Full text: 28.1938,18.Mai=Nr. 1426 (1938142600)

18 de Mayo de 1934 
ETT EE 
Volvemos a los tiempos de las cesantías en masa 
3 
Señor Director: 
Más de 1.000 servidores del Estado aca- 
ban de ser declarados cesantes en Obras 
Sanitarias de la Nación. Se les ha echado 
a la calle de una plumada. Así como sue- 
na: sin el menor respeto por la angustia 
de esos hombres, padres de familia casi to- 
dos, que ahora se suman a la legión trá- 
Zica de los desocupados; de los que no 
pueden llevar pan a sus hogares porque 
no tienen trabajo. La mayoría de esos hom- 
bres no volverán a reír por mucho tiempo. 
En sus rostros sólo habrá una expresión 
de angustia. Sus hijos tampoco reirán. 
Er Estado los ha despedido porque esta- 
ban de más. Los condena al hambre y a la 
miseria porque necesita vacantes para aco- 
modar a los recomendados del nuevo ré- 
gimen. No importa que se trate de hombres 
meritorios, de empleados eficientes. HAY 
QUE HACER VACANTES, ¡AUNQUE 
QUEDEN MAS DE MIL HOGARES EN 
LA INDIGENCIA! 
Es irritante, señor Director, lo que ha ocurrido 
en -Obras Sanitarias de la Nación. Cuesta creer 
que haya hombres de gobierno capaces de firmar 
un decreto de tal naturaleza. 7 Es aue esos hombres 
10 tienen mujer e hijos? Nadie les va a creer que 
13yan tomado esta medida por razones de economía, 
i éste fuera el propósito, no era necesario apelar 
. tan extremo recurso. Con no proveer por un tiem- 
o las vacantes que se producen en esa repartición 
- en otras de la administración nacional, basta y 
obra para equilibrar cualquier presupuesto. Si es- 
aban de más en Obras Sanitarias, ¿por qué no 
»s mandaron a otras dependencias? En otros mi- 
isterios hay partidas sobrantes destinadas a nue- 
"o personal, ¿Por qué no aprovechar éste, que ya 
iene experiencia administrativa y con el que el 
istado, por otra parte, ha contraído una respon- 
abilidad? Esto hubiera sido lo lógico y lo razona- 
»le, El Estado no puede permanecer indiferente an- 
e la suerte de sus fieles servidores, porque así «e 
1ace también obra social. , 
Yo no soy partidario de los excesos burocrátiros 
ie los gobiernos, porque, a parte de convertirse esto 
nn un mal que hecha raíces muy profundas en el 
eno de la sociedad, es un estímulo negativo para 
muestra juventud. La empleomanía ha llegado a con- 
ertirse en un vicio funesto. Pero yo entiendo, se- 
¡or Director, que el Estado debe respetar los dere- 
¿hos que adquieren los empleados que cumplen con 
u deber. Cualquier patrón los respeta. El hombre 
ne ingresa al servicio del Estado lo hace no sólo 
ara subvenir sus necesidades y las de su familia, 
ino también con el propósito de prosperar en la 
:arrera administrativa. Supone que el -Estado no 
vuede ser un mal patrón, y se entrega a él conf: 
lamente. Pero ¿qué es lo que está ocurriendo aho- 
'a? Todo lo contrario, Se les exige capacidad y com- 
etencia a cambio de una remuneración que no es, 
yrecisamente, dispendiosa, y un buen día se los 
cha a la calle, ¿Por qué? Cambio de gobierno, o lo 
Tue-es lo mismo, cambio de comité. ; 
Lo que acaba de ocurrir en Obras Sani- 
arias, señor Director, es tanto más dolo- 
"oso si se considera que las personas afec- 
adas por el decreto de cesantía son argen- 
inos. En cambio, hay muchos miles, mu- 
-has decenas de miles de extranjeros en la 
idministración nacional. ¿No sería justo y 
lógico que se tuviera alguna preferencia 
por los argentinos nativos en los empleos 
públicos? A nadie les pertenece con más 
lerecho que a ellos 
Ahora más que nunca, señor Director, es 
an evidente la necesidad de dar escalafón 
y estabilidad a los hombres que consagran 
su Vida al servicio del Estado. Hay que ga- 
antizarles respeto por su situación mien- 
Tras cumplan con sus deberes. Sólo así se 
los pondrá a cubierto de los que se atribu- 
yen el derecho de burlarse del hambre 
ajeno. 
