Full text: 28.1938,3.Aug.=Nr. 1437 (1938143700)

MUNDO ARGENTINC 
E qe 
, 
lo lejos se divisan todavía las 
í luces de la ciudad, siempre be- 
lla, de Río de Janeiro. Ya han 
' pasado cinco días desde la sa- 
lida de Buenos Aires, y aún deben 
de tocar el puerto de La Habana, de 
Veracruz, cruzar el canal de Pa- 
namá, viajar por el Pacífico hasta lle- 
gar a San Diego, y después al punto 
Je destino de Juan Durand, que es Los 
Angeles. 
Este hombre culto, galante, simpá- 
tico, hacía para muchos viajeros agra- 
dables los largos días de navegación 
con su locuacidad y con el relato de 
sus andanzas por el mundo, matiza- 
das con fantasías de su imaginación 
exuberante. Acompañábalo, como de 
costumbre, y desde hacía ya casi diez 
años, su ayuda de cámara para el pú- 
blico, pero en realidad amigo servil y 
cómplice de sus aventuras. Pedro 
Lamua. . 
Este viaje, como tantos otros que 
hiciera en su vida, era, según solía 
decir él, “por negocios”, El negocio 
consistía esta vez en que en el lujoso 
buque se dirigía a los Estados Uni- 
dos la hermosa Diana Jorkin, adqui- 
rente de hacía muy poco tiempo de 
dos famosos diamantes, famosos por 
su belleza y por su historia, porque 
sirvieron para que formaran parte de 
la corona que ciñera una reina, y que 
él deseaba pasaran a sus manos ávi- 
das de fortuna, 
Es la quinta noche de navegación, 
noche bella del trópico que va trans- 
curriendo an el buque entre risas, bai- 
les y galanteos. Juan, recostado en la 
barandilla, mira hacia el mar. De no 
lejos de la proa le llegan los acor- 
des, apagados por el ruido de las olas, 
de un vals vienés. Afuera, la grandio- 
sa belleza del mar y la noche clara 
de luna con el transatlántico avanzan- 
do, forman la atracción de la natu- 
raleza; adentro, mujeres hermosas, luz 
difusa, música y perfume, realizan lo 
bello que el hombre ha creado. 
Juan se dirige lentamente hacia el 
salón de baile, pero antes de entrar 
ve, con la cabeza recostada en un ca- 
ble, Mirando al cielo, a Diana. La con- 
templa un largo rato, hasta que, atraí- 
do por sus encantos, se acerca a ella 
y le dice: 
-— Buenas noches, Diana. 
— ¡Oh, usted!... ¿Cómo le va? — le 
contesta, como si desnertara de un 
sueño, 
— No tan bien, ciertamente, Mi sue- 
ño no es tan hermoso. ¿No le parece 
mejor despertar y bailar un poco? — 
repite él, mientras se le acerca. 
— ¡Sí!... ¡Sí!... Entremos, 
El mismo vals se vuelve a tocar, y 
Diana y Juan inician la danza, Mien- 
tras dan los primeros pasos, él le su- 
surra al oído. 
— Yo también soñaba, hace unos mi- 
nutos, ante el espectáculo grandioso 
de la naturaleza, A mí, lo mismo que 
a usted, me gusta, de cuando en cuan- 
do, soñar en lo bello de la vida. Y aho- 
ra, con usted en mis brazos, sueño en 
lo que no soñé hace un rato: ¡en el 
amor!... 
— ¡Oh, Juan! No me diga eso. No 
continúe, Recuerde que yo estoy com- 
prometida, y que dentro de pocos me- 
ses me caso — profiere ella, dejando 
de bailar. Y él, algo emocionado, le 
contesta: 
— Perdóneme; pero con usted tan 
cerca mío, con sus cabellos .rozándo- 
me el rostro, con su aliento acaricián- 
dome de cuando en cuando, la tenta- 
ción me vence, y mis labios quieren 
decirle, Diana, que... . 
Y ella, sin dejarlo concluir, lo sa- 
¿uda con una inclinación de cabeza y 
Cuento por 
MANUEL BENITEZ (h. 
