Full text: 28.1938,20.Jul.=Nr. 1435 (1938143500)

CUENTO POR E. CASTELNUOVO 
>edes, Su fama se debe en gran parte a que no acepta 
"onorarios en efectivo. Solamerte acepta retribu- 
ciones en especias... Se debe, además, a su figura 
xtraña de desenterrado, Es un negro chupado y 
flaco como una laucha que vive del otro lado del 
irroyo María, en una tapera infame, bajo una dis- 
+iplina verdaderamente religiosa. 
Cura providencialmente con palabras o no cura, 
Según. Posee una virtud rara asimismo, Después que 
*xamina al enfermo le dice rotundamente la verdad. 
Sea cual sea su pronóstico, Se la: dice, empero, sin 
1ablar, Moviendo los labios únicamente, ; - 
Hacia allí se encamina ahora Mauricio. Toma pri: 
aero la meseta que se alza, comó una tapa sobre el 
:ajón del arroyo y baja después:la pendiente hasta 
lesembocar en el bajío, por donde -crúzan su cauce 
as tropas y las carretas. En seguida el jinete se 
nterna en la espesura. Le toca andaj todavía cinco 
cuadras de espinillos y trepadoras, enroscado al pes- 
suezo de su cabalgadura, eludiendo el arañazo de la 
vegetación, para llegar, finalmente, a la madriguera 
del manosanta, Pronto se abre un claro en el matorral 
y aparece en toda su desnudez la choza miserable 
lel curandero. A una distancia prudente Mauricio 
sujeta las riendas de su montura: y se detiene, : 
— ¡Ave María Purísima! — dice suspirando, con 
moción, con gravedad.” - 
Dice y espera, poniéndose una mano en el corazón 
7 apoyando la barba contra el pecho, Un- mechón de 
pelo largo y renegrido le cae sobre la frenté como 
an crespón fúnebre. Fué tal su precipitación; que ni 
siquiera atinó a ponerse algo para proteger la cabeza. 
— ¡Ave María! — vuelve a decir, esta vez degra- 
lando' el acento; más apenado aún, como- si exhalase 
ina queja. * 
El negro, por fin, asoma su cráneo reluciente por 
:1 boquete de la enramada, y al rato sale por otra 
tironera como un aparecido, Su figurá,. seca, traslú- 
tida, huesosa, es Tealmente impresionante. Imponen- 
e. Una caravana de perros, igualmente trasparentes 
y desnutridos, con su misma expresión cejijunta y 
sacramentada y su misma catadura zaparrastrosa, 
0 acompaña como: una escolta. Es tal la identidad 
de sentimientos, que imitan durante la conversación 
US gestos y sus actitudes, igual que las personas, 
Los dos hombres ahora se observan silenciosamen- 
£.. Mejor: se olfatean' como los animales. Uno, el 
nuésped, mira de reojo, con miedo. El otro, en cam- 
bio, en su calidad de propietario, lo hace de frente, 
nanifiestamente. o , 
-=— ¡Giienas, don Panta! — saluda al cabo el foras- 
“ero, sin atreverse todavía a enfrentarse con la mi- 
“ada del dueño de la choza, 
— ¡Abajate! — replica el hombre con la mayor se- 
edad, — ¡Abajate, mhijol - 
- Mauricio se deja caer pesadamente del caballo y 
Ulí se queda después como clavado, aguardando, sin 
luda, una nueva invitación del curandero, que per- 
nanece rígido en el mismo lugar. Todo ello sin aban- 
lonar su actitud sesgada, Evasiva, 
— ¡Arrimáte! — manifiesta el patrón de la -ma- 
ifiguera. — No tengás miedo... 
El muchacho, entonces, avanza trabajosamente, ca- 
si arrastrándose, siempre con el busto inclinado y la 
ara torcida, hasta ponerse a un paso del manosanta. 
En vez de tenderle la mano, como es. su propósito, 
uego, inesperadamente, en un rapto de contrición, se 
dostra de rodillas a sus pies. El negro acepta sin 
srotestar el homenaje que le rinde la visita. Está 
acostumbrado a recibir con frecuencia semejantes 
testimonios de arrepentimiento. Hombres más gran- 
des que Mauricio se han humillado mucho antes que 
¿l en la misma forma. Al contrario, 
— No te levantés — le ordena, — Quedáte así. 
Mauricio, entonces, desde el suelo, osa mirar los 
»Jos del hombre. . , 
— ¿Qwes lo que te pasa, m'hijo? — inquiere el ne- 
zro. — ¡Contáme! 
