1 de Junio de 1988
La calvicie es un signo de... (Continuación de la página 10)
CCAA ——— AND DD
Como síntoma de estímulo, es dig- 10y ya no serán “pobres pelados”, sino
no de observar que, en las últimas dé- lichosos mortales que, tan brillante y
cadas, la tendencia subconsciente de la isiblemente, pueden demostrar su con-
civilización hacia la verdadera aquila- *ición de varones.
tación de méritos, va desalojando el uso No es menester recalcar las múlti-
de pelucas y medios de simulación, que — ,.es ventajas de orden técnico y prác-
pretendan ocultar con un “camouflage” ' ico que trae consigo la calvicie y que
lo que antiguamente; en la ignorancia on ya archisabidas. Sólo comerciantes
de siglos pretéritos, se consideraba un on fines utilitarios pueden discutirlas:
defecto. Hoy en día no se ve una pelu- — Je tal manera, les resta a los calvos
ca, y sólo por excepción circulan viri- ¡ada más que una tarea, si bien eriza-
les exponentes humanos que, con em- a de dificultades, pero que debe em-
préstitos laterales vergonzantes, echan renderse con fe, en la seguridad de
a perder su mejor adorno. Esto recuer- ue el éxito coronará ampliamente sus
da las maniobras que sometían los sfuerzos. Ella consiste en convercer
*ndios americanos a las criaturas para 1 elemento femenino que se experi
deformar sus cráneos en busca de rela- 1enta un placer mucho más puro y su-
tiva belleza. Pues bien: así como para erior al acariciar una pulcra calva,
ellos las cabezas alargadas eran moti- ue al introducir sus delicados deditos
vo de admiración estética, así, también, n la maraña antihigiénica de una hir-
la actual humanidad, en errónea con- uta cabellera, las más de las veces em-
cepción, encuentra bellos los cráneos adurnada de grasientos cosméticos.
masculinos provistos de abundante plu. Imbuída la humanidad de estos prin.
mero capilar, y se preocupa, en atávica — ¡pios, sanos y lógicos, se verá con el
barbarie, ya sea en disimular la calvi- — «orrer de los sielos que los hombres
cie o mofarse de ella, tarados” con abundantes cabellos se
1 la ciencia los reivindica y la es- — ifeitarán el cráneo, tal como actual-
“ética sólo constituye una relativa ra- mente se rasuran la cara y tal como
zón, ¿no puede decirse que se inicia — os chinos, por el sedimento de su mi-
una nueva era para los calvos? Enton- — enaria civilización, han adoptado hace
ces, ¡arriba, calvos!.., A partir de muchos siglos.
El triángulo
pudo sino mirarlo alucinada, esperan-
do que él dispusiera de su vida como
de una cosa que le pertenecía. Pero
Félix no la tomó en sus brazos para
escudarla contra el mundo y sus pro-
pios errores; se quedó muy quieto, en
:ambio, temiendo que su voluntad po-
iría fallarie.
— ¿Mi marido? — preguntó Leonor,
«ecordando vagamente la frase. — Ya
no lo es más, ni nunca podrá serlo.
Nos iremos lejos de aquí Félix, y em-
pezaremos a vivir de nuevo.
El abrazo que los unió no sabía ni
del bien ni del mal, ni de lágrimas ni
de estrellas, El universo en ese instan-
te era ellos dos solos, sin otro hori-
zonte.
— Permanecieron así extáticos un ins-
tante apenas, y luego Félix dejó caer
los brazos diciendo:
— Vine a despedirme. .
—- Despídete entonces de Stilweg,
que yo iré contigo, hoy, ahora mismo.
— Es mi amigo. .
— ¿Lo quieres más que a mí?
— A ti te quiero más que a la vida.
-— Entonces dile la verdad. Eso es
10 que yo haría si fuera hombre.
— Sí. -Le diré la verdad — dijo Fé-
lix, finalmente. Y caminó como un so-
námbulo hacia la puerta que daha a
la biblioteca.
