Full text: 28.1938,1.Jun.=Nr. 1428 (1938142800)

1 de Junio de 1988 
La calvicie es un signo de... (Continuación de la página 10) 
CCAA ——— AND DD 
Como síntoma de estímulo, es dig- 10y ya no serán “pobres pelados”, sino 
no de observar que, en las últimas dé- lichosos mortales que, tan brillante y 
cadas, la tendencia subconsciente de la isiblemente, pueden demostrar su con- 
civilización hacia la verdadera aquila-  *ición de varones. 
tación de méritos, va desalojando el uso No es menester recalcar las múlti- 
de pelucas y medios de simulación, que — ,.es ventajas de orden técnico y prác- 
pretendan ocultar con un “camouflage” ' ico que trae consigo la calvicie y que 
lo que antiguamente; en la ignorancia on ya archisabidas. Sólo comerciantes 
de siglos pretéritos, se consideraba un on fines utilitarios pueden discutirlas: 
defecto. Hoy en día no se ve una pelu- — Je tal manera, les resta a los calvos 
ca, y sólo por excepción circulan viri- ¡ada más que una tarea, si bien eriza- 
les exponentes humanos que, con em- a de dificultades, pero que debe em- 
préstitos laterales vergonzantes, echan renderse con fe, en la seguridad de 
a perder su mejor adorno. Esto recuer- ue el éxito coronará ampliamente sus 
da las maniobras que sometían los sfuerzos. Ella consiste en convercer 
*ndios americanos a las criaturas para 1 elemento femenino que se experi 
deformar sus cráneos en busca de rela- 1enta un placer mucho más puro y su- 
tiva belleza. Pues bien: así como para erior al acariciar una pulcra calva, 
ellos las cabezas alargadas eran moti- ue al introducir sus delicados deditos 
vo de admiración estética, así, también, n la maraña antihigiénica de una hir- 
la actual humanidad, en errónea con- uta cabellera, las más de las veces em- 
cepción, encuentra bellos los cráneos adurnada de grasientos cosméticos. 
masculinos provistos de abundante plu. Imbuída la humanidad de estos prin. 
mero capilar, y se preocupa, en atávica — ¡pios, sanos y lógicos, se verá con el 
barbarie, ya sea en disimular la calvi- — «orrer de los sielos que los hombres 
cie o mofarse de ella, tarados” con abundantes cabellos se 
1 la ciencia los reivindica y la es- — ifeitarán el cráneo, tal como actual- 
“ética sólo constituye una relativa ra- mente se rasuran la cara y tal como 
zón, ¿no puede decirse que se inicia — os chinos, por el sedimento de su mi- 
una nueva era para los calvos? Enton- — enaria civilización, han adoptado hace 
ces, ¡arriba, calvos!.., A partir de muchos siglos. 
El triángulo 
pudo sino mirarlo alucinada, esperan- 
do que él dispusiera de su vida como 
de una cosa que le pertenecía. Pero 
Félix no la tomó en sus brazos para 
escudarla contra el mundo y sus pro- 
pios errores; se quedó muy quieto, en 
:ambio, temiendo que su voluntad po- 
iría fallarie. 
— ¿Mi marido? — preguntó Leonor, 
«ecordando vagamente la frase. — Ya 
no lo es más, ni nunca podrá serlo. 
Nos iremos lejos de aquí Félix, y em- 
pezaremos a vivir de nuevo. 
El abrazo que los unió no sabía ni 
del bien ni del mal, ni de lágrimas ni 
de estrellas, El universo en ese instan- 
te era ellos dos solos, sin otro hori- 
zonte. 
— Permanecieron así extáticos un ins- 
tante apenas, y luego Félix dejó caer 
los brazos diciendo: 
— Vine a despedirme. . 
—- Despídete entonces de Stilweg, 
que yo iré contigo, hoy, ahora mismo. 
— Es mi amigo. . 
— ¿Lo quieres más que a mí? 
— A ti te quiero más que a la vida. 
-— Entonces dile la verdad. Eso es 
10 que yo haría si fuera hombre. 
— Sí. -Le diré la verdad — dijo Fé- 
lix, finalmente. Y caminó como un so- 
námbulo hacia la puerta que daha a 
la biblioteca. 
