Full text: 28.1938,25.Mai=Nr. 1427 (1938142700)

25 de Mayo de 1938 
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El perdón 
Continuación de la página 5) | 
varecían no sólo admirables, sino he- 
oicas. Roberto no pudo sustraerse a 
ste mágico influjo, e idolatraba a su 
Jadre como a un ser superior. 
Y todos sabían que por esta razón 
María Elena se casaba de nuevo con 
:1 hombre que odiaba. 
A los diez y siete años Roberto se 
varecía a su padre... Cuando Jorge notó 
sto se sintió orgulloso de él y buscó 
su compañía. De esta manera llega- 
ron a convertirse en muy amigos. 
Padre e hijo siempre estaban juntos. 
El mayor enseñó al muchacho a pes- 
:ar, a montar, a cazar y a pelear. Jor- 
re podía hacer con un caballo lo que 
:) quería. Saltaba cualquier obstáculo 
:n su camino sin pensar en el peligro, 
7 algunos afirmaban haberlo visto sal- 
tar el pequeño precipicio que separaba 
:1 pueblo del bosque cercano. El hijo 
1prendía de él todo: lo bueno y lo malo, 
7 los rumores se hicieron tan insis- 
entes, que María Elena comenzó final- 
mente a preocuparse de esta cama- 
“adería. 
Roberto, por otra parte, no había 
sambiado con respecto a ella. Siempre 
ara cariñoso; pero la mujer leía en 
sus ojos el deseo de ver a sus padres 
reunidos de nuevo. 
Todo el año María Elena estuvo pen- 
sando sobre lo que ocurría alrededor 
de su hijo; pero su única confidente 
sra la señorita Julia. Cierto día le di- 
jo que pensaba casarse de nueva con 
Jorge. 
—.No debes arriesgar tu propia fe- 
icidad — respondió Julia, sorprendida, 
— No puedo decirle a Roberto la 
verdad; nunca me creería. Sabe que su 
vadre es el mejor cazador y el mejor 
jinete de la comarca, y tantas otras 
osas, y esto es lo que cuenta en la 
vida de un muchacho. 
— Pero ¿por qué tienes que casarte 
“on ese hombre imposible? 
— Para que mi hijo vuelva de nue- 
Yo a Casa. Es la única manera que me 
queda de que lo conozca a Jorge tal 
ual es. 
Roberto se sentía feliz y orgulloso. 
Su padre y su querida madre se casa- 
ban de nuevo, Era realmente una lás- 
¡ima que el muchacho no podía com- 
srender que su padre era el hombre 
más cruel e inútil de cuantos había 
zonocido, 
- El pueblo quedó a la expectativa de 
tos resultados que daría el heroico ex- 
erimento que hacía María Elena a 
osta de su felicidad. Pero por un mes 
ada sucedió de extraordinario, 
Mientras tanto, Roberto se vanaglo- 
laba de su padre y de su nuevo hogar. 
Hasta que cierto día de agosto algo 
ortentoso sucedió, Roberto volvía del 
ueblo con un grupo de sus amigos, y 
1 llegar a la casa entró silenciosa- 
1ente, De esta manera se enteró de 
: que ocurría allí. 
Jorge Dagle tenía el rostro lívido 
e rabia y odio; era evidente que ha- 
ía discutido con su mujer; pero esto 
o era lo importante. Lo que horrori- 
ó a Roberto fué la manera cómo tenía 
pretada en la suya la mano sana de 
a madre, Apretaba cruelmente la pe- 
ueña: mano con sus dedos que podían 
oblar un trozo de hierro. La agonía 
e reflejaba en los ojos de la torturada 
wjer, y en los del hombre había una 
1z diabólica e insana. Le decía algo 
n voz muy baja, mientras que María 
lena gemía: 
-— ¡Oh, Jorge!... ¡No!.,. ¡Te rue 
21... ¡Déjame!... 
Roberto se quedó como petrificado 
n el marco de la puerta. En el pri- 
ner momento no pudo compr ider lo 
ue significaba la conducta de su pa- 
re; pero de pronto empezaron a acla- 
ársele muchas cosas... Por primera 
ez en su vida veía la cruda realidad. 
'omprendió también la historia de la 
nano deformada de María Elena. Toda 
a admiración por su padre, por su 
deal, cayó por tierra, Jorge ya no era 
in héroe ante sus ojos, sino un hombre 
ruel y desalmado. 
Como un rayo se adelantó y asestó 
n tremendo golpe ál padre. Era el 
olpe más fuerte que había dado en 
oda su vida; pero sólo sirvió para que 
orge soltara a María Elena. No re- 
onoció éste que quien le había pegado 
ra su propio hijo, pues la sangre le 
ublaba la vista, y Roberto era sólo 
ina cuerpo desconocido, Atacó a su hi- 
o con furia, y sus terribles puños 
ayeron varias veces sobre el cuerpo 
le Roberto, hasta que éste cayó pesa- 
lamente al suelo. Jorge siguió pegando 
1 cuerpo caído, y hubiera matado al 
nuchacho a no ser por el grito de te- 
“or que lanzó María Elena. 
— ¡Roberto!... 
Ese grito penetró en el cerebro en- 
orpecido por la cólera, El hombre mi- 
"ó al rostro desfigurado que golpeaba, 
A - ( 
mulamIIa 3. NÍ ] GUIA DE FELICIDAD 
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DATIT. MERY —. Casilla de Correo 406 — ROSARIO (Sta, Fe 
" 
7 comprendió que ese cuerpo era de 
u hijo. Se levantó pesadamente, pues 
staba agotado, y sin mirar hacia atrás 
lesapareció, tambaleando, por la puer- 
a... 
Al retirarse los hombres, madre e 
tijo quedaron solos mirando el cuerpo 
nanimado, El corazón de María Elena 
e contrajo dolorosamente; pero el ros- 
ro de Roberto parecía tallado en gra- 
tito, 
— Se mató tratando de saltar el pre- 
1picio — dijo en voz baja. — No sa- 
ía hacer nada. Ni siquiera sabía 
nontar. 
Y María Elena, con un supremo im- 
vulso de su corazón generoso, le res- 
oNdió: . 
— Sí, hijo, Tu padre era un buen 
inete. Si no saltó ese precipicio, es 
orque no quería hacerlo. 
Una extraña e inesperada expresión 
e alivio iluminó el rostro del mucha- 
ho, y un rocíó como de perdón hume- 
eció los ojos que momentos antes mi- 
aban con odio, 
— Sí — dijo, finalmente, sonriendo 
on dulzura a la madre: — tienes ra- 
ón: era un buen jinete... 
Con la asistencia de un médico y los 
ariñosos cuidados que su madre le pro- 
igaba, Roberto se repuso a las pocas 
emanas, 
No hablaron más de lo sucedido ni 
'e Jorge, hasta que un día lo trajeron 
la casa y lo colocaron en el vestíbulo. 
María Elena murmuró: 
—¿Está...? 
Y los hombres que lo trajeron con- 
“staron: 
— Sí, señora: está muerto. Lo vieron 
asar a caballo como un demonio enlo- 
¡uecido en dirección al río, y luego lo 
-neontramos en el fondo del precipio. 
“staba muerto. 
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