Full text: 28.1938,27.Apr.=Nr. 1423 (1938142300)

27 de Abril de 1938 
| El silencio apasionado (Continuación de la anterior) 
5, 
— ¡Matilde! 
— ¿Señor? 
—¿No han traído un telegrama 
para mí? 
— No, señor. . 
— [Oh, Dios mío! 
Al mismo tiempo Cristián, muy pá- 
lido, apareció en la puerta del “living”. 
— ¡Oh, tú! ¿Estás tú ahí? — dijo 
anhelante, . 
— Te estaba esperando. 
— Tenía miedo — balbuceó él, — 
lego de la estación... Creí que nos 
habíamos desencontrado... Pero, en 
tin, tú estás aquí. 
Su emoción, traicionada por su pa. 
lidez y sus labios vacilantes, era tar 
zrande, que, con las manos de su mu 
¡er entre las suyas, debió apoyarse 
*n el marco de la puerta, Al verlo así, 
ihislaine se afligió. Se aproximó, cari- 
losa, y apoyó su cabeza sobre el hom- 
xo de su esposo. ” : 
— Pero... ¿qué temías? — pregun- 
tó ella. 
- — Todo, Una enfermedad repentina 
+n el momento de la partida; un acci- 
dente durante el viaje, o... algo peor 
aún — agregó con voz sorda. 
—¿Te habría causado pena que yo 
no hubiese vuelto? . 
— |Oh, querida! -— replicó él, estre- 
zhándola con violencia, 
— ¿La quieres, entonces; a tu Ghis- 
laine? . - 
— ¿A quién querría yo en este muri- 
do sino a ti? 
Ella cerró los ojos para saborear me- 
jor la ardiente dulzura de esta res- 
Juesta, Luego salmodió: 
— Estamos bien en nuestra casita, 
¡verdad? Nosotros dos... Nadie más 
Jue nosotros dos... 
—¿Es verdad? ¿Te sientes feliz 
aquí? 
— Muy feliz, Cristián mío, 
El se inclinó, ansioso, buscando la 
verdad secreta de su respuesta, Ella, 
zon los ojos cerrados, rió nerviosamen- 
te, como una chiquilla feliz, 
“¡Dios mío: haz que no sepa que yo 
161 — pensó. 
“¡Que no sepa nada!” — clamaban 
21 mismo tiempo los dos corazones, 
— Nunca más viajaré sin ti—dijo él. 
— No, no me dejes más, .. ¡Cuídame 
ien! . 
Ella oía latir fuertemente el cora. 
ón de ese hombre que, después de ha- 
verlo sacrificado todo por ella, se que- 
iaría sin nada en el mundo si elia le 
legara a faltar. 
Sintió entonces la fuerza del vínculo 
que los unía, más fuerte aún en razón 
de lo que les había costado. 
Estrechamente abrazados, Cristián y 
Ghislaine se aferraron el uno al! otro, 
>0mo el náufrago al leño que prolonga- 
rá su agonía o que, acaso, lo salvará. 
Sus labios se habían unido; pero sus 
miradas se evitaban llenas de angus- 
tia y temblando de traicionar sú dolo- 
“oso secreto, . ...-—-- 
FIN 
usted nada semejante. Al casarme con 
21 doctor Herbois haría un casamiento 
perfectamente proporcionado a mi si- 
tuación familiar y social, y reuniría 
todas las condiciones morales y reli- 
ziosas que hacen bellas las uniones. 
Según las cartas que he' encontrado, 
tengo motivos para creer que lo mismo 
ocurriría con Cristián y... Marta. 
— No dudo que, de haber sido posi- 
ble, hubieran sido buenos casamientos 
— dijo el padre Darío; — pero ahora 
no hablemos de ello; pues tú estás ca- 
sada, 
— Un “malentendido no es un casa- 
miento, -padre. La Iglesia lo ha reco- 
nocido otras veces..." 
— La Iglesia más de una vez ha de- 
clarado la nulidad de matrimonios ce- 
lebrados en condiciones que no tienen 
ninguna semejanza con el vuestro. 
— Sin embargo, nosotros, al casar- 
nos, nos hemos creído, uno y otro, libres 
de todo otro amor, lo que era un error 
y una mentira, Si hubiésemos sabido 
la verdad, no nos hubiésemos casado... 
— Hija mía: no tienes por qué pre- 
juzgar lo que hubiera hecho tu novio 
ni lo que hubieras hecho tú misma en 
tal o cual circunstancia, Sólo. debes con- 
siderar lo que habéis hecho en las con- 
diciones en que os hallabais. colocados 
21 día de vuestro casamiento. Vamos a 
ver: respóndeme sin escapatorias por 
sí o por no: ¿fuiste obligada a ese ca- 
samiento? - . 
— No. a 
— Bien, Si no te obligaron, ¿te per- 
suadieron, por lo menos? —- 
— No, padre. . . 
-— Al casarte, ¿aceptaste todas las 
obligaciones, todas las perspectivas sin 
reserva alguna? Te ruego que mires 
lealmente en ti misma, y que te pon- 
gas, para responderme, en presencia 
de. Dios. a 
Ghislaine, con las manos estrecha. 
mente unidas, cerró los ojos, Una ola 
de dolor pasó sobre su rostro, El pa- 
dre Darío la miraba piadosamente. Su 
experiencia del corazón humano le ha- 
cía ver esa lucha interior entre una 
conciencia sana y un corazón encegue- 
tido que no quería rendirse, EA 
— Bien, padre: acepto todo... 
