18 de Mayo de 1934
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Volvemos a los tiempos de las cesantías en masa
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Señor Director:
Más de 1.000 servidores del Estado aca-
ban de ser declarados cesantes en Obras
Sanitarias de la Nación. Se les ha echado
a la calle de una plumada. Así como sue-
na: sin el menor respeto por la angustia
de esos hombres, padres de familia casi to-
dos, que ahora se suman a la legión trá-
Zica de los desocupados; de los que no
pueden llevar pan a sus hogares porque
no tienen trabajo. La mayoría de esos hom-
bres no volverán a reír por mucho tiempo.
En sus rostros sólo habrá una expresión
de angustia. Sus hijos tampoco reirán.
Er Estado los ha despedido porque esta-
ban de más. Los condena al hambre y a la
miseria porque necesita vacantes para aco-
modar a los recomendados del nuevo ré-
gimen. No importa que se trate de hombres
meritorios, de empleados eficientes. HAY
QUE HACER VACANTES, ¡AUNQUE
QUEDEN MAS DE MIL HOGARES EN
LA INDIGENCIA!
Es irritante, señor Director, lo que ha ocurrido
en -Obras Sanitarias de la Nación. Cuesta creer
que haya hombres de gobierno capaces de firmar
un decreto de tal naturaleza. 7 Es aue esos hombres
10 tienen mujer e hijos? Nadie les va a creer que
13yan tomado esta medida por razones de economía,
i éste fuera el propósito, no era necesario apelar
. tan extremo recurso. Con no proveer por un tiem-
o las vacantes que se producen en esa repartición
- en otras de la administración nacional, basta y
obra para equilibrar cualquier presupuesto. Si es-
aban de más en Obras Sanitarias, ¿por qué no
»s mandaron a otras dependencias? En otros mi-
isterios hay partidas sobrantes destinadas a nue-
"o personal, ¿Por qué no aprovechar éste, que ya
iene experiencia administrativa y con el que el
istado, por otra parte, ha contraído una respon-
abilidad? Esto hubiera sido lo lógico y lo razona-
»le, El Estado no puede permanecer indiferente an-
e la suerte de sus fieles servidores, porque así «e
1ace también obra social. ,
Yo no soy partidario de los excesos burocrátiros
ie los gobiernos, porque, a parte de convertirse esto
nn un mal que hecha raíces muy profundas en el
eno de la sociedad, es un estímulo negativo para
muestra juventud. La empleomanía ha llegado a con-
ertirse en un vicio funesto. Pero yo entiendo, se-
¡or Director, que el Estado debe respetar los dere-
¿hos que adquieren los empleados que cumplen con
u deber. Cualquier patrón los respeta. El hombre
ne ingresa al servicio del Estado lo hace no sólo
ara subvenir sus necesidades y las de su familia,
ino también con el propósito de prosperar en la
:arrera administrativa. Supone que el -Estado no
vuede ser un mal patrón, y se entrega a él conf:
lamente. Pero ¿qué es lo que está ocurriendo aho-
'a? Todo lo contrario, Se les exige capacidad y com-
etencia a cambio de una remuneración que no es,
yrecisamente, dispendiosa, y un buen día se los
cha a la calle, ¿Por qué? Cambio de gobierno, o lo
Tue-es lo mismo, cambio de comité. ;
Lo que acaba de ocurrir en Obras Sani-
arias, señor Director, es tanto más dolo-
"oso si se considera que las personas afec-
adas por el decreto de cesantía son argen-
inos. En cambio, hay muchos miles, mu-
-has decenas de miles de extranjeros en la
idministración nacional. ¿No sería justo y
lógico que se tuviera alguna preferencia
por los argentinos nativos en los empleos
públicos? A nadie les pertenece con más
lerecho que a ellos
Ahora más que nunca, señor Director, es
an evidente la necesidad de dar escalafón
y estabilidad a los hombres que consagran
su Vida al servicio del Estado. Hay que ga-
antizarles respeto por su situación mien-
Tras cumplan con sus deberes. Sólo así se
los pondrá a cubierto de los que se atribu-
yen el derecho de burlarse del hambre
ajeno.
ARGENTINO D. VERAS.
lismo intransigente y hasta revolucio-
nario. Muchos de ellos, empero, están
trabajando decididamente, aunque en
silencio, por el nuevo partido, y consa-
sran a ello los mismos entusiasmos
que demostraron en otros tiempos cuan-
do su lema era: “Que se rompa, pero
que no se doble.”
Bueno: nadie podrá objetarles nada.
En realidad, lo que ellos defendían: ya
se rompió. Para los radicales de la
guardia vieja el partido acabó con la
revolución del 6 de septiembre, y el
que surgió después sólo fué un nuevo
oreanismo con asnbectos radicales TF'sa
10 deja de tener su fondo de ver-
lad. Lo preside el doctor Alvear, lla-
nado desde Europa por un conjunto
de hombres que quisieron olvidar un
vasado reciente; pero que no lograron
vitar el cisma latente en que vive
lesde su formación. Porque los ele-
mentos más genuinamente representa-
ivos de la tradición se llamaron a re-
iro, como el doctor Giiemes, o queda-
"on aparte, como el doctor Pueyrre-
lón, siempre dispuestos a defender sus
osiciones y a jugarse en el momento
jue sea necesario.
Acaso ese momento va esté vor
lavar.
sotentado. Me creía el rey del kerosén.
