Full text: 28.1938,15.Jun.=Nr. 1430 (1938143000)

EN CORRIENTES LAS COSAS ANDAN 
Señor Director *” 
Por los diarios de los últimos días me en- 
cero de que en Corrientes acaban de contra- 
tar a 6.000 peones brasileños para levantar 
ta cosecha de arroz. Cualquiera supondría, 
por la lectura de esta noticia, que en aquella 
irovincia. faltan braceros y por cso se ha 
tenido que recurrir a jornaleros extran- 
jeros, Pero no es así, mi estimado señor Di- 
rector, En Corrientes, como en el resto de 
las provincias y territorios que integran la 
República, lo que abunda es, precisamente, 
gente que necesita y desea trabajar. Abun- 
dan los desocupados, y con mayor razón en 
estos momentos en que la merma de la pro- 
ducción agrícola ha traído como consecuencia 
una inquietante paralización en la campaña. 
No faltan brazos, no falta tampoco personal 
experimentado en la producción arrocera. Lo 
que ocurre es que el bracero brasileño cuesta 
menos que el trabajador criollo. Trabaja por 
cuenta de contratistas, y con un jornal de 
monedas está satisfecho. El nuestro exige 
an poco más, no mucho, pero un poco más... 
Es inconcebible, señor Director, que se 
toleren estas cosas. Esta situación exige la 
inmediata intervención de las autoridades, 
porque conspira contra los intereses del 
país y contribuye a agravar el problema de 
la desocupación, que ya es de por sí bastan- 
¡e grave. Estamos lisa y llanamente frente 
Y Un caso de explotación del trabajo hu- 
nano que no debemos consentir ni tolerar. 
108 productores de arroz son los que me- 
108 derecho tienen de aumentar sus ga- 
1ancias 'a costa del jornal de los peones, 
»rque todo el mundo lo sabe, y ellos en 
yrimer término, el negocio del arroz es hoy 
m0 de los más florecientes y prósperos. 
cincuenta hectáreas bien cosechadas -bas- 
an para convertir al productor en propie- 
ario de un capital considerable. ¡Menos 
voracidad, señores arroceros; conténtense 
con ganar unos pesos menos y dejen co- 
mer a mucha gente que lo necesita! 
Ya que hablamos de cosas de Corrientes, 
señor Director, voy a referirme a otro asun- 
-0 que en estos últimos tiempos a conmovido 
1 la opinión pública de todo el país: ¡los 
naestros de Corrientes, amigo Director! 
Vdhora resulta que no sólo no se les paga 
lesde hace tres años, sino que todo el mundo 
'lude la responsabilidad de esta injusticia, 
jue llena de indignación y de vergiienza a 
odo buen argentino y a toda persona decen- 
e. El gobernador se lava las manos. Como 
1 gobiernó nacional, según dice, se ha atra- 
¡ado en el pago de determinadas subvencio- 
1es, él no tiene plata para pagar a los maes- 
ros, El presidente de la Asociación de Maes- 
57 
-— 
DE MAL EN PEOR 
Tos de Corrientes — ¡asómbrese, señor Di- 
"rector! — justifica el atraso en virtud de 
as razones que invoca su jefe, el gobernador. 
-a cuestión es que los pobres maestros están 
'nndenados a morirse de hambre. ¡Y hay 
odavía quien pretende justificar o disculpar 
sia enormidad! Es claro, el gobernador co- 
xrará puntualmente sus haberes; el presi- 
lente de esa Asociación ha de-recibir tam- 
xién su sueldo los 30 de cada mes, y ya se 
sabe, con el estómago lleno se justifican mu- 
has cosas. No quiero pensar lo que diría 
sarmiento si viviera. ¡El,. que no tenía: pe- 
'0s en la lengua cuando se trataba de cantar 
verdades! - 
Señor Director: hay cosas que no pueden 
justificarse de ninguna manera. Es imposi- 
e justificarlas. Tal es el caso de los maes- 
iros de escuela de Corrientes... Cuando el 
zobernador de una provincia rica en reser- 
7as naturales, como es Corrientes, se.de- 
:lara incapaz para encontrar dentro de su 
opio territorio los recursos imprescindi- 
Des para hacer frente a necesidades pri- 
narias de su pueblo, se reconoce, implíci- 
-amente, incapaz de desempeñar la alta 
magistratura que enviste. Patrióticamente, 
no queda más que un camino... Detarle 
el sitio a otro mejor. 
