Full text: 28.1938,11.Mai=Nr. 1425 (1938142500)

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11 de Mayo de 1938 
OMENZARE por confesar que 
jamás sentí ninguna simpatía 
por el señor Almstrom, con 
quien una desdichada casuali- 
dad quiso que hiciera el cruce del mar 
rojo y parte del océano Indico. - 
Almstrom era un gran entusiasta de 
ord Carnavon, el descubridor y pro- 
'anador de la tumba de Tutankamón. 
in cierto modo, Almstrom (maldito sea 
su complicado nombre) había partici- 
pado en la profanación del sepulcro del 
araón, y ambos eran dos personas 
Trancamente desagradables. 
Digo esto, porque la gente que co- 
noce los retratos de lord Carnavon ig- 
vora que dicho señor tenía un rostro 
:spantosamente repulsivo, desfigurado 
dor un lupues de extraordinarias di- 
mensiones. Lord Carnavon gastó mu- 
ho dinero en médicos y tratamientos, 
nasta que, finalmente, un especialista 
e aconsejó que abandonara la húmeda 
Albion e hiciera una prueba, con el se- 
'0 clima de Egipto. Esta es la razón 
or la que el varias veces millonario 
ord Carnavon perdía el tiempo en 
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ialmente le decía sz quien quería es- 
ucharle, que él le había indicado con 
a punta de su bastón la definitiva di- 
ección a los profanadores, Por supues- 
o que ni Almstrom, ni Carnavon, ni 
zarter tomaron en serio la maldición 
'araónica labrada en el sepulcro con- 
Ta los profanadores de tumbas. 
No tomaron en serio la maldición; 
ero algún tiempo después una avispa: 
1egra, inmensa, aterciopelada, cuyo ve- 
12eno puede matar a un niño, se posó 
sobre la mejilla de lord Carnavon. Pre. 
cisamente sobre la mejilla atacada por 
el lupus. Allí, la avispa clavó su dar- 
do. Lord Carnavon falleció infectado. 
Mucha gente recordó la maldición 
'araónica, Howard Carter se indignó, 
7 desde Luxor envió un telegrama al 
Evening Standard”, manifestando que 
quella historia de la maldición era 
na invención calumniosa”. 
Me veo obligado a citar estas menu- 
lencias, porque el día que Almstrom re- 
"ibió la noticia de que lord Carnavon 
astaba moribundo, se encontraba en su 
bungalow, sentado ven una hamaca, fu- 
nando pacíficamente su pipa. 
Frente a él, un hombrecillo de chi- 
'aba, barba blanca y turbante inmen- 
:0o como la rueda de un molino, abría 
1na cesta, diciendo: - 
— Mira, “sahib”, qué magnífico ejem- 
Jar de hongo. 
Almstroóm extendió el brazo y reco- 
zió el ejemplar. Realmente era atra- 
yente. Se trataba de. una campanula 
varecida a la “amanita muscaria”: pe- 
ro en vez de ser roja como aquélla, 
estaba teñida de un intenso verdeazul 
con ligeras motas amarillas en la pe- 
viferia. Un suave hedor de carne po- 
drida se desprendía de aquella fruta 
tierna y repulsiva.- Almstrom la apro- 
ximó a su nariz, la olió profundamen- 
te y luego la rechazó con viveza, di= 
ciéndole al egipcio: - s 
—- Debe ser venenoso. 
— Tal creo yo también, “shaib”, Y 
muy venenoso. : 
— ¿Dónde lo encontraste? - o 
— Te diré. En el oasis vive un; pa- 
riente mío que es marido de una her- 
mana de mi mujer; pero ya la herma- 
1a.de mi mujer ha muerto... 
— Abrevia... *” 
— Visitándole hoy en su cabaña del 
bosque, me dijo: “Mira qué hermoso 
hongo he encontrado bajo una palme- 
ra podrida. Llévatelo para la ciudad. 
Puede que algún extranjero, interesa- 
lo vor rarezas del vnaís, se quede con 
L 
Egipto. Finalmente, aburrido, se dea. 
tó a escavar sepulcros. 
Camavon admiraba incondicional- 
mente a Maspero, el egiptólogo. Mas- 
xero no sentía ningún entusiasmo por 
ste millonario entremetido que iba y 
venía con su lupus a cuestas. 
. Carnavon le pidió un día consejo a 
Maspero sobre el modo de hacer des- 
*ubrimientos arqueológicos, y Maspero, 
nalhumorado, le contestó: 
— Cave primero hacia el Oeste. 
Zuando se canse de cavar hacia el 
Jeste, cave hacia el Este. 
Lord Carnavon se tragó la respues- 
a y no replicó, comprendiendo que 
Vaspero se había burlado de él, Al- 
rún tiempo después, Carnavon con- 
:rataba al arqueólogo Carter, y Alms- 
:*tom. due era un chismoso. se acrezó 
1 la compañía de investigadores en ca- 
idad de administrador, Se le podía ver 
:0n su casco de corcho discutir con 
todos los granujas de las inmediacio- 
nes de Luxor y levantar sus largos 
brazos hasta el cielo. Almstrom era 
axtraordinariamente alto, flaco, y ba- 
jo su apariencia de estúpido, un hom- 
bre que en ninguna circunstancia des- 
uidaba sus intereses. 
Cuando, después de ímprobos tra- 
Jajos, Carter y Carnavon descubrieron 
'a tumba de Tutankamón, Almstrom 
zivió días de inmortalidad. Confiden 
11. Y por eso, haciendo caso del con- 
sejo del que fué marido de la herma- 
12 de mi mujer, te he traído el hongo. 
En aquel momento un hombre entró 
recipitadamente en el jardín de Alms- 
rom y le dijo: 
— Lord Carnavon ha muerto, señor, 
Almstrom se olvidó del hongo, del 
>harlatán del gran turbante, y saltan- 
lo a través del jardín, se dirigió rápi- 
lamente a la casa de lord Carnavon, 
E 
Algunos días después, a la hora de 
a siesta, Almstrom, por la ventana 
Continúa en la narina 11
	        
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