Full text: 28.1938,7.Sept.=Nr. 1442 (1938144200)

7 de septiembre de 1938. 
Villa Bella, después de hacer sus tra- 
tos, claros tratos sertanejos, con el se- 
ñor de la “fazenda” en la cual iba 
ahora a levantar su hogar. Un peda- 
zo de tierra en el interior de aquellas 
extensas propiedades, donde él debía 
construir su choza y que debía ser el 
“palheiro”. Y la quinta parte de las 
:rías vacunas. El vaquero, por su par- 
te, pondría su brazo y el de sus des- 
sendientes para trabajar con aquellas 
zanaderías cerriles, dispersas y aris- 
cas; en estado totalmente salvaje. Con 
el tiempo, aquél] sería, tal vez, un Ne- 
vocio de cierto rendimiento, Para em- 
pezar, bastaba. — —. 
Y. así vivió y murió el viejo José 
Ferreira da Silva. Y así su hijo José 
Y así'su nieto José Luis. Y así comen- 
zaron'a vivir y a trabajar los hijos de 
éste, hasta el instante en que este ro 
mante comienza. 
Pero ahí empiezan; desde el bisabue- 
.0, a confundirse la historia y la le- 
yenda, lo real y lo imaginario, lo ver- 
dadero y lo que la gente sencilla exa: 
gera y deforma en ruedas de fogones 
y de pulperías, desde que un Ferreirs 
diznieto alzara, sertón afuera, el pen: 
1ón de sus implacables venganzas. 
Indistintamente seguimos en este re- 
ato la una y la otra fuente: lecturas, 
relatos, narraciones oídas en los mis- 
mos sertones ballianos, crónicas de pe: 
riódicos, páginas de libros, estrofas de 
poetas agrestes, canciones de ciegos y 
le pordioseros, tonadillas procaces; to- 
de nos ha de servir para enhebrar es- 
tos sucesos que se desgranan casi siem- 
pre como sangrientos episodios — como 
escenas reideras a veces, — cuentas de 
un collar diabólico en que se engarzan 
con inexplicable heroísmo las etapas de 
una pasión y una vida. .- 
-A propósito del Lampeño, allá por 
tierras del Nordeste, hemos oído a un 
tiempo apóstrofes y bendiciones. Blas- 
femias y rezos. Hemos visto .un ex 
hombre mostrando la ancha cicatriz de 
una amputación brutal, Y hemos sor 
prendido en labios de viejecitas, arru- 
gadas de años y de miserias, incorpo- 
radas a los rezos y las plegarias hu- 
mildes a Nossa Senhora, un pedido en 
favor del Lampeño, para que lo salve 
de asechanzas en sus caminos de aven- 
turero sin par. 
Casi hombre, casi héroe, casi mito: 
xxtraña mezcla de bandido y misione- 
ro. Sereno vengador de agravios; duro 
salteador de vidas y de haciendas; píc 
distribuidor de bienes entre los menes- 
terosos; arrebatado y cordial; cruel y 
santo; ensimismado y alegre; fino y 
hosco, con gestos de Campeador y con 
frialdad de delincuente; áspero como 
su tierra y dulce como su cielo; tiernc 
como sus noches y brutal como sus pa- 
siones; impetuoso como sus odios y... 
He ahí la tremenda, la compleja fi- 
liación de su alma: — 
Estudiándolo, se piensa en Pancho 
Villa, en Juan Moreira, en Facundo 
en el Alacrán, en Martín Aquino... Y 
para comprenderlo — igual que a aqué- 
llos — hay que remover hasta las en: 
trañas la historia de América, la con: 
dición del lugar, la organización eco- 
nómica, la realidad social que de ella 
deriva, las tramas políticas a que ella 
da principalmente ocasión y forma. 
Se sabe de él, ciertamente, que em- 
pezó como vaquero a los trece años. 