Cuando Félix abrió la puerta sólo
tenía un pensamiento: proponerle a
Stilweg que renunciara a su mujer y
matarlo si se oponía. Una ola de lo-
cura nublaba su cerebro, pues se en-
contraba en el trance del hombre a
quien la pasión empuja ciegamente
hacia el crimen. Vió a Stilweg encor-
vado sobre unos grandes positivos fo-
tográficos salpicados de puntos blan-
cos en fondo negro. Los ojos del as-
trónomo parecían .a punto de saltar
de las órbitas y las gotas de sudor
sembraban su rostro de incontables
luees combadas.
Apenas se movió cuando Félix abrió
la puerta; pero dejó a un lado por un
instante los compases y demás instru-
mentos que cubrían la mesa, para ha-
"er un gesto con la mano, llamándolo.
— ¡Ven, Félix! ¡Esto es enorme!
La agitación que sacudía su voz era
un grito triunfal en los oídos de Félix.
Semanas yv meses habían estudiado la-
(Continuación de la página 5)
oriosamente los cielos para seguir e
tilo casi imperceptible de una sospe
'ha que, si lograban definir, los con-
'ertirían en hombres famosos, cuyos
1ombres bajarían a la posteridad apa-
ejados con los grandes sabios, ¡Era
a inmortalidad lo que hacía temblar
1 voz de Stilweg!
Félix, a grandes pasos, se acercí
, la mesa de trabajo, y también sus
nanos temblaban con la emoción in-
antenible de descubrimiento,
— ¿Hay desviación? — preguntó an.
elante, clavando la mirada en la con:
usión de puntos y rayas de las gran
tes fotografías,
Por única respuesta Stilweg se eché
n sus brazos, mudo de alegría, y cuan-
lo pudo finalmente hallar la voz, ar-
iculó: s
— ¡El nuevo planeta! ¡Al está
"élix!
— El nuevo planeta -— repitió su
.yudante, como en un sueño. — Lo
1emos encontrado...
Y los dos hombres, animados por el
nismo pensamiento, juntaron las ca-
ezas sobre los complicados instru-
mentos, para seguir la trayectoria in-
'isible del astro entre las salpicaduras
Jlancas, olvidados del resto del mun-
lo, de sus dolores, de sus aleerías...
7 de Leonor.
Desde la sala, la mujer los miraba
on las manos en la garganta; los mi-
aba sin comprender más que su aban-
lono, sin sentir sino que no era más
jue una hoja arrastrada por el viento
n un lugar infinitamente lejano de
:quellos dos hombres inclinados sobre
1 nuevo planeta que había nacido de
us cerebros, el planeta que los haría
nmortales. Su angustia creció por ins-
wmntes hasta que estalló en un grito
— ¡Félix! ¡Por Dios! ¿Qué haces?
Los dos astrónomos se incorporaron
ara mirarla allá en el fondo de sus
xistencias, clamando por algo con lo
ual ya había perdido contacto. Se
niraron, confusos, como cuando se
lespierta de un profundo sueño, y lue-
'0, porque el tiempo apremiaba, vol
ieron de nuevo a sumirse en lor
ileulos que le darían la gloria.
Y mi siguiera oyeron los sollozos
,esesperados que durante largo ratc
wartían de la habitación de Leonor
TRATAMIENTO SENCILLO
PARA CORTAR LA TOS
Tómese una cucharadita de
Jarabe Cresival en igual odo
ble cantidad de agua. Repi-
tase la dosis 3 a 4 veces al día.
( Dosis pará niños)
3u chico no ha podido dormir en toda la
noche acosado por esa tos continua e in-
rontenible y usted no logra remediarlo a
pesar de su desvelo.
?roporciónele ahora inmediato alivio. Re-
curra al “Tratamiento sencillo para cortar
la tos!””. Dele Jarabe Cresival, agradable
solución que suaviza la irritación de la
garganta, alivia el dolor de pecho y espalda,
desinfecta las vías respiratorias y calma
enérgicamente la tos.
Mande en seguida por Jarabe Cresival. ¡Su
chico tendrá así el remedio tan ansiado!
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