29 de Junio de 1988
La venganza del desierto
— (Continuación de la página 29) |
Vintanan nn M—— ———[——_
” las persistentes ondas vacilantes que
impedían mirar el horizonte.
. Impávido a los padecimientos, Sixto
broseguía estoico la marcha, sin des-
Cansar, sin beber, sin mirar hacia
atrás, cosa que Mayden hacía frecuen-
temente, espoleado por su estado calen-
turiento.
- Al mediodía, junto a un peñasco que
proyectaba un poco de sombra, los mi-
Xeros hicieron un alto para. preparar
UN parco almuerzo. Durante este tiem-
bo, Hayden no había pronunciado pa-
labra, aun cuando en sus ojos chispea-
ba la misma llama febril, cuyo signi-
ficado conocía perfectamente su com-
dañero,
En ocasiones, parecía que examinaba
1 Sixto, calculando las posibilidades
de triunfo que podría tener en una
lucha o imaginando cuáles podrían ser
las fuerzas de este baquiano del de-
Sierto, Decepcionado, movía la cabe-
22, comprendiendo que en una lucha
franca su compañero daría pronta
cuenta de él. Por consiguiente, si que-
*la vencer, debía renunciar a un com-
date leal, cara a cara, mano a mano.
Emplear un arma o tomar al otro des-
drevenido.
Pero Sixto siempre estaba alerta.
Los dos mineros terminaron su fru-
zal comida con un breve sorbo de agua,
En seguida rehicierón sus paquetes y
*mprendieron nuevamente la fatigosa
Marcha.
A partir del meridiano, cuando ya. es-
“vieron sedientos y acalorados por el
“astigo de los rayos solares, pensó Hay-
Ten que les sería forzoso beber con más
frecuencia. Por espacio de dos horas
Suió andando persistentemente antes
de pararse un rato para humedecer la
Yoca reseca. Esta fué la coyuntura
que Hayden estuvo aguardando ansio-
lamente, aun cuando la sed le cansaba
Rtensa tortura,
-Simulando, a su vez, llevar la can-
“implora a los labios, aguardó.a que
otro echara la- cabeza hacia atrás
Vara beber. En ese instante levantó el
puño, provisto con un grueso trozo de
Mineral, y golpeó a Sixto en la nuca,
YMalherido, el hombre se tambaleo bre-
emente y cayó en la arena.
Antes que pudiera intentar la me-
hor defensa, Hayden ya estaba encima
Y sostenía con él una lucha ruin que
* definía fácilmente en favor suyo,
Momentos. después, Sixto se hallaba
fuertemente atado de pies y manos y
"on los codos juritos a la espalda, me-
diante unas lonjas de cuero que halló
diseminadas por el desierto.
Hayden. se echó hacia atrás con aire
satisfecho y contemplaba su obra, mien:
fas se secaba el sudor que le inunda-
da la frente.
— Difícil ha sido pillarte descuida-
b—. dijo el traidor con aire triun-
tal, pero al fin caíste en la trampa.
No hay más remedio, amigo, Ese oro,
Bara dos, es poco. Mejor será que lo
Úsfrute uno solo.
— ¿Qué te propones hacer? ¿Matar-
Ne?.— preguntó Sixto con calma,
— ¡Oh, nada de eso! Mi conciencia
S floja y no podría soportar el peso
*e un crimen, Me limitaré a dejarte
*Quí como ahora estás. Creo que bas-
UÍ con eso, o
El cautivo escuchaba con estupor,
“Mo si tanta perversidad le pareciera
Toncebible.
, Hayden se hurgó los bolsillos y ex-
Tajo otra lonja de cuero, sobre la cual
Stuvo echando gotas de agua largo
Tempo, hasta dejarla bien embebida.
nudo el cuero estuvo completamente
o andado, lo estiró todo lo posible y
1 etTolló al/cuello de su compañero,
Nudándoln fnertamanta
¿ES ESTE SU PROBLEMA? |
— (Continuación. de la página 69): cu.
—] Rubia Mireya (S. Carlos Centro). — Te felicito por ser tan
habilidosa, amiga, y agradezco efusivamente tus palabras.
Tasta cuando tú quieras, Rubia Mireva...
ñ Chtochin (Cnél, Pringles), Considerando su silueta, mi
querida Chochin, usted debería “leg!” “na piel no grande
hi muy ancha. Un zorro mediana-
mente chico lg hará elegante. A
mi gusto, el zorro azul-es lo más
chic para vestir a cualquier hora y
ortunidad. Me parece que de dos-
cientos A trescientos pesos puede
encontrar de la calidad que usted
necesita. Usted sabe que en esto
todo es cuestión de “negocia”,..,
ino? Hasta siempre, amiga, y
¡búsquela lindo!. :eh?
q Nenucha (Gral. Paz). — ¡Ah,
Nenucha! - ¡Qué bombardeo de
?reguntas, querida! Pero yo no sé
mé tienen mis lectoras, que... me
3 Imposible negarme ni regañar-
las. Y tú, Nenucha, como linda
fectora..., ¡te salvas! dComence-
mos: con esa lana hazte un vesti-
do y un saco largo, todo forrado
Jara que no se deforme si la tela
23 muy delgada. Tienes que saber
Nenucha, que el bordeaux es el co-
or de moda y, aunque es obscuro,
.0 puedes avivar con detalles cla.
cos: dorado, celeste, verde, lila, ro.
5a viejo, amarillo, azul francia, etc.
