A
>
Cuento
por :
RAUL
GONZALEZ
TUÑON
Y más si uno está
0lo, en cubierta, mien-
"ras los camaradas con-
versan en el comedor
con el capitán.
O podía ocurrírseme otra
cosa que un lugar común:
— ¡Qué hermosa noche!
Verdaderamente, los luga-
res comunes sirven para esas
oportunidades. Y más si uno está
solo, en cubierta, mientras los ca-
maradas conversan en el comedor
con el capitán, que también, exac-
tamente como en los cuentos, re-
cuerda en ese momento viejas his-
torias de marinería, (Como yo co-
nozco muchas, prefiero la noche).
¡hora muy tranquilo. Con excep-
ón de ese día de niebla a la sa-
ida de Dunquerque. Luego, ¿ha.
risto usted? Calma absoluta, mar
le aceite, mucho calor y mucho
ron con hielo, y limón, y azúcar...
(...Y el abigarrado, pintores.
Salíamos de la zona del Canal, — :0 y oloroso mercado de la Gua-
mejor dicho, ya habíamos dejado Jalupe, en Pointe a Pitre, y la
atrás a Balboa y navegábamos en — judad muerta de Saint Pierre, y
pleno océano Pacífico. Aún se — os jardines calientes de la Mar-
veían luces multicolores alo lejos. — inica, en Fort de France, y la
¿Qué hermosa noche! 1statua de Josefina, y la estatua
—Verdaderamente. le Pierre Bilain D'Esnambuc,
Era el tercer oficial que iba a: “undador del poderío francés en
relevar al segundo. Yo estaba al as Antillas, y antes, el mar de
pie de la escalerilla que lleva al Jargazos, cubierto casi de coroni-
puente. Pero antes de subir, me as verdes, plantas del mar, viaje-
dijo: 'as, y hace poco el Canal, Cris-
—-Sin embargo, pronto tendre. — óbal, el bar Canadian, una tor-
mos viento fuerte y un poco de venta que ni en las mejores pe-
niebla después. ículas puede verse, y luego el mar
¿Viento y luego niebla? ¡Qué Zacífico, ahora, y ahora el viento
raro! Pero el Pacífico es así. que ya se anuncia sacudiendo al
Pierre, el muchacho del come- — marco de carga — Arica, que ha-
dor, apareció al rato. :e la ruta Amberes-Valparaíso, —
——El capitán lo espera — dijo; — 7 una buena copa de vino añejo,
— ha hecho descorchar una bo- 7 otro cuento del bretón infati-
tella de añejo... sable).
Volví al comedor de buena ga- Entró el primer oficial con el
na porque me gusta el vino, y arte que el capitán firmó.
mucho más cuando es añejo. -—Todo bien en cubierta y en
El alegre bretón me alcanzó as bodegas — dijo.
una copa. + —Perfectamente. ¿Condicio.
—(Gracias, capitán. - -... nes?
—Al fin estamos en el Pacífico, -——Viento fuerte en proa.
amigo mío. El viaje ha sido hasta El capitán frunció el ceño.
ilustró ANDRES GUEVARA
1
—ÑNo comprendo, Casi siempre
ocurre lo mismo. ¿Por qué habrán
lamado Pacífico a este mar?
Todos sonreímos y las botellas
y las copas cayeron con estrépito
sobre la mesa. Era el viento, El
varco parecía hundirse en el mar
y salir otra vez a la superficie.
Se movía como ñunca, ya de proa
3 popa, ya de babor a estribor.
Luego solamente de proa a popa y
Je popa a proa. El viento castiga-
2 duramente todos los resortes
del barco, Silbaba en el palo ma-
vor, se daba contra el. puente de
nando, desesperadamente, lu-
hando con las maderas, los ca-
Des, las planchas de hierro, Era
:] viento. Estaba en todas partes.
Había penetrado al comedor co-
no un nuevo personaje. El bar-
quito, sobre la repisa, osciló tam-
xién y tuvo que ser retirado por
Pierre, Era una maravilla de mi-
niatura, obra de un marinero ne-
gro. Un barquito auténtico, no
como los que hoy se venden en las
tiendas de París, construídos sin
amor, en las fábricas. De repente
oímos un grito, en una pausa del
viento.
¿Quién gritaba? El viento otra
vez. ¿Han oído? Sí, hemos oído
todos un grito. Exactamente co-
mo en algún cuento del capitán.
El mar, la noche, el viento, un
grito. ¿De dónde venía? ¿Del ca-
marote de la muchacha que iba
j Guayaquil? Imposible. Pierre,
:eres tú? Desde el pequeño bar
Pierre contestó, No era él.
Salimos al pasillo. Anduvimos
lificultosamente. Era el viento.
y pareció el tercer oficial con una
interna en la mano. —
—¿ Qué ocurre? -
—¿Por qué ha dejado el puen-
te de mando, insensato?
—¡Capitán!... — murmuró, in-
:ensamente pálido, el tercer ofi-
sjal, que era un joven rubio, fla-
co, de ojos tristes.
—¿Qué ocurre? Repito...
Tuvo que sostenerse en mi bra.
zo.
— Está enfermo. — dije yo.
El dijo que no moviendo la ca-
beza
Era el tercer
oficial que ida
1 relevar al se-
gundo. Yo es-
¡aba al pie de
la escalerilla
que lleva al
puente. —.
MUNDO ARGENTINO
—¡ Hable de una vez!
Entonces el joven oficial levan.
tó la linterna a la altura del hom.
do. Su chaqueta blanca estaba
manchada de sangre... ,
—Es sangre... — murmuré,
—¡ Cómo ha sido eso? — pre-
runtó el capitán.
' Al fin el joven oficial pareció
reaccionar.
—Estaba enel puente — co-
nenzó diciendo — cuando de
yronto oí un golpe, arriba vi una
sombra... fugaz... y sentí algo
saliente en el hombro... Llevé la
nano al hombro y la retiré...
nojada... Encendí la linterna...
Yi que era sangre...
—Pero ¿de quién? ¿Cómo?
—No sé. .., capitán... Alguien
1abrá peleado... cerca de la ca-
ina del radiotelegrafista... Tal
7ez a causa del ron...
—¡ Bah, bah!,.. — gruñó el
:apitán. — Venid conmigo.
Le seguimos, Atravesamos el
"also puente. Luego el puente de
nando, hasta llegar a la parte su-
verior, donde están las cabinas
lel radiotelegrafista y el comisa-
rio.
—Por aquí debe estar... —
dijo el capitán.
No comprendíamos nada. El
rapitán tomó la linterna del ter-
er oficial y comenzó a observar
vor todas partes. Sobre uno de los
votes de salvamento la luz trope-
zó con un bulto enorme,
—¡ Ahí estáf — gritó el capi-
>án.
Todos mirarnos. Era una espe-
:ie de gaviota gigante, un inmen-
30 pájaro del mar.
——El viento lo ha arrojado con-
:ra el barco... Se ha herido en
algún cable, sin duda... Sí...
Virad... Tiene el cuello abier-
0... Y bajo el ala derecha. Ha
renido a caer aquí no sin antes
ugarle una broma pesada al ter-
"er oficial...
El capitán rió de buena gana.
El tercer oficial, avergonzado,
olvió asu puesto, Todos descen-
dieron al comedor. ,
Yo quedé solo en medio de la
noche. Tuve que abrazarme casi,
21 bote, para no ser arrastrado
or el viento. El inmenso. pájaro
del mar estaba ahí, a mi lado,
muerto, muerto, definitivamente,
rremediablemente, terriblemente
nuerto sobre sus alas muertas,