ARGENTINO D. VERAS 
o 
Enrique Muiño... * 
(Continuación de la página 49) 
A — — LS 
que era de cinco pesos por semana; que 
en el transcurso de tres años, se con- 
virtieron en cinco pesos diarios. En 
1907 me centrató don Pepe Podestá 
con doscientos pesos al mes. Pasé lue- 
ro con Parravicini, que de entrada me 
pagó cuatrocientos, Esto era en 1908. 
En 1914, cuando me separé de él, ya 
zanaba yo mil setecientos pesos men- 
suales, que eran un verdadero sueldo 
de primer actor. A los dos años, en 
1916, me uní a Elías Alippi, con quien 
me había encontrado :por primera vez 
en el teatro de la Comedia, cuando pa- 
36 a esta sala la compañía de don Je- 
rónimo Podestá. Alippi y yo coincidi- 
mos en el estreno de “Caín”, de Enri- 
que García Velloso. Desde el primer 
día que nos vimos sintonizamos, a pe- 
sar de que antes no se conocía aún esa 
palabra. Pero nosotros la presentimos. 
También, tuvimos el presentimiento de 
que unidos íbamos a seguir el mismo 
ramino. Y aquel presentimiento recí- 
Proco se cumplió, como lo saben ustedes 
y lo sabe todo el mundo. Por eso no es 
necesario que yo abunde ahora en deta- 
lles sobre la trayectoria de la compa- 
día Muiño - Alippi. Ya hace más de 
veinte años que se creó ese rubro artís- 
tico, y no será fácil que se disuelva 
nunca. 
Muiño hace una pausa; nos ofrece 
an cigarrillo, prende otro y continúa. 
— De los éxitos que alcanzamos jun- 
cos sólo quiero referirme brevemente al 
más grande de todos. Me refiero a 
nuestra jira por España, en el año 
1922, Esa jira y ese año permanecerán 
para siempre grabados en nuestro re- 
cuerdo y en muestra gratitud. Si no 
hubiéramos recibido otras emociones en 
nuestra vida, nos bastaría con las que 
recibimos en España para dar por bien 
agadas todas las contrariedades ante- 
lores. Nuestro debut, en el teatro de 
A Zarzuela, alcanzó las nronorciones 
de una verdadera fiesta nacional. Todo 
Madrid parecía haberse dado cita en 
aestro teatro. No sólo estaba abarro- 
ada la sala, sino el escenario entre 
vastidores, los pasillos, el vestíbulo y 
1asta la calle. No hubo una sola per- 
onalidad que no desfilara por nuestros 
amarines. Cada día teníamos no me- 
os de dos banquetes y tres o cuatro 
ecepciones, Tuvimos que repartirnos 
os homenajes. Alippi iba a un sitio y 
0 a otro, María Guerrero y Fernando 
Jíaz de Mendoza nos ofrecieron un 
anquete en la terraza andaluza del 
atro de la Princesa, que, más que un 
anquete, parecía una fiesta de “Las 
nil y una noches”, Cuanto había de 
nás granado en la aristocracia, la po- 
tica, las artes y las letras, asistió a 
se banquete, servido: por unos cama- 
eros de calzón corto, que parecían ar- 
hiduques austríacos, Y después el pue- 
lo, el pueblo de. Madrid, que es el más 
ateligente y el más generoso del mun- 
lo. Y digo es y no era, porque no pue- 
lo hacerme a la idea de que ya no 
xista aquel Madrid que yo vi en el 
ño 1927. Lo sucedido después no es 
ina realidad: es una pesadilla de la 
ue pronto habrá de despertar el pue- 
dó madrileño para volver a ser lo que 
'ué, lo que no puede dejar de ser nun- 
2: la flor de la gracia, de la simpa- 
ía y de la generosidad; el espíritu de 
ispaña y la esencia de todas las vir- 
udes de nuestra raza. Así lo siente 
7 lo dice un criollo que lloró al salir 
le Madrid y está a punto de llorar aho- 
'a al pensar que tanta gloria junta 
vudiera convertirse en un montón de 
uinas... Pero esto no puede ser. Yo 
stoy seguro de que Madrid, como el 
Lve mitológica, habrá de renacer de 
us cenizas. 