Podía darme todos los” gustos, menos
:1 de comprarme sombrero. A pesar de
:50 me separé de Blanca Podestá. Ella
*enía predilección por el repertorio
Iramático, y yo no tenía estatura ni
'abeza para el drama, Me faltaba esta.
ura y me sobraba cabeza. Sólo abordé
Igunos papeles tragicómicos, de los
lamados grotescos, como los protago-
1istas de “Mateo” y “El organito”, Pe-
0 éstas fueron excepciones. Siempre
me mantuve dentro del género cómi-
20, que es el que me corresponde, ¡Oja-
á no hubiera salido nunca de él! Una
vez me asocié con un dramaturgo, que
Juiso hacer de mí un Zacconi del bos-
que, y la prueba me costó veintiocha
mil pesos. Esto me ocurrió en el año
28. Perdí mil pesos por cada año, Jus.
itos, justitos,
— ¿Y el dramaturgo?....
Al oír nuestra pregunta Ramírez em-
vieza a hacer cosas raras con los de-
los, Esconde el pulgar y los dos del
nedio, y con los dos restantes, de am-
Jas manos, se pone a dar golpes en la
nesa, Después, agrega, con cómico so-
resalto: .
— ¿El dramaturgo?... ¡No lo co-
10zc0!... ¡No me lo nombre!... ¡To-
que madera!...
Nos reímos de su miedo retrospecti-
vo y tratamos de calmarlo:
— ¿Qué son veintiocho mil pesos pa-
ra un actor de su talla?...
— No, si lo que más siento no son
los pesos, sino los dramas que tuve que
ver y hasta que interpretar, Claro que
también me acuerdo de los canarios
nue valarnn. :Como nara na acordar.
sel... Sobre todo, que en el teatro no
se gana tanto como parece. Yo llevo
reintidós años en él, y muchas veces
xerdí en un año lo que había ganado
:n dos, Ahora mismo estoy organizan-
lo una jira, y no sé lo que pasará. En
'os negocios teatrales siempre hay que
sperar alguna sorpresa, Esto lo sé
bien yo, que llevo 18 años de empre-
sario: de mí mismo, Me independicé en
1919, al separarme de Blanca Podes-
á, y desde entonces, salvo algunas tem-
voradas que trabajé como contratado
:1 Buenos Aires, siempre fuí cabeza
le compañía. Nadie puede negarme el
derecho de encabezar un elenco. Eso a
a vista está. ¿No le parece? .
— De acuerdo, Pero deje usted ya la
rabeza en paz, Se le va a achicar de
anto nombrarla,
— ¿Qué más quisiera yo? Pero no
hay cuidado, Ni crece ni merma, Es
la misma con que nací, hace cuarenta
años, y será la misma que me lleve
:uando emprenda mi última jira, den-
tro de otros cuarenta, por lo menos. Es
mi personalidad y mi Salvoconducto.
Jon ella he recorrido todos los pue-
blos del país, en los que es tan conocida
:omo la de Sarmiento, valga la irreve-
"encia. Con ella he interpretado obras
vor kilos y personajes por toneladas.
También he sacado de ella algunas
»bras teatrales, pues yo también soy
wtor, Tengo más de diez actos estre-
1ados. Lo que no he podido estrenar
-odavía. es un sombrero que me venga
¡usto, El día que consiga esto me doy
mn banquete a mí mismo y renuncio
Jara siempre al título de “Cahezón”
val de sinsombrerieta
“La cabeza y la estatura me
——a——————— (Continuación de
impidieron hacer dramas” |
la página 27) A
usaba. Gracias a esa feliz circunstan-
cia, fuí un precursor del sinsombre-
rismo. Desde entonces practico esta mo-
da, que me ha ahorrado muchos pe-
sos... ¡Qué digo ahorrar! Si no hu-
biera sido por el sinsombrerismo, yo no
hubiera podido vivir del teatro. Ten-
dría que haberme dedicado a banque-
ro y concursarme cada tres años...
* — Pues por ahí se dice que usted ha
zanado bastante dinero en el teatro.
— Sí que tuve suerte. Pero dejemos
eso ahora, Prefiero seguir con los ma-
los tiempos. A veces es lindo acordar-
se de cuando uno estuvo en la mala.
— Sobre tada cuanda uno está en ly
buena...
— No tan buena, no tan- buena. Las
apariencias engañan, Claro que me-
jor es esta época que aquella de los
sesenta pesos. Un año estuve con ese
sueldo. No estaba de acuerdo con mi
rabeza. nero sí con mi actatuyra. Y tam
ién con mis primeros papeles, Recuer-
to que el primero que me dieron tenía
nco hojas. No emboqué el tipo, y
Uippi empezó a cortar, a cortar, has-
a reducirlo a media carilla. Me ocu-
'Tió lo mismo que con el espadín, Re.
ién cuando Muiño y Alippi pasaron al
3uenos Aires empecé a destacarme, No
tecesito decirle que por la cabeza, Er
Don Agenor Saladillo”, Alippi la to.
nó con ella, y en vez de Ubaldino, que
:ra el nombre de mi personaje, empezó
1 llamarme “Cabezón”. Y con “Cabe-
-ón” me quedé, con harto fundamento
.0s autores cómicos, que no dan pun-
'ada sin nudo, fueron los primeros que
lejaron de quebrarse su cabeza para
acer chistes a costa de la mía. En la
sieza que siguió al estreno de “Don
Agenor Saladillo”, me repartieron un
xersonaje que era empleado de una
sombrerería, Ni qué decir tiene que yc
me pasaba el tiempo probándome som:
oreros.
— ¿Estuvo usted mucho tiempo con
Muiño-Alippi?
— Dos años. Cuando salí, ganaba 90
pesos. Me fuí con Blanca Podestá y Al-
berto Ballerini, que me doblaron el
sueldo. A los dos años de estar con ellos
cobraba 240, Y digo los cobraba, por
que no es lo mismo cobrarlos que ga
narlos. Con frecuencia ocurre al re.
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