Full text: 28.1938,10.Aug.=Nr. 1438 (1938143800)

MUNDO ARGENTINO 
— Estah” y uno también, ¡oh 
mé!... Yo, toditas las nochew an- 
'eh' e acostarme, me digo: “Maña- 
na será mejor”... 
— Ajá... ¿Y vos? 
El no satisfizo de inmediato la pre- 
sunta. Permaneció un instante pen- 
sativo — lo recordaba bien; — pensó 
n su incorregible afán de ser el pri- 
mero en todo, y movido por su amor 
propio, mintió: 
—Ilgual... . ' 
Un mes después, la moza se deci- 
dió por él. 
Un hombre puede no querer, pero 
wuede aprender a querer, a ir querien- 
do, a ir entregándose poco a poco a 
'2 mujer que lo quiere, o que dice 
quererlo, Camilo acabó por “prendar- 
se” de “la” Clotilde. Cuando se casé, 
hubiese dado la vida por ella. Eso sí, 
sizo mal en decírselo, Clotilde, segura 
de su dominio sobre el hombre, lo sin- 
ti$ó entre sus manos con la seguridad 
on que el retonero juega con la lau- 
:ha, y él la dejó jugar. Prestándose a 
-0s Zarpazos traviesos, le hizo creer 
jue era en verdad una laucha, un algo 
shico, dócil, inofensivo, el ser esclavi- 
¡ado que ágradece la estimación del 
poderoso que juega con él. No le fal- 
aban motivos para ser así La lindu- 
-a de Clotilde era una lindura tirani- 
ante; le chispeaba en los ojos azules 
y grandotes, 'se le hacía gracia en los 
'abíos finos y en los dientes parejos... 
Ante ella, Camilo experimentaba tres 
sentimientos: vanidad, admiración y 
:elos. Clotilde ftomentaba el último, pa- 
ra, confiada en sí misma, reavivar des- 
pués los dos primeros. CE] ratonero 
sabe cómo se juega con la laucha an- 
:es de engulliria.) 
El juego repetido cansa al que si- 
mula ser lo que no es, y Camilo acabó 
por cansarse, después de meditar y 
descubrir el secreto de quien lo supuso 
f A gran siete, como aburre esta 
vida! , 
[ La exclamación de Camilo 
Ledesma provocó el comentario 
de Absalón Sosa, dueño del boliche 
*La Estrellita”: 7 
— Pa mi, que este Camilo se aburre 
1asta'e su sombra, 
— Y vaya a saber nomás — repli- 
tó el aludido, incorporándose y mi- 
rando hacia afuera cón ojos sobrecar- 
zados de hastío. 
Perico Ahumada y Graciano lsea, 
mensuales de “Santa Brígida”, escu- 
shaban el diálogo entre su capataz y 
el bolichero porque no tenían otra co- 
ra que hacer. Camilo, señalándolos con 
al cabo del rebenque, agregó: 
— Estohen cambio... o 
Parecía querer decir: “Estos, en 
rambio, tienen esperanzas. Estos no 
:argan cuarenta años como yo. Estos 
20 conocen semanas sin domingos”, 
Como si hubiesen comprendido, Pe- 
rico y Graciano sonrieron, y Absalón, 
deseoso de tirarle la lengua al pesi- 
mista, retrucó: 
— Estoh'y uno también, ¡oh qué!... 
Yo, toditas las noches, anteh'e acos- 
tarme, me digo: “Mañana será me- 
jor”, y si, por un casual, no es mejor, 
me consuelo: “No siempre va'cáire 
rien lao la taba”. . 
“Camilo rezongó un “¡ujum!” y movió 
entamente la cabeza de arriba abajo. 
Luego, dirigiéndose a Graciano, or- 
denó: 
—. Ayeguensé hasta l'estación y es- 
xeren las marcas. Yo viá pasar, en- 
cretanto, por lo'el gringo Cerini pa re- 
coger las cadenas... Hasta pronto, 
Absalón..., y dispense si no le hago 
:) gusto. No siempre va'cáir la taba'e 
zúen lao... 
Absalón alzó una mano a modo de 
| Ñ e | Cuento por 
7, - PB JULIO 
AN Í Q INDARTE 
aludo, lamentando secretamente | 
*hingada”, 
Camilo, tras de cruzar el amplio sa- 
5n del boliche y el patio azuleado por 
uatro paraísos, detúvose junto a la 
arra del palenque. El tedio resbalaba 
. lo largo de su rostro, sombreado por 
iala del chambergo ancho y de sus 
opas. Tedio de hombre habituado a 
scrutar horizontes y a no descubrir 
ada nuevo en ellos. Tedio del que 
densa: “Hoy lo mismo que ayer, ma- 
ana lo mismo que hoy”. - 
Apenas hubo montado, el lobuno, sin 
suardar el más leve tirón de riendas, 
ajó al camino. El sol del atardecer' 
largaba de costado la sombra del ca- 
allo y del jinete, 
¿De dónde le venía ese tedio a Ca- 
silo Ledesma? Si él se hubiese formu- 
ido esa pregunta, habría sabido res- 
onderse. Era un tedio de origen co- 
cido para él; un tedio que se le ha- 
ía presentado de pronto, no podría 
recisar bien cuándo; un tedio que se 
.querenció en su alma y se quedó en 
lla; un tedio que se iría en la hora en 
ue el alma se libertase de la cárcel 
el cuerpo... Ese era el tedio que lo 
oseía a Camilo, mejor dicho: ése era 
Lt tedio que Camilo poseía. —. , 
Si alguien — el patrén, por ejemplo 
- mandaba: 
- Apuresé, Camilo... 
,.el tedio sugería: 
— ¿Pa qué tanto apuro? 
Por eso Camilo, cada vez que iba so- 
»* como en ese momento, llevaba el 
aballo al tranco. Llegar con las ca- 
enas a las siete o a las diez le daba 
> mismo, Total... La que lo esperaba 
0 era Clotilde, sino la figura de Clo- 
ilde. 
De soltero no había sido así, lerdo, 
esadón. De soltero había sido como 
erico o Graciano. Espoleado por UN 
nhelo de dominio, se procuraba la vi- 
ración del galope, se dejaba guiar por 
na voluntad ansiosa de llegadas. La 
angre- moza renovaba sus estímulos 
liariamente, le exigía siempre un DUes- 
0: el primero. 
* Rerordó: 
fácil objeto de sus juegos. Pero era 
tarde... 
Y empezó a ser otro, 
La circunferencia -del horizonte se 
astrechó en torno de su vida. Ni siquie- 
ra la presencia de los tres hijos cons- 
:ituía un estímulo. Empezó a decirse: 
Pa qué?” Trabajar de sol a sol, re- 
tresar con el cuerpo molido, soñar días 
mejores... “¿Pa qué?” 
El patrón le preguntaba con fre- 
uencia : 
— ¿Qué le pasa, Camilo? Lo veo me- 
dio apichorao... 
Una razón de dignidad, de dignidad 
7 de hombría, lo obligaba a responder 
:0n evasivas, o a no responder, 
Tampoco faltaba el mensual afec- 
doso o el amigote que le “largaban”: 
— Ni que anduviese entumido, don 
.edesma... . 
Hasta hubo un hombre, el bolichero 
Sosa, que se atrevió a reprocharle: 
—. Ser pesimista con una mujer co- 
mo la suya... 
Si uno se pellizca la carne siente 
1 dolor, perú si se insiste sobre el 
mismo lugar, el dolor desaparece. El 
¡ue le habló a Camilo por vez primera 
le su estado de ánimo le provocó una 
¡sensación de rabia; los que le habla- 
on después lo fueron acostumbrando, 
terminó por mostrarse indiferente. 
“n presencia de Clotilde esa indiferen- 
(Continúa en la página siguiente) 
Ro 
Regresaban Luciano Ramírez y él 
:el Tancho de los Avila. Súbitamente, 
- obedeciendo .ambos a un mismo sen- 
imiento, se detuvieron en el cruce de 
Tal Paso, y el amigo, mientras liaba 
in “negro”, comentó: 
—'stá linda la Clotilde... 
— Ajá — repuso él. 
— Y se me hace que te gusta... 
— Ajá... ¿Ya vos? 
— También. . 
No valía la pena quebrar una amis- 
ad por una mujer, por más linda que 
]la fuese. Además, si bien Clotilde 
abía que ambos no “cáian” a su ran- 
:ho para charlar con sus padres, no 
¡abía manifestado inclinación por nin- 
"uno. - 
— Gustar no es querer — sentenció 
aureano. 
Netos mesmo digo... Y vos ¿la que- 
és? 
ustró MONTERO LACASA
	        
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