UANDO acudimos al Astral en
busca de Armando Discépoln
nos informaron que no esta-
ba, pero que lo encontraríamos
en un café próximo al teatro, Allí lo
encontramos, en efecto, enfrascado en
la lectura de un libreto escrito a má-
quina y encuadernado en tapas azules,
— Es “El candelero”, de Alfredo de
Musset, cuya traducción acaba de en-
tregarme Vicente Martínez Cuitiño —
nos dice. — Será nuestro próximo es-
treno, Estoy estudiando la obra, aun-
que no sé todavía cuándo irá, pues “La
niña sale de noche”, de Goicoechea y
Cordone, que actualmente estamos re-
presentando, parece que viene con
fuerza popular, a juzgar por la abun-
dancia de público que todos los días
sale de su casa para venir a ver a
esta niña moderna que sale de noche
Este éxito me satisface, entre otras
razones, porque así tengo más tiem.
po por delante para estudiar y ensa-
yar sin apuros la obra de Musset. Una
obra nunca se estudia ni se ensaya lo
suficiente, La corocida fórmula de que
el arte es un. uno por ciento de inspira.
ción y un noventa y nueve de pacien.
cia, parece mandada hacer para el tea.
tro. Yo podría dar fe de ello en mi
triple aspecto de autor, de director y
de actor.
— No sabíamos que fuera usted
actor.
— Ahora, no; pero lo he sido en mi
juventud, ya un tanto lejana, si por
juventud se entiende únicamente un
problema del tiempo. ¿Quiere usted
que nos remontemos a ella?
— Dispuestos a retroceder, preferi-
ríamos llegar hasta su infancia.
— Esa está más lejana todavía, na-
turalmente, Quiero decir, que no sólo
está más distante en el tiempo, sino
también en el recuerdo, Yo no creo
mucho en la infancia, salvo en lo que
tiene da nromesa vara el niño Y de
La VIDA es la Ct
TEATRO” item
MUNDO ARGENTINO
nos dice Armando Discépolo. “El mundo — agre-
9a — es como un “grotesco”, en que la risa y el
llanto van siempre del brazo”
esperanza pará el padre. Entiendo que
21 hombre, al nacer, permanece espi-
itualmente en estado de amibos. Du-
rante los primeros cinco. años, sú espí-
ritu vd evolucionando del estado Tar:
vario al de crisálida. Recién a los sie-
te años, y a veces a los diez, empren:
de su vuelo la mariposa de la imagi-
nación, De los diez a los quince (deje-
mos aparte los casos. de precocidad,
la imaginación y la. razón libran una
lucha a muerte en la que casi siem-
e vence la primera. Sólo al llegar a
os veinte, con frecuencia a los trein-
"4, empieza la razón a tomarse su des-
mite. Esto por lo que se refiere al
mundo intelectual, En el mundo moral,
jue está ligado al otro por el doble
'ordón umbilical del- instinto y el cono.
imiento, la infancia sale aun más
nalparada en el plano de las compa.
raciones. Es un error creer que el ni-
io es mejor que el hombre. No pueda
serlo por la simple razón de que no
sabe serlo. El hombre no nace bueno
11 malo, Aprende a ser lo uno o lo
xro. La ética está unida al conoci-
niento como el espíritu a la .materia,
Por eso un sabiy es siempre mejor que
In tonto, y por eso un niño es inferior
1 un anciano. Hay que poner las cosas
on su luear, yv nara ello debemos am.
Armando Discégolo en una expresiva
caricatura de nuestro dibujante E.
MWiorinna.
ZN
Después de la
ectura, Discépolo
mparte a la com=
»añía de Paulina
3ingerman las úl-
:imas instruccio=
ves del próximo
estreno,
pezar por libramos del mito de la 1n-
fancia inmaculada. Es lo mejor ques
podemos hacer en beneficio de los ni-
ños, que, después de tcdo, maldita la
culpa que tienen de ser como son. Pere
dejémonos de filosofía, aunque de
cuando en cuando no queda mal filo
sofar un poco,
EMPLEADO DE COMERCIO Y AC
TOR INCIPIENTE
Con Paulina
Singerman vi-
vilando la con-
fección del ves-
tuario, elemen=
to importante
de todo espec-
tánuin tontral
—- Y usted ¿cómo era de chico?
— Ya no me atuerdo, Posiblemente
no era mejor ni peor que los demás
Sólo cuando fuí al colegio empecé a
darme cuenta de que convenía más se:
bueno que malo. Esa diferenciación es-
aba determinada por el premio y e
castigo escolar, cosa que no siempre
»curre en la enseñanza maternal. La:
madres, generalmente, practican ur
método didáctico de índole sentimental
que poco tiene que ver con el sentidr
de la equidad y casi nada con el de
la justicia. Por eso, lo mejor que pue.
den hacer los padres es' mandar a su:
hijos a la escuela a que los eduque»
otros. Ni siquiera les conviene llevar:
les la escuela a casa, como suelen ha-
cer algunos padres ricos. Eso es lo
mismo que si el cuartel en pleno, cor
se