ARGENTINO D. VERAS. 
lismo intransigente y hasta revolucio- 
nario. Muchos de ellos, empero, están 
trabajando decididamente, aunque en 
silencio, por el nuevo partido, y consa- 
sran a ello los mismos entusiasmos 
que demostraron en otros tiempos cuan- 
do su lema era: “Que se rompa, pero 
que no se doble.” 
Bueno: nadie podrá objetarles nada. 
En realidad, lo que ellos defendían: ya 
se rompió. Para los radicales de la 
guardia vieja el partido acabó con la 
revolución del 6 de septiembre, y el 
que surgió después sólo fué un nuevo 
oreanismo con asnbectos radicales TF'sa 
10 deja de tener su fondo de ver- 
lad. Lo preside el doctor Alvear, lla- 
nado desde Europa por un conjunto 
de hombres que quisieron olvidar un 
vasado reciente; pero que no lograron 
vitar el cisma latente en que vive 
lesde su formación. Porque los ele- 
mentos más genuinamente representa- 
ivos de la tradición se llamaron a re- 
iro, como el doctor Giiemes, o queda- 
"on aparte, como el doctor Pueyrre- 
lón, siempre dispuestos a defender sus 
osiciones y a jugarse en el momento 
jue sea necesario. 
Acaso ese momento va esté vor 
lavar. 
sotentado. Me creía el rey del kerosén. 
Podía darme todos los” gustos, menos 
:1 de comprarme sombrero. A pesar de 
:50 me separé de Blanca Podestá. Ella 
*enía predilección por el repertorio 
Iramático, y yo no tenía estatura ni 
'abeza para el drama, Me faltaba esta. 
ura y me sobraba cabeza. Sólo abordé 
Igunos papeles tragicómicos, de los 
lamados grotescos, como los protago- 
1istas de “Mateo” y “El organito”, Pe- 
0 éstas fueron excepciones. Siempre 
me mantuve dentro del género cómi- 
20, que es el que me corresponde, ¡Oja- 
á no hubiera salido nunca de él! Una 
vez me asocié con un dramaturgo, que 
Juiso hacer de mí un Zacconi del bos- 
que, y la prueba me costó veintiocha 
mil pesos. Esto me ocurrió en el año 
28. Perdí mil pesos por cada año, Jus. 
itos, justitos, 
— ¿Y el dramaturgo?.... 
Al oír nuestra pregunta Ramírez em- 
vieza a hacer cosas raras con los de- 
los, Esconde el pulgar y los dos del 
nedio, y con los dos restantes, de am- 
Jas manos, se pone a dar golpes en la 
nesa, Después, agrega, con cómico so- 
resalto: . 
— ¿El dramaturgo?... ¡No lo co- 
10zc0!... ¡No me lo nombre!... ¡To- 
que madera!... 
Nos reímos de su miedo retrospecti- 
vo y tratamos de calmarlo: 
— ¿Qué son veintiocho mil pesos pa- 
ra un actor de su talla?... 
— No, si lo que más siento no son 
los pesos, sino los dramas que tuve que 
ver y hasta que interpretar, Claro que 
también me acuerdo de los canarios 
nue valarnn. :Como nara na acordar. 
sel... Sobre todo, que en el teatro no 
se gana tanto como parece. Yo llevo 
reintidós años en él, y muchas veces 
xerdí en un año lo que había ganado 
:n dos, Ahora mismo estoy organizan- 
lo una jira, y no sé lo que pasará. En 
'os negocios teatrales siempre hay que 
sperar alguna sorpresa, Esto lo sé 
bien yo, que llevo 18 años de empre- 
sario: de mí mismo, Me independicé en 
1919, al separarme de Blanca Podes- 
á, y desde entonces, salvo algunas tem- 
voradas que trabajé como contratado 
:1 Buenos Aires, siempre fuí cabeza 
le compañía. Nadie puede negarme el 
derecho de encabezar un elenco. Eso a 
a vista está. ¿No le parece? . 
