YC
N el escenario se están represen-
tando las últimas escenas del
drama de Moreno Rojas, “Opre-
sión”, cuando. entramos en el
amarín de Blanca Podestá. Mientras
ista llega, conversamos con su direc-
or, Carlos Calderón de la Barca, y un
riejo amigo de la actriz que fué actor
le los Podestá durante largos años, el
señor Pedro Mués, quien se anticipa a
darnos varios datos sobre la artista.
- — Yo conozco a Blanca Podestá des-
le el día que nació, que fué en La Pla-
:a, en la calle 9 esquina 64. Es la hija
menor del mayor de los hermanos Po-
Jestá: Jerónimo. Los: hermanos de
Blanca son María Podestá, conocida
-ambién por “la Rubia”; José, Arturo
y Anita Podestá de Rerterini, que es la
nica que no pertenece al teatro, Po-
:0s serán los Podestá que no hayan tra-
ajado en él, Uno de ellos, Pepe Podes-
tá, fué, como se sabe, el creador “del
teatro nacional, que durante largos
años casi puede decirse que fué patri-
monio exclusivo de la familia Podestá.
La mayoría de los Podestá nacieron
y vivieron siempre en el teatro. Es el
caso de Blanca Podestá. A los cinco
años ya salía a escena a hacer algo.
Recuerdo haberla visto en una parodia
de “Fausto”, haciendo un angelito, con
las y todo, También intervenía en
.0s pericones del circo o del escenario.
Sin embargo, su debut oficial recién
se produjo cuando Blanca tenía doce
años, Pero eso será mejor que se lo
zuente ella, que aquí llega.
LOS PRIMEROS PAPELES, LOS PRI-
MEROS ESTRENOS k
Blanca Podestá, en efecto, aparece
an el camarín, precedida por los es-
tampidos de una descarga de fusilería
que pone -fin al drama que estaba re-
presentando. Se sienta, y en la fuer-
za de su respiración, que le agita el
pecho en un acompasado vaivén, per-
xibimos la violencia de la escena re-
ciente, -
= Siempre me ocurre lo mismo —
Blanca Podestá «a
través de una recien-
*e fotografía.
Esta foto de le
popular actriz
pertenece a la
época en que
era primera
lama joven en
la compañía de
Jerónimo Po=
Testá, padre de
la artista.
105 explica. — Cuando estoy en el es-
:enario me identifico de tal modo con
a situación, que el personaje y la in-
érprete forman una misma persona.
— Es la escuela del verismo en el
arte..
— Pues yo he aprendido en esa es-
cuela desde el día que debuté.
— ¿Dónde ocurrió eso?
— En el teatro Rivadavia, hoy Li-
ceo. Tendría yo unos trece años.
- Doce — rectifica Pedro. Mués: —
Tenías doce; yo estaba presente.
— Doce cumplidos y trece que iba
a cumplir — aclara ella, para zanjar
la cuestión.
— ¿Cuál fué su primer papel?
— Un papel dramático, de primera
actriz joven. Yo siempre he sido pri-
mera actriz en todas partes. Aquel pri-
mer papel pertenecía a una obra de
Enrique García Velloso: “Caín”, que
estrenamos en el Rivadavia y segul-
mos representando después en la Co-
media. En esa obra coincidieron Va-
rios nombres que después habían de
quedar en el teatro, como Orfilia Ki-
MUNDO ARGENTINO
co, Enrique Muiño, Elías Alippi, En-
rique “Arellano, Félix Blanco, Julio
Escarcella, los hermanos Petray y mi
prima María Esther Podestá, que te-
nía seis años y ya cantaba canciones
subida en una silla. A partir de en-
tonces continué siendo la primera da-
BLANCA
PODESTA
.
Antes de cumplir los
. 7” -
seis ya hacía papeles
de angelito.
na joven de la compañía de mi padre,
Jerónimo Podestá, que alternaba sus
temporadas en los. teatros Comedia y
Rivadavia. !
— ¿Qué obras estrenó usted por en-
tonces? —.
— Unas cuantas, a pesar de que los
áxitos se mantenían bastante tiempo
2n el cartel, Y por aquellos años es-
trenamos algunas obras que quedaron
Jara siempre en el repertorio nacio-
dal. Y si quiere usted una muestra,
le daré unos pocos títulos: “M'hijo
al dotor”, “Nuestros hijos”, “Camilli-
ta” y “Cédulas de San Juan”, de Flo-
rencio Sánchez; “Locos de verano”,
de Gregorio de Laferrere; “Sobre las
ruinas” y “Marcos Severi”, de Rober
to J, Payró. En todos estos estrenos,
y en otros muchos, me tocó intervenir
en” papeles de responsabilidad, que
me proporcionaron la satisfacción de
merecer la amistad y el estímulo de
autores tan ilustres como los tres que
ne nombrado,
—¿Qué impresiones personales
guarda usted de aquellos autores? .
— El recuerdo de ellos se mantiene
fresco aún, si bien no podría asegurar
que fueran como yo los veía enton-
ces y continúo viéndolos ahora, Los
admiraba demasiado para verlos co-
mo eran en realidad; pero no creo que
lo que ellos fueron se diferencie mucho
del recuerdo que me dejaron,
TRES AUTORES: FLORENCIO SAN-
CHEZ, LAFERRERE Y PAYRO
—Trató usted a Florencio Sán-
chez?
— No mucho, pues además de que
/o era aún muy joven cuando él falle-
ció, Florencio. tuvo siempre un tem.
»xxramento más solitario. que sociable.
olía venir algunas noches, sin embar-
z0, al camarín de mi padre. Allí lo vi
7 lo oí varias veces. Más lo segundo
¡ue lo primero, pues era un hombre de
vocas palabras. Pero no necesitaba ha-
Jar para dar la sensación de su ta-
ento, Esa sugestión se desprendía de
oda su figura un poco desgarbada y,
sobre todo de su cabeza, que parecía
nelinarse por el peso de lo que llevaba
lentro. Tenía siempre los ojos húmc-
dos y tiernos, y sobre las cejas le caían
los mechones de cabello rebelde, que
varecían formarle un marco a la fren-
€, grande y surcada por varias arru-
sas prematuras, No lo vi reír nunca,
y siempre parecía estar embebido en
a elaboración de su obra, Sin embar-
so, tenía un carácter sensible y su tra-
;0 era más bien cordial y tolerante.
— ¿Y Laferrere?
—— Don Gregorio, como le decíamos
codos, era la estampa antípoda de Flo-
tencio Sánchez, Al revés de éste, que
vestía generalmente en forma muy des-