Que a los diez y seis continuaba siendo 
vaquero, Y que terminó por ser bandi- 
do... Por nuestra parte, lo considera- 
mos un produeto de la lucha agraria, 
condicionado a lugar y tiempo, Héroe o 
bandido, específicamente, no nos inte- 
resa. Tal vez ni lo uno ni lo otro, Tal 
vez tiene de las dos cosas en función de 
medio y circunstancias. Fué el hijo de 
un hogar campesino laborioso y honra- 
do.- Desde que nació enfrentó la vida. 
Arréó ganados, y ya veremos para quié- 
nes. Tenía diez y seis años y vió cómo 
despojaban a su padre de tierras y fru- 
os. Vió morir a un hermano. Vió morir 
1.su padre, Y los dos, en ley de crimen, 
sesinados, Y entonces, ante sus' ojos, 
1 sertón. Y en su corazón sencillo, la 
'enganza de aquellos que fueron en él 
us dos grandes amores. : 
Aspera tierra sertaneja, maltratada 
vor dos leyes: la de la naturaleza y la 
le los hombres. Aspera tierra reseca ba- 
,0 los soles quemantes. Tierra sacudida, 
1endida, flagelada, martirizada, deshe- 
:ha, Sobre ella un día se alzó un hom- 
re: tal vez un misionero, tal vez un 
varancico. Se llamaba Antonio Consel- 
,eiro. Señalaba cogio única salvación 
vosible los caminos del cielo. Y cons- 
ruyó una ciudad: Canudos, que fué el 
'educto sangriento de su fe, - . 
Y cuando sobre ella sé alzó otro 
10mbre, ¡éste se llamó el Lampeño!... 
-Tal vez en la Castilla de siglos pre- 
-éritos el uno hubiera sido un santo y 
1l.otro un' guerrero. Pero, entretanto, 
.de qué seno cósmico, de qué telúrica 
ibración, de qué inconsciente afán de 
o justo se nutricron sus vidas?... . 
Hemos estado en el sertán, Hemos 
'ecogido el “aliento mágico” del ser- 
ón: desde el rigor de su tierra reque- 
nada y hendida hasta las brumas de 
ueño de sus fantasmagorías exacerba- 
las. No sabríamos fallar acabadamen- 
£. Presentamos la escena y el hom- 
re, La pasión y los hechos. Que el que 
e considere juez, sin buscar culpas re- 
:ónditas, arroje la primera piedra... 
Además, terrible lugar aquél, lNama- 
lo El Navío. Rodeado se halla por las 
:omunas de Jatoba, Floresta, Villa Be- 
la y Flores. Y se extiende en una zo- 
1a de cincuenta leguas hacia el inte- 
or de Pernambuco, limitado por dos 
íos: el Pajehu y el Moxoto, tributarios 
del San Francisco. 
De cuando en cuando una aldea, un 
1úeleo de población escasa y pobre, Ta- 
es las villas de San Gaetano, Bethania, 
Vazaret.., Fuera de ellas, el sertón, las 
ierras de las sequías quemantes como 
neendios o de las tempestades rápidas 
r fulminadoras como castigos, Su flo- 
'a es la evidente representación de su 
égimen climatológico: cactos, chiques- 
hiques, quebrafaca, macabiras, arbus- 
05 espinosos, agresivos, retorcidos, en- 
narañados, como si la tierra misma 
Xxpresara por ellos sus angustias, 
Y en esa zona, desde hace casi un 
iglo, floreció el bandolerismo más ca- 
*ficado. 
Las crónicas sangrientas se llenan 
le estos riombres: Angelo Umbuzeiros, 
asimiro Honorio, Manuel Basilio, lla- 
nado también Quitute.-Setenta muertes 
nforman la historia conocida de Qui- 
ute — como informan la del temible 
Salvaterra, que por veinticinco años ca- 
itaneara una partida de secuaces: — 
a muerte de un fuerte caudillo local en 
a ciudad de Misericordia, la de un 
liputado, la de un comisario de poli- 
da, la de más de veinte personas de 
'alidad y estado: todo ello en una ciu- 
lad. Regresando luego a su refugio de 
El Navío sin que nadie siguiese sus pa- 
9s ni siquiera perturbase su acción. _ 
-Son de esa comarca o de sus aleda- 
05 los antiguos bandidos Feitosa, Gua- 
irada, Calandros, Pereira, Viriato, y 
1asta aquel romanceado Antonio Silvi 
10, considerada la figura de más extra- 
rdinaria crueldad en las crónicas ya 
seculares del bandolerismo nordestino. 
