18 de Mayo de 1988
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¡ue presenciase una escena en la que
los automóviles corren a gran veloci-
lad por los caminos que bordean una
nontaña, chocan violentamente y uno
le ellos cae al precipicio, Acudí, segu-
0 de presenciar algo sorprendente y
lispuesto a- encontrarme ante la mon-
:aña, los autos, el precipicio y todo lo
lemás. Llegué al estudio, y me lleva
on a un set muy pequeño, donde de-
(a tener lugar el choque. Yo siempre
miraba hacía arriba, buscando las
nontañas, pero terminé mirando hacia
1bajo para verlo todo, pues, en reali-
lad, el choque no iba a ser más que
in truco. -
Sobre un pequeño entarimado, pues-
0 a un metro del suelo, habían cons-
:ruído, con maderas y trapos, una se-
“e de montañas con sus respectivos
:aminos, en uno de los cuales había
los automóviles. de juguete. Primero
ne hicieron. ver algunos ensayos, que
mresenciados directamente desde donde
ro me encontraba, no me impresiona-
'on, sin duda porque podía apreciar la
mentira. Pero luego me hicieron arro-
lillar, hasta que mis ojos estuvieron a
'a misma altura que el borde del enta-
*imado. Me dieron un lente rectangu-
lar y me pidieron que volviese a mi-
rar la escena. Lo hice, y mi impresión
se transformó por completo, ya que el
thoque presenciado desde tal posición
*esultaba de una realidad asombrosa.
Realidad qu: más tarde el espectador
habrá experimentado al presenciarlo
an la pantalla, pues en aquel momen-
0 mis ojos vieron el choque tal como
a cámara lo recogería con su lente
zara llevarlo a la tela.
¿Y qué decir de los incendíos? Yo
1e presenciado ocho incendios "de casas
m los estudios de Hollywood. Pero de
asas que no medían más de veinte
:entímetros de altura cada una... Y
1e visto “terribles” naufragios de bu-
¡ues de juguete, ocurridos en un tan-
jue de agua de medio metro de pro-
undidad. Y he estado sudando mien-
ras presenciaba una tormenta de nie-
re, que no era nieve, sino pedacitos de
algodón que un grupo de obreros de-
¡aba caer, mientras abajo los artistas
ingían ngonizar ante tan cruento
“frío”. He visto buzos en el fondo del
nar, caminando entre plantas y aní-
nales extraños. Pero en un “fondo”
narino que no llegaba a dos metros y
mas plantas y animales de utilería.
7 esto sin contar los desprendimientos
le montañas, que en la pantalla tanto
mpresionan y que son, en realidad,
lesprendimientos que caben fácilmente
an la palma de una mano. Y más tar-
le, asombrosas escenas de ríos desbar-
jándose y arrastrando a su paso casas
y árboles, y que, sin embargo, para ser
:Imadas no requerían más que el es-
»acio que ocupa una mesa común,
Cuando llegué a Hollywood, ya esta-
a filmada “San Francisco”, en la que
1etuaban Jeanette MacDonald y Clark
Jable. Llegué tarde, pero me enseña:
:on el lugar en que había ocurrido
wquel fantástico terremoto que se vió
1 el film. No pude menos de asom-
xrarme al comprobar que todas esas
:erribles escenas habían ocurrido en un
5pacio de” ocho metros: cuadrados,
1proximadamente. Todavía quedaban
Allí restos de las casas, que eran de
zartón y madera, lo mismo que las “gi-
santescas” piedras. Casi todo era mi-
satura: desde los edificios, hasta los
normes agujeros en la tierra; y des-
le el fuego — hecho a base de trapos
juemándose, — hasta el agua, propor-
:onada por simples mangueras. Todo
equeñito e insignificante, pero que
uego se agrandaba y daba, gracias al
Tuco fotográfico, esa perfecta sensa-
ón de realidad que todos señtimos al
rer la película.
Cómodamente sentado presenció, en
.n estudio, el formidable hundimiento
'el velero “William Brown”, que lue-
'Continúa en la página 49)
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