— De acuerdo, Pero deje usted ya la 
rabeza en paz, Se le va a achicar de 
anto nombrarla, 
— ¿Qué más quisiera yo? Pero no 
hay cuidado, Ni crece ni merma, Es 
la misma con que nací, hace cuarenta 
años, y será la misma que me lleve 
:uando emprenda mi última jira, den- 
tro de otros cuarenta, por lo menos. Es 
mi personalidad y mi Salvoconducto. 
Jon ella he recorrido todos los pue- 
blos del país, en los que es tan conocida 
:omo la de Sarmiento, valga la irreve- 
"encia. Con ella he interpretado obras 
vor kilos y personajes por toneladas. 
También he sacado de ella algunas 
»bras teatrales, pues yo también soy 
wtor, Tengo más de diez actos estre- 
1ados. Lo que no he podido estrenar 
-odavía. es un sombrero que me venga 
¡usto, El día que consiga esto me doy 
mn banquete a mí mismo y renuncio 
Jara siempre al título de “Cahezón” 
val de sinsombrerieta 
“La cabeza y la estatura me 
——a——————— (Continuación de 
impidieron hacer dramas” | 
la página 27) A 
usaba. Gracias a esa feliz circunstan- 
cia, fuí un precursor del sinsombre- 
rismo. Desde entonces practico esta mo- 
da, que me ha ahorrado muchos pe- 
sos... ¡Qué digo ahorrar! Si no hu- 
biera sido por el sinsombrerismo, yo no 
hubiera podido vivir del teatro. Ten- 
dría que haberme dedicado a banque- 
ro y concursarme cada tres años... 
* — Pues por ahí se dice que usted ha 
zanado bastante dinero en el teatro. 
— Sí que tuve suerte. Pero dejemos 
eso ahora, Prefiero seguir con los ma- 
los tiempos. A veces es lindo acordar- 
se de cuando uno estuvo en la mala. 
— Sobre tada cuanda uno está en ly 
buena... 
— No tan buena, no tan- buena. Las 
apariencias engañan, Claro que me- 
jor es esta época que aquella de los 
sesenta pesos. Un año estuve con ese 
sueldo. No estaba de acuerdo con mi 
rabeza. nero sí con mi actatuyra. Y tam 
ién con mis primeros papeles, Recuer- 
to que el primero que me dieron tenía 
nco hojas. No emboqué el tipo, y 
Uippi empezó a cortar, a cortar, has- 
a reducirlo a media carilla. Me ocu- 
'Tió lo mismo que con el espadín, Re. 
ién cuando Muiño y Alippi pasaron al 
3uenos Aires empecé a destacarme, No 
tecesito decirle que por la cabeza, Er 
Don Agenor Saladillo”, Alippi la to. 
nó con ella, y en vez de Ubaldino, que 
:ra el nombre de mi personaje, empezó 
1 llamarme “Cabezón”. Y con “Cabe- 
-ón” me quedé, con harto fundamento 
.0s autores cómicos, que no dan pun- 
'ada sin nudo, fueron los primeros que 
lejaron de quebrarse su cabeza para 
acer chistes a costa de la mía. En la 
sieza que siguió al estreno de “Don 
Agenor Saladillo”, me repartieron un 
xersonaje que era empleado de una 
sombrerería, Ni qué decir tiene que yc 
me pasaba el tiempo probándome som: 
oreros. 
— ¿Estuvo usted mucho tiempo con 
Muiño-Alippi? 
— Dos años. Cuando salí, ganaba 90 
pesos. Me fuí con Blanca Podestá y Al- 
berto Ballerini, que me doblaron el 
sueldo. A los dos años de estar con ellos 
cobraba 240, Y digo los cobraba, por 
que no es lo mismo cobrarlos que ga 
narlos. Con frecuencia ocurre al re. 
"ás Unn 924 naence me Nararcía an nr 
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