* Aventuras de viajeros... — 
(Continuación de la página 35) 
El hermano: Odorico de Pordenone, 
jue se hallaba también entonces en ¡a 
China, describió, entre otras cosas in- 
:reíbles, una colección de cerdos con 
"aras humanas, guardados en un con- 
rento budista, en Kinsay, ciudad que 
e cree es la actual Hang-tcheou. Kin- 
ay era una ciudad enorme en el siglo 
-átorce, como lo testimonia Marco Polo, 
7 por eso el hermano Odorico puede ha- 
erse confundido acerca de sus mara- 
villas cuando escribió sobre los chan- 
:hos humanos, Era una creencia gene- 
alizada en la edad media que los hom- 
es podían ser transformados en ani- 
"ales por arte de magia, 
Mandeville hizo también una deta- 
lada descripción sobre cómo construyó 
dejandro Magno la fortificación co- 
ocida con el nombre de “Puerta de 
tierro”, en Derbend, para protegerse 
le los salvajes de Persia. Describe a 
stos salvajes moviéndose sobre cuatro 
atas como los perros, lo qne los con- 
ertía en enemigos difíciles para los 
Adados de Alejandro. 
Relatos hoy familiares sobre las ha- 
:añas de los magos asiáticos, descritas 
on dudosa fidelidad por. muchas per- 
onas de muestro tiempo, fueron refe- 
idas por Marco Polo, Mandeville y 
.tros, y hay razón para creer que las 
rersiones modernas pueden derivar, por 
o menos en parte, de esas viejas his- 
orias. El hermano Hayton dice que 
os magos de Bactria, en Asia, pueden 
nantenerse en el aire sin nigún apo- 
70. Esto no es más que el fenómeno 
zonocido hoy con el nombre de levita- 
sión, atribuido a los fakires hindúes 
de nuestros días, 
- En las tierras del Gran Kan dice 
Mandeville haber visto el país de los 
2igmeos, donde la gente alcanzaba só- 
0 a unos sesenta centímetros de al- 
“ura, pero tenían muy buen aspecto y 
:ran bondadosos. Dice que se casaban 
uando tenían un año y medio, y que 
:enían hijos. No vivían más de seis o 
siete años, y eran buenos trabajadores 
1 oro, plata, algodón y seda, Cuan- 
do una persona de tamaño normal 
'enía hijos en esas tierras, nacían ne 
meos, porque esa era la naturaleza de 
la tierra, 
Después de contar estas y otras exa- 
seraciones, refiere Mandeville que es- 
“á sufriendo cruelmente de la gota co- 
mo consecuencia de sus tremendos tra- 
bajos y padecimientos, Y concluye de 
este modo: 
“Y así, haciendo un paréntesis a mi 
dolorido descanso, recordando el tiem- 
po pasado, he escrito estas cosas y las 
he puesto en este libro tal como vinic- 
ron a mi mente el año de gracia. de 
mil trescientos y cincuenta y seis, a los 
:reinta y cuatro años de haber partido 
de mi país. 
"Ruego a los lectores de este libro 
y a los que lo escuchen, que si les ha 
complacido oren por mí a Dios, que yo 
vraré por ellos. Y a todos los que di- 
gan por mí un Padrenuestro con un 
Avemaría, para que Dios me perdone 
mis pecados, los hago partícipes y les 
concedo parte de todos los buenos pe- 
regrinajes que he realizado; y no sólo 
de ellos, sino de todos los que aún pne- 
da realizar hasta el fin de mis días.” 
' 
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