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STA pregunta está en la imagi-
LK nación de casi todos los “fa-
( langistas” españoles. Lo estaba
desde que comenzó la guerra
civil hasta que se hizo pública la no-
ticia de su fusilamiento, Sigue están-
dolo aún derpués que la radio y
la prensa de todo el mundo dierorí esa
noticia, en mneviembre de 1936, En
torno de la cuestión de si es verdad o
no que Primo de Rive-
“a ha muerto, se está
rormando en España y
¿uera de ella un “mis-
terio”. La mayor parte
de los secuaces de aquel
joven caudillo cree
ciegamente que vive.
En sus arcngas, pro-
clamas, textos, incluso
oficiales, cuando alu-
den a Primo de Rivera
le llaman “el ausente”.
Ha cuajado ya toda
una romántica leyenda
en España que nimba
la memoria de aquel
hombre. ¿Es un caso de
“sebastianismo”, o es
un acierto, una corazo-
nada del pueblo espa-
ñol?
Se da el caso de Por-
tugal, donde durante
tanto tiempo esperaron
la vuelta del rey don
Sebastián, muerto en
Africa? ¿Es que, como
en las religiones, los
discípulos fieles espe-
ran la resurrección de
su fundador y maestro?
¿O, por el contrario, la
leyenda que asegura
que el caudillo de la
falange está vivo, es
una realidad? Para
acercar al lector. sud-
americano. a este nue-
vo “mito” español, va-
mos a recordar algunos de los curiosos anteceden-
tos que hacen vacilar el juicio antes de condenar o
ue abrazar cualquiera de las dos hipótesis que circu-
lan en España acerca de esta cuestión.
EN EL CASTILLO DE ALICANTE ,
Durante los dos o tres primeros meses del movi-
miento militar de España nada se supo ni nada se
lijo públicamente de Primo de Rivera, La mayor
varte de la gente lo dió por muerto. Se decía, incluso,
¡ue había dirigido el levantamiento de Albacete con
neá
Por O: T. GAL
esta fotografía 1ecierda la deten-
ión del jefe de Jos falangistas es-
vañoles, cuando organizó un mitin
erca de Madrid sin autorización
de las autoridades.
Orador en-
tusiasta,
José Anto-
nio Primo
de Rivera
dirigíaa
-nenudo la pa.
labra a sus
recreligionarios,
En plena juventud: desapa-
reció misteriosamente el hi-
o del que fué dictador de
"spaña cn los. años postre-
ros de la. monarquia.
arenta carabineros y que había sido hecho prisio-
ero y muerto.
Luego comenzó a formarse la leyenda, asegurando
ue estaba herido y escondido, y que se guardaba
¡lencio acerca de él para no orientar las pesquisas
ue tras de sy paradero hacían los “gubernistas”.
Pronto se comprobó que, salvo detalles, esta pri-
nera parte de la leyenda de Primo de Rivera, que
e negaba a admitir su muerte, no se equivocaba.
José Antonio Primo de Rivera estaba preso en el
1stillo de Alicante.
MUNDO ARGENTINU
- e _- e
ono Primo
e
de ha
JOSE ANTONIO ES CONDUCIDO CON LAS
; MUÑECAS ESPOSADAS .
Se recordará que en el período comprendido entre
1 advenimiento al poder del Frente Popular espa-
ñol (febrero, de 1936) hasta el estallido de la revo-
ación . (julio del mismo año), menudearon los ploce-
sos contra Primo de Rivera como jefe de la falange
:spañola. Siempre se defendió a sí mismo, usando
le su fuero de abogado. Cumplía una condena en la
Cárcel Modelo de Madrid, donde las visitas. que ro-
sibía eran una manifestación política constante, cuan-
lo el gobierno, so pretexto de seguridad, ordenó el
:raslado” del preso a Alicante. Primo.de Rivera, des-
confiando de que se apelase a ese arbitrio para apli-
sarle la “ley de fugas” (que da derecho a los con-
luctores a matar al detenido que intenta fugarse, y
sirvió muchas veces para encubrir verdaderos asesi-
natos de Estado), se hizo esposar y requirió a un
scribano para que diese fe de cómo salia esposado,
y en la imposibilidad material consiguiente de darse
1 la fuga.
José Antonio Primo de Rivera fué así recluído en
2] Castillo de Alicante, y allí lo encontró la guerra
aviL
UNA VISITA CURIOSA Y CONSTANTE
El castillo de Santa Bárbara, donde cumplieron
ondena por delito político algunos encartados en los
sucesos del 10 de agosto de 1932, entre ellos el gene-
ral Cavalcanti, fallecido hará un año en Burgos,
stá situado en lo más alto del peñón que domina a
Alicante. Emplazado tan eminentemente, el castillo
15 a su vez visto desde todas partes, y mucho más
ómodamente desde el mar, Si a esto se añade el
vuxilio de unos buenos prismáticos, la observación
lesde el puente de un barco de guerra, por ejemplo,
puede ser minuciosa y eficaz. .
En aguas de Alicante estaban fondeados buques
le guerra extranjeros, que habían acudido para pro-
eger la evacuación de sus connacionales, así natu-
rales como “camuflados”. De ese benéfico “camou-
lage”, al que deben la vida no pocos españoles dis-
inguidos, la República Argentina podría contar sa-
brosas y emocionantes historias,
Había en la bahía de Alicante banderas inglesas,
alemanas, italianas, argentinas, - e
Un oficial británico y otro alemán visitaban dia-
riamente a Primo de Rivera. Se das. mucho pábulo
11 rumor de una especial protección del actual duque
le Windsor, No extrañaba a nadie la simpatía del
istado nacionalsocialista,
Yo no digo que el gobierno de Madrid — entonces
staba en. Madrid -— pensase en desembarazarse de
irimo de Rivera sin procedimiento judicial. Pero
ii acaso lo pensó alguien, la diaria visita de control
lel oficial británico y del tudesco hubieran sido un
'erio impedimento a la clandestinidad y al sigilo ne-
:esarios para llevar a cabo un hecho tan gravemente
rregular, -
Primo de Rivera fué sometido a un tribunal, no sé
i consejo de guerra o tribunal popular, que lo juzgó
7 lo condenó a muerte: - -
L SENTENCIADO OFRECE UN CIGARRILLO A
SUS JUECES . -
Primo de Rivera ha sido siempre un hombre frío,
.ueño de sí mismo, servido por una gran inteligen-
ay no- molestado por ningún apasionamiento. -
No podía ocultársele la gravedad del trance judicial
n- que se hallaban él, una. hermana y un hermano,
uzgados en la misma causa, No dudó en vaticinar
u sentencia de muerte, Pero también en esta ocasión
e defendió a sí mismo, y lo hizo con la serenidad
jue era. condición sobresaliente de su ánimo. Fué
ondenado a muerte. Oyó con. tranquilidad suma la
entencia, y dirigiéndose al fiscal y.a los jueces, les
ijo: .
—No sé cuál es la actitud que me corresponde,
orque es la primera vez que soy condenado a muerte,
Y sacando su pitillera, ofreció cigarrillos...
La aristocracia española, a la que pertenecía Pri-
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