CUENTO POR E. CASTELNUOVO
>edes, Su fama se debe en gran parte a que no acepta
"onorarios en efectivo. Solamerte acepta retribu-
ciones en especias... Se debe, además, a su figura
xtraña de desenterrado, Es un negro chupado y
flaco como una laucha que vive del otro lado del
irroyo María, en una tapera infame, bajo una dis-
+iplina verdaderamente religiosa.
Cura providencialmente con palabras o no cura,
Según. Posee una virtud rara asimismo, Después que
*xamina al enfermo le dice rotundamente la verdad.
Sea cual sea su pronóstico, Se la: dice, empero, sin
1ablar, Moviendo los labios únicamente, ; -
Hacia allí se encamina ahora Mauricio. Toma pri:
aero la meseta que se alza, comó una tapa sobre el
:ajón del arroyo y baja después:la pendiente hasta
lesembocar en el bajío, por donde -crúzan su cauce
as tropas y las carretas. En seguida el jinete se
nterna en la espesura. Le toca andaj todavía cinco
cuadras de espinillos y trepadoras, enroscado al pes-
suezo de su cabalgadura, eludiendo el arañazo de la
vegetación, para llegar, finalmente, a la madriguera
del manosanta, Pronto se abre un claro en el matorral
y aparece en toda su desnudez la choza miserable
lel curandero. A una distancia prudente Mauricio
sujeta las riendas de su montura: y se detiene, :
— ¡Ave María Purísima! — dice suspirando, con
moción, con gravedad.” -
Dice y espera, poniéndose una mano en el corazón
7 apoyando la barba contra el pecho, Un- mechón de
pelo largo y renegrido le cae sobre la frenté como
an crespón fúnebre. Fué tal su precipitación; que ni
siquiera atinó a ponerse algo para proteger la cabeza.
— ¡Ave María! — vuelve a decir, esta vez degra-
lando' el acento; más apenado aún, como- si exhalase
ina queja. *
El negro, por fin, asoma su cráneo reluciente por
:1 boquete de la enramada, y al rato sale por otra
tironera como un aparecido, Su figurá,. seca, traslú-
tida, huesosa, es Tealmente impresionante. Imponen-
e. Una caravana de perros, igualmente trasparentes
y desnutridos, con su misma expresión cejijunta y
sacramentada y su misma catadura zaparrastrosa,
0 acompaña como: una escolta. Es tal la identidad
de sentimientos, que imitan durante la conversación
US gestos y sus actitudes, igual que las personas,
Los dos hombres ahora se observan silenciosamen-
£.. Mejor: se olfatean' como los animales. Uno, el
nuésped, mira de reojo, con miedo. El otro, en cam-
bio, en su calidad de propietario, lo hace de frente,
nanifiestamente. o ,
-=— ¡Giienas, don Panta! — saluda al cabo el foras-
“ero, sin atreverse todavía a enfrentarse con la mi-
“ada del dueño de la choza,
— ¡Abajate! — replica el hombre con la mayor se-
edad, — ¡Abajate, mhijol -
- Mauricio se deja caer pesadamente del caballo y
Ulí se queda después como clavado, aguardando, sin
luda, una nueva invitación del curandero, que per-
nanece rígido en el mismo lugar. Todo ello sin aban-
lonar su actitud sesgada, Evasiva,
— ¡Arrimáte! — manifiesta el patrón de la -ma-
ifiguera. — No tengás miedo...
El muchacho, entonces, avanza trabajosamente, ca-
si arrastrándose, siempre con el busto inclinado y la
ara torcida, hasta ponerse a un paso del manosanta.
En vez de tenderle la mano, como es. su propósito,
uego, inesperadamente, en un rapto de contrición, se
dostra de rodillas a sus pies. El negro acepta sin
srotestar el homenaje que le rinde la visita. Está
acostumbrado a recibir con frecuencia semejantes
testimonios de arrepentimiento. Hombres más gran-
des que Mauricio se han humillado mucho antes que
¿l en la misma forma. Al contrario,
— No te levantés — le ordena, — Quedáte así.
Mauricio, entonces, desde el suelo, osa mirar los
»Jos del hombre. . ,
— ¿Qwes lo que te pasa, m'hijo? — inquiere el ne-
zro. — ¡Contáme!
Por toda respuesta, el muchacho se quita el envol-
orio y le enseña la mano contaminada, El grano
Aalo ha progresado visiblemente, Abarca ya toda la
alma y se bifurca por la falange de los dedos. Su
nte violáceo se ha acentuado de manera intensa.