0 deja solo en e: 
salón de baile, El 
rals vienés conti- 
núa con su alegre 
nelodía... 
-— Es lindo 
:mar, es. muy 
1ermoso amar, 
¡no es así? Pero 
lesgraciadamente 
10 estamos aquí 
Jara enamorar 
105 — dice a su 
el amigo Pedro, 
jue se encuentra 
mn su camarote 
entado frente a 
3, — Entonces, 
rolvamos a la 
'ealidad. Dime: 
thas averiguado 
ilgo?... 
Y su ayudante 
le tantos años le 
*ontesta: . 
=— No, señor. 
Toca «cosa: nada 
nás que es cier- 
0 que la señori- 
a entregó un co- 
Te para que lo 
xuardaran en.la 
"aja fuerte, 
— Bien: vigila siempre, Cuando me- 
105 lo esperemos podría presentarse 
ma oportunidad, y hay que aprove- 
harla — le responde Juan, mientras 
:e prepara como para acostarse, — 
Ahora, déjame dormir, Será hasta ma- 
lana... 
Al día siguiente Juan tiene que 
mardar cama, porque se encuentra in- 
lispuesto. Así pasan varios. días..Dia- 
12 hace. preguntar por su salud; pero 
10 va a verlo, Sin embargo, el resto 
le los pasajeros hacen. de su camarote 
:1 centro de reunión obligatorio. Mien- 
llustración de. 
tras tanto, el barco avanza. Ya dejé 
atrás La Habana, Veracruz, y tambiér 
Colón en el canal de Panamá. Y ahors 
la proa penetra en el océano Pacífico 
Es la mañana del primer día que se 
vuelve a levantar. Está desganado y 
decaído, y un poco triste al comprobar 
que Diana le. da tan relativa impor- 
tancia, Fué una ilusión para él. La ilu- 
sión que deja en un hombre toda mujer 
hermosa, De pronto interrumpen sus 
pensamientos varios golpes dados en 
la puerta. 
— ¡Adelante! — contesta, 
Es Pedro, que penetra apresurada- 
Tiente y con expresión de alegría en 
2] rostro: 
— ¡Señor, señor! — dice, — He vis- 
zo que la señorita ha llevado el cofre 
al camarote. 
Los ojos chispeantes de Juan se di- 
atan, y exclama: 
— ¡Las dos piedras!... 
Fija la vista en sus manos, alucina- 
HECTOR POZZO 
do con la visión de los dos diamantes. 
Se viste y salen apresuradamente. 
— Pedro: Hévame al camarote de 
ella, 
El fiel servidor se adelanta unos pa- 
sos y le sirve de guía, Al cabo de un 
momento de caminar se para y le ma- 
nifiesta: 
— Aquí está: es el número ciento 
veinticinco. Aquí ha entrado con el 
cofre. 
Juan observa. Da vueltas para saber 
si tiene ventanas a algún corredor, y 
se cerciora que la única salida, además 
de la puerta, es un ojo de buey que 
da al mar. Así entonces, en caso de 
peligro, no habría nada más que la 
derta para huir. 
“ 
1 
m7 
Y ahora, 
con usted en 
mis brazos, 
sueño en lo que 
no soñé hace 
un rato: en el 
amor. 
— Pregunta a cualquier oficial — 
dice a Pedro — cuándo llegamos a San 
Diego. 
— Ya he preguntado — contesta, — 
Es esta noche a las veinticuatro horas 
más o menos, 
—Bien: vigila constantemente, Y 
cualquier movimiento que observes, ven 
a decirmelo. Voy a pensar qué pode- 
mos hacer. Acaso sea mejor adelantar 
el golpe antes de llegar a Los Ange- 
les, pues allí estará muy bien custo- 
diada. Será, entonces, hasta luego... 
Falta una hora para atracar en el 
puerto de San Diego, el primer punto 
que toca el buque ya en los Estados 
Unidos. - Juan conversa animadamente 
ton Diana y su compañera, y las re- 
xrende porque fueron muy poco ama 
»es cuando su enfermedad, La amiga 
le Diana lleva siempre enla mars “na 
(Continúa en la nrúgina siguiente.
	        
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