El amor y la eloría
Cuento por JUAN KURT
L mensajero desmontó y puso en
las manos del teniente Tony
Sladen un pliego del gobierno
de la India. -
Se estaba filmando una película ba-
jo el sello de una importante compañía
inglesa, y como en una de las escenas
principales figuraba una carga de ca-
ballería, el gobierno había puesto a
disposición del director el regimiento
50 de lanceros Deccanies,
de quien era jefe el ca-
pitán Branly.
La noticia cundió rápi-
damente, causando gran
alegría en el regimiénto,
Estaban de guarnición
en el extremo del impe-
rio británico y su único
Cuando des
soldados lo le-
vantaron, Flore
exclamó:
—Está heri-
“ce ellos, Roberto. Piensa que frente
a cualquiera de estos hombres tú ne
eres más que un poroto... -
-
E
enemigu era el faquir de Oloo que, a
la sazón; estaba, desde hacía un mes,
acampado a unas leguas del lugar, no
ofreciendo batalla. sino de cuando en
cuando, ..
Al día siguiente llegarían, con dos
jornadas de anticipación, la protago-
nista y el galán, a fin de conseguir
alojamiento y estudiar las caracterís-
ticas del terreno antes que llegara el
resto de la compañía. :
Ella se llamaba Flora Dale y él
Roberto Adar.
Después de una hora de haberlos fe-
cibido y conversado con la joven, el
capitán Bill Branly confesó al tenien-
te Sladen que desde chiquito había re-
suelto que se casaría-Con una actriz...
Tony Sladen, en cambio, no hablé
del matrimonio, pero sí que tambiér
desde niño había querido ser actor...
“Ninguno de los dos militares pre-
guntaron su parecer a “Ripo”, el vie-
jo caballo con el cual Branly había
hecho todas las cargas de guerra en
que había tomado parte, y, sin em
bargo, él glorioso equino iba a des-
empeñar un papel muy importante en
los s1i1CeSOS
— Si pudiese tener los hombres lis-
tos para mañana, teniente. — excla-
mó Roberto Adar, — podríamos ade-
lantar mucho. Un poco de práctica
les haría mucha falta, y cuando lle-
gue el director los encontraría listos
para empezar, ,
— Pues los tendrá listos, señor Adar
— replicó Tony con sorna. — Serán
dos escuadrones y estarán bajo mi
manda.
— Perfectamente, También le comu-
nico que necesitaré un caballo.
— ¿Usted a 'caballo?... - Doo
- —Sí — dijo Adar, no sin advertir
el tono socarrón del. militar. o
— Y bien: vayamos a la escuela de
quitación y busquemos un caballo.
¡Monta usted bien? |
— Esteee...,-sí; monto bien... Es
:aro... Pero en algunas escenas me
endrá que reemplazar otro, porque
:omo soy el primer actor no me
tuedo exponer a una. caída...
— Sí, entiendo: yo soy de su misma
estatura, más o menos, y puedo ha-
cer su “doble” perfectamente.
Los dos hombres entraron en la ca:
balleriza.
Media hora después el teniente se
neontraba con Branly.
— ¡Soy casi actor! — exclamó Sla-
len frotándose las manos. — Por lo
nenos el “doble” de un gran actor...
Dentro de poco tiempo me verá usted
nn Hollywood!... .
— ¿Y qué caballo monta el “otro”?
— El suyo: “Ripo”.
— ¿“Ripo”? -
— Sí. No puede mantenerse sobre
ingún caballo del regimiento más de
los minutos. O “Ripo” o no hay pe-
¡icula...
— En realidad, me pesa tener que
dejar ese animal tan bueno en mano
del actorcito; pero, por lo visto, ten-
iré que prestárselo a la fuerza. La
película tiene que filmarse. Y órde.
nes son órdenes. -
— Mañana haremos un ensayo con
los muchachos del escuadrón C y lor
del B. —
— Es probable que yo esté allí para
presenciario,
Pero el capitán no pudo cumplir con
su promesa, La actriz pensó que se
aburriría con el ensayo, y le dijo a Bil!
que quería ver la frontera. Mejor di
cho, el campamento del faquir de Oloo
Los sentimientos del capitán acer
za de la actriz habían sufrido cierte
cambid cuando supo que se casaría
zon Adar apenas volvieran a la civi-
ización,
Sin embargo, renacieron sus espe-
ranzas al ver que la joven se negabs
a quedarse para el ensayo, El acto:
se había colocado .el más reluciente
iniforme del regimiento y quería im-
oresionar a la joven con su elegancia
le militar improvisado. Pero ella no
pareció impresionarse.
Un día antes Adar le había diche
a la joven:
— Lo, que has leído en los libros y
en las revistas acerca de este regi-
miento es una vulgar mentira: una
mentira de publicidad... -
Y ella contestó con enojo:
—- No tienes derecho a hablar así
La estrella y el capitán, mientra:
se realizaba el ensayo, habían toma
de por una angosta senda en la mon
taña, El joven cedió el puesto delan
tero a Flora, pues por el sendero ne
cabían los dos juntos. .
De pronto ella lanzó a su caballo
en un trote cada vez más rápido.
Cuando llegaron a un sitio donde el
sendero era mucho más ancho, apuré
el paso hasta alcanzar un galope ra
pidísimo,
Se estaban alejando tanto del fuer
te, que Bill comenzó a inquietarse.
— ¡Eh!... — gritó. — ¿Adónde pien-
sair?...
— Quiero llegar hasta esa maldita
frontera — contestó la joven, riendo
— Creo que es mentira todo lo que
se dice de ella.
— ¡Escuche! ¡Escuche! ¡No vaya
más allá de la línea de piedra!...
La joven ro hizo caso de la adver-
tencia, y en-su desenfrenada carrera
llegó, juntamente con Bill, a una am
plia meseta rodeada de rocas.
— ¡Mire el ensayo! — dijo la ac
triz, señalándole los dos escuadrones
quese divisaban a la distancia.
— ¡Qué ensayo ni qué ensayo! —
contestó Bill de mal modo.
Había descubierto en el centro de la
meseta un crecido número de jinetes
En medio de ellos se divisaba una
bandera verde con un círculo blanco
La bandera del faquir de Oloo.
— Es mejor que volvamos — dijo
el capitán, tomando a la ioven del
brazo. .
Pero al darse vuelta observó que
pór el sendero que habían dejado atrás
pocos momentos antes se dirigían hacia
la meseta varios secuaces del faquir.
— ¡Vamos, señorita! — exclamó. —
Galope hasta esa torrecilla de piedra
que se ve allí. No se alarme, porque
puede ser que no nos hayan vist
aún...
(Continfia en la párina 25)