Por toda respuesta, el muchacho se quita el envol- 
orio y le enseña la mano contaminada, El grano 
Aalo ha progresado visiblemente, Abarca ya toda la 
alma y se bifurca por la falange de los dedos. Su 
nte violáceo se ha acentuado de manera intensa. 
— Mi ha salido un ujero aquí — declara Mauricio, 
ollzando. — Un redepente... Estaba carniando 
ina vaca enferma... Eso me pasa... . 
Don Panta toma la mano vacilante del huésped y 
Eserva la herida, frunciendo horriblemente el entre- 
'ejo. De pronto la suelta y se persigna. Al mismo 
emo Pronuncia una palabra tremenda en el campo. 
"atal. 
- , 
— ¡La mancha! ¡Pobre, m'hijo! ¡Ti agarró la 
nancha! 
Mauricio palidece profundamente, Una obscuridad 
iniestra desfigura su semblante. Se le aflojan las 
iernas y los brazos y su cabeza oscila caprichosa- 
nente, como si se le hubiese desarticulado el atlas. 
Jn vacío absoluto, desolado, tétrico, se hace en su 
teligencia, Apoya la frente sobre el piso de barro 
r se encoge como un bicho indefenso amenazado por 
mna fiera hirsuta. Después se sacude y gime de una 
1anera sorda, contenida, angustiosa. 
— ¡Dios mío! ¡Ñandeyara! - 
Con la mano sana se restriega los ojos, se araña 
1voluntariamente las quijadas, se pega puñetazos en 
1 nariz, Jipa, ulula. 
— ¡Madre querida! ¡Huy!... ¡Huy!... ¡Huy!... 
Los perros, consternados, se encogen a su Vez, Co- 
10 si comprendiesen el sentido de su desesperación. 
se tiene la impresión que de un momento a otro, 
odos juntos, van a prorrumpir en un ladrido es- 
1antoso. 
El curandero aprisiona, con calma, a Mauricio en- 
Te sus brazos y lo incorpora como si fuese un niño. 
El muchacho, entonces, reacciona, Todavía tiene mu- 
has fuerzas, Tiene, además, un cuchillo enla 'cin- 
ura para amputarse la muñeca, si fuese menester, 
ori sus.propios medios. Tiene treinta años y una mus- 
ulatura. poderosa. Por fin:..tiene una madre que 
mantener, El rostro de don Panta lo desalienta, sin 
mbargo, Adquirió ahora .una expresión nocturna, 
igubre. y. AE nana 
— ¿Qué puede pasar? — indaga el muchacho. — 
Digameló! . . __.- . 
El negro mueve los labios para decir algo, mas no 
e: sale-ningún sonido, La palabra que no articula 
on la boca, no -obstante, la pronuncia con el pensa- 
plento. Mauricio da entiendas .La-entiendo Hen..Co- 
rectamente. Don” Parta: ha dicho: 0." 
— Estás muerto, m'hijó....- +  . 
—¿Me tengo que-cortar la mano? 
»5:No: eso no..Eso es pa último; Ahura te con- 
iene dir al:pueblo.- A 
—Aónde dice, don Panta? 
— Al pueblo, + “5 05 PUT 
— ¡A Solari? —- De Te , 
— No:: a: Goya.. En Solari no” hay nTada:. Andá a 
-oya. , . 
=— ¡Gúeño! -—- admite el muchacho. —' Ta bien! 
Con'la boca reseca y humilándose más aún, mu: 
ho:más, hasta tocar la tierra con-los pelos, añade: 
— La bendición, don Panta... Na 
El negro, conmovido, vuelve a martillar: el entre. 
./uega; inesperadamente, en un rapto de 
á= > mostra de rodillas a sus pies. 
> El in.protestar el homenaje 
"—t— Jottr 
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13 
"eo como un gorila, al tiempo que masculla un ro- 
sario de palabras en guaraní, _ 
— ¡Yupí! — le dice, por toda despedida.  — 
| Yupi! 
La colonia linda por un lado con Solari y porel 
»tro con Goya, a diez y veinte leguas: distante, res- 
vectivamente, del puerto y de Ja estación. Más muer- 
"0 que vivo, el muchacho desanda el camino y 'enfila 
su cabalgadura hacia el malezal para: emprender la 
marcha extensa y penosa: el camino de "Goya. Antes 
le arribar al río Corrientes, que divide la ruta en do: 
Jartes, hay que salvar las siete leguas: de la marisma, 
Hay que salvar ese báratro de cieno líquido y de va- 
iadones,. de turba verdosa y de cardos gigantescos, 
le escuerzos y. de culebras, donde se repiten sin solu- 
ión de continuidad los pozos de “aguas muertas; los 
baches de légamo trenzado y. las lagunas tapadas 
(Continúa en la párina 51) 
me
	        
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