ni más ni menos. ¡Cómo no va 
chocar un auto manejado por manos 
telicadas! En una de esas se les tuer- 
e, no lo pueden enderezar, y... ¡Zas!, 
ortilla, Imaginate vos si habrá que te- 
1er fuerza para manejar un auto de 
5 H, P. 
— ¿Qué es eso de H. P., Casimiro? 
— ¡Tampoco sabés eso? Bueno... 
L P. quiere decir caballos, 
— ¿Y por qué le ponen esas letras 
no otras? 
ULTO ARRATZ 
J 
— Porque son caballos del hipódro- 
-o de Palermo. 
— ¡Mirá las cosas que aprendés en 
1 academia! 
— Y lo que tengo que aprender to- 
'avía. Ahora me falta saber de me- 
noria el catecismo del tráfico, para 
indar por el centro, ¿sabés? Por ejem. 
plo, cuando querés dar vuelta tenés 
que sacar el brazo afuera del coche, 
ara que no te lleven por delante los 
"ehículos, porque el que viene de atrás, 
:rrea, como dice el refrán. Cuando Ile- 
7ás a una esquina tenés que parar el 
wuto, y ¡mucho cuidado con pisar la 
'aya! Esa raya blanca que vos habrás 
isto alguna vez. 
— ¿Por qué será? - 
— Digo yo que será para'que no la 
orren. Y mo podés moverte de ahí 
1asta que el agente de la batuta toque 
ito. Todavía más: no creás que te 
»odés parar con el auto donde quieras. 
No, señor! Para eso están las playas. 
—< Eso está mal, Casimiro, Si a uno 
se le antoja ir al teatro, ¿por qué tie- 
'e que llevar el auto al balneario? 
— ¿Quién te ha dicho, Dorotea, se- 
nejante disparate? a - 
—¿No acabás de decir que el coche 
hay que dejarlo en las playas?... 
— En las playas de estacionamien- 
to, que son unos lugares que hay en 
:) centro para amontonar -vehículos, 
Vos comprendés que si todo el mundo 
deja el coche donde quiere, se empaca 
al tráfico. 
— ¡Las cosas que hay que saber pa- 
ra manejar esas máquinas! ¿Y vos 
:reés, Casimiro, que tu cabeza da pa- 
"a tanto? 
— Todo es cuestión de práctica. Lo 
fue tengo que hacer es eso: practicar. 
Ahora mismo voy a comenzar el adies- 
*xamiento. Te invito a dar una vuel- 
dta,.. 
(Continús en la párina 63,
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.