MUNDO ARGENTING
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— Lo que abunda no daña — decían los viejos
criollos. Pero los tiempos cambian, y ahora lo que
abunda parece hacer tanto daño, que se destruyen
las cosechas mientras que el consumidor sufre el
azote de la carestía.
Por
PEDRO FP
1, Enriqueta: ¡el mundo está
loco!
6 —Es verdad, María Elena:
¡al mundo le falta un tornillo:
De lo contrario..
comprar el modelador que tanta falta
me hace. Pero cuando llega la noche me
encuentro con que no me alcanzó el “i
mero.
Me vuelvo para observar a las au-
toras de las sentencias. Como vía-
jamos con la misma comodidad que go-
zan las sardinas envasadas al vacío,
apenas consigo verlas de perfil. Enri-
queta es una señora de edad madura,
con las sienes ligeramente Canosas. Las
“patas de gallo” que parten del ángulo
exterior de sus ojos hablan de las tri-
bulaciones de la mujer casada y con
hijos. María Elena es una joven her-
mosa, de largas pestañas postizas...
y también casada. Acabo de enterarme
de tal condición por el anillo que lleva
en la mano derecha al tratar de arre-
glarse el sombrerito que un pasajero
le ha rozado al pasar junto a nosotros.
Llegamos a la estación Lima, El
subterráneo se detiene, Debemos com
primirnos más todavía para dejar es-
pacio a los veinte pasajeros que se
precipitan sobre nosotros. Se oye un
silbato de tonalidad femenina y un ins-
tante después el convoy se pone en
marcha, Por efecto del desplazamien-
to forZoso, de improviso me encuentro
metido como una cuña entre Enriqueta
y María Elena, Pero mi intrusión no
las afecta en lo más mínimo, porque
apenas el tren se pone en movimiento,
la primera prosigue en voz baja:
—No sé hasta cuándo va a durar es-
to. Pepe me da cinco y hasta seis pe.
sos diarios para los gastos menores, A
la mañana me propongo ahorrar unos
centavos para juntar diez pesos y
_—
"El subterráneo se detiene. Debe-
mos comprimirnos todavía para de-
jar espacio a los masajeros que se
precinitan sobre nosotros”
que apenas me alcanzan para cubrir
los gastos del día... Uno cincuenta de
verdulero, un peso veinte de carnicero
sin contar los cuarenta centavos de
carnaza que compro los miércoles y los
viernes para la Beba; un peso cincuen.
ta, y a menudo dos, para el almacén;
setenta centavos de pan... y ya es.
tán los cinco pesos. Y ahora, ¿por qué
pagas al lechero, al carbonero, al?,..
¡Oh, es desesperante de veras!
“ Estación Congreso. Mis vecinas sc
nterrumpen, comprimiéndose aun más
»bligadas por el impulso incontenible
—Lo mismo me ocurre a mí, Enri- del grupo que acaba de subir. Otra vez
queta — aseguró María Elena, volvién- el silbato breve y agudo, y. el convoy
lose a arreglar el sombrerito. que se pone en marcha. También yo he
<-¿Y en qué los he gastado? — con: sufrido otro pequeño desplazamiento
inuó la señora de las “patas de gallo” 1acia la derecha que hace que uno de
naciendo una mueca perpleja. —, A os. “croquiñoles” de María Elena me
reces tengo la impresión de que he "ocen la nariz, haciéndome cosquillas.
xerdido el dinero, pero luego saco cuen- —Te aseguro que mi problema es
as y descubro que he quedado debien- ás terrible todavía, Enriqueta — ase-
lo un litró de leche o que no pagué al yura mi vecina de los rulos simétricos.
vanadero. ¡Ah, te aseguro que.a menu- — Por lo menos tú tinenes casa propia
lo no sé lo que haría! Cinco pesos, mientras que nosotros debemos pensar
¡ilustró MONTERO LACASA
en el alquiler, en los treinta y cinco pe
sos mensuales de muebles que debemos:
vagar durante tres años,
—Tienes razón, María Elena — ad
mitió Enriqueta, — Pero no olvides que
tu marido gana cuatrocientos peso:
mensuales; mientras que el mío apena:
consigue redondear: los. trescientos
Además, tengo tres: hijos. Claro esté
que, con trescientos pesos y el tech
vago, podríamos vivir un poco mejor;
pero en este Último tiempo la vida es
Cara, casi impo-
sible aquí. er
Buenos Aires
Las cosas aho:
Ta cuestan el
doble de lo que
valían hace uno
o dos años, ¿Te
parece justo que
por un kilo de
carne mediocre
paguemos de se-
tenta a noventa
centavos! ¡Las
papas a veinte
y a treinta cen-
tavos! ¡Las ba.
nanas a cuaren.
ta y cincuenta
centavos la. do-
cena! ¡Y las
"aranjas, las
mandarinas, las
peras!.,, ¡Y
pensar que los
médicos que
dan conferen
ciasporradic
aconsejan cons.
tantemente que
alimentemos
los niños con
frutas, con-fru-
ta fresca y sana, Los consejos sor
estúpidos y ridículos cuando resul
tan imposible realizarlos, Esta ma-
ñana fuí a la carnicería y me encon-
tré con que el hueso para puchero
había aumentado diez centavos y
con que el hígado ahora vale ochen-
ta centavos. ¿Te das cuenta, m'hija”
El hígado que antes regalaban pa-
ra los gatos ahora vale ochenta centa.
vos el kilo. ¡Y el doctor que me reco.
mendó que diera bifes de hígado a mi
hijita! Me aseguró que un régimen a
base de hígado y jugo de carne pon-
dría: sana a la Beba en el término de
seis meses...
Mis vecinas se interrumpen, Llega.
nos a la estación Alberti, Miro ansio-
vamente hacia las puertas. Cuatro ca-
aleros y una dama descienden, Dejo
*Scapar un suspiro de alivio, pero cuan.
lo ya me disponía a ponerme un poco
ás cómodo, otro grupo pretende su-
"Tr... Me expreso mal. Pretender su-
siere la posibilidad o imposibilidad de
“onseguir una cosa, mientras que, des-
sués de unos empujones incontenibles,
“ambién el nuevo grupo fué admitido
*N Muestra cofradía, que ocupaba la
'ercera parte posterior del coche, Como
riajamos perfectamente prensados, no
ne interesa en lo más mínimo el codo
ue un gentleman, de venerable barba
“añosa, me mete entre.el hueco coxal y
as costillas flotantes del lado izquierdo,
-—Tú sabes que a Roberto le gustan
as marizanas -— continuó María Ele-
la con voz suave, — Pues bien: ayer
uise comprar unas deliciosas manza-
185 de Río Negro, pero tuve que de.
istir porque me pidieron dos pesos
"on cincuenta la docena. ¡Debían de ser
riquísimas!
—| Es una vergtienza! Vivimos en un
aís maravilloso, que tiene el privilegic
le producir de todo, lo mejor y en abun-
lancia, Sin embargo, mi marido dice
jue la manteca no debería costar más
le cuarenta y ciñico centavos; la carne
le mejor calidad no debería pagars:
(Continúa en la página 57)