¿Vale un marido un
millón de pesos?
ALE tanto un hombre como pa-
N ] ra sacrificar por él un millón?
¿Si o no?
Dos jóvenes y hermosas no-
"as, de la alta sociedad neoyorkina
ontestan a esta pregunta con un
sí!”
Estas dos jóvenes decididas son An-
irea Luckenbach y Rosemary Webs-
er. Han despreciado un millán de dó-
ares cada una como si tal cosa... por
1 amor de un hombre. . ..
¡Los felices esposos seguramente se.
reguntarán si en realidad valen
anto!
El conocido psi-
ólogo, doctor Ar-
uro Payne, ve en
'stos idilios de ri-
'as herederas con
Muchachos sin for-
una, sólo una
"eacción perfecta-
nente natural de
juienes tienen to-
lo lo que se pueda
lesear menos lo
vás importante, la
elicidad,
Actualmente las
'X herederas, se-
lora de William
Jobbs y señora de
Paul Gilson, se
sienten ambas muy
seguras de haber
ncontrado esa fe-
icidad tan ansia-
la. La señora de
Jobbs es la hija
tubia y mimada
lel comodoro Ed-
zar F, Lucken-
xach, magnate mi-
lonario de Nueva
York, y heredera
le su fortuna an-
-es de escaparse
“On su Billy, un
tomisionista de
nhanteca y huevos.
- Ahora el como-
loro ha dicho a
sus amigos: —
¡Nuñea vuelvan a
mencionar el nombre de mi hija en
mi presencia!
Pues, a pesar de la prohibición de
*ú padre, Andrea se casó con él mu-
thacho de quien se enamoró a pri-
Mera vista.
TES
Yo Des
rec haf
E
»
Actualmente,
indrea y Billy vi-
en en un chalet
le ocho piezas en
Syosset. Cuando
2umpla los veinti-
ano, la joven espo-
sa que cuenta 18
abriles, entrará en
posesión de un di-
nero que pertene-
2ía a su madre.
Pero esa suma es
insignificante si se
la compara con los
millones del como-
doro de los cuales
Andrea se despi-
dió al desobedecer
a su papá. Fué un
gesto magnífico,
vero ¿puede considerárselo sensa- ”
07 Cuando las princesas del dólar
lan toda su fortuna por el amor,
“valebrealmente la pena? Esta es -
pregunta que se le presentará
con más fuerza aún a la
linda y morocha Rosema-
r y Webster, también de
Nueva York. Esta joven
rechazó un millón de dó-
ares (cerca de cuatro mi--
Jones de pesos) para ca-
sarse con Paul Gilson, un
»ntador buen mozo con
1n sueldo de 800 pesos
vor mes. ,
¿Cómo terminarán es-
08 dos matrimonios tan
lesiguales?
Pueden estos hombres
de mediana posición, por
más encantadores que
sean, hacer felices a es-
as niñas que nacieron y
rivieron en la opulencia?
Juando la princesa se ca-
sa con un hombre pobre,
a costa de quedar deshe-
redada y rechazada por
1 familia, ¿puede-el amor subsistir a
esar de todo? Por otra parte, si ella
vedece a sus padres y sacrifica su
mor a cambio de una fortuna, ¿po-
"Áá ser feliz Ja pobre niña Tica?
Tste es sin duda nun nraoblema de
rtuna y lo que llama-
nosición social no son
'arios en absoluto pa-
trar la felicidad — di
una “sacrificado”.
sran actualidad,
ya que semejantes
matrimonios pare-
cen estar a la orden
del día. Algunos
>erminan mal, y
ros continúan
siendo tan felices
como en el primer
día de casados.
Tomemos por ejemplo el
:aso de Ellin Mackay, que
"ué desheredada en el testa:
nento.de Clarence Mackay
»9r casarse con el hoy famo-
0 compositor Irving Berlin.
Este músico es hoy no só-
0 rico, sino conocido en el
aundo entero. Ellin, al casar-
e con él, se sacó la lotería,
omo suele decirse.
Otra aventura matrimonial
e esta clase es la de Bea-
riz Blackevell de la alta: so-
iedad e hija del prominente
ditor Crowley Blackevell,
ue se casó en 1936, con Sa-
nuel Wechsler de Long Is-
and.
—Soy muy feliz en mi
1atrimonio — dice la seño-
a de Wechsler — y, basán-
tome en mi experiencia,
.consejaría a las jóvenes
'dmiradoras a que arries-
uen las iras paternas y se
asen con: hombres que tra-
ajan para ganarse la vida
n lugar de elegir algún
1agnate que se pasa la vida
18ando al polo. ¡Adelante
aicas, si lo quieren de ver-
ad! Pero también les diría
ue deben asegurarse de es-
17 verdaderamente enamo-
adas, y que lo que sienten
10 es un capricho del momento, Des-
ués de todo es un gran paso el que
e da, y hay que amoldarse a la nue-
a vida, Pero estos son reajustes fe-
ces cuando dos personas se aman de
rerdad y se comprenden como es de-
do.
$ heredera
ue sacrificaron
su fortuna por
rasarse con hom
bres pobres, ¿es-
taban o no equi-
vocadas?
“Mi boda no fué una cosa “impro-
isada”. Mi esposo y yo nos conocía-
nos dos años antes de casarnos. Sa-
íamos que muestros gustos eran los
(Continúa en la página 49)