Full text: 28.1938,20.Jul.=Nr. 1435 (1938143500)

MUNDO ARGENTING 
NIE 
A 
a. 2 
2 2 
— Lo que abunda no daña — decían los viejos 
criollos. Pero los tiempos cambian, y ahora lo que 
abunda parece hacer tanto daño, que se destruyen 
las cosechas mientras que el consumidor sufre el 
azote de la carestía. 
Por 
PEDRO FP 
1, Enriqueta: ¡el mundo está 
loco! 
6 —Es verdad, María Elena: 
¡al mundo le falta un tornillo: 
De lo contrario.. 
comprar el modelador que tanta falta 
me hace. Pero cuando llega la noche me 
encuentro con que no me alcanzó el “i 
mero. 
Me vuelvo para observar a las au- 
toras de las sentencias. Como vía- 
jamos con la misma comodidad que go- 
zan las sardinas envasadas al vacío, 
apenas consigo verlas de perfil. Enri- 
queta es una señora de edad madura, 
con las sienes ligeramente Canosas. Las 
“patas de gallo” que parten del ángulo 
exterior de sus ojos hablan de las tri- 
bulaciones de la mujer casada y con 
hijos. María Elena es una joven her- 
mosa, de largas pestañas postizas... 
y también casada. Acabo de enterarme 
de tal condición por el anillo que lleva 
en la mano derecha al tratar de arre- 
glarse el sombrerito que un pasajero 
le ha rozado al pasar junto a nosotros. 
Llegamos a la estación Lima, El 
subterráneo se detiene, Debemos com 
primirnos más todavía para dejar es- 
pacio a los veinte pasajeros que se 
precipitan sobre nosotros. Se oye un 
silbato de tonalidad femenina y un ins- 
tante después el convoy se pone en 
marcha, Por efecto del desplazamien- 
to forZoso, de improviso me encuentro 
metido como una cuña entre Enriqueta 
y María Elena, Pero mi intrusión no 
las afecta en lo más mínimo, porque 
apenas el tren se pone en movimiento, 
la primera prosigue en voz baja: 
—No sé hasta cuándo va a durar es- 
to. Pepe me da cinco y hasta seis pe. 
sos diarios para los gastos menores, A 
la mañana me propongo ahorrar unos 
centavos para juntar diez pesos y 
_— 
"El subterráneo se detiene. Debe- 
mos comprimirnos todavía para de- 
jar espacio a los masajeros que se 
precinitan sobre nosotros” 
que apenas me alcanzan para cubrir 
los gastos del día... Uno cincuenta de 
verdulero, un peso veinte de carnicero 
sin contar los cuarenta centavos de 
carnaza que compro los miércoles y los 
viernes para la Beba; un peso cincuen. 
ta, y a menudo dos, para el almacén; 
setenta centavos de pan... y ya es. 
tán los cinco pesos. Y ahora, ¿por qué 
pagas al lechero, al carbonero, al?,.. 
¡Oh, es desesperante de veras! 
“ Estación Congreso. Mis vecinas sc 
nterrumpen, comprimiéndose aun más 
»bligadas por el impulso incontenible 
—Lo mismo me ocurre a mí, Enri- del grupo que acaba de subir. Otra vez 
queta — aseguró María Elena, volvién- el silbato breve y agudo, y. el convoy 
lose a arreglar el sombrerito. que se pone en marcha. También yo he 
<-¿Y en qué los he gastado? — con: sufrido otro pequeño desplazamiento 
inuó la señora de las “patas de gallo” 1acia la derecha que hace que uno de 
naciendo una mueca perpleja. —, A os. “croquiñoles” de María Elena me 
reces tengo la impresión de que he "ocen la nariz, haciéndome cosquillas. 
xerdido el dinero, pero luego saco cuen- —Te aseguro que mi problema es 
as y descubro que he quedado debien- ás terrible todavía, Enriqueta — ase- 
lo un litró de leche o que no pagué al yura mi vecina de los rulos simétricos. 