— Mi ha salido un ujero aquí — declara Mauricio,
ollzando. — Un redepente... Estaba carniando
ina vaca enferma... Eso me pasa... .
Don Panta toma la mano vacilante del huésped y
Eserva la herida, frunciendo horriblemente el entre-
'ejo. De pronto la suelta y se persigna. Al mismo
emo Pronuncia una palabra tremenda en el campo.
"atal.
- ,
— ¡La mancha! ¡Pobre, m'hijo! ¡Ti agarró la
nancha!
Mauricio palidece profundamente, Una obscuridad
iniestra desfigura su semblante. Se le aflojan las
iernas y los brazos y su cabeza oscila caprichosa-
nente, como si se le hubiese desarticulado el atlas.
Jn vacío absoluto, desolado, tétrico, se hace en su
teligencia, Apoya la frente sobre el piso de barro
r se encoge como un bicho indefenso amenazado por
mna fiera hirsuta. Después se sacude y gime de una
1anera sorda, contenida, angustiosa.
— ¡Dios mío! ¡Ñandeyara! -
Con la mano sana se restriega los ojos, se araña
1voluntariamente las quijadas, se pega puñetazos en
1 nariz, Jipa, ulula.
— ¡Madre querida! ¡Huy!... ¡Huy!... ¡Huy!...
Los perros, consternados, se encogen a su Vez, Co-
10 si comprendiesen el sentido de su desesperación.
se tiene la impresión que de un momento a otro,
odos juntos, van a prorrumpir en un ladrido es-
1antoso.
El curandero aprisiona, con calma, a Mauricio en-
Te sus brazos y lo incorpora como si fuese un niño.
El muchacho, entonces, reacciona, Todavía tiene mu-
has fuerzas, Tiene, además, un cuchillo enla 'cin-
ura para amputarse la muñeca, si fuese menester,
ori sus.propios medios. Tiene treinta años y una mus-
ulatura. poderosa. Por fin:..tiene una madre que
mantener, El rostro de don Panta lo desalienta, sin
mbargo, Adquirió ahora .una expresión nocturna,
igubre. y. AE nana
— ¿Qué puede pasar? — indaga el muchacho. —
Digameló! . . __.- .
El negro mueve los labios para decir algo, mas no
e: sale-ningún sonido, La palabra que no articula
on la boca, no -obstante, la pronuncia con el pensa-
plento. Mauricio da entiendas .La-entiendo Hen..Co-
rectamente. Don” Parta: ha dicho: 0."
— Estás muerto, m'hijó....- + .
—¿Me tengo que-cortar la mano?
»5:No: eso no..Eso es pa último; Ahura te con-
iene dir al:pueblo.- A
—Aónde dice, don Panta?
— Al pueblo, + “5 05 PUT
— ¡A Solari? —- De Te ,
— No:: a: Goya.. En Solari no” hay nTada:. Andá a
-oya. , .
=— ¡Gúeño! -—- admite el muchacho. —' Ta bien!
Con'la boca reseca y humilándose más aún, mu:
ho:más, hasta tocar la tierra con-los pelos, añade:
— La bendición, don Panta... Na
El negro, conmovido, vuelve a martillar: el entre.
./uega; inesperadamente, en un rapto de
á= > mostra de rodillas a sus pies.
> El in.protestar el homenaje
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13
"eo como un gorila, al tiempo que masculla un ro-
sario de palabras en guaraní, _
— ¡Yupí! — le dice, por toda despedida. —
| Yupi!
La colonia linda por un lado con Solari y porel
»tro con Goya, a diez y veinte leguas: distante, res-
vectivamente, del puerto y de Ja estación. Más muer-
"0 que vivo, el muchacho desanda el camino y 'enfila
su cabalgadura hacia el malezal para: emprender la
marcha extensa y penosa: el camino de "Goya. Antes
le arribar al río Corrientes, que divide la ruta en do:
Jartes, hay que salvar las siete leguas: de la marisma,
Hay que salvar ese báratro de cieno líquido y de va-
iadones,. de turba verdosa y de cardos gigantescos,
le escuerzos y. de culebras, donde se repiten sin solu-
ión de continuidad los pozos de “aguas muertas; los
baches de légamo trenzado y. las lagunas tapadas
(Continúa en la párina 51)
me