Si te haces un conjunto así, ten-
irás ocasión de lucir siempre ele-
zante. El vestido solo, con mangas
largas, será ideal para el entre-
tiempo, y el abrigo puedes usarlo
zon otros trajes, estampados o en
'os colores que te doy parr com-
nar los detalles. Para viaje te
vendrá muy bien, amiga, y con ac-
esorios negros, no estarás mail,
Zlaro que si puedes comprarte
¿uantes de color, y el sombrero
del mismo tono, calcula qué efec-
to. Hall y vestíbulo son la mis-
na cosa dicha con palabras dife-
“entes. El living es ya un refugio
nás íntimo: los muebles más con-
:ortables, detalles claros, flores,
ibros. Es el comedor moderno, pa-
ea diario, pero fusionado con la
salita ya fuera de moda, vVul-
garmente, derimos vestíbulo al lt-
ving; el vestíbulo es la entrada de
la casa, casí siempre chica y aus-
era. Pero como a veces es una
pequeña salita o un gran salón...,
entonces lo vestimos de living, cou
muebles cómodos, lámparas y toda
sa colección de detalles de cuarto íntimo y corgial. Y para con-
cluir, mi querida preguntona, te diré que cuando se recibe el
recimiento de un nuevo domicilio, lo correcto es agradecer la
Uención mediante una tarjetita, ¡Cuesta tan poco quedar bien
con la gente! ¿Te habré complacido? Estoy a tu disposición, Ne-
micha, Y T10 Vayas a tomar en serio lo de “muchas preguntas"...
Ss una manera de cherlar un rato con las amigas. ¿No te pareco?
E EE
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Representaba esto un tormento dia-
ólico, aprendido de los indios y que
istos aplicaban en casos de castigos ex-
Temos. Porque cuando el sol secara el
cuero y éste se fuera contrayendo pau-
"atinamente, atenazaría poco a poco la
zarganta hasta provocar una [2
gulación inevitable,
— Creo que así no se me podrá cul-
ar de ningún delito — observó Hay-
len con satisfacción por su refinada
»ra. ——-
El malhechor preparó los útiles pa-
a la larga caminata que iba a conti-
nuar, y volviéndose hacia el cautivo
Jara mirarle por última vez en su pos-
ura desdichada, echó a andar brusca-
nente, como si quisiera impedir que le
isaltara un sentimiento de piedad.
Sixto, indefenso, tendido de espal-
las, lo vió- alejarse sin proferir una
jueja, sin pedir conmiseración. Una
furia poderosa había hincado las ga-
"Tas en lo más recóndito de su ser,
¡Si pudiera escapar a la horrenda
muerte que le había preparado el mal-
rado!... ¡Si lograra algún día verse
:on él otra Vez, cara a cara, aunque só-
lo fuera por un instante!..,
— ¡Oh, Dios! — clamaba el hom
bre, que siempre fué escéptico, y aho
ra, a impulso de una ira justa, evoca-
ba sus creencias de la niñez, — ¡Per
mite que no muera, que vengue esta ini-
"ua crueldad! ¡Devuelve la libertad a
nis miembros para que pueda buscar a
ese. hombre! ¡Yo lo encontraré aun
que esté bajo tierra!
La desalmada obra, perpetrada por
Tayden con saña y perversidad sin Ií-
nites, comenzaba a producir sus efec-
tos. La correa humedecida se iba se-
zando, con el ardor del sol, y pronto
:?mpezaría a contraerse.
El ambiente tórrido que envolvía. al
:autivo le arrancó un suspiro de des-
esperación. Se tumbó sobre un costado
2 intentó aproximarse, rodando sobre
la arena, a la sombra que proyectaba
una roca próxima, De este modo miti-
garía el horor de su situación, a la vez
jue evitaría la contracción excesiva-
nente rápida de la correa.
Se tumbó sobre el otro costado y
'escansó. Claramente se le hizo visi-
le que ampararse en aquella sombra
mquivaldría únicamente a prolongar su
igonía. En uno u otro sitio la ligadura
10 dejaría de contraerse, si bien con
nás lentitud, Tal vez requeriría toda
a tarde, y hasta quizá parte de la
noche.. ¡Horrenda muerte!
La sed era preferible a esta tortura;
bero todo lo sobrellevaría resignado
zon tal de conservar la vida para.el
solo fin de atrapar al traidor. ¡Vivir;
vivir para tenerlo al alcance de la
mano!
A unos diez metros de distancia se
alzaba un cacto magnífico, de dos me-
tros de altura, erizado de potentes es-
»inas. Al contemplarlo con sus ojos
nyectados de sangre, Sixto tomó una
nexorable decisión. Esa planta debía
ser su libertad, aunque a precio del su-
plicio más espantoso.
Lentamente fué tumbándose a uno
7 otro costado en dirección a la planta.
Fué una marcha lenta, dolorosa, pues
el cuero se secaba y empezaba a opri-
mirle la garganta en forma cruel.
Cuando ya se hallaba a corto trecho
lel cacto, un silbido inconfundible le
Tenó de inquietud. Era el siniestro avi-
0 de la serpiente de cascabel, que se
1Izaba amenazadora a un paso del
acto, Sixto se mantuvo inmóvil, Si el
'eptil le atacaba, pocos sufrimientos
vodría agregar a los que ya padecía.
Durante cinco minutos el reptil lo
»bservó fijamente, tan inmóvil como
1 mismo e indecisa entre si huir o
icometer, Finalmente, se desenroscó y
se alejó fugazmente, :
Ahora Sixto prosiguió en sus -es-
(Continúa en la nácina "41