Es que junto a la figura del “can- 
raceiro” debemos considerar otra, que 
sino la complementa, la ampara: el 
'couteiro”, 
Couteiro es el que “acouta”, es decir, 
ibriga, protege, ayuda al hombre al- 
sado en armas, Y a veces se sirve de 
:l: generalmente para sus negocios, 
nuy a menudo para sus venganzas... 
Y no es un hombre humilde de tra- 
ajo el que “acouta” a un “cangacei- 
:0”. No, No podría. No tiene medios. 
ea 
PE 
Siempre el que cobija es un “señor” 
> un “fazendeiro”, o un comerciante, 
» un caudillo político, o un cacique lu- 
rareño. No todos los que se acogen a 
8e asilo son delincuentes, Son hombres 
nidos por tales en la jerga policial o 
2 el lenguaje de los otros señores que 
¡e sintieron defraudados cuando recla- 
naron sus servicios. 
Como en otros. tiempos en las regio- 
1es del Sur de América, allá en el Nord- 
ste las luchas políticas lugareñas de- 
reneraban en verdaderas pugnas san- 
rrientas. A iguales circunstancias .eco- 
1ómicas, correspondieron idénticos fe- 
menos en la vida social. El hombre 
le prestigio electoral: el cacique, el “co- 
"onel”, el cardillo, fueron allá como 
icá los personajes de mayor relieve 
v de más ilimitada influencia. Eran, 
vor otra parte, el signo de unión entre 
as lejanas y misteriosas “alturas”, 
lesde las que se ejerce el “gobierno” 
y las zonas de humildad de las multi- 
udes campesinas, Muy frecuentemen- 
e el caudillo era también “fazen- 
leiro”, o sea estanciero, o termina- 
ba siéndolo, Y entonces en sus ma- 
105 y en su voluntad se unían y se 
sumaban las des formas exacerbadas 
de autoridad que lo hacían “señor” de 
sus pagos. Unos y otros lo heredamos 
tal vez de las formas medioevales de la 
conquista. De ahí que los fenómenos 
que de tal organización se derivan 
también se interfieran, confundiéndose, 
amalgamándose a veces y precipitán- 
dose en ocasiones hacia formas de de- 
lito que, evidentemente, transparentar 
y denuncian aquel origen, 
El Nordeste brasileño registra largas 
series de luchas entre familias. Mon- 
-eseos agrestes y Capuletos voluntario 
sos formaban sus legiones con hijos y 
parientes, allegados, peones y bandidos, 
Cualquier hecho trivial encendía la ri- 
validad y la lucha. Y ésta comenzaba 
y duraba décadas. Algunas duran to- 
davía. Los nietos recién nacidos pare- 
:en recibir en el beso de los abuelos la 
:onsigna de honor de continuarias, Y 
2sa lucha representa el exterminio y 
la muerte, 
Brote extraño, surgido en medio de 
una discordia de esa clase fué .Anto- 
nio Mendes Maciel, llamado el Consel- 
heiro, y tenido por Santo Antonio, apa- 
recido entre las multitudes crédulas y 
dolorosas del sertón bahiano, 
Lea “Los sertones”, de Euclydes da 
Cunha, quien quiera sorprender en ad- 
mirables páginas un drama impresio- 
nante. 
Pero así como fué de impresionan- 
te y largo el drama de los Maciel y los 
Araujo, fué también secular y violenta 
la pugna intermmable entre dos gran- 
des y laboriosas familias de la región 
de Villa Bella: los Pereira y los Car- 
valhbo. 
(Continúa en la página 59)
	        
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