Cuando Félix abrió la puerta sólo 
tenía un pensamiento: proponerle a 
Stilweg que renunciara a su mujer y 
matarlo si se oponía. Una ola de lo- 
cura nublaba su cerebro, pues se en- 
contraba en el trance del hombre a 
quien la pasión empuja ciegamente 
hacia el crimen. Vió a Stilweg encor- 
vado sobre unos grandes positivos fo- 
tográficos salpicados de puntos blan- 
cos en fondo negro. Los ojos del as- 
trónomo parecían .a punto de saltar 
de las órbitas y las gotas de sudor 
sembraban su rostro de incontables 
luees combadas. 
Apenas se movió cuando Félix abrió 
la puerta; pero dejó a un lado por un 
instante los compases y demás instru- 
mentos que cubrían la mesa, para ha- 
"er un gesto con la mano, llamándolo. 
— ¡Ven, Félix! ¡Esto es enorme! 
La agitación que sacudía su voz era 
un grito triunfal en los oídos de Félix. 
Semanas yv meses habían estudiado la- 
(Continuación de la página 5) 
oriosamente los cielos para seguir e 
tilo casi imperceptible de una sospe 
'ha que, si lograban definir, los con- 
'ertirían en hombres famosos, cuyos 
1ombres bajarían a la posteridad apa- 
ejados con los grandes sabios, ¡Era 
a inmortalidad lo que hacía temblar 
1 voz de Stilweg! 
Félix, a grandes pasos, se acercí 
, la mesa de trabajo, y también sus 
nanos temblaban con la emoción in- 
antenible de descubrimiento, 
— ¿Hay desviación? — preguntó an. 
elante, clavando la mirada en la con: 
usión de puntos y rayas de las gran 
tes fotografías, 
Por única respuesta Stilweg se eché 
n sus brazos, mudo de alegría, y cuan- 
lo pudo finalmente hallar la voz, ar- 
iculó: s 
— ¡El nuevo planeta! ¡Al está 
"élix! 
— El nuevo planeta -— repitió su 
.yudante, como en un sueño. — Lo 
1emos encontrado... 
Y los dos hombres, animados por el 
nismo pensamiento, juntaron las ca- 
ezas sobre los complicados instru- 
mentos, para seguir la trayectoria in- 
'isible del astro entre las salpicaduras 
Jlancas, olvidados del resto del mun- 
lo, de sus dolores, de sus aleerías... 
7 de Leonor. 
Desde la sala, la mujer los miraba 
on las manos en la garganta; los mi- 
aba sin comprender más que su aban- 
lono, sin sentir sino que no era más 
jue una hoja arrastrada por el viento 
n un lugar infinitamente lejano de 
:quellos dos hombres inclinados sobre 
1 nuevo planeta que había nacido de 
us cerebros, el planeta que los haría 
nmortales. Su angustia creció por ins- 
wmntes hasta que estalló en un grito 
— ¡Félix! ¡Por Dios! ¿Qué haces? 
Los dos astrónomos se incorporaron 
ara mirarla allá en el fondo de sus 
xistencias, clamando por algo con lo 
ual ya había perdido contacto. Se 
niraron, confusos, como cuando se 
lespierta de un profundo sueño, y lue- 
'0, porque el tiempo apremiaba, vol 
ieron de nuevo a sumirse en lor 
ileulos que le darían la gloria. 
Y mi siguiera oyeron los sollozos 
,esesperados que durante largo ratc 
wartían de la habitación de Leonor 
TRATAMIENTO SENCILLO 
PARA CORTAR LA TOS 
Tómese una cucharadita de 
Jarabe Cresival en igual odo 
ble cantidad de agua. Repi- 
tase la dosis 3 a 4 veces al día. 
( Dosis pará niños) 
3u chico no ha podido dormir en toda la 
noche acosado por esa tos continua e in- 
rontenible y usted no logra remediarlo a 
pesar de su desvelo. 
?roporciónele ahora inmediato alivio. Re- 
curra al “Tratamiento sencillo para cortar 
la tos!””. Dele Jarabe Cresival, agradable 
solución que suaviza la irritación de la 
garganta, alivia el dolor de pecho y espalda, 
desinfecta las vías respiratorias y calma 
enérgicamente la tos. 
Mande en seguida por Jarabe Cresival. ¡Su 
chico tendrá así el remedio tan ansiado! 
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