vanadero. ¡Ah, te aseguro que.a menu- — Por lo menos tú tinenes casa propia 
lo no sé lo que haría! Cinco pesos, mientras que nosotros debemos pensar 
¡ilustró MONTERO  LACASA 
en el alquiler, en los treinta y cinco pe 
sos mensuales de muebles que debemos: 
vagar durante tres años, 
—Tienes razón, María Elena — ad 
mitió Enriqueta, — Pero no olvides que 
tu marido gana cuatrocientos peso: 
mensuales; mientras que el mío apena: 
consigue redondear: los. trescientos 
Además, tengo tres: hijos. Claro esté 
que, con trescientos pesos y el tech 
vago, podríamos vivir un poco mejor; 
pero en este Último tiempo la vida es 
Cara, casi impo- 
sible aquí. er 
Buenos Aires 
Las cosas aho: 
Ta cuestan el 
doble de lo que 
valían hace uno 
o dos años, ¿Te 
parece justo que 
por un kilo de 
carne mediocre 
paguemos de se- 
tenta a noventa 
centavos! ¡Las 
papas a veinte 
y a treinta cen- 
tavos! ¡Las ba. 
nanas a cuaren. 
ta y cincuenta 
centavos la. do- 
cena! ¡Y las 
"aranjas, las 
mandarinas, las 
peras!.,, ¡Y 
pensar que los 
médicos que 
dan conferen 
ciasporradic 
aconsejan cons. 
tantemente que 
alimentemos 
los niños con 
frutas, con-fru- 
ta fresca y sana, Los consejos sor 
estúpidos y ridículos cuando resul 
tan imposible realizarlos, Esta ma- 
ñana fuí a la carnicería y me encon- 
tré con que el hueso para puchero 
había aumentado diez centavos y 
con que el hígado ahora vale ochen- 
ta centavos. ¿Te das cuenta, m'hija” 
El hígado que antes regalaban pa- 
ra los gatos ahora vale ochenta centa. 
vos el kilo. ¡Y el doctor que me reco. 
mendó que diera bifes de hígado a mi 
hijita! Me aseguró que un régimen a 
base de hígado y jugo de carne pon- 
dría: sana a la Beba en el término de 
seis meses... 
Mis vecinas se interrumpen, Llega. 
nos a la estación Alberti, Miro ansio- 
vamente hacia las puertas. Cuatro ca- 
aleros y una dama descienden, Dejo 
*Scapar un suspiro de alivio, pero cuan. 
lo ya me disponía a ponerme un poco 
ás cómodo, otro grupo pretende su- 
"Tr... Me expreso mal. Pretender su- 
siere la posibilidad o imposibilidad de 
“onseguir una cosa, mientras que, des- 
sués de unos empujones incontenibles, 
“ambién el nuevo grupo fué admitido 
*N Muestra cofradía, que ocupaba la 
'ercera parte posterior del coche, Como 
riajamos perfectamente prensados, no 
ne interesa en lo más mínimo el codo 
ue un gentleman, de venerable barba 
“añosa, me mete entre.el hueco coxal y 
as costillas flotantes del lado izquierdo, 
-—Tú sabes que a Roberto le gustan 
as marizanas -— continuó María Ele- 
la con voz suave, — Pues bien: ayer 
uise comprar unas deliciosas manza- 
185 de Río Negro, pero tuve que de. 
istir porque me pidieron dos pesos 
"on cincuenta la docena. ¡Debían de ser 
riquísimas! 
—| Es una vergtienza! Vivimos en un 
aís maravilloso, que tiene el privilegic 
le producir de todo, lo mejor y en abun- 
lancia, Sin embargo, mi marido dice 
jue la manteca no debería costar más 
le cuarenta y ciñico centavos; la carne 
le mejor calidad no debería pagars: 
(Continúa en la página 57)
	        
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