LORIA Guzmán nos declara que
hoy está un poco nerviosa. Le
preguntamos el motivo, y se
despacha a su gusto contra el
peluquero:
— Fíjese usted que ésta es la ter-
cera vez que me tiñe el cabello —
nos dice mientras se peina hacia atrás
ron los diez dedos a un tiempo, —
La primera fué de un rubio torna-
solado, que me daba un color distin:
to a cada hora del día; la segunda
era de un rubio oro viejo, y ahora me
ha aplicado este tono rojizo que us
ted ve. Para remate, el rojizo éste
se va aclarando poco a poco hasta
ser un rubio ceniza. Reconocerá us-
ted que esta conducta del “coiffeur
es poco seria.
— Muy poco — asentimos, ante las
tribulaciones capilares de la “vedette”,
-— Si nosotros estuviéramos en su lu-
gar, renunciaríamos a teñirnos el pe-
lo o cambiaríamos de peluquero. —
—— Eso quisiera yo — nos explica;
— pero no puedo hacerlo. Las dos co-
sas tengo que aceptarlas por imposi-
ción de un contrato cinematográfico.
El cine es el más tirano de todos
los tiranos. Ni siquiera nos deja en
libertad para elegir el color del pe-
lo que más nos guste. .
— ¿Ha hecho usted muchas pelícu-
las? — preguntamos, dando otro giro
a la conversación.
— Tres, y .otra que estoy haciendo.
La primera fué “Luces de Buenos Ai-
res”, con Carlos Gardel, en Joinville.
Allí filmé también “El hombre de
frac”, con Roberto Rey. Luego inter-
vine en “Radio Bar”, dirigida por Ma-
nuel Romero, y ahora ando medio lo-
ca por culpa de “Cuatro corazones”,
que es el título de la película que es-
toy filmando bajo la dirección de En-
riaue Discénolo.
1
Gloria Guzmán, eclip-
sando la gloria de ma-
deme Rasimi, en la
¿poca de las revistas
sspectaculares del
Maino.
.s E
La “vedette”
con su chistera
y su cola de
gallo, cuando
hace diez años
se floreaba en
las revistas del
Sarmiento.
—¿Tiene usted más compromisos
cinematográficos?
— Ni los tengo ni los quiero. El
cine da mucho trabajo. Además, enve-
jece, y yo no estoy todavía en edad
de envejecer. ¿Le parece a usted jus-
to esto de que le pinten a una el pelo
de rubio rojizo y encima le hagan sa
ir canas artificiales? Por si esto fue-
ra poco, nunca sabe una a qué hora
tiene que filmar, Un día a las siete
de la mañana: otro, a las once de la
noche. Es decir: la citan a las siete,
D a las once, pero a lo mejor la hacen
esperar dos o tres horas antes de em.
pezar. No me gustan esos plantones.
Cuando se da una cita, hay que ser
puntual. Tampoco me gustan las
preocupaciones. Yo soy muy tranqui-
la, muy comodona, y en el cine hay
mucho lío, mucho lío. A mí me pone
los nervios de punta. Por eso estoy
hoy tan nerviosa.
Gloria Guzmán se levanta, se pasea,
cambia de asiento y vuelve a peinar-
se su pelo rojizo con el peine de sus
diez dedos largos y afilados.
— Siempre fué usted un poco in-
quieta...
— He tenido mis inquietudes, no voy
2 negarlo; pero eso fué de mayorcita.
Cuando era pequeña, más bien tenía
an temperamento apacible y reposado.
Con decirle que me llamaban “La mos-
audita”...
Se lo: descubrió un modisto
de París, que era a la vez
un psicólogo freudiano
Reportaje pot
ANDRES — uni y moderna súueto,
M U Ñ O 7 a través E, reciente
NACIO UN SABADO DE GLORIA
— ¿Dónde vivió usted en sus. tiem-
»0s de “mosquita”?
— En Vitoria, donde nací y donde
riví hasta cumplir los cuatro años.
Antes que me lo pregunten, les diré
jue yo soy de este siglo, no como otras
artistas que yo conozco y que se las
ian de ingenuas, Nací el 15 de abril
le 1902, un sábado de gloria. Por eso
levo este nombre, que no es ningún
:eudónimo, como se ha dicho, sino mi
1ombre propio y verdadero, aunque ya
'Ta glorioso antes de yo nacer, Pero
7/0 he hecho lo posible por no empa-
iar la gloria del día de mi nacimien-
o. Por cierto que como el sábado de
zoria no cae siempre en el mismo día,
ne veo en un lío cada vez que tenro
que cumplir años. Para evitarme com-
plicaciones, he resuelto, en lo sucesi-
Jo, no cumplirlos más que cada vez
jue coincidan mi onomástico y mi ani-
r"ersario, Así me evito quebraderos de
'abeza, ¿No le parece?
-— Y también algunos gastos...
— Vayan por los regalos que pierdo.
ero no me importan. Lo que yo
¡uiero es vivir tranquila. Más vale un
lía de tranquilidad que un vestido nue-
vo. Esto lo aprendí de una tía mía
jue se llamaba María, y era vasca,
vmo yo. -
— María, la vasca...
— No; ésa era otra... Las vascas
ienen dos cualidades: mucha franque-
Za y mucho carácter, Yo nunca tuve
al carácter, pero sí la franqueza. No
soy nada “fayuta”. Digo lo que sien-