— ¿De modo, hija mía, que consien- 
tes plenamente en tu casamiento, y es- 
lás resuelta a ser una buena y fiel es- 
posa? ¿No es así? . 
— Sí, padre. Veo que mi situación es 
sin salida. Toda mi vida tendrá. que 
dificarse sobre un malentendido, - 
—+ No es la primera vez que un error 
compromete a toda una vida, 
— Padre, las leyes hamanas son me- 
nos crueles que las leyes divinas... 
Ellas no me negarían una separación... 
— ¿Qué motivo de divorcio invoca- 
rías? ¿Qué tienes que reprochar a-tu 
marido? ¿Qué tiene él que reprocharte? 
Nada, ¿no es verdad? Los motivos ten. 
drías que inventarlos y, para obtener 
tu libertad, engañar a las leyes civi 
les. Pero a Dios no podrás engañar... 
— Cristián tiene en usted un buen 
abogado, padre — dijo ella con amar- 
gura, 
— Yo soy el abogado de la verdad. 
No conozco a tu marido, pero sé que ha 
procedido noblemente, Piensa, pues, an- 
tes de meditar contra él, el escándalo 
de una separación, 
— El mismo la querría si conociese 
mi secreto. 
— No la querría, sabiendo que tu 
casamiento es indisoluble — afirmó el 
sacerdote.—¡ Pobre hija mía! ¡Al acep- 
tar tu suerte, hallarás dulzuras y ale- 
Zrías insospechadas, Ese deseo de na 
hacer sufrir a otros, que te ha hecho 
sacrificar, te será ampliamente recom- 
nensado: tendrás tu desauite. Pon toda 
u empeño para hacer agradable la vida 
le tu esposo, que sufre sin decírtelo, 
fren el orgullo de hacerle olvidar lo 
ue ha dejado en América y prepara 
«n hogar feliz para los hijos que Dios 
e enviará, Esta será la verdadera ra- 
ón de vivir, la dicha de uno y otro. 
-— Sí... Si tuviéramos un hijo — 
murmuró ella, 
Después de un largo silencio, respe- 
ado por el sacerdote, agregó Ghislaine 
:0n VYOZ conmovida: 
— Padre: vine aquí con la certidum- 
ye de escuchar las palabras que yo 
inhelaba. Puesto que no me había acon- 
ejado usted un casamiento sin amor, 
staba segura que me alentaría para 
entar lo posible a fin de recuperar el 
ierecho a casarme por amor, Ahora, 
u opinión tan clara y precisa me des. 
spera. ¿Seguiré su consejo? ¿Me que- 
laré con Cristián? No lo sé todavía, 
vero haré la prueba, Volveré a mi casa 
", sabiendo lo que sé, miraré a mi 
narido con otros ojos. Comprenderé 
nejor sus tristezas, de las que yo me 
reía la causa, y tendré piedad de él 
?ero ¿deberé decirle que he descu 
ierto su secreto? ¿Deberé confiarle el 
nío, que él ignora? ¿Tendré que sopor- 
ar sola semejante peso? 
=—8Sí, soporta. sola ese- peso, hija 
mía, Así llegará un -día en que ambos 
21. páz os: habréis asegurado la *feli 
sidad, Ese. día, vuestros corazones lea- 
es tendrán sed de confianza mutua, y 
'as grandes, confidencias brotarán por 
%% solas. Y esto se hará. sin dolor si 
:ada-uno de vosotros ha sabido amar, 
»stimar y olvidarse de sí. mismo. Aún 
n0 “ha llegado esa hora: + D— 
a - - . 
Ghislaine caminó al azar por lasca- 
les tranquilas, sin ver nada, absorbida 
"or sus propios pensamientos, 
Las palabras del padre Darío aúr 
esonaban en. sus oídos dolorosamente, 
Hasta se diría que la importunaba la 
sabiduría del sacerdote, que por un 
nomento había llegado a consolaria. 
En tales condiciones entró en su casa, 
— ¡Oh! ¿Es la señora? — dijo la 
nucama con alegría, -— El portero su- 
xió las. valijas esta tarde. temprano 
mllo me sorprendió, porque el señor la 
speraba a usted esta noche, .. 
— ¿El señor no está? 
— No ha llegado todavía. Estuvo a 
iImorzar y trajo flores y otras cosas. 
Me dió órdenes para la cena y, al salir, 
me dijo que no regresaría antes de 
as diez y nueve y media, porque iría 
1 buscar a la señora a la estación. 
Ghislaine observaba la pulcritud con 
ue había sido cuidado el departamen- 
-0 durante su ausencia, Penetró en su 
xabitación. Sobre la chimenea, en un 
úcaro de cristal, lucía un ramo de ro- 
'as rojas, las flores preferidas de Ghis- 
*ine. Era una atención de Cristián. 
— ¡Cristián! — murmuró conmovida, 
Y así en todas partes. Cada pieza 
e daba la sensación de que su presen- 
cia era esperada y festejada, 
Con la garganta apretada por la 
+moción que quería vencer, la joven 
"ué hacia la cocina, donde Matilde vi- 
silaba la comida, 
—- La felicito — le dijo Ghislaine: — 
e1¡departamento está irreprochable. 
— Espero que la señora estará con- 
-enta también de la comida. El señor 
a ha ordenado... 
La joven entró al “living”, donde 
se dejó caer en el sofá preparado para 
:lla, en el lugar que le agradaba, jun- 
to a una mesita donde la esperaba un 
1ermoso libro. 
El ruido de una puerta bruscamente 
1bierta, un paso rápido en el corredor 
a despertaron de sus sueños, Se escu- 
hó la voz inquieta de Cristián 
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