RAE
, ena, E
0 de Agosto de 1538
A llegada de Magda a la vieja
casa de los Amoedo fué total-
mente inesperada. Nidia, que
junto a la ventana del escrito-
rio hacía punto, trató de conocer el
auto detenido ante el portal, del que
bajaba una mujer y... su equipaje.
No conoció al pronto a la viajera,
nvuelta en un abrigo. Volviéndose al
marido, que trabajaba en su mesa de
planos, le dijo con un poco de pena:
—- Ezequiel, tenemos visitas. . ” -
— ¿Visitas? E .
— Sí, huéspedes. Alguien acaba de
Jamar., Es una: mujer. El auto se
za. Como vés, es alguien qué se queda.
Cuando el jardinero acudió a abrir
el portal; la .joven que esperaba en-
tró resueltamente al parque, lo cruzó
con paso vivo, y al llegar a la escá-
linata: -
— ¡Eh! Los tórtolos, ¡aquí estoy yo!
Nidia y Ezequiel, de pie en la puer
ca” del vestíbulo, recibieron a la jo-
ven con afectuosa cordialidad, -
— Mujer, ¿cómo llegas así sin anun-
ciarte, inesperadamente? ¿Y si no nos
hubieras encontrado? ¡Con seis horas
de viaje!... .
— No me hubiera muerto, tenlo por
¿eguro. Igual me hubiera instalado en
tu casa y pasado los días que me he
propuesto. Conque así... — Rieron los
tres de la arrogante desenvoltura y
Nidia se hizo cargo de su amiga
mientras Ezequiel, un poco descon-
certado, volvía a su trabajo.
¿Para qué vendría la aturdida mu-
chacha a interrumpir su paz domés-
tica? ¿Qué programa pensaba des-
arrollar en el curso de los quince días
que había anunciado? :Permanecería
en la quinta?
¡Con lo frívola y alocada que era!
¡Con lo irresponsable y..., ¿por qué
no decirlo?, mal intencionada que se
había revelado siempre! —.
Pensó en Nidia, en lo desprevenida
y bondadosa, en :lo tímida y dulce
que fuera siempre para todos. El co-
razón se le encogió en el pecho y un
ademán de protesta se enroscó en sus
manos, que se apretaron con fuerza.
— Muchacha . tonta. ¡a qué habrá
venido!
Oía la risa de ambas en la habita-
:ión de los huéspedes y la voz vibran-
te de Ja muchacha viajera que re-
percutía en el interior de la amplia
vivienda,
Cuando ambas mujeres entraron to-
madas del brazo, Ezequiel creyó ad-
vertir alegría en el brillo de los ojos
de su mujer, y consolándose un poco,
pensó que acaso aquella visita in-
tempestiva y no deseada podría traer
animación en la vida igual y tran-
quila que llevaban; vida que podría
fatigar a Nidia, no obstante su amor
a la soledad y al silencio. Se aseguró
de inmediato en su tolerancia tratan-
do de olvidar, prevenir y estar pre-
sente. ,
— Bueno; aquí me tienen ustedes
— comenzó Magda sentándose junto
a la chimenea. — Hace cuatro días
1e roto con Alberto, y como Buenos
iires para una novia en vísperas de
asamiento que rompe con su elegido
$ UN poco molesto, heme aquí de hués-
ed de ustedes. .
— ¿Que has roto con tu novio? ¿Con
se Alberto tan. simpático que todos
¡uerían tanto sy del que. tu- mamá se
entía “casi- mádre? * Pero . ¿por qué?
'Qué te ha hecho? +.
El o mé há” hecho nada; .pero
:ra demasiado: aburrido y, más ade-
ante, ese inconveniente hubiera resul-
ado insalvable, Sí, “hija; no te asom-
ye: espantosamente aburrido. Estoy
egura que me quería, pero yo no hu-
iera sido feliz. norane aunque no me
nieresa estar muy enamorada de mi
narido, siempre, por lo menos, una
onfía en divertirse y pasarlo bien.
—¡Pero, Magda! ¿No es cierto, Eze-
uiel, que es una lástima? ¡Tan co-
Ttecto y tan bien que era Alberto!
— Puede que Magda tenga razón,
Vidia. ¡Era necesario entenderse!
— ¡Sí! ¡Sí! Tienes razón. Es que
he gustaría tanto que Magda se ca-
sara y fuera muy feliz. Así, como lo
somos nosotros... - -
— Por-lo pronto, querida, igual que
1stedes no podría serlo. Sólo pensar
a un invierno seguido en esta sole-
lad, ya empiezo a bostezar. -
No conozco las reservas de Ezequiel
Jara hacer un paraíso de este rincón
olitario, pero me temo que no coin-
:idiría con mis gustos. Yo soy más...
nternacional. Amo el bullicio y el mo-
rimiento, el encuentro con espíritus
mevos, el arrebato de un entredicho,
a vivacidad de una disputa, el riesgo
le una situación difícil... Amo el fue-
70 de las ideas y el fuego de las pa-
abras, ,
— Pero podrías quemarte, v enton-
eS...
— No, hijita, no; estoy inmunizada,
ibre de incendios y..., por otra parte,
2 difícil encontrar la chispa que con-
amine. Vivimos una época anodina...
— ¡Jesús, Magda!
— No te asustes, Nena; sigo siendo
a misma de siempre. La que mo se
iburre, Y... vamos a ver: ¿qué se
hace por aquí? ¿Hay algo en qué diver-
"irse?
— Como no sea que ayudes a tras-
Nantar lo que se ha de pasar de los
umácigos a los canteros, no veo qué
nuedas hacer. Quizá te guste la jar-
linería...
— A propósito: tienen un jardinero
nuy buen mozo; se parece a Gene
Zaymond. ¿Por qué no se contratará
"ara cine? ¡Tendría éxito!
— ¿Siempre tan eramorada del cine?
— Pero ¿acaso no encuentra usted
que el cine es la última maravilla?
¡Unico punto de escape? ¿Lugar de
:vasiones sentimentales? ¿Acaso usted
10 estaba enamorado de Kay y tam-
bién de Norma?... ¡Buena pieza era
isted!
— ¡Cuidado! ¡Cuidado! Recuerde que
2s nuestra huésped y que está obliga
(Continúa en la nárina 54)
La mañana del siguiente día bajó al jardin con el deser
de conocer al “astro” de cine disfrazado de jardinero. Ma-
tias colocaba prolijamente un borde de arveñillas cuanár
ze